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El vínculo secreto entre Egipto y América Parte 5

ruftata

Hij@'e Puta
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Graham Hancock es el autor de algunos de los bestsellers internacionales más importantes, tales como The Sign and The Seal, Fingerprints of the Gods, y Heaven’s Mirror. Se han vendido más de cinco millones de copias de sus libros en todo el mundo y han sido traducidos a 27 idiomas. Sus conferencias públicas y sus apariciones en televisión, incluyendo dos series de televisión importantes para el canal 4 en el Reino Unido y The Learning Channel en los EE.UU., ha sido reconocido como un pensador no convencional que plantea preguntas polémicas sobre el pasado de la humanidad. Nacido en Edimburgo, Escocia, los primeros años de Hancock los pasó en la India, donde su padre trabajaba como cirujano. Más tarde se graduó de la Universidad de Durham en Sociología. Luego se pasó a la carrera de periodismo, escribiendo para muchos de los principales periódicos británicos, como The Times, The Sunday Times, The Independent y The Guardian. Su primer libro, Viaje a través de Pakistán, fue publicado en 1981. La conversión de Hancock en un éxito de ventas se produjo en 1992 con la publicación de The Sign and The Seal, su investigación sobre la mística y el paradero del Arca de la Alianza. “Fingerprints of the Gods” , publicada en 1995, confirmó la creciente reputación de Hancock. Descrito como “uno de los hitos intelectuales de la década“, este libro ha vendido más de tres millones de copias y sigue siendo muy demandado en todo el mundo. Obras posteriores, tales como Keeper Of Genesis (The Message of the Sphinx in the US) con Robert Bauval y Heaven’s Mirror como coautores, también han sido de los más vendidos. En 2002, Hancock publicó Underworld: Flooded Kingdoms of the Ice Age, que fue elogiado por la crítica. Esta obra fue la culminación de años de investigación y de inmersiones para encontrar antiguas ruinas bajo el mar.



Su argumento era que muchas de las pistas sobre el origen de la civilización estaban bajo el mar, en las regiones costeras. Una vez estuvieron en la superficie, pero fueron inundadas al final de la última Edad de Hielo. Underworld: Flooded Kingdoms of the Ice Age ofrece la evidencia arqueológica concreta de que los mitos y leyendas de las antiguas inundaciones eran verdaderas. Talisman: Sacred Cities, Secret Faith, co-producida por Robert Bauval, se publicó en 2004. Esta obra vuelve a los temas tratados en Keeper Of Genesis, en busca de evidencias adicionales de un culto secreto astronómico en los tiempos modernos. Es un viaje a través de la historia para descubrir en la arquitectura y los monumentos los vestigios de una religión secreta que ha dado forma al mundo. En 2005 Graham Hancock publicó Supernatural: Meetings with The Ancient Teachers of Mankind, que es una investigación del chamanismo y los orígenes de las religiones. Este polémico libro sugiere que las experiencias en estados alterados de conciencia han jugado un papel fundamental en la evolución de la cultura humana. Y que otras realidades, de hecho mundos paralelos,.nos envuelven todo el tiempo, pero normalmente no son accesibles a nuestros sentidos. Durante la investigación para Supernatural: Meetings with The Ancient Teachers of Mankind, Hancock viajó a la Amazonia a beber cerveza de Ayahuasca, utilizado por los chamanes desde hace más de 4000 años.



Ayahuasca se refiere a una bebida medicinal y mágica incorporada de dos o más especies de plantas capaces de producir efectos profundos mentales, físicos y espirituales cuando son elaborados juntos y consumidos en una ceremonia. La palabra Ayahuasca puede ser traducida al inglés como la vid del alma o la vid de los muertos. Esto es más probable, debido al hecho de que después de la toma de Ayahuasca, una persona siente a menudo una liberación del alma. Ayahuasca suele estar formado por la mezcla de dos ó más especies distintivas de plantas capaces de producir efectos psicoactivos cuando son elaboradas y consumidas. Una de estas plantas es siempre la vid gigante de lianas leñosas llamada Ayahuasca (Banisteriopsis Caapi). La otra planta o plantas combinadas con Ayahuasca generalmente contienen alcaloides de triptamínico, más a menudo dimetiltriptamina (DMT). Esta bebida es empleada ampliamente a lo largo de la Amazonía de Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia, oeste de Brasil y en partes de la cuenca del río Orinoco. El objeto más antiguo relacionado con el Ayahuasca es una copa ceremonial, tallada en la piedra, con ornamentación grabada, que fue encontrada en la cultura de Pastaza de la Amazonía Ecuatoriana desde 500 a.C. al 50 d.C. Está depositado en la colección del Museo de Etnología de la Universidad Central de Quito, Ecuador. Esto indica que partes del Ayahuasca fueran conocidos y usados al menos hace 2.500 años. Su antigüedad en el Amazonas inferior es probablemente mucho mayor.



