Madrid / Economía – Lógicamente la crisis financiera internacional ha afectado a los 16 Estados miembros de la Eurozona. Todos ellos han visto que sus finanzas públicas se deterioran con mayor o menor intensidad, registrando su déficit público cifras récord y creciendo considerablemente su deuda pública, en una peligrosa dinámica que amenaza la sostenibilidad de sus finanzas públicas. Como ha sido extensamente comentado por la prensa internacional, especial gravedad ha tenido la evolución de las finanzas públicas de Grecia, no sólo afectadas por la crisis económica y financiera internacional, sino también por anteriores crónicos desequilibrios del conjunto de la economía griega y por una muy mala y fraudulenta gestión gubernamental. En este contexto, en los primeros meses de 2010 tiene lugar la crisis de la deuda soberana y la crisis de la Eurozona.
La crisis de la deuda soberana. La crisis de las finanzas públicas de Grecia y de otros Estados de la Eurozona provoca en el primer trimestre de 2010 un nuevo episodio de crisis financiera, la denominada crisis de la deuda soberana, que afecta en primera instancia a Grecia y posteriormente a los países periféricos de la Eurozona, entre ellos España.
Esta crisis surge al darse en los mercados financieros ventas masivas de deuda pública de los Estados mencionados; ventas que son debidas a varios motivos. Por un lado, el temor de los inversores (fondos de pensiones, fondos de inversión, bancos, etc.) a que se produzca el impago de la deuda (los intereses y la amortización) en el momento de su vencimiento, dadas las dificultades financieras de los Estados. Por otro lado, junto a esta razonable actuación de defensa del patrimonio financiero, algunas ilustres instituciones financieras (no sólo los denostados hedge funds) realizan operaciones especulativas que tratan de obtener ingentes beneficios a corto plazo apostando por la caída de la cotización de los títulos. Por ambos motivos (precaución y especulación) tienen lugar ventas masivas de títulos de deuda pública que deprimen su cotización, lo cual significa que se eleva la prima de riesgo que exigen los inversores a los títulos de deuda pública. En términos coloquiales puede decirse que los mercados financieros indican (con razón o sin ella) que el endeudamiento público es excesivo, que ha superado lo admisible.
La consecuencia es que se encarece mucho la financiación de los Estados afectados, sobre todo Grecia, pero también otros países periféricos de la Eurozona, todos ellos despectivamente denominados PIGS por medios anglosajones, aumentando la diferencia entre el tipo de interés que tiene que pagar la nueva deuda pública emitida por dichos Estados y el tipo de interés de la deuda pública alemana (considerada la más segura, la de menor riesgo de impago). De modo que los Estados afectados (que precisan financiación no sólo para afrontar el actual déficit público sino también para amortizar la deuda antigua a medida que vence) deben emitir los nuevos títulos de deuda pública a un tipo de interés mucho mayor. Por tanto, para estos países la carga de intereses de la deuda pública se eleva, corriendo el riesgo de que se ponga en marcha el círculo vicioso de déficit-endeudamiento, con grave riesgo de hacer insostenibles las finanzas públicas y provocar la bancarrota.
El Plan de rescate a Grecia. En abril de 2010, cumpliendo todos los pronósticos, Grecia solicita formalmente ayuda financiera a los Estados de la Eurozona, al constatar la imposibilidad de superar el círculo vicioso de déficit-endeudamiento en que se encuentra. Y como respuesta, la Eurozona, no sin dudas y con retraso, pone en marcha un Plan de rescate de las finanzas públicas griegas. Pero a pesar del Plan de rescate de Grecia, y aunque las finanzas públicas de los restantes Estados no atraviesan una situación comparable, la desconfianza de los mercados financieros sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas de los Estados periféricos y las malas perspectivas de recuperación de sus economías agudizan la crisis de la deuda soberana.
