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Tema del Ajedrez en el Antro!!

ruftata

Hij@'e Puta
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Para los interesados, en este maravilloso juego-ciencia-deporte, ire subiendo en este tema las cosas relacionadas con este, ya sea torneos, curiosidades y actuaciones nacionales!!....saludos...cualquier aporte se agradecera!!

Calendario ajedrecístico 2018 (principales torneos)

Tenemos ajedrez —del bueno— de sobra en 2018: el Torneo de Candidatos decidirá quién será el retador del match con Magnus en noviembre, mientras que en septiembre se jugará la 43ra Olimpiada Mundial de Ajedrez. El año, por supuesto, también estará lleno de otros supertorneos y superabiertos. Para comenzar, se entrecruzarán ¡el Tata Steel Masters (Carlsen, Caruana, Mamedyarov, Kramnik, Anand…) y el Tradewise Gibraltar Masters (Aronian, MVL, Nakamura…)!

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El calendario que presentamos incluye la mayoría de los grandes eventos de 2018, pero por ahora no está claro si algunos eventos se llevarán a cabo (por ejemplo, el Zurich Chess Challenge) o cuándo se llevarán a cabo (por ejemplo, los Campeonatos de Estados Unidos y de Rusia). Hemos añadido una lista de estos torneos al final del artículo.

Torneos actuales o próximos:

Enero de 2018

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Del 13 al 28 de enero | Tata Steel Chess | Wijk aan Zee, Holanda
El supertorneo se lucirá en su 80ma edición con la presencia de 9 de los 15 mejores jugadores del mundo, incluidos los tres primeros —Carlsen, Caruana y Mamedyarov— y los ex-campeones mundiales Kramnik y Anand. Una vez más, se realizarán torneos cerrados entre 14 jugadores en las categorías Masters y Challengers. Dos rondas se jugarán "de tour" en Hilversum y Groningen.


Links: sitio web oficial

Del 23 de enero al 1 de febrero | Tradewise Gibraltar Chess Festival | Gibraltar
Las estrellas del Top 10 Levon Aronian, Maxime Vachier-Lagrave y Hikaru Nakamura (el ganador de las últimas tres ediciones) encabezan la carrera por el primer premio de £25.000 en el Masters a 10 rondas. El primer premio para la sección femenina, de £15.000, ha atraído a la campeona defensora, Ju Wenjun, además de jugadoras del calibre de Alexandra Kosteniuk y las hermanas Muzychuk. Hou Yifan jugará en Wijk aan Zee.

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Links: sitio web oficial

Del 27 de enero al 4 de febrero | Abierto de Moscú | Moscú, Rusia
El evento en la Universidad Social Estatal de Rusia en Moscú es uno de los festivales más grandes del mundo, con torneos múltiples que suelen atraer a unos 1.500 jugadores.

Links: sitio web oficial

Febrero de 2018
Del 9 al 14 de febrero | match Carlsen - Nakamura de ajedrez960 | Bærum, Norway
En este "Campeonato del Mundo no oficial de ajedrez960" veremos al campeón del mundo, Magnus Carlsen, enfrentarse a Hikaru Nakamura en 16 partidas: 8 a un ritmo de una hora por jugador que se realizarán a lo largo de cuatro días, y luego 8 partidas de blitz en la última jornada.

Del 20 de febrero al 1 de marzo | Abierto Aeroflot | Moscú, Rusia
La primera sección del Abierto Aeroflot en el Hotel Cosmos de Moscú es conocida por ser muy competitiva, pues solo se permite el ingreso a jugadores con un rating superior a 2550. Vitiugov, Andreikin, Najer, Artemiev, Sasikiran y Kamsky y están registrados.

Links: sitio web oficial

Marzo de 2018
Del 6 al 14 de marzo | Abierto de Reikiavik | Reikiavik, Islandia
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La edición de 2018 del Abierto de Reikiavik se llamará "Memorial Bobby Fischer" para marcar el año en el que Fischer hubiera cumplido 75. Un torneo de Fischer Random se realizará en su cumpleaños, el 9 de marzo, por lo que el abierto principal se jugará a 9, y no a 10, rondas.

