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HOMBRES: ¿Qué hacer si eres víctima de acoso sexual?

Wena historia loco, esperamos la continuación de la venganza.


Enviado desde mi iPhone utilizando Tapatalk
 

A pesar del segundo intento de venganza y derrota ¿podrá nuestro héroe recuperar su honra y virginidad? ¿Revelará como financió su reconstrucción anal? ¿Logrará vencer a su nuevo archi-enemigo "el felpudo destructor de anos"? ¿Por fin aprenderá como hacer resúmenes? ¡No se pierda el emocionante capitulo de las aventuras desviadas de @Mystery! ¡a la misma hora, en el mismo foro con el mismo tolueno!

:lol2:
 
Te falta mucho pa escritor, demasiada incongruencia en tu historia, sigue practicando :up:
 
Mientras leía la historia venian a mi cabeza imagenes como :
Cuando lo noquearon
latest
 
En resumen al sisterito fue a hacer justicia por sus propias manos, pero terminó golpeado y botado en un sitio eriazo con evidentes signos de haber sido sodomizado, fue a buscar ayuda y termino internado en El Peral, donde fue sedado y nuevamente sodomizado por el director del psiquiatrico, luego de varios intentos fallidos finamente logra escapar del recinto psiquiatrico y huye a bordo de la camioneta de un huaso donde aunque no lo menciona de manera expresa, implícitamente da a entender que le volvieron a rajar el chico julio (a modo de agradecimiento supongo) .
 
:santa:


Es un verdadero alivio y me emociona volver con ustedes luego de una larga ausencia involuntaria. Las razones…..

!! Ponte cómodo, las conocerás a continuación:





Fue el día Sábado 27 de Enero a las 20:00 que decidí dar curso a mi venganza, ya tenía la dirección de Don Waka y el arrojo necesario para romperle la cara a mi enemigo. Conduje rápido hasta la guarida de mi agresor y mi sorpresa fue mayúscula al ver que fuera de su casa se apostaban, de manera desordenada, media decena de autos enchulados de lo más variopinto y mal gusto. Sentado, apretando con fuerza el volante, busqué como un lince alguna señal de mi presa, pero a juzgar por la música fuerte y la gente que entraba y salía sin parar deduje que el tipo había comenzado una fiesta para protegerse. Volví a replantear mi estrategia y en pos de mi integridad física, deseche la idea original de encararlo en su casa y opte por diseñar un plan B.


Di marcha atrás y desesperado, recorrí la agenda telefónica en busca de ayuda, pero ningún contacto estaba disponible. Mi idea era contar con una pequeña cuadrilla, un grupo de choque que se encargara de los obstáculos mientras yo administraría una lección al cerdo acosador. Casi nadie contesto el fono y el resto, aquellos amigos que juraron estar conmigo en lo que sea encontraron mi idea absurda, poco práctica y dolorosa. Solo, sin apoyo me la jugué con una última carta, llame a Carabineros y expuse mi plan, les pedí su ayuda táctica, pero me recomendaron volver a casa, incluso uno de ellos, el más entusiasta, me propuso pintar unos letreros frente a su casa, como en la película. Les corte indignado, ya era hora de usar la fuerza bruta y sin meditarlo, deje la seguridad de mi auto, apreté los puños al mismo tiempo que elevaba una plegaria al cielo, solicitando al gran jefe mi seguridad.


Ya en el interior recorrí con la mirada la casa del cerdo opresor, me moví confiadamente por todos los recovecos de esta fea casa de 70 Mts cuadrados y al no toparlo, Salí al patio y me llamo la atención una pequeña parrilla que no paraba de emanar humo, di una vuelta consultando por el anfitrión y tras unas indicaciones observe como mi presa descansaba tranquilamente echado en una poltrona color beige que hacia juego con su camisa Arrow a rallas con toques caqui. Al observarlo note como mis puños y cabeza se llenaban de sangre, era bastante molesto el palpitar de mi cuello, las venas de mis brazos se hincharon hasta casi explotar y guardando la compostura, le pregunte amablemente su nombre. El mismo lo confirmo con una sonrisa en la cara. Sin perder tiempo, le pedí un minuto de su tiempo, el un poco desconfiado me miro con cara “de hacer memoria” y sin dejarlo actuar, señalando con mi mano lo invito a incorporarse.


