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El vínculo secreto entre Egipto y América Parte 1

ruftata

Hij@'e Puta
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El vínculo secreto entre Egipto y América

En marzo de 1519, el conquistador Hernán Cortés desembarcó en México con solo 508 soldados. Los aztecas, bajo su rey Moctezuma, tenían decenas de miles de guerreros. Pero, en poco más de dos años los españoles

l
los derrotaron y destruyeron su imperio. Los indios fueron esclavizados, se construyeron iglesias cristianas donde antes había templos aztecas, el nombre de la capital, Tenochtitlán, se cambió por el de ciudad de México, y el país pasó a llamarse Nueva España. ¿Por qué triunfaron los españoles con tal facilidad? Porque los aztecas los tomaron por descendientes del dios Quetzalcóatl, al que se conoce por el extraño nombre de «la serpiente emplumada». Se supone que este mismo dios, en otras partes de América del Sur, recibía el nombre de Viracocha, Votan, Kukulcán o Kon-Tiki. De todos modos afirma la leyenda que Quetzalcóatl era un hombre blanco, alto y barbudo, y que llegó de alguna parte del sur, poco después de una gran catástrofe que había oscurecido el sol durante mucho tiempo. Se dice que Quetzalcóatl trajo el sol de nuevo y también trajo las artes de la civilización. ¿Estuvo la llegada de Quetzalcóatl relacionada con el oscurecimiento del sol? ¿Es posible que estuviera huyendo de la catástrofe que lo causó?. Después de un intento de matarle a traición, el «dios» regresó al mar, tras prometer que algún día volvería. Dio la casualidad de que Cortés había desembarcado cerca del lugar donde se esperaba a Quetzalcóatl y ésta es la razón por la cual Moctezuma, que era supersticioso, permitió que Cortés le hiciera prisionero.



Colin Henry Wilson (nacido el 26 de junio de 1931 en Leicester), es un escritor del Reino Unido, así como un destacado filósofo. Los principales temas de su obra son la criminalidad y el misticismo. Nacido y educado en Leicester, Reino Unido, dejó los estudios a los 16 años. Cuando tenía 24 años, publicó The Outsider (1956), que examina el papel del proscrito social en varias obras literarias y figuras culturales, donde examina a Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Ernest Hemingway, Hermann Hesse, Fyodor Dostoyevsky, William James, T. E. Lawrence, Vaslav Nijinsky y Vincent Van Gogh, y donde Wilson discute su percepción de la alienación social en su obra. El libro fue un éxito de ventas y ayudó a popularizar el existencialismo en Gran Bretaña. Sin embargo, el elogio de la crítica fue breve. Colin Wilson también ha escrito obras sobre temas metafísicos y ocultistas. En 1971 publicó The Occult: A History, realizando una exégesis de Aleister Crowley, G. I. Gurdjieff, Helena Petrovna Blavatsky, la cábala, la magia primitiva, Franz Anton Mesmer, Gregor Rasputin, Daniel Dunglas Home y Paracelso, entre otros. También escribió una biografía especialmente objetiva de Crowley: Aleister Crowley: The Nature of the Beast, así como biografías de Gurdjieff, C. G. Jung, Wilhem Reich, Rudolf Steiner, y P. D. Ouspensky. Originalmente Colin Wilson se concentró en el desarrollo de lo que llamaba la “Facultad X”, que incrementaba la percepción y proporcionaba habilidades como la telepatía o la percepción energética. En sus obras posteriores sugiere la posibilidad de la existencia de vida tras la muerte y de los espíritus, que personalmente analiza como miembro del “Ghost Club”. En 1996 escribió “From Atlantis to the Sphinx”, que en español se publicó con el título “El Mensaje Oculto De La Esfinge”, en el que me he basado para escribir éste y otros artículos.



Una de las razones por las cuales los españoles no tuvieron reparo en matar aztecas era que les horrorizaba la tradición de sacrificios humanos que éstos tenían. El sacerdote azteca practicaba cuidadosamente una incisión en las costillas con un cuchillo de sílex, mientras varios hombres sujetaban los brazos y las piernas de la víctima sobre al altar, y luego introducía su mano y arrancaba el corazón todavía palpitante. Cuando la víctima era un bebé, como ocurría en muchos casos, no hacía falta sujetarla. A menudo tales víctimas se sacrificaban por docenas e incluso, cuando se trataba de prisioneros, por cientos o miles. Lógicamente, los españoles lo consideraban una costumbre atroz y bárbara. Lo que no sabían era que databa de miles de años y que su finalidad era impedir que los dioses provocaran el fin del mundo mediante alguna catástrofe violenta, como habían hecho en un pasado remoto. Casi dos siglos más tarde, en 1697, cuando un viajero italiano llamado Giovanni Careri visitó México, encontró un país explotado por codiciosos mercaderes españoles y sacerdotes fanáticos e ignorantes que se afanaban en destruir las señales de la antigua civilización. Dice un cronista: «Encontramos gran número de libros, pero como no contenían nada más que supersticiones y falsedades del diablo, los quemamos». Giovanni Francesco Gemelli Careri fue un aventurero y viajero italiano del siglo XVII, recordado por ser uno de los primeros europeos que completó una vuelta al mundo sin usar medios propios, pagando su pasaje en diferentes medios de transporte. En sus viajes se inspiró Jules Verne para su novela La vuelta al mundo en ochenta días (1872). Algunos sospecharon que espiaba para el Vaticano en sus viajes.