Links: sitio web oficial

Del 10 al 28 de marzo | Torneo de Candidatos| Berlín, Alemania
Ocho jugadores compiten en un duro cerrado a doble vuelta para ganar el derecho a jugar un match por el Campeonato del Mundo ante Magnus Carlsen en noviembre.
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1 Levon Aronian
2801 2 World Cup winner
2 Fabiano Caruana
2799 3 Best average rating for 2017
3 Shakhriyar Mamedyarov
2799 4 FIDE Grand Prix winner
4 Wesley So
2788 6 2nd best average rating for 2017
5 Vladimir Kramnik
2787 7 Wild card chosen by Agon
6 Alexander Grischuk
2782 9 FIDE Grand Prix runner-up
7 Ding Liren
2774 11 World Cup runner-up
8 Sergey Karjakin
2760 14 World Championship runner-up

Links: sitio web oficial

Del 10 al 15 de marzo | 8vo HDBank Masters | Hanói, Vietnam
Un fuerte abierto que se juega en Vietnam todos los años. Le Quang Liem es el campeón defensor.

Del 16 al 29 de marzo | Campeonato Europeo Individual | Batumi, Georgia
El Georgian Black Sea resort de Batumi recibirá a la Olimpiada en 2018, pero también eventos como el Europeo Individual, que clasificará a 23 jugadores a la Copa del Mundo de 2019.

Links: sitio web oficial

Del 29 de marzo al 2 de abril | Europeo Femenino de Rápidas y Blitz | Batumi, Georgia
Anna Muzychuk (rápidas) y Alexandra Kosteniuk (blitz) son las campeonas defensoras

Del 29 de marzo al 2 de abril | GRENKE Chess Open | Karlsruhe, Alemania
El GRENKE Chess Open se describe a sí mismo como "el abierto más grande del mundo" y una vez más es probable que se juegue en la misma sala de juego que el supertorneo GRENKE Chess Classic (del cual todavía no se conocen detalles).


Links: sitio web oficial

Abril de 2018
Del 2 al 10 de abril | 20mo Dubai Open | Dubái, EAU
Un fuerte abierto a 9 rondas con $13.000 reservados para el ganador. Gawain Jones terminó primero tras romper un empate entre siete jugadores en 2017.

Links: sitio web oficial

Del 7 al 20 de abril | Campeonato Europeo Femenino | Vysoké Tatry, Eslovaquia
El abierto a 11 ronas se llevará a cabo en las montañas eslovacas y entregará 14 puestos para el siguiente Campeonato Mundial Femenino por eliminación.

Links: regulaciones

Del 13 al 21 de abril | 18vo Bangkok Chess Club Open | Petchburi, Tailandia
El Bangkok Chess Club Open de este año se volverá a jugar en un resort. El ganador de 2017 fue Nigel Short, quien terminó a medio punto de un grupo que incluía a Jan Gustafsson.

Links: sitio web oficial

Del 13 al 23 de abril | Campeonato Europeo Senior por Equipos | Wałbrzych, Polonia
Un evento por equipos en las categorías de 50+ y 65+ años con escuadras representando a las federaciones de ajedrez europeas.

Links: sitio web oficial

Del 29 de abril al 1 de mayo | Final de la Bundesliga | Berlín, Alemania
Las últimas tres rondas de la Bundesliga 2017-2018 se jugarán en la sede central de Berlín. Dieciséis equipos luchan por el título, y los estelares de Baden-Baden (Caruana, Aronian, MVL, Anand…) una vez más son los favoritos.

Links: sitio web oficial, chess24

Mayo de 2018
Del 1 al 10 de mayo | Campeonato Ruso por Equipos | Sochi, Rusia
Uno de los más fuertes eventos nacionales por equipos, con nóminas que suelen incluir a los mejores jugadores de Rusia además de fuertes extranjeros.

Links: sitio web oficial

Del 12 al 20 de mayo | Campeonatos de Polonia | Varsovia, Polonia
Los Campeonatos de Polonia de 2018 se llevarán a cabo una vez más en Varsovia. Kacper Piorun y Monika Soćko son los campeones defensores.

Del 26 de mayo al 5 de junio | Top 12 de Francia | Brest, Francia
El fuerte Campeonato Francés incluye a los mejores 12 equipos del país, que se enfrentan durante 11 rondas.

Del 27 de mayo al 8 de junio | Altibox Norway Chess | Stavanger, Noruega
La sexta edición del Norway Chess tratará de competir con su propia quinta edición, la cual incluyó a ¡todos los jugadores del Top 10! Sin embargo, con Magnus Carlsen, Vishy Anand y Levon Aronian ya confirmados, ¡es muy probable que no decepcione!