- Varias ideas recorrían mi cabeza, mientras observaba como el tipo se levantaba-, ya en la horizontal, evalué la mejor manera de darle una lección. - No parecía un tipo que intimidara, era más bien pequeño comparado con su enorme cabeza Pensaba yo, haciéndome ánimos. Buscando sus ojos le sugerí ir hacia una zona más calmada y un tanto desconfiado, mi nuevo amigo me pide salir a la calle, al mismo tiempo que unas cuatro personas observaban la situación atentamente y a poca distancia, sospechando lo que iba a pasar. Ya en la acera había decidido darle unos rápidos y certeros golpes de puño en los ojos, mi idea era dejar unas hermosas marcas de recuerdo, pero como soy amable y perverso, le conté el motivo de mi visita y con un tono sádico, que hasta hoy desconozco, detalle paso a paso el castigo que le abría de propinar. Me di por pagado al ver el terror en sus ojos, tras un rápido reflejo el sujeto intento huir, pero tome firmemente su muñeca derecha al mismo tiempo que mi brazo derecho se catapultaba hacia atrás, buscando el impulso necesario para lo que sería un hermoso y sonoro golpe. Ya enfocado mi objetivo, con fuerza dirigí mi puño hacia su cara, pero algo se interpuso en el camino, de manera instantánea note un sudor frío que recorría mi cabeza hasta la espalda, al mismo tiempo que mis piernas caían dobladas, vencidas por la gravedad hacia el piso, el fuerte dolor en mi cabeza indicaba que algo me había golpeado y luego un segundo golpe lo confirmo, recuerdo se percibo igual que partir una sandia, inmediatamente silencio y mi memoria quedo en blanco. Había sido noqueado.


Reminiscencia inconclusa, vagamente recuerdo como mi cuerpo se agitaba sobre el pick up de una camioneta. Estaba oscuro y el cielo negro reinante no me daba pistas sobre mi paradero. Al parecer, luego de varias horas, la claridad del sol quemo mis pupilas, me incorpore desorientado, no sabía que había pasado y mirando a mi alrededor, el desolado paisaje no vaticinaba nada bueno. Intente ponerme de pie, pero el dolor de cabeza más grande que he sentido en mi vida me impidió hacerlo, no encontré mi ropa por ninguna parte, estaba descalzo, sin polera, ensangrentado y cubierto solo con mi ropa interior. Al verme en esta precaria situación rogué a Dios que solo se tratase de un sueño, pero todo era tan real, despistado incluso evalué la idea de una pesada broma, pero no, me habían dejado botado a mi suerte, tal vez pensaron que estaba muerto. En ese instante me hice una promesa, jure que cobraría venganza y eso tal vez fue lo que me mantuvo con vida todo este tiempo hasta ahora.


A juzgar por el paisaje, me encontraba a un costado de una cuesta, el cerro y el agrietado camino coronando un gran precipicio no daban pistas sobre su geolocalizacion. Vague varios minutos al costado del camino tratando de llamar la atención de alguna buena alma, pero hasta el minuto, ni siquiera habían perros dando vueltas por ahí. Al pasar cerca de un microbasural resolví buscar algo con que taparme, ya que en calzoncillos no daría mucha confianza. Tras buscar en varias bolsas solo encontré una vieja camisa manga corta color marrón y unos pantalones cortos azules marca Nike, que por pinta nunca me hubiera puesto, pero la necesidad en ese momento fue tan grande que hice de tripas corazón y me vestí lo mejor que pude para salir de mi precaria situación. Tuvieron que haber pasado varias horas, unos pocos autos transitaban veloces a mí alrededor sin señales de detención, pero fue una vieja micro la que atendió a mi intento de aventón.