El chamanismo es un sistema para la curación psíquico, emocional y espiritual y para la explotación, descubrimiento y recopilación de conocimientos sobre mundos no materiales y estados de ánimos. Los antropólogos han identificado las prácticas chamánicas en las culturas tribales, antiguas y modernas, en todo el mundo. Chamanismo es una técnica de éxtasis ( según Mircea Eliade) en la que el espíritu del chamán deja el cuerpo y viaja a comunicarse con ayudantes del espíritu y otros seres con el fin de obtener conocimiento, poder y curación. Sin embargo, el chamán normalmente mantiene el control sobre su cuerpo. En muchas culturas, el chamán es elegido o llamado, a veces para curar una grave enfermedad. El viaje chamánico es un estado alterado de conciencia en el que se entra en un estado llamado “realidad no ordinaria“. Viajando, pueden reunirse conocimientos y realizar curaciones de maneras que no son accesibles en una realidad ordinaria. La curación chamánica es un proceso por el cual una persona viaja en nombre de otra y trae información ó instrucciones que pueden utilizarse para proporcionar la curación psíquico/emocional/espiritual a otra persona.



La ciudad de Tiahuanaco, a más de 4000 metros de altitud, fue un puerto en otro tiempo, como revelan sus inmensos muelles, uno de los cuales es lo bastante grande como para dar cabida a cientos de barcos. La zona portuaria se encuentra ahora a unos 19 kilómetros al sur del lago y a más de 30 metros por encima de él. El antiguo puerto está en un lugar llamado Puma Punku (Puerta del Puma) y docenas de enormes bloques esparcidos de forma caótica indican que sufrió algún terremoto o algo parecido. La catástrofe, como señaló el profesor Arthur Posnansky, gran autoridad en lo que se refiere a Tiahuanaco, causó una inundación que sumergió parte de Tiahuanaco y dejó esqueletos humanos y de peces. En Tiahuanaco conoció Graham Hancock la leyenda de Viracocha, el dios blanco procedente del mar, sólo que en este lugar se le conocía por el nombre de Tunupa. Hancock también se sintió intrigado al ver que las embarcaciones de caña del lago Titicaca parecían exactamente iguales a las que había visto en Egipto. Los indios del lugar declararon que el modelo se lo había dado la gente de Viracocha. Generalmente se supone que una estatua de dos metros y pico, tallada en piedra arenisca roja, es de Viracocha (o Tunupa): un hombre de ojos redondos y nariz recta, bigote y barba, lo cual es una señal clara de que no se trata de un indio, toda vez que los indios sudamericanos tienen poco vello facial. Al lado de su cabeza aparecían tallados animales curiosos, distintos de los que se conocen en la zoología americana.



En este lugar, al igual que en Egipto, Hancock quedó desconcertado al ver el gran tamaño de los bloques de construcción, muchos de los cuales medían unos 9 metros de longitud y más de 4 de anchura. Uno de ellos pesaba 440 toneladas, más del doble de lo que pesaban los inmensos bloques del Templo de la Esfinge en Gizeh. Y, una vez más, se planteaba el interrogante de cómo aquella gente primitiva había podido acarrear semejantes bloques y por qué optaron por utilizarlos en vez de bloques de tamaño normal. Hancock encontró una cita en un cronista español, Pedro Cieza de León, en que los indios del lugar decían al autor que la ciudad se había construido en una sola noche (¿?). Los indios dijeron a otro visitante español que las piedras se habían transportado milagrosamente «al son de una trompeta». Esto recuerda no sólo la historia bíblica según la cual las murallas de Jericó fueron demolidas por el sonido de las trompetas, sino que quizá también nos recuerde la extraña conjetura de Christopher Dunn, según la cual puede que los egipcios se valieran de ultrasonidos para construir el sarcófago de granito que hay en la Cámara del Rey de la Gran Pirámide.