Links: sitio web oficial

Junio de 2018
Fechas no determinadas | Paris Grand Chess Tour | París, Francia
Este torneo de rápidas y blitz será el primer evento del Grand Chess Tour de 2018 y será patrocinado por Colliers International, Vivendi y DailyMotion.

Links: sitio web oficial

Fechas no determinadas | Your Next Move Grand Chess Tour | Lovaina, Bélgica
El torneo Your Next Move de rápidas y blitz será el segundo evento del Grand Chess Tour de 2018.

Links: sitio web oficial

Julio de 2018
Del 15 al 23 de julio | 45ta Sparkassen Chess Meeting | Dortmund, Alemania
La edición de 2017 de este supertorneo fue ganada por el polaco Radek Wojtaszek, quien superó a Vladimir Fedoseev, Maxime Vachier-Lagrave y al 10 veces ganador Vladimir Kramnik.

Links: sitio web oficial

21 de julio al 1 de agosto | 51er Festival de Biel | Biel, Suiza
Hou Yifan ganó la edición de 2017 de este supertorneo tradicional, al cual le acompaña un fuerte abierto.


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Links: sitio web oficial

Del 21 al 29 de julio | Xtracon Chess Open | Elsinor, Dinamarca
Un gran abierto tradicional a 10 rondas que forma parte del Festival de Ajedrez de Conpenhague.

Links: sitio web oficial

Del 27 de julio al 5 de agosto | Campeonato Británico | Hull, Inglaterra
Este abierto a 9 rondas determinará al campeón británico de 2018. Gawain Jones es el campeón defensor.

Links: sitio web oficial

Agosto de 2018
Fechas no determinadas | Sinquefield Cup | San Luis, EEUU
La sexta edición de la Sinquefield Cup es el tercer evento del Grand Chess Tour de 2018 y el único que incluye ajedrez a ritmo clásico.

Links: sitio web oficial

Del 18 al 26 de agosto | Campeonato Francés | Nîmes, Francia
Los campeones defensores de 2017 son Etienne Bacrot y Sophie Milliet.

Fechas no determinadas | Rápidas y Blitz en San Luis | San Luis, EEUU
Este es el cuarto evento del Grand Chess Tour de 2018 y el último que determinará a los cuatro primeros puestos en la serie.

Links: sitio web oficial

Septiembre de 2018
Del 4 al 16 de septiembre | Campeonato Mundial Juvenil | Gebze, Kocaeli, Turquía
El evento más prestigioso para jugadores sub-20 del mundo. En 2017 fue ganado por Aryan Tari y Zhansaya Abdumalik.

Del 23 de septiembre al 6 de octubre | 43ra Olimpiada Mundial de Ajedrez | Batumi, Georgia

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El torneo bienal por equipos es la más grande celebración del mundo del ajedrez, pues incluye escuadras provenientes de la mayoría de las federaciones del mundo. En Bakú 2016, los abiertos a 11 rondas fueron ganados por Estados Unidos, en la sección abierta, y China, en la sección femenina.

Por primera vez en más de diez años Vishy Anand representará a la India:


Octubre de 2018
Del 4 al 11 de octubre | Campeonatos Rusos de Rápidas y Blitz | Sochi, Rusia
Sochi recibirá una vez más a los campeonatos rusos de rápidas y blitz tanto individuales como por equipos. Las categorías están divididas en abiertas y femeninas.

Links: sitio web oficial

Del 11 al 19 de octubre | Campeonato Europeo de Clubes | Rodas, Grecia
Eventos por equipos 7 rondas se llevan a cabo en secciones abiertas y femeninas. Estos siempre atraen a varios participantes de primera provenientes de fuertes equipos europeos.

Del 19 de octubre al 1 de noviembre | Campeonato Mundial de la Juventud | Calcídica, Grecia
Este torneo está dividido en categorías sub-14, sub-16 y sub-18 tanto en secciones abiertas como femeninas.

Del 20 al 28 de octubre | Chess.com Isle of Man International | Douglas, Isla de Man
Uno de los abiertos más fuertes del mundo. En 2017 fue ganado por el campeón del mundo Magnus Carlsen.

Links: sitio web oficial

Del 26 de octubre al 5 de noviembre | Memorial Chigorin | San Petersburgo, Rusia
Un fuerte abierto anual que conmemora al primer gran jugador ruso, Mikhail Chigorin.

