Corvo Acerado
Culiad@
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Excelente reportaje que vale la pena leerlo.
PD. Me fui
PD. Me fui
Discreto por sobre todo, el Mossad, el
servicio de inteligencia exterior de
Israel, ha dejado pocas pero profundas
huellas en la historia chilena. Pese a
que el país no es un centro de
operaciones para Israel ni figura
dentro de sus principales
preocupaciones, sí está
permanentemente al tanto de lo que
aquí ocurre.
Esta nota, por ejemplo, pasará a
formar parte de los dossiers de prensa
que periódicamente recolecta el
encargado militar de la Embajada en
Santiago, que si bien no es un
integrante del Mossad, generalmente
es un experto en inteligencia (hay más
de siete agencias de inteligencia en
Israel).
Miembros del Mossad, de hecho, no
hay en Chile, pues sus agentes
operativos -los llamados “katzas”- no
son más de 40. Son entrenados
durante dos años en Tel Aviv y luego
quedan a disposición de su servicio
para ejecutar funciones en cualquier
parte del mundo, aunque
estas generalmente se han
concentrado en Medio Oriente y
Europa.
Pese a estos números aparentemente
pobres, en realidad el Mossad cuenta
con cientos de miles de ayudistas -en
la jerga de la inteligencia chilena- que
son conocidos como ”sayanin”. Se trata
de israelís o descendientes de tales
residentes en distintos países, los
cuales proporcionan auxilio en lo que
sea: dinero, la obtención de
documentos, vehículos o cualquier
elemento necesario para una
operación. Son cerca de una docena de
“sayanin” los que se estima que el
Mossad tiene en forma activa el
Mossad en Chile y son ellos quienes
periódicamente envían informes a la
embajada capitalina, básicamente
sobre actividades neo nazis y pro
palestinas, así como de actualidad
política nacional.
Uno de los puntos permanentes de
mirada de los “sayanin” locales, así
como de las autoridades de la
embajada de Santiago, son los
movimientos de simpatizantes del
movimiento shiíta Hezbolláh,
cuyos nexos en Iquique se conocieron
algunos años atrás, cuando incluso la
CIA intentó realizar un operativo en
contra de un supuesto financista del
Hezbollá en dicha ciudad.
Tampoco es para nadie un misterio
que tienen una atención permanente
sobre las actividades de la embajada
de Irán en Santiago, sobre todo luego
de que en 1992 se produjera el
atentado explosivo que destruyó la
embajada de Israel en Buenos Aires,
cuando 8 diplomáticos iraníes
estacionados en Argentina fueron
trasladados a Chile, luego de lo cual se
les perdió el rastro.Hasta el día de hoy,
esos diplomáticos son los principales
sospechosos del atentado, lo que se
confirmó cuando un tiempo después
de éste, en un discurso televisado el
ayatola Ali Akbar Meshkeni calificara
como un acto “positivo” el bombazo,
que dejó 24 muertos, el cual dijo –
equivocadamente- había sido cometido
en Chile.
Los “sayanin” locales se encuentran
repartidos principalmente en Santiago,
Concepción y Valparaíso y pese a que
ninguno de ellos ha actuado
operativamente, es bien sabido en los
círculos locales que algunos de ellos
cuentan con cierto grado de
instrucción en combate e inteligencia.
Debido a su formación casi militar,
cuando requieren cobertura de
seguridad para sus actos –por ejemplo,
la celebración del día de Yom Kippur-
generalmente se relacionan con la
inteligencia policial de Carabineros.
El Mossad puso su atención en
Sudamérica a fines de los años 50,
cuando además de su preocupación
por el tema palestino, estaba la caza de
criminales nazis. Famosa es la historia
de Adolf Eichmann, secuestrado en
Buenos Aires en 1960 por un comando
del Mossad (y luego ejecutado en
Israel), así como la persecución que
este servicio realizó durante varios
años en contra de Joseph Mengele,
infructuosamente.
Menos conocida es la operación
realizada en 1965 en Montevideo,
donde varios de los integrantes del
mismo comando que secuestró a
Ecihmann, asesinaron al ex nazi letón
Herbert Cukurs, quien residía en Río
de Janeiro y en contra del cual
montaron una impresionante
operación de inteligencia para llevarlo
a Uruguay y matarle allí, por un
motivo muy simple, que se explica con
lujo de detalles en esta nota.
Menos conocida, sin embargo, es la
actuación del Mossad en el Gobierno
Militar. Víctor Ostrovsky, un “katza”
que desertó a principios de los años 80,
asegura en su libro “Mossad” que a
fines de 1975 la inteligencia naval de
Israel averiguó que Egipto había
comprado misiles Exocet. Como sabían
que Francia no se los vendería -porque
los copiarían- los israelíes decidieron
buscar afuera alguien que les vendiera
la cabeza de un misil, y así saber a qué
se estaban enfrentando.
De este modo, se efectuó un estudio de
los países que estarían en condiciones
de hacer el negocio y se eligió a Chile.
Para ello, uno de los más altos agentes
del Mossad, Nahum Admony, negoció
personalmente con Manuel Contreras
la adquisición de una cabeza de
Exocet. A cambio de ella, un grupo de
oficiales y suboficiales de la Dirección
de Inteligencia Nacional (DINA) recibió
adiestramiento de élite de parte de las
fuerzas de seguridad israelíes. Y no
sería lo único. Según informaciones
recogidas en el mundo de los Derechos
Humanos, Contreras habría recibido
un millón de dólares por la “gestión”.