La vieja micro, tras un fuerte chirrido se detuvo, supuse que el conductor se compadeció de mí y luego de una rápida exposición de los hechos me dejo subir, pero me advirtió que no iba muy lejos. -No importa- le conteste y con lagrimas en los ojos me fui al final de la micro, lo único que necesitaba era llegar donde Carabineros o conseguir un celular para dar aviso de lo ocurrido. A juzgar por mí aspecto, parecía un espantapájaros, camisa demasiado holgada, cuerpo sucio y unos pantaloncillos demasiados pequeños para mi cuerpo, además estaba sediento, hambriento y aturdido por la situación. La verdad, el paisaje y todo me parecía demasiado irreal.


Al rato un señor que se sentaba tras el chofer, tal vez al percatarse de mi infortunio, me prestó una fea manta gris. Con el poco ánimo que tenía hice un ovillo de ella y dócilmente, vencido por el destino me quede dormido. Recuerdo que entre sueño observaba que la mayoría de los pasajeros de la micro también estaban cubiertos con mantas, todos eran de distintas edades y sexos, pero todos coincidían en un aspecto bastante demacrado y mal cuidado. Me pareció curioso, ¿pero quién era yo y en mi posición para juzgarlos?. Tras ese pensamiento me deje envolver por los brazos de Morfeo y con un total dejo de mi humanidad dormí a pata suelta, como si se tratara de la primera vez que lo hubiera hecho.


Al despertar no tenía idea de cuánto tiempo había dormido, ni en qué lugar del mundo me encontraba. La persona sentada adelante mío se agitó excitada, giro sobre su asiento y en un tono de conspiración exclamo – ¡Hemos llegado ¡--.


La micro se detuvo lentamente y después de un breve dialogo con una persona en una caseta, el chofer puso en marcha la máquina. Vi por la ventanilla que se internaba en un recinto de amplias murallas, pero no le di importancia, supuse haber llegado al terminal o rodoviario para los lolos de regiones. La micro siguió su marcha por este enorme patio enlozado y por sus ventanas se reflejaban enormes edificaciones de baja altura de aspecto bastante gris y deprimente. Me dio la impresión de estar en un viejo convento, pero tras un rápido vistazo note una gran variedad de personas, esto confirmaba haber llegado a un pequeño pueblo, pero no fue así.


A petición del chofer, nos hicieron descender y una vez abajo note como venían al encuentro nuestro un número indefinido de personas vestidas de uniforme blanco compuesto por una delgada camisa y pantalones de lino demasiado transparentes diría yo. Al llegar frente nuestro, un tipo gordo y desgarbado grito una inatendible orden y en respuesta el resto de personas de blanco se formo al costado de el. Esta actitud me pareció rara, pero no hice mucho caso y nerviosamente me dirijo hacia el portón de acceso, tenía hambre y necesitaba información, pero uno de estos señores de blanco me corto el paso, tiernamente me invito a formarme frente al micro. Un poco confundido, pero lleno de terror hice caso y de malas ganas me forme en fila al costado del bus, pensé que era parte de algún protocolo de seguridad, pero mi instinto de pronto anuncio algo malo, fue en ese entonces que sentí mi vida pender de un hilo.


Sin aviso el bus encendió su motor y arranco con apuro, al notar la marcha, me apresure en alcanzarlo, pero una de las personas de blanco trato de detenerme tomándome de un brazo. Con gracias esquive sus garras, pero un imponente ¡Alto ahí! Me hizo cavilar. Obedecí. Dando la vuelta sobre mis talones busque al dueño de aquella orden, se trataba de una persona más bien corpulenta, que por lo desvanecida de su figura supuse tendría un cargo jerárquico, detalladamente le comente la situación que me trajo hasta aquí, pero sin siquiera pestañar esta persona respondió con una palmadita en el hombro y amablemente me pidió volver a la fila.