El ingeniero Christopher Dunn escribió la obra Lost Technologies of Ancient Egypt: Advanced Engineering in the Temples of the Pharaohs (Tecnologías perdidas del Antiguo Egipto: ingeniería avanzada en los templos faraónicos). Ha trabajado en la industria aeroespacial y ha sido jefe de proyectos en la industria metalúrgica. Dunn parte de una premisa aplastante. A mediados del siglo XIX, se produjo la Segunda Revolución Industrial. Los trenes y barcos de vapor aumentaban su velocidad. Las computadoras ya no eran un sueño. En apenas 150 años, la creatividad ha diseñado un mundo digital donde palabras e imágenes viajan casi instantáneamente al otro lado del planeta. Nuestra civilización ha salido de la Edad Media, pasando por el Renacimiento hasta la conquista espacial en apenas 500 años. Sin embargo, se nos intenta hacer creer que en los más de 3.000 años que duró la civilización egipcia, las herramientas que usaron aquellos hombres nunca cambiaron; que quienes lograron obras de ingeniería que ni siquiera hoy podemos igualar, solo utilizaron martillos y cinceles de cobre y madera sin cambiar un ápice su diseño. Durante 35 años, Dunn ha estudiando los monumentos egipcios, desde las pirámides hasta los templos de Karnak y Denderah, pasando por las gigantescas esculturas de Ramsés. Fotos de esas superficies, revisadas bajo microscopios electrónicos, e innumerables experimentos hechos con las herramientas supuestamente usadas por los constructores, han demostrado que ninguno de esos instrumentos de cobre y madera, pudo haber dejado esas marcas de precisión mecánica sobre las superficies perfectamente pulidas, redondeadas o anguladas con regularidades de centésimas de milímetros. El hecho de que solo se hayan recuperado unas pobres herramientas de cobre y madera en las cercanías de los monumentos, no quiere decir que no haya otras en espera de ser descubiertas.



Una de las principales zonas rituales de la antigua Tiahuanaco era un gran recinto llamado «el Kalasasaya», el Lugar de las Piedras Verticales -que medía 137 por 118 metros aproximadamente-, cuyo nombre se derivaba del recinto de piedras parecidas a puñales, de más de 3,5 metros de altura, que lo rodea. Posnansky arguyó que la función que cumplía el recinto era de carácter astronómico. Dicho de otro modo, se trataba de un observatorio. Fue mientras estudiaba su alineamiento astronómico cuando Posnansky observó que había algo raro en él. Dos puntos de observación del recinto señalaban el solsticio de invierno y el de verano, es decir, los puntos en que el sol se encuentra directamente encima del Trópico de Cáncer o del de Capricornio. En nuestros días, los dos trópicos están exactamente a 23 grados y 30 minutos al norte y al sur del ecuador. De hecho, nuestra Tierra se mece levemente, como un barco. A lo largo de un ciclo de 41.000 años, la posición de los trópicos cambia de 22,1 grados a 24,5. Este cambio recibe el nombre de «oblicuidad de la Eclíptica» y no debe confundirse con la precesión de los equinoccios. Y Posnansky se dio cuentá de que los dos «puntos de solsticio» en el Kalasasaya revelaban que cuando se hicieron tales puntos los dos trópicos se hallaban situados a 23 grados, 8 minutos y 48 segundos del ecuador. Después de calcular esto con una tabla de posiciones astronómicas, sacó la conclusión de que el Kalasasaya debía de haberse construido en el 15000 a. de C., en un momento en que, según los historiadores, el hombre aún era un cazador primitivo que perseguía mamutes y rinocerontes lanudos con lanzas, tal como puede verse en las pinturas rupestres de Lascaux. Obviamente, la datación de Posnansky ponía en entredicho algunos de los supuestos más fundamentales de los historiadores.

Los cálculos de Posnansky habían dejado atónitos a sus colegas, que preferían una estimación más moderada, a saber, 500 d. de C., más o menos la época en que el rey Arturo expulsaba a los sajones de Inglaterra. Y aunque los cálculos de Posnansky se basaba en casi medio siglo dedicado al estudio de Tiahuanaco, sus colegas le tacharon de chiflado. Por suerte, sus cálculos llamaron la atención de una comisión astronómica alemana formada por cuatro hombres a quienes habían encargado que estudiaran los yacimientos arqueológicos de los Andes. Este grupo, cuyo director era el doctor Hans Ludendorff, del observatorio astronómico de Potsdam, estudió el Kalasasaya entre 1927 y 1930, y no sólo confirmó que se trataba de un «observatorio», sino que también sacó la conclusión de que lo habían construido de acuerdo con un plan astronómico que, como mínimo, databa de muchos miles de años antes del rey Arturo. El grupo sugirió la fecha del 9300 a. de C. Incluso esto escandalizó al mundo científico. Uno de los miembros de la comisión, el doctor Rolf Müller, revisó los cálculos y decidió que si Posnansky se equivocaba en relación con los puntos de solsticio del recinto, a la vez que se tomaban en consideración otras variantes posibles, la fecha podría reducirse y dejarla en el 4000 a. de C. Posnansky hizo finalmente las paces con sus colegas al reconocer que la fecha correcta podía ser o bien 4500 o 10500 a. de C. Desde luego, esta última fecha podría sugerir que la catástrofe que destruyó el puerto de Tiahuanaco y partió en dos la Puerta del Sol fue el legendario cataclismo que destruyó la Atlántida.