Gemelli Careri nació en Taurianova en 1651, y murió en Nápoles en 1725. Obtuvo el doctorado en Derecho en la Universidad de los Jesuitas de Nápoles y después de terminar sus estudios entró en la Judicatura por poco tiempo. En 1685 se tomó un tiempo para viajar por Europa (Francia, España, Hungría y Alemania) y en ese viaje fue herido durante el asedio de la ciudad de Buda. En 1687 regresó a Nápoles y volvió a entrar en la Judicatura. También comenzó a trabajar en sus primeros dos libros: Relazione delle Campagne d’Ungheria (1689), con Matteo Egizio de coautor, y en Viaggi in Europa (1693). En esa época Gemelli sufrió varias frustraciones en el desempeño de su profesión legal y se le negaron ciertas oportunidades al no tener un origen aristocrático. Finalmente, decidió abandonar su carrera para hacer un viaje alrededor del mundo. Ese viaje que duró cinco años, le llevaría a escribir su libro más conocido, Giro Intorno al Mondo (publicado en seis volúmenes en 1699-1700). Gemelli Careri comenzó su viaje alrededor del mundo en 1693 con una visita a Egipto, Constantinopla y Tierra Santa. En esa época, la ruta del Próximo Oriente ya empezaba a ser un ingrediente común de cualquier viaje al extranjero, una etapa que ya no merecía la pena contar. Sin embargo, a partir de allí este turista italiano recorrería caminos menos transitados. Después de cruzar Persia y Armenia visitó el sur de la India y entró en China, donde los misioneros jesuitas supusieron que un viajero italiano tan inusual podría ser un espía al servicio del Papa. Este fortuito malentendido le abrió muchas de las puertas más inaccesibles del país y Careri llegó a visitar al emperador en Pekín, asistió a las celebraciones de la Fiesta de las Linternasy recorrió la Gran Muralla China.

Desde Macao, Careri navegó hasta las islas Filipinas, donde se quedó durante dos meses mientras esperaba la salida del galeón de Manila. Según describió en su diario, el medio año de viaje transoceánico a Acapulco fue una pesadilla plagada de alimentos en mal estado, brotes epidémicos y ocasionales tormentas. En México, Careri se convirtió en una celebridad por el sencillo método de narrar sus anécdotas una y otra vez a los aristócratas locales. Entre las anécdotas vividas en México destaca su paso por la población de Zumpango del Río, en el actual estado de Guerrero, ya que estando acampado en el cañón del Zopilote fue sorprendido por un sismo que según sus propias palabras «duró lo que dos padrenuestros». Su curiosidad insaciable le llevó más allá de la capital, visitando varias ciudades mineras y las antiguas ruinas de Teotihuacan. Tras cinco años de vagar alrededor del mundo, Gemelli Careri finalmente regresó a Europa desde Cuba en la flota de Indias. Pero en Ciudad de México halló Careri a un sacerdote que era una excepción: don Carlos de Sigüenza, científico e historiador que sabía hablar la lengua de los indios y leer sus jeroglíficos. Basándose en manuscritos antiguos, Sigüenza había sacado la conclusión de que los aztecas habían fundado la ciudad de Tenochtitlán, -así como el imperio azteca, en 1325. Antes de ellos hubo la raza de los toltecas y antes de éstos, la misteriosa raza de los olmecas, que vivían en las tierras bajas tropicales y que, según la leyenda, habían llegado por el mar procedentes del Este. Según Sigüenza, procedían de la Atlántida.