No entendía nada, apenas sabía que día era, estaba aturdido cuando de repente las demás personas que venían conmigo en el bus me empujaron y obligaron a entrar por un corredor largo y tenebroso. Al final entre en lo que parecía un dormitorio colectivo donde las personas de blanco nos pidieron las frazadas de vuelta y empezaron a repartir las camas. Al instante una mujer comenzó a recorrer la fila con una lista con los nombres de las personas recién llegadas, ella leía los nombres en voz alta y lentamente eran contestadas con un “presente”. Cuando llegó frente a mi, ella se sorprendió al no tenerme en su lista. Rápidamente le explique toda la situación, esta persona parecía entenderme y escucharme con atención. Finalmente pregunto mi nombre, le conteste con mi nombre con un suspiro de alivio, pero la mujer no lo encontró después de repasar la lista varias veces. Vi como se lo pregunto a otra persona de blanco y ésta, sin nada que decir, se encogió de hombros. Al captar su desconcierto en voz alta y frente a todo el mundo les volví a contar mi historia, preocupándome que todo el mundo la ollera.

En respuesta, la señora de la lista dijo: Muy bien, te entiendo, me tomo del brazo y con una dulzura demasiado ostensible para ser real me contesto: –Si te portas bien, te iremos a dejar a tu casa mañana, pero ahora descansa-.


Todo este escenario me hizo entender porque la gente de la micro actuaba tan extraño, como en cámara lenta, al parecer estas personas estaban sedadas y el feo edificio al parecer era una especie de hospital psiquiátrico o sanatorio. Asustado, escape corriendo del dormitorio y antes de llegar la puerta un grupo de funcionarios me bloqueo el camino, con fuerza me derribaron y sin demora me suministraron una inyección de calmantes directamente al cuello. Con terror en los ojos les volví a gritar mi historia, pero fue inútil, al parecer el personal estaba acostumbrado a escuchar este tipo de “cuentos” y el mío calzaba perfectamente.


De reojo vi la cara del portador de la jeringa y note que no había súplica posible ante aquel profesional de los calmantes, al parecer lo disfrutaba. Al notar que mis suplicas no surtían efecto luche con fiereza, me puse de pie en el acto y de manera sobrehumana derribe a las tres personas que me sostenían. Lo que paso después no lo sé muy bien, los piquetes de las agujas sugieren que tuvieron que inyectarme varios somnífero. Antes del amanecer, cuando me despertaron, sentí unas enormes ganas de huir, pero estaba amarrado por las muñecas y los tobillos en las barras de la cama. Nadie acudió a mis desgarradores gritos.


No supe cuánto tiempo había pasado cuando volví en sí. Pero entonces y gracias a los sedantes y calmantes, el mundo era un remanso de amor, jamás había sentido tanta felicidad y apenas daba crédito a todo lo que había pasado. Recuerdo levantar la vista y ver frente a mi cama a un señor fenomenal, tenia buen porte y su cara de tierno abuelito, junto a sus rasgos Europeos eran de confiar, recuerdo que su sonrisa era un verdadero sedante, evocación tenerlo lo bastante cerca para leer su credencial. Era el director del psiquiátrico.


No tuve tiempo para pensar nada, en modo automático le volví a narrar mi historia, al mismo tiempo, lagrimas de desconsuelo rodaban por mis mejillas confirmando mi situación, pero mis suplicas no surtieron efecto. — Aprovecha ahora para llorar cuanto quieras mi niña — me dijo el director, con una voz dulce y enternecedora—. No hay mejor remedio que las lágrimas.


