¿Tiempos mejores o tiempos orwellianos?
Quien haya leído 1984 de George Orwell sabrá que es una novela que narra lógicamente los sucesos que se darían en un régimen totalitario absoluto de izquierda y cómo el Gobierno manipula, mediante los medios de comunicación masivos, a las masas del partido exterior y se aprovecha de la indiferencia política de los proles para evitar revueltas incontenibles por la extensión del conjunto.
Al ver la noticia del ataque a José Antonio Kast en la UNAP me hace reflexionar sobre el poder que tienen los eslóganes panfletarios de la izquierda ideológica tal y como se daba en 1984. El partido vociferaba explícitamente sus consignas
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
Pero nadie se detenía a pensar en las ideas que había detrás de los eslóganes propagandísticos. Lo mismo se daba en las marchas NO + AFP donde la gente manipulada salía a protestar siendo que no se habían detenido a pensar en cuestiones básicas, como por ejemplo el sistema de pensiones que querían. Para qué preguntarles si sabían cómo funciona el sistema de pensiones actual. Sólo salían a levantar la voz y el puño mostrando indignación por el resultado de un abandono en términos de políticas públicas al sistema de pensiones. Dicho sea de paso que aquel abandono fue originado por gobiernos de la concertación, aquellos que se llenaban la boca sobre derechos humanos y el terrible gobierno de Pinochet.
Ahora, José Antonio Kast plantea las ideas, que no son nada nuevo bajo el sol, de lo peligroso que puede llegar a ser la inmigración descontrolada para el bienestar de la población más vulnerable del país. Resulta que en su ciclo de charlas, un joven llegó a gritar en un espacio de diálogo la clásica serie de epítetos contra el enemigo público como si fuera Álvaro Salas en un escenario contando su rosario de chistes. ¡Fascista, ningún ser humano es ilegal!, gritaba el joven sin entender razones y rechazando el diálogo civilizado que tanta falta hace en el país. Vivimos en una sociedad de leyes, si estas no existieran sería difícil, por no decir imposible, llevar las riendas de un país: se necesita un orden querámoslo o no. Resulta que entrar a un país de manera irregular sí es un delito, es algo que no debe darse en una sociedad de leyes, pero ahí estaba el manifestante gritando sin razonar que ningún ser humano es ilegal.
Ahora Kast fue agredido físicamente por un grupo no menor de manifestantes airados como si estuvieran frente al mismísimo Goldstein, al monstruo fascista original, al causante de todos los males del país, el causante de que nadie pueda estudiar gratis o que no pueda ingresar a la universidad siendo que obtuvieron 300 puntos en la PSU, al culpable de las bajas pensiones y de los detenidos desaparecidos y de la pizza con piña. Pero Kast es el culpable y debe ser reprimido para que no esparza su odio fascista, siendo que en sus discursos jamás ha proferido discriminación arbitraria contra grupo alguno, más bien es una visión práctica de la sociedad donde se quiere evitar ambigüedades y dar un orden lógico a la legislación. El discurso original de Kast ni siquiera ha sido cambiado por el partido como en 1984. Es más, ni siquiera se ha escuchado por la masa opositora consumidora de eslóganes. No existe una visión completa de los problemas que nos aquejan como país y simplemente se adoptan consignas rimbombantes para repetir sin reflexionar: EDUCACION GRATIS Y DE CALIDAD (perfecto ¿de donde obtenemos calidad si no existen los recursos para financiarla?) NO + AFP (perfecto, qué otro sistema prefiere ¿el de los burócratas que usted mismo dice que son todos unos ladrones?).
La visión colectivista de partidos como el Frente Amplio o el Partido Comunista (que no se ha prohibido como el nazismo porque la historia la escriben los vencedores o los que se victimizan como hemos visto en este último tiempo – llámense judíos o comunistas) nos quiere hacer creer que 2 + 2 son cinco, o que Daniela Vega es una mujer, o que la historia de Chile parte en 1973, o que es normal adoctrinar sobre el uso del lenguaje, para lograr hacer pasar su discurso de manipulación sentimental como la verdad absoluta y es por eso que debemos estar alerta y despiertos para no caer y, a su vez, apagar la telepantalla de vez en cuando, esa telepantalla que llevamos en nuestros bolsillos y nos sacamos selfies con ella para ganar likes y liberar esas endorfinas y seguir adormilados. Orwell está más vigente que nunca.