De hecho, pese a cualquier cosa que se
pudiera pensar, las relaciones entre el
Gobierno Militar y Tel Aviv siempre
fueron al menos nominalmente
buenas. Cuando se produjo la
desaparición del norteamericano Boris
Weisfeiler (nacido en Rusia y de
ascendencia hebrea), quien se perdió
en las cercanías de San Fabián de
Alico, en 1985, muchos apostaron a
que se trataba de un agente del
Mossad siguiendo la pista de algunos
criminales de guerra nazi
supuestamente ocultos en
los contrafuertes cordilleranos del
cajón del Ñuble.
Por cierto, Boris no era agente de
nada, sino un matemático solitario,
que rehuía de las personas y que
gustaba del aire libre. Hasta el
momento, de hecho, ni siquiera se ha
podido probar alguna participación de
Colonia Dignidad en su desaparición
(hay ex miembros del Ejército y
Carabineros procesados por ella),
entre otras cosas porque quien
aparecía claramente implicado en ella
según el extravagante testimonio de
un informante secreto era Paul
Schäfer, actualmente fallecido.
Como fuera, tras la desaparición de
Wesifeiler el Mossad efectuó una serie
de discretas averiguaciones. Según el
antiguo periodista chileno Osvaldo
Muray, un oficial de ese servicio
incluso se reunió con los líderes de
Colonia Dignidad, quienes le
aseguraron que no tenían nada que
ver.
Hayan sido ciertas o no las relaciones
de los habitantes del enclave con la
inteligencia israelí, un hecho que
demostraría las buenas relaciones
entre la CNI y el Mossad en esos años
es que cuando el informante que
implicó a Schäfer en el caso llegó al
consulado de Estados Unidos en 1986 a
entregar antecedentes, dijo que antes
de ello pensó ir a la Embajada de
Israel, pero que luego prefirió no
hacerlo debido a los vínculos entre esa
repartición y la desaparecida Central
Nacional de Informaciones.
Las uvas envenenadas
Uno de los personajes más polémicos
de la historia del Mossad ha sido Ari
Ben Menashe, un alto oficial de esa
entidad que estuvo 11 meses preso por
su participación en el escándalo Irán-
Contras, en el cual actuó vendiendo
armas a diestra y siniestra junto al
coronel norteamericano Oliver North.
Según relata Gordon Thomas en su
libro “Los espías de Gideon” (traducido
al español como “Mossad”), uno de los
implicados en el caso Irán-Contras fue
Amiram Nir, asesor del
primer ministro en antiterrorismo.
Este falleció en un extraño accidente
de aviación acaecido luego que Ben
Menashe lo visitara en Londres en
1988, para preguntarle qué iba a decir
cuando fuera llamado a declarar en el
juicio contra North.
La respuesta de Nir fue que
comprometería seriamente a Israel en
el escándalo, así como a los gobiernos
de Sudáfrica y Chile. Tras ello, el 30 de
noviembre de 1988, Nir viajó a México,
donde representaba una firma
productora de paltas. El avión se
accidentó y él falleció.
El 1 de diciembre; es decir, dos días
después, Thomas cuenta que “Ari Ben
Menashe salía de una oficina de
correos en el centro de Santiago de
Chile. Iba acompañado por dos
guardaespaldas, que ahora
consideraba necesarios para su
protección”.
En ese momento aparece el testimonio
de Menashe: “de repente, la vitrina
que acababa de pasar se hizo trizas.
Luego algo se incrustó en el maletín
metálico que llevaba. Los dos
guardaespaldas y yo nos echamos
cuerpo a tierra al darnos cuenta de
que alguien nos disparaba”.
Thomas no arroja mayores luces sobre
el asunto en el libro. Ben Menashe,
consultado al respecto, no quiso
contestar ninguna pregunta al
respecto, la más obvia e intrigante de
las cuales es qué hacía en Santiago.
Un esbozo de respuesta, sin embargo,
lo aportó él mismo en su libro
“Ganancias de guerra: al interior de la
red de armas Israel-Estados
Unidos”. En uno de sus capítulos,
relata que –como lo sabe todo el
mundo- tras la derrota de Pinochet en
el plebiscito del 5 de octubre de 1988,
se agudizaron las diferencias entre el
ahora desaforado senador y el general
Fernando Matthei, el primer
integrante de la junta en reconocer el
triunfo del “No”.
Uno de los de motivos de las
diferencias –asegura- es que Matthei
estaba empeñado en detener lo que
llama “tráfico de armas no
convencionales y químicas” a Irak.
Bien es sabido que Carlos Cardoen
vendió bombas de racimo a Saddam
Hussein en los años 80, justo cuando
Estados Unidos proveía de todo tipo de
armas a quien luego sería su bestia
negra en los años 90. Mucho se ha
rumoreado además sobre el tema de
las armas químicas, pero hasta el
momento no se ha comprobado. Por
su parte, Ferrimar, la empresa chilena
creada como competencia a
Cardoen, proveyó también de bombas
de racimo y quizá qué más al régimen
iraní del Ayatola Jomeini.
De acuerdo a la versión de Ben
Menashe, él también estaba intentado
lo mismo, debido al peligro que Irak
significaba para su país, lo que
enfureció a la administración
republicana en EEUU, por el negocio
que tenían en el caso Irán-Contras.
En función de ello, el ex agente del
Mossad culpa a la inteligencia de EEUU
de haber planificado el
envenenamiento de las uvas chilenas
en el puerto de Filadelfia, en 1989, lo
que significó pérdidas por 800
millones de dólares al país, debido a la
prohibición de exportar. Esta
restricción, asegura Ben Menashe en
su libro, sólo se levantó una vez que
Matthei –históricamente ligado a los
agricultores y lejos la figura más
moderada de la Junta de Gobierno-
perdió todas sus influencias.