Aprovechando su preocupación me desahogue sin pudor, como nunca logre hacerlo con nadie, incluso en los tedios de después del amor. Mientras me oía, el director me peinaba con los dedos, me arreglaba la almohada para que yo respirara mejor y secaba mis lágrimas con un suave pañuelo celeste con bordados, sentía como gracias a el podía ser guiado por el laberinto de mi incertidumbre con una sabiduría y una dulzura que no había soñado jamás. Era, por la primera vez en mi vida, el prodigio de ser comprendido por una persona que me escuchaba con toda el alma, sin esperar recompensa alguna. Al cabo de una hora, desahogado a fondo, le pedí autorización para irme a casa.


El director algo agotado, se incorporó con toda la majestad que embestía su rango. -Todavía no-, me dijo, dándome en la mejilla un beso y una palmadita tierna, como nunca había sentido. -Todo se hará a su debido tiempo-. Me hizo desde la puerta un amistoso saludo de despedida y desapareció para siempre.— Confía en mí, la pasaremos muy bien — me dijo. En ese mismo instante fui inscrito en el psiquiátrico con un número de serie y con un comentario superficial escrito sobre una etiqueta atada en mi muñeca advirtiendo sobre mi agresividad y el enigma de mi procedencia y las dudas sobre mi identidad.


Al día siguiente seguía sin adaptarme a la vida del psiquiátrico. Apenas comí algo de pan mientras permanecía encadenado al mesón de plástico, con la vista en los enfermeros, esperando cualquier descuido para huir de aquel lúgubre comedor medieval. Esos primeros días me negué a seguir cualquier instrucción he imploraba hablar con el encargado, pero al fin de cuentas, decían los médicos, así empezaban todos y tarde o temprano terminarás por integrarte a la comunidad. Lo más duro era la soledad de las noches. Muchas personas permanecían despiertas en la penumbra, sin atreverse a nada, pues el recinto era bien protegido por guardias, también en el portón cerrado con cadena y candado.


Tras varias noches, abrumado por la pesadumbre, escuche como la puerta se abrió. Una enfermera, el único ser que parecía vivo después de las enormes ratas en el silencio instantáneo, empezó a pasearse de un extremo al otro del dormitorio. Cuando estuvo convencida de que todos dormían, la enfermera se acercó a mi cama, me clavo una jeringa de sedantes en mi brazo amarrado y murmuró en mi oído toda clase de obscenidades tiernas, mientras me besaba la cara, el cuello tenso de terror, los brazos yertos y las piernas exhaustas. Por último, creyendo tal vez que mi parálisis no era de miedo sino de complacencia, se atrevió a ir más lejos. Con mis piernas libres la deje acercarse para luego asestar golpe que la mandó contra la cama vecina. La enfermera se incorporó furibunda en medio del escándalo del dormitorio.


Esa noche fue un infierno, me sacudí con tal fuerza sobre la cama que la di vuelta conmigo sobre ella quedando bañado en sangre. Aún me sobraba fuerza para enfrentarme con los guardias y ellos trataron de someterme y tras una larga lucha lo consiguieron, luego me arrastraron hasta el baño y por varios minutos me rociaron con una manguera de agua helada, medio muerto me inyectaron un bloqueador muscular en las piernas. Impedido para caminar por la inflamación provocada, me di cuenta de que no había nada en el mundo que no fuera capaz de hacer por escapar de aquel infierno. El día siguiente, ya de regreso al dormitorio común, sin las ataduras que sujetaban mis muñecas, me levante en puntillas y decidí escaparme o simplemente perder la vida en el intento.


Mi primera precaución al levantarme fue cerciorarme que todo el mundo descansase. Los bufidos en el dormitorio común así lo confirmaban. Sigilosamente me dirigí hacia la puerta de acceso, pero esta como siempre se encontraba cerrada por fuera. Con pocas opciones de escape me quedaba solo una forma de salir y esta era por una pequeña ventana situada en lo alto del muro exterior. Subir hasta ahí era todo un desafío, ubicada a casi 4 metros de altura era demasiado alta como alcanzarla con los brazos, por lo que me vi forzado a mover sigilosamente una pesada cama de hierro forjado hasta la base de aquella lumbrera. La operación duro unos pocos minutos, la adrenalina y el terror se mesclaban en un extraño coctel que le daba a mis articulaciones una rigidez fuera de lo normal.