El Kalasasaya fascinaba a Hancock por otra razón. Había dos grandes estatuas, también talladas en piedra arenisca roja, cuya mitad inferior aparecía cubierta de escamas de pescado, lo cual hacía pensar otra vez en los dioses pez que, según el historiador babilonio Beroso, trajeron la civilización a Babilonia. Las historias relativas al dios pez Oannes presentan un curioso parecido con las de Viracocha y Kon-Tiki. Finalmente, los Hancock se encontraron ante la más famosa de las ruinas de Tiahuanaco, la Puerta el Sol, de unos 3 metros de altura por casi 4 de anchura, cubierta de tallas misteriosas. Sobre la puerta se alza una figura amenazadora con un arma en una mano y un rayo en la otra. Es casi seguro que se trata de Viracocha. Hancock se sintió intrigado al ver debajo de esto la forma de un elefante en el complejo friso, porque en el continente americano no hay elefantes ni ha habido en él animales parecidos desde aproximadamente el 10000 a. de C., momento en que se produjo la extinción del llamado Cuvieronius, que era un animal provisto de colmillos y trompa. Al examinarlo con mayor atención, vio que en realidad el elefante lo formaban cóndores con cresta. El dibujo era una especie de efecto visual, del mismo tipo de las que aparecían en otras partes el friso, donde una oreja humana podía ser en realidad un ala de pájaro. Entre los otros animales representados en la puerta había un toxodonte, especie de hipopótamo que desapareció de los Andes más o menos en la misma época que el Cuvieronius, el animal parecido al elefante. De hecho, había no menos de 46 toxodontes. También aparecen toxodontes en la cerámica de Tiahuanaco, e incluso en las esculturas. Como es natural, todo esto inducía a pensar en la probabilidad de que la cronología de Tiahuanaco que proponía Posnansky fuese correcta.

Pero la puerta no estaba terminada. Algo había interrumpido al escultor y partido la puerta en dos. Y resulta obvio, al ver los bloques de piedra dis persos, que ese algo fue un terremoto. Posnansky creía que esta catástrofe había sobrevenido en el undécimo milenio a. de C. y había sumergido la ciudad de Tiahuanaco durante un tiempo. Seguidamente se había producido una serie de fenómenos sísmicos a causa de los cuales había descendido el nivel del lago a la vez que el clima se volvía más frío. Y en este momento los supervivientes habían construido campos elevados y ondulantes sobre la tierra rescatada ahora de debajo del agua. Según una fuente que cita Hancock, las técnicas de cultivo revelaban un notable grado de perfección, de tal manera que los campos podían dar mejores resultados que los que se cultivan con técnicas modernas y producían el triple de las patatas que se obtienen hoy de un campo parecido. Además, las patatas que se cultivaron en parcelas experimentales creadas por agrónomos modernos siguiendo esta pauta antigua resistieron heladas y sequías que normalmente hubieran echado a perder la cosecha. Está claro que Hancock sospechaba que estas innovaciones agrícolas, así como técnicas para eliminar la toxicidad de las patatas venenosas de estas regiones altas, llegaron a Tiahuanaco después de la catástrofe que inundó la ciudad. Esta conjetura parece concordar con la idea de que Viracocha y sus numerosos tocayos, Quetzalcóatl, Kon-Tiki, Votan o Tunupa, llegaron después del «oscurecimiento del sol».



Hancock formula luego una conjetura todavía más osada. La lengua de los indios que viven alrededor del lago Titicaca se llama aimara, mientras que la lengua que hablaban los incas de Perú era el quechua. La lengua aimara posee la interesante característica de ser tan sencilla y poco ambigua en sus estructuras que puede traducirse fácilmente al lenguaje informático. ¿Fue una simple coincidencia que una lengua aparentemente artificial regida por una sintaxis propicia a la informática se hable hoy en los alrededores de Tiahuanaco? ¿O es posible que el aimara sea el legado del gran saber que todas las leyendas atribuyen a Viracocha? Si Viracocha desembarcó en la costa oriental de América Central, como afirman las leyendas aztecas, y su influencia fue igualmente fuerte en el otro lado del continente, entonces la civilización que trajo debió de ser tan inmensa como la actual civilización de Europa o América del Norte. Y es poco probable que una civilización tan extendida permaneciera limitada a un solo continente. Probablemente era mundial y era la gran civilización marítima que propuso Charles Hapgood. Graham Hancock viajó a continuación por toda América del Sur y Central, y el conocimiento de primera mano que obtuvo de los lugares antiguos confirmó su creencia de que se trataba de una civilización que había precedido la devastación de Tiahuanaco en algún momento del undécimo milenio a. de C. Y, al parecer, fue la antepasada común del Egipto dinástico, así como de los olmecas, los mayas y los aztecas