Links: sitio web oficial

Noviembre de 2018
Del 3 al 16 de noviembre | Mundial de Cadetes (sub-8 a sub-12) | Santiago de Compostela, España
Las categorías sub-8, sub-10 y sub-12 se separan de las demás categorías juveniles y son llamadas "de cadetes".

Del 9 al 28 de noviembre | Campeonato Mundial de Ajedrez | Londres, Inglaterra
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The good news for Magnus and his opponent is that the k
1 Levon Aronian
2801 2 World Cup winner
2 Fabiano Caruana
2799 3 Best average rating for 2017
3 Shakhriyar Mamedyarov
2799 4 FIDE Grand Prix winner
4 Wesley So
2788 6 2nd best average rating for 2017
5 Vladimir Kramnik
2787 7 Wild card chosen by Agon
6 Alexander Grischuk
2782 9 FIDE Grand Prix runner-up
7 Ding Liren
2774 11 World Cup runner-up
8 Sergey Karjakin
2760 14 World Championship runner-up

Links: sitio web oficial

El Campeonato Mundial de Ajedrez es un match a 12 partidas que se llevará a cabo en Londres entre el actual campeón del mundo, Magnus Carlsen, y el ganador del Torneo de Candidatos de Berlín.

Links: sitio web oficial

Del 17 al 30 de noviembre | Campeonato Mundial Senior | Bled, Eslovenia
El Campeonato Mundial Senior se juega en las categorías de 50+ y 65+ años.

Del 24 de noviembre al 3 de diciembre | Olimpiada Mundial Juvenil | Manavgat-Antalya, Turquía
La Olimpiada Mundial Juvenil tiene el mismo formato que la Olimpiada de adultos, pero se realiza con jugadores de 16 años o menos.

Diciembre de 2018
Del 1 al 4 de diciembre | Final del Grand Prix de Rápidas Ruso | Jánty-Mansisk, Rusia
La culminación de una serie anual de fuertes torneos de rápidas jugados en varias locaciones de Rusia.

Fechas no determinadas | London Chess Classic | Londres, Inglaterra
El London Chess Classic de 2018 es un torneo por eliminación a ritmo clásico, de rápidas y blitz, jugado entre los cuatro primeros clasificados de los cuatro torneos previos del Grand Chess Tour. En Londres se determinará el ganador de la serie.

Links: sitio web oficial

Del 4 al 13 de diciembre | Final de la Copa Rusa | Jánty-Mansisk, Rusia
Una final por eliminación entre los jugadores clasificados en torneos clásicos jugados en varias locaciones de Rusia a lo largo del año.

Del 5 al 9 de diciembre | Campeonato Europeo de Rápidas y Blitz | Skopie, Macedonia
Un gran evento que difiere del Mundial de Rápidas y Blitz al permitir la participación de cualquier jugador sin previa clasificación.

Del 14 al 23 de diciembre | Festival Internacional de Ajedrez Sunway Sitges | Sitges, España
Este fuerte abierto jugado en la ciudad costera de Sitges, al sur de Barcelona, celebrará su quinta edición en 2018.


Links: sitio web oficial

En este momento, los siguientes torneos no han sido añadidos debido a que ya sea no estamos seguros de su realización o no conocemos las fechas en las que se realizarán:




    • Campeonatos de Estados Unidos, San Luis, EEUU
    • Higher League Rusa
    • Superfinal Rusa
    • Campeonato Mundial de Rápidas y Blitz, Riad, Arabia Saudí
    • Campeonato(s) Mundial Femenino(s), potencialmente un match entre Tan Zhongyi – Ju Wenjun y un torneo por eliminación entre 64 participantes
    • GRENKE Chess Classic
    • Shenzhen Masters
    • Danzhou
    • Sharjah Masters
    • Abu Dhabi Masters
    • Zurich Chess Challenge
    • Poikovsky
    • Shamkir Chess
    • TePe Sigeman & Co.
    • Memorial Capablanca


 
Cuando nació el mito de Bobby Fischer
Hace 60 años, el estadounidense ganó con solo 14 el Campeonato absoluto de ajedrez de su país

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Bobby Fischer, a su llegada a Nueva York en agosto de 1958, después de un torneo en Yugoslavia. Pictorial Parade Getty Images
Lo que Bobby Fischer hizo el 7 de enero de 1958 en Nueva York roza lo imposible incluso hoy. A pesar de que la enorme influencia del entrenamiento con computadoras ha causado que la precocidad en el ajedrez sea aun mayor que en música y matemáticas, aquella proeza sigue asombrando. Ganar el Campeonato absoluto de EE UU a los 14 años fue la primera hazaña de un genio cuya vida y muerte (2008) son de película.