Como un felino logre flectar mis brazos por el borde del muro y quedar con medio cuerpo sobre la ventana. Al suelo era altura considerable y la poca visibilidad no ayudaba en proporcionar un adecuado sitio para el aterrizaje. Impulsado por el cólera solamente cerré los ojos y sin perder más tiempo me impulse con los brazos y sosteniendo la respiración salí eyectado por la ventana como un resorte. Recuerdo que mientras caía el tiempo corrió más lento dándome espacio para maniobrar y poder amortiguar mi caída. Por fortuna, el muro exterior estaba adornado por viejas plantas de ligustrinas, ellas fueron quienes salvaron mi vida. Una vez en tierra, excitado por mi arrojo, intente ubicar rápidamente una salida hacia la calle, pero lo único que tenia a la vista era un enorme portón de corredera iluminado desde una caseta de vigilancia.


Desde el muro hasta el portón abrían más menos un trecho al descubierto de unos 45 metros de distancia. La noche no fue excusa para ocultar mi figura ya que la luna a sido puntual esta semana, mi única manera de salir por esa puerta seria sin más ni menos que por la fuerza. Me quede unos minutos observado mi objetivo, buscando señales de vida en la caseta, pero la falta de movimientos me dio luz verde para acercarme y averiguar si realmente existía alguien ahí. Recorrí varios metros de punta y codo hasta que por fin llegue hasta un muro situado tras mi objetivo, lentamente me incorpore y con curiosidad lance una mirada al interior de la pequeña garita y no había nadie. Incrédulo volví a confirmar y efectivamente el puesto de vigilancia estaba abandonado, era tiempo de salir de ahí.


Un problema casi me detuvo y fue saber que el portón era automático y precisaba de una llave para abrir, afortunadamente al costado una pequeña puerta de acceso brillo desde su cerradura con una pequeña luz led color verde. Rápidamente ingrese a la caseta, pulse el botón desde el citofono y el hermoso chirrido hizo eco en mi cabeza, la puerta se había abierto, ya era hora de salir de ahí. Pase por el portal como una bala, en mi vida había corrido tan rápido como en aquella vez. A pesar de estar descalzo podía notar y agradecer la suavidad de la tierra y las pequeñas piedras, corrí y corrí cerca de una hora y una vez a salvo, protegido por la oscuridad de la noche y un poco asustado mire hacia atrás, confirmando que no hubiera peligro. El resto de la jornada me la pase en busca de un camino y pistas acerca de donde me encontraba. El camino de tierra carecía de referencias y durante toda mi huida no divise casas, parecía la dimensión desconocida. Ya fuera de peligro y agotado, busque un sitio cómodo y esperé hasta el amanecer, satisfecho por mi nueva libertad.


Ya de día me encontré un camino rural, por el paisaje creo me encontraba en Yerbas buenas y en vista de mi apariencia, me oculte a la espera de la mejor oportunidad para solicitar ayuda. A los pocos minutos veo a lo lejos se aproxima un vehículo. Un poco miedoso, pero consiente que tal vez esta sea una última oportunidad agudizo la vista para descartar posibles errores, pero al acercarse una vieja camioneta Chevrolet Luz se detiene a mi lado y desde el interior, un amable campesino me invita a subir al tiempo que me ofrece agua y unos duraznos mientras atento escucha mi historia. En seguida pone primera, voltea su cabeza lentamente y con una sonrisa de complicidad, soba sus manos al mismo tiempo que baja el seguro de las puertas.




:pipe:

Puta que triste su narración mi niña. Leí todo el papiro y me apena como hasta la vida lo ha sodomizado...ese pobre botaguiso también... :sadcry:
Ojalá en el próximo capítulo sea usted quien logré su venganza y ya no se lo culeen más (no sin su consentimiento)


:hi:
 
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