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Arco Capaz
Guest
Estimados cofrades, por razones de necesidad me embarqué en una nave y su destino fueron las profundas aguas de badoo, donde navegan avezados hombres de mar y piel curtida por la sal. Muchas veces temí, pero toda la sabiduría vertida en este tema fue de ayuda para sortear estos mares traicioneros.
Allí me vi enfrentado a una realidad que desconocía pues siempre mi red era lanzada cerca de la orilla, lo que me proporcionaba una pesca tranquila.
Puse un espécimen en la mira pues prometía ser una sirena. Lanzada la red y recogida la pesca al llegar a mis manos triste fue mi sorpresa pues me encontré con una promesa incumplida, porque no era sirena sino otro espécimen que es raro de calificar dado que no entra en la categoría de manatí.
Acordamos una frugal comida y confieso que no fui digno, pues en vez de encomendarme al dios de los mares Poseidon acudí a Baco, el dios del vino, para armarme de valor.
Bebido el néctar de la vid emprendimos rumbo al lugar donde se daría la batalla decisiva, allí demostró y ratificó el mito que cuentan los hombres de mar en los bares de todos los puertos del mundo: que estos especímenes de aguas profundas no le temen nada.
Me ofreció toda su anatomía y se lanzó sobre mi arpón con un frenesí inusitado. Literalmente bebió hasta la última gota de mi néctar de hombre de mar.
Confieso que en cada vigorosa embestida pensaba en la líneas que ahora escribo mientras retorno a un puerto más tranquilo, al abrigo de vientos y tormentas para así recuperar las energías.
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