"A los 14, convierte en peones a los 13 mejores [jugadores de EE UU]", era el titular de una crónica de Douglas Sefton en el Daily News del 9 de enero. "El ajedrecista del siglo" y "Su próxima jugada será el título mundial" eran otras descripciones dedicadas al portento que pocos meses antes había ganado el campeonato nacional juvenil y el prestigioso Abierto de un país donde apenas se había hablado de ajedrez desde el siglo XIX, cuando otro genio, Paul Morphy (1837-1884), fue considerado campeón del mundo oficioso.

Pero Fischer no fue campeón del mundo hasta 1972. En gran parte, porque eso suponía una hazaña todavía mayor: doblegar el imperio soviético en ajedrez (el 75% de los mejores del mundo eran de la URSS). Pero también porque el carácter díscolo y excéntrico de "la gran esperanza occidental" provocó su retirada de varias competiciones clave (mucho antes de renegar de su doble condición de judío, por parte de madre y padre, Fischer se negaba a jugar los viernes por motivos religiosos) y demoró su llegada a la cumbre del deporte mental.

Eso sí, Bobby solo vivía para el ajedrez, obsesivamente. Aunque la crónica de Sefton destaca que "fue al colegio normalmente" el día 8 por la mañana a pesar de que no fue proclamado campeón hasta pasada la medianoche, sus profesores habían hecho un pacto con él: "Sabemos que estás siempre pensando en partidas y no nos atiendes, pero al menos no pongas el tablero de bolsillo encima del pupitre". Eso no era un gran problema, porque aquel adolescente podía memorizar cientos de partidas y analizarlas a ciegas. Además, eso le ayudaba a superar el trauma que sufrió a los nueve años, cuando su madre, Regina, le dijo que su verdadero padre no era el oficial, el alemán Gerard Fischer, residente en Argentina, sino el eminente físico húngaro Paul Nemenyi, recién fallecido tras haber visitado a Bobby con frecuencia los dos años anteriores como "un amigo" de Regina.

Entre las gestas de Fischer, que dan para varios folios, destacan sobremanera las sendas palizas (6-0 y 6-0) que propinó a dos astros del tablero, el soviético Mark Taimánov y el danés Bent Larsen, en los cuartos de final y semifinales del Torneo de Candidatos de 1971. Luego ganó con claridad en la final a otro as soviético, Tigrán Petrosián, y se convirtió en el retador del campeón, Borís Spassky, en el famoso duelo (1972) de Reikiavik (Islandia), símbolo de la guerra fría entre EE UU y la URSS, que fue primera página durante meses en todo el mundo.

Fischer ganó y se convirtió en uno de los grandes héroes de su país, orgulloso de haber doblegado a los soviéticos en un terreno que estos consideraban el escaparate de la pretendida superioridad intelectual del comunismo sobre el capitalismo. Pero la caída de Fischer, trufada de graves trastornos mentales, fue tan estrepitosa como su ascensión a la fama. Renunció a defender su título ante Anatoli Kárpov a pesar de que el dictador filipino Ferdinand Marcos había garantizado una bolsa de premios de cinco millones de dólares de 1975. Desapareció de la vida pública durante 20 años.

Reapareció, en 1992, en un duelo contra Spassky en Yugoslavia en plena guerra, lo que implicaba violar el embargo internacional contra ese país; rodeado de cámaras de televisión, Fischer escupió sobre un documento enviado por la Casa Blanca donde se le advertía de las consecuencias. Nueve años después se alegró, durante una entrevista con la emisora filipina Radio Bombo, del atentado contra las Torres Gemelas. Fue detenido en Tokio en 2004, para ser extraditado a EE UU, pero el Parlamento de Islandia le concedió asilo en una sesión extraordinaria. Murió en Reikiavik el 17 de enero de 2008 a los 64 años, uno por cada casilla del tablero, tras negarse a que le curasen un cáncer de próstata.