Carlos de Sigüenza y Góngora (Ciudad de México; 1645 – 1700) era un científico, historiador y literato novohispano, contemporáneo de Newton y Leibniz. Hijo menor de ocho hermanos, estaba emparentado con el famoso poeta barroco del Culteranismo Luis de Góngora. Su padre fue tutor de la familia real en España y al emigrar al Nuevo Mundo se integró a la burocracia virreinal por el resto de su vida. Con un trabajo seguro y experiencia docente no tuvo dificultades en brindar él mismo la educación básica que necesitaban sus hijos. En 1662, Sigüenza ingresó al colegio jesuita de Tepotzotlán para iniciar sus estudios religiosos, los mismos que continuó en Puebla. En 1667 fue expulsado de la orden por indisciplina. Regresa a la Ciudad de México e ingresa a la Universidad Real y Pontificia. En 1672 asumió el cargo de catedrático de astrología y matemáticas, en el puesto que había ocupado Diego Rodríguez 30 años antes; lo ocupó durante 20 años realizando contribuciones notables, mientras desempeñaba simultáneamente el cargo de capellán del Hospital del Amor de Dios. En 1681 Sigüenza escribió el libro “Manifiesto filosófico contra los Cometas”, en que trataba de calmar el temor supersticioso que provocaba en la gente este fenómeno cósmico. Al separar la superstición de los hechos observables, Sigüenza estaba de hecho separando la astrología de la astronomía, como las concebimos actualmente. El jesuita Eusebio Kino criticó fuertemente este texto desde un punto de vista aristotélico-tomista, pero, lejos de intimidarse, Sigüenza respondió publicando su obra “Libra astronómica y philosóphica” (1690), donde fundamentaba rigurosamente sus argumentos sobre los cometas según los conocimientos científicos más actualizados de su tiempo; contra el tomismo y el aristotelismo del padre Kino citaba autores como Copérnico, Galileo, Descartes, Kepler y Tycho Brahe.

Hasta recientemente se había pensado que el librito publicado por Sigüenza en 1690 que describe las aventuras de un puertorriqueño llamado Alonso Ramírez (“Los infortunios de Alonso Ramírez“) era una pura ficción inventada por el famoso intelectual mexicano. Sin embargo, el historiador Fabio López Lázaro ha ofrecido pruebas documentales tomadas de varios archivos que prueban contundentemente que “Los infortunios” no es ficción sino un relato autobiográfico, cuyo contenido histórico, hasta los detalles más mínimos, no se puede cuestionar. Las intensas lluvias de 1691 anegaron los campos y amenazaron con inundar la ciudad, y una plaga, consecuencia de toda esa humedad, consumió los trigales. Sigüenza utilizó un aparato precursor del microscopio para descubrir que la causa de la plaga era el Chiahuiztli, un insecto semejante a la pulga. Como consecuencia de este desastre, hubo al año siguiente una severa escasez de alimentos que provocó un motín popular. Las multitudes saquearon los comercios de los españoles europeos (gachupines) y provocaron numerosos incendios en los edificios del gobierno. Sigüenza logró rescatar del incendio la biblioteca de la ciudad, salvándola de una gran pérdida. El motín se controló, como es usual, con violencia. Los cálculos de Sigüenza establecieron en unos diez mil el número de los participantes en el motín. Como cosmógrafo real de la Nueva España trazó mapas hidrológicos del Valle de México. En 1693 fue enviado por el virrey como acompañante del almirante Andrés de Pez en un viaje de exploración al norte del Golfo de México y en especial a la península de Florida, donde trazó mapas de la bahía de Pensacola y de la desembocadura del río Misisipi. Probablemente esta experiencia inspiró su novela de aventuras marinas “Los infortunios de Alonso Ramírez”.



En sus últimos años dedicó mucho tiempo a coleccionar material para una historia del México antiguo. Desafortunadamente, la muerte prematura interrumpió este trabajo que no fue retomado hasta siglos después, cuando la conciencia criolla se había desarrollado lo suficiente para interesarse en la identidad de su nación. Al morir donó su valiosa biblioteca con más de 518 libros al colegio jesuita y ordenó que su cuerpo fuera entregado a la medicina, para que se encontrara la cura contra el mal que provocó su muerte. Careri supo por Sigüenza que la civilización india también tenía sus grandes pirámides, incluida una en Cholula que era tres veces más grande que la Gran Pirámide de Gizeh, que Careri había visitado. Siguiendo la recomendación de Sigüenza, Careri se fue a la ciudad de San Juan de Teotihuacán y quedó impresionado al ver las magníficas Pirámides de la Luna y del Sol, aun cuando ambas estaban parcialmente enterradas. Lo que le intrigó fue cómo habían logrado los indios transportar aquellos enormes bloques desde canteras lejanas. Pero nadie supo decírselo. Tampoco nadie pudo sugerir cómo se las habían arreglado los aztecas para tallar grandes ídolos de piedra sin escoplos de metal, ni cómo los habían subido a la cúspide de las pirámides. Cuando, en 1719, Careri publicó la historia de su viaje alrededor del mundo en nueve volúmenes, la obra fue recibida con incredulidad y hostilidad. Sus críticos hicieron correr el rumor de que nunca había salido de Nápoles. Una de las causas principales de esta hostilidad eran las descripciones de la civilización de los aztecas que hacía Careri. Los europeos se negaban a creer que unos salvajes hubieran sido capaces de crear una cultura que podía compararse con la de Egipto y la de Grecia en la antigüedad.
 
oie la wea buena , y por que no lo habia visto antes .. :mmm:

se agradece
 
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