La crisis del euro. Dado el gran endeudamiento de hogares, empresas y bancos, y dadas también las débiles perspectivas de crecimiento económico de los países de la Eurozona, la desconfianza de los mercados financieros se extiende también a los títulos privados cotizados en bolsa y al resto de los mercados financieros. Ello ocurre con singular intensidad en mayo y junio de 2010. Así, tienen lugar graves turbulencias financieras en los mercados de renta fija privada y renta variable, que ponen de manifiesto movimientos de capita desde activos financieros denominados en euros hacia activos financieros emitidos en otras monedas; por lo que el euro se deprecia respecto del dólar, el franco suizo, el oro y otros activos de reserva.
Actuaciones de las instituciones comunitarias. Ante estos graves acontecimientos, que prolongan la crisis y amenazan la recuperación de las economías europeas, la respuesta del Ecofin (Consejo de Economía y Finanzas de la Unión Europea), con mucho retraso derivado de las dudas de Alemania y otros países centrales sobre la conveniencia de ayudar a Estados con graves desequilibrios financieros, es crear el Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera, de carácter temporal, a favor de Estados que pudieran atravesar graves dificultades financieras, con la contrapartida de que éstos, y singularmente Portugal y España, acometan medidas contra el déficit público mucho más enérgicas que las contempladas hasta entonces.
Ello con independencia de planes en marcha para crear instituciones comunitarias que supervisen el funcionamiento de las instituciones financieras y las bolsas, tratando de evitar los desequilibrios financieros del sector privado, así como reformar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (las normas para asegurar el equilibrio de las finanzas públicas de los Estados), adoptando medidas de mayor control y endureciendo las sanciones a los Estados incumplidores.
Algunas enseñanzas de la crisis Esta colosal crisis económica y financiera, que está generando efectos muy duros para los proyectos vitales de mucha gente, sin arte ni parte en la generación de la crisis, nos enseña o recuerda muchas cosas obvias y elementales, algunas como las siguientes.
Existe una fuerte interdependencia entre las esferas privada y pública de las finanzas, de modo que los desequilibrios de una esfera se trasladan a la otra. Malas finanzas privadas se traducen tarde o temprano en malas finanzas públicas. Y viceversa. No basta, por tanto, vigilar el equilibrio de las cuentas públicas.
El endeudamiento excesivo generalizado de los agentes privados (hogares, empresas, bancos) provoca crisis financiera, con fases sucesivas que acaban castigando más duramente a los más débiles. Para que ello no ocurra, conviene evitar que los bancos centrales realicen políticas monetarias muy expansivas, que faciliten que los bancos concedan mucho crédito y barato, haciendo posible que hogares y empresas, en una cultura consumista, se endeuden por encima de sus posibilidades.
Como múltiples voces reclaman a lo largo de estos años, es necesario que las autoridades financieras (nacionales e internacionales) mejoren la supervisión del equilibrio financiero de los bancos, revisen las reglas de solvencia, la remuneración de los directivos, etc., y exijan su cumplimiento (evitando el excesivo endeudamiento, la concentración de sus préstamos, elevados riesgos, etc.). Y tiene sentido que a través de alguna tasa los banco participen en el reparto de la carga del ajuste necesario para superar la crisis. Finalmente, conviene que existan normas que regulen las operaciones financieras especulativas y el funcionamiento de las agencias de calificación de riesgos.
La experiencia de esta crisis nos enseña que la política gubernamental anticíclica (de estímulos frente a la crisis y de protección social) tiene límites que marcan los mercados financieros; límites que, una vez traspasados, provocan que las finanzas públicas entren en un círculo vicioso insostenible, tras lo cual surge la necesidad de realizar dolorosos planes de ajuste. Por ello, los Estados de la Eurozona deben revisar el contenido del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, estableciendo compromisos más exigentes que eviten excesivos desequilibrios de las finanzas públicas nacionales.
En síntesis, puesto que los excesos de gasto y de endeudamiento (privado y público) acaban pasando una dolorosa factura de renta y empleo (desigualmente repartida), es necesario y urgente prevenirlos y adoptar medidas para evitarlos. Como ello no lo harán nunca los mercados, es preciso que actúen instituciones públicas nacionales e internacionales, evitando no sólo los fallos de mercado, sino también los suyos propios, que también han tenido su parte en los acontecimientos.
Fuente: http://www.miradaglobal.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1438%3Ala-crisis-de-la-eurozona&catid=28%3Aeconomia&Itemid=32&lang=es