Ningún aficionado deja de incluirlo en la lista de los mejores de todos los tiempos, a pesar de que algunas de sus marcas de precocidad ya han sido batidas, debido a que un niño ajedrecista, con ayuda de computadoras e Internet, puede aprender hoy en un día lo que hace 30 años costaba un mes de duro trabajo. Por ejemplo, Fischer fue el gran maestro más joven de la historia con 15 años y 6 meses, pero esa marca ha sido batida 20 veces; el actual poseedor es el ruso Serguéi Kariakin, quien logró esa categoría (la más alta en ajedrez) a los 12 años y 7 meses. Pero sólo Kárpov y Gari Kaspárov alcanzaron tanta fama como él. Y nadie, ni siquiera ellos, fascina tanto a los aficionados, incluso hoy.

La clave de la precocidad
Cabe preguntarse por qué en ajedrez, matemáticas (Gaus, Pascal, Galois, Wiener…) y música (Mozart, Menuhin, Schubert, Rameau, Haendel…) ha habido muchos casos de genialidad con menos de 15 años; en cambio, la literatura ha producido muchos menos ejemplos y no tan precoces (Borges, Goethe, Rimbaud y Truman Capote no escribían genialmente a los 14). La clave es la experiencia: para escribir como un genio hay que leer, escribir y vivir con intensidad casi imposible a esa edad; pero un niño superdotado para el ajedrez, la música y las matemáticas sí mostrará su genialidad a edad muy temprana. A los 13, el actual campeón del mundo, Magnus Carlsen, ganó a Kárpov en un torneo de partidas rápidas en Islandia. Al día siguiente jugó dos partidas con Kaspárov; empató una y perdió la otra; tras la derrota, se lamentó: "He jugado como un niño".
 
Ajedrez, tanques y policías
Hay países donde la fiebre del juego de mesa es igual o mayor que la del fútbol.

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El presidente de Armenia, Serzh Sargsyán, a la derecha, recibe en Yereván a la selección armeniana que ganó el oro en la Olimpiada de 2012. Chess Base
Hay países donde la fiebre del ajedrez es igual o mayor que la del fútbol. Por ejemplo, Azerbaiyán, donde unas 3.000 personas de 188 países disputarán la Olimpiada (bienal) del 1 al 14 de septiembre. De las quince que he cubierto, ninguna tan convulsa como la de Yereván (Armenia) en 1996, con tanques en las calles y una pasión desmedida por el deporte mental. Para llegar y regresar atravesé Georgia, cuyas ajedrecistas son heroínas nacionales, lo que me salvó de grandes apuros.

Esta peculiar conversación telefónica ocurrió el 25 de septiembre de 1996 hacia las 16.00. Un jefe de Internacional de EL PAÍS (no recuerdo quién) me llamó a la sala de prensa de la Olimpiada de Yereván: “Necesito unas 60 líneas donde cuentes lo que está pasando, muertos, heridos, detenidos, etc.”. Le dije que se equivocaba de persona y de lugar, y no le gustó. “Tú estás en Yereván. Hay tanques y tiros por las calles porque la oposición acusa al Gobierno de falsear el resultado de las elecciones. ¿Acaso no te has enterado de nada?”.

Por fortuna, mi colega alemán Stefan Löffler, del Frankfurter Allgemeine, estaba en situación idéntica a la mía. Hicimos equipo y sacamos el máximo provecho de la popularidad del ajedrez en Armenia y de nuestras acreditaciones para la Olimpiada; por ejemplo, para colarnos en las habitaciones de un hospital y hablar con algunos heridos; o para hacernos los tontos cuando la policía secreta nos pillaba en sitios prohibidos para la prensa. Vimos a soldados jugando al ajedrez en lo alto de un tanque. De hecho, las elecciones habían sido convocadas a propósito en las mismas fechas que la Olimpiada, y varios analistas dijeron que la inundación de ajedrecistas por las calles evitó males aún mayores. Hablé con el presidente de Armenia entonces, Levon Ter-Petrosián, y pude comprobar que -como el actual, Serzh Sargsián- es un apasionado del ajedrez y el primer hincha de la selección nacional.
Meses antes, pensé que esa pasión nacional y la acreditación para la Olimpiada me iban a abrir la frontera terrestre entre Turquía y Armenia en Akyaka, tras recorrer por carretera más de 1.000 kilómetros desde Ánkara con el fin de conocer esa parte del país. Mis telegramas lograron el compromiso de la policía armenia para abrirme su barrera si llegaba hasta ella, y una ambigua respuesta de las autoridades turcas. Cuando por fin llegué, el teniente turco al mando en la frontera me invitó a jugar una partida mientras se tramitaba mi petición. Acabé en la oficina de un general, quien muy amablemente se negó a dejarme pasar, lo que me obligó a un rodeo norte-este-sur a través de Georgia. Unas doce horas después veía amanecer junto al Palacio de Congresos de Yereván, rodeado de un millón de árboles que recuerdan los muertos causados por los turcos durante el genocidio de 1915.

Más divertido, aunque también convulso, fue el viaje de vuelta por carretera de Yereván a Tiflis, la capital de Georgia. Había muchos controles de policía, y era de noche. En territorio armenio, mi truco era recitar la alineación de Armenia (Akopián, Vaganián, Lputián, Minasián, Anastasián y Petrosián), que había logrado el 5º puesto en la Olimpiada, mientras mostraba mi acreditación a los policías. Y funcionó de maravilla: sonreían o aplaudían y me franqueaban el paso. En la parte georgiana recitaba el equipo de las heroínas que habían ganado el oro femenino: Chiburdanidze, Loseliani, Arajamia y Gurieli.

También funcionó, sobre todo en el último control, alrededor de las 03.00, a unos 30 kilómetros del aeropuerto de Tiflis, en la mitad de ningún sitio. Aquellos policías no estaban para bromas; nada más salir del coche tuve que poner las manos en el techo para que me cachearan. Ahí mismo, de espaldas, logré chapurrear en ruso de dónde venía, y añadí rápidamente la salmodia de la alineación. Mano de santo. El sargento me saludó y dijo “one moment”, mientras, ante mi asombro, metía las manos entre unas zarzas para extraer una botella de champán georgiano y unos vasos de plástico. Desde aquel brindis veo a las ajedrecistas georgianas como mis ángeles protectores.
 
Ciclo Campeonato Nacional Absoluto
de CHILE 2017 - 2018

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La Federación Nacional Deportiva de Ajedrez Federado de Chile invita a los Clubes y Asociaciones Federadas de Ajedrez de Chile a participar activamente en la realización del ciclo de torneos Clasificatorios, Semifinales y Final de Chile para el ciclo de Campeonato Nacional Absoluto de Chile periodo 2017-2018.

El ciclo se dividirá en 3 etapas:

* Clasificatorias : Abiertas a todo jugador con Elo FIDE menor a 1600 puntos o sin registro FIDE.

* Semifinales : Para competidores con Elo FIDE igual o superior a 1600 puntos o clasificados de etapas anteriores (Claificatorias e IRTs preparatorios oficiales)

* Final Nacional: Torneo Round Robin. Participan clasificados de etapas Semifinales e invitados especiales.

REGULACIONES: Clasificatorias - Semifinales - Final

CLASIFICATORIAS ciclo 2017 / 2018 Fechas Enlace
Club Ajedrez La Florida
21 y 22 de Octubre Bases - Resultados
Club de Ajedrez Lota 28 y 29 de Octubre Bases - Resultados
Club de Ajedrez Recoleta 4 y 5 de Noviembre Bases - Resultados
Club de Ajedrez Coronel 26 de Noviembre Bases - Resultados
Club Ruy López de Quilpué
9 y 10 de Diciembre Bases - Resultados
Club de Ajedrez Chile
9 y 10 de Diciembre Bases - Resultados
Club de Ajedrez La Calera
30 de Diciembre Bases - Resultados
Club de AjedrezQuillota
6 de Enereo Bases - Resultados


SEMIFINALES ciclo 2017 / 2018 Fechas Enlace Cupos a la Final de Chile
Club Ajedrez CORONEL
7 al 10 de Diciembre de 2017 Bases - Resultados 2 Cupos
Club Ajedrez CHILE - Santiago
5 al 10 de Enero 2018 Bases 4 Cupos
Asociacion Area V - Quilpué
18 al 21 de Enero de 2018 Bases 2 Cupos
Club Enroque Osornino - Osorno
25 al 28 de Enero 2018 Bases 3 Cupos




I.- ETAPAS CLASIFICATORIAS A SEMIFINALES DE CHILE.
Objetivo: Determinar cupos para Semifinales del Campeonato Nacional para jugadores con Elo FIDE menor a 1600 puntos o sin Elo FIDE al momento de iniciarse la clasificatoria.

Organizadores: Todos los Clubes afiliados a AJEFECH y los Clubes afiliados a las Asociaciones afiliadas a AJEFECH.

Las instituciones interesadas en postular podrán hacerlo por mail a [email protected] adjuntando el documento de Bases de la Clasificatoria en formato de bases AJEFECH - ENF.

• Fechas de Realización de Clasificatorias : 1 de Septiembre al 31 de Diciembre de 2017

• Plazo recepción propuestas Clasificatorias : 2 semanas antes de la fecha propuesta para la clasificatoria.

• Publicación de Clasificatorias aprobadas : 1 semana después de recibida la propuesta de clasificatoria.

Cantidad de Torneos: 1 torneo por cada Club organizador.

Cupos para las Semifinales por Torneo Clasificatorio: 5 cupos .

Los jugadores que logren el cupo a Semifinales no podrán participar en otro torneo Clasificatorio.

Los clasificados podrán jugar en cualquiera y cuantas puedan de las semifinales posteriores al Clasificatorio. No habrá reservas por estos cupos clasificados.

Tipo de Torneos: Torneos Abiertos Sistema Suizo o Round-Robin de carácter local organizados por las instituciones afiliadas a AJEFECH. Participan Jugadores con Rating FIDE menor a 1600 puntos o sin Rating FIDE al momento de realizarse el Torneo Clasificatorio.

Ritmo de juego: Oficial a un mínimo de 6 rondas de acuerdo a las leyes de la FIDE. El ritmo oficial para este caso puede ser desde 60 minutos para cada jugador de acuerdo a lo indicado en Handbook FIDE en el enlace:

http://www.fide.com/fide/handbook.html?id=172&view=article

Las organizaciones que deseen rankear el torneo en la FIDE deberán pagar el costo del reporte correspondiente.

Desempates para Sistema Suizo: Resultados entre empatados, Progresivo, Arranz, Mayor cantidad de victorias, Mayor cantidad partidas con negras, Rating Performance.

Desempates para Round Robin: Resultados entre empatados, Sistema Koya, Rating Performance.

Arbitraje: Los torneos deberán ser arbitrados por un Árbitro Regional AJEFECH o superior.

Inscripciones: A determinar por la institución organizadora. Valor máximo de $10.000. Se sugiere hacer descuentos a participantes menores de 20 años.

Premios: Los premios podrán ser medallas y copas a los 3 primeros lugares.

El club organizador será responsable del local de juego, insumos como piezas, tableros, relojes, planillas, etc. y de determinar el árbitro a cargo.



II.- ETAPAS SEMIFINALES CAMPEONATO DE CHILE ABSOLUTO.

Participantes: Todos los jugadores con Elo FIDE igual o superior a los 1600 puntos al momento de jugarse la Semifinal y los jugadores provenientes de las etapas Clasificatorias o alguno de los 6 Torneos Preparatorios IRT sudamericano. Los jugadores deben cumplir alguna de las siguientes condiciones adicionales:

- Tener Nacionalidad Chilena.

- Ser extranjero pero con Residencia en Chile. La Federación podrá solicitar una certificación de esta condición del jugador.

- Estar registrado en FIDE bajo la Federación Chilena de Ajedrez.

Postulantes a organizar evento: Instituciones Afiliadas a AJEFECH cuya postulación a organizar la Semifinal sea aceptada por la Comisión de Campeonato Nacional de la Federación.

Las instituciones interesadas en postular podrán hacerlo por mail a [email protected] adjuntando el documento de Bases de la Clasificatoria en formato de bases AJEFECH - ENF.

• Plazo recepción propuestas Semifinales : 10 de Octubre de 2017

• Publicación de Semifinales aprobadas : 15 de Octubre de 2017

• Fechas de Realización de Semifinales : 1 de Noviembre 2017 al 15 de Febrero de 2018

Cantidad de torneos: A definir por AJEFECH una vez recepcionadas las propuestas.

Cupos para cada final absoluta: A determinar por AJEFECH de acuerdo a cada Semifinal Aprobada.

Cupos reserva: Habrá un total de 2 cupos reservas por cada Torneo Semifinal Organizado. Corresponderán a los 2 lugares siguientes al último clasificado a la Final. No habrá más cupos reservas ni reemplazo de éstos en la semifinal correspondiente.



******* Criterios de Evaluación de cada propuesta SEMIFINAL ********

1.- Calidad de Local de Juego. Espacio, Acceso, Capacidad, Facilidades de uso, Entorno, Iluminación, Ventilación, Sectores de Espera, Control, etc.

2.- Premios : Las semifinales