Una y otra vez quedó impresionado y desconcertado por el tamaño de las piedras utilizadas en algunas de las estructuras antiguas. Sobre la ciudadela de Sacsayhuaman (no lejos de Cuzco, en Perú) dijo lo siguiente: “Estiré el cuello y alcé los ojos para ver un gran peñasco de granito por debajo del cual pasaba ahora mi ruta. Tenía unos 3 o 4 metros de altura y más de 2 de lado a lado, pesaba mucho más de 100 toneladas y era obra del hombre y no de la naturaleza. Había sido cortado y moldeado hasta darle una armonía sinfónica de ángulos, manipulado con aparente facilidad (como si estuviera hecho de cera o masilla) y estaba colocado verticalmente en una pared formada por otros bloques poligonales enormes y problemáticos, algunos de ellos colocados por encima de él, algunos por debajo, algunos a uno y otro lado, y todos en yuxtaposición perfectamente equilibrada y ordenada”. Uno de estos asombrosos ejemplos de piedra cuidadosamente tallada tenía una altura de ocho metros y pico y, según se calculó, pesaba 361 toneladas. La misma sensación de perplejidad ofrecía Machu Picchu, la «ciudadela perdida» que se hallaba oculta en la cima de una montaña y había permanecido olvidada durante siglos. Bajo el mando de su jefe, Manco Cápac, los incas se habían retirado ante el avance de los españoles en 1533, después de que Pizarro asesinara traicioneramente al hermano de Manco, el rey Atahualpa. Desde Machu Picchu, que es tal vez una de los lugares más bellos y espectaculares del mundo, hostigaron a los españoles durante años e incluso pusieron sitio a Cuzco. Y aunque los españoles llegaron a sólo unos kilómetros, nunca descubrieron su escondrijo en la cima inaccesible. Cuando los incas abandonaron finalmente la lucha, Machu Picchu permaneció desierta durante casi cuatro siglos, hasta que el explorador norteamericano Hiram Bingham fue conducido hasta allí por un indio del lugar en 1911.



Machu Picchu no la construyó Manco Cápac. Aunque los historiadores la datan alrededor de finales del siglo XV d. C., el profesor Rolf Müller, de Potsdam, uno de los miembros del grupo que estudió los resultados que Posnansky obtuvo en Tiahuanaco, sacó la conclusión, basándose en sus alineamientos astronómicos, de que fue construida entre el 4000 y el 2000 a. de C. En Machu Picchu, al igual que en Sacsayhuaman, Hancock quedó estupefacto ante la magnitud de la obra. Quien hubiese construido Machu Picchu había utilizado aparentemente la misma clase de trabajadores o de tecnología que emplearon los faraones que edificaron las pirámides. Se había dedicado al proyecto el mismo cuidado y la misma precisión. Había bloques gigantescos, colocados unos junto a otros, con tanta exactitud que a menudo era imposible insertar una hoja de afeitar entre ellos. Un monolito poligonal perfectamente pulimentado medía alrededor de cuatro metros de longitud por uno y medio de anchura y uno y medio de grosor, y no podía pesar menos de 200 toneladas. ¿Cómo habían logrado los constructores antiguos subirlo hasta aquí?». Hancock abandonó Perú para trasladarse a América Central. En Chichén Itzá, en Yucatán, intrigó a Hancock la forma de la gran pirámide de Kukulcán, uno de los numerosos nombres de Viracocha. Tiene 365 escalones, y de alguna forma misteriosa, éstos aparecen dispuestos de tal modo que en dos días del año, en los equinoccios de primavera y otoño, el juego de las luces y las sombras crea la ilusión de una gran serpiente que se retuerce mientras sube la escalinata. Esta ilusión dura exactamente 3 horas y 22 minutos. Una cosa así es, a su manera, tan impresionante como la construcción de la Gran Pirámide. De hecho, la gran pirámide de los mayas, en Cholula, cerca de Ciudad de México, tiene tres veces el tamaño de la Gran Pirámide de Gizeh y cubre una extensión de alrededor de 18 hectáreas. Es el edificio más grande de la Tierra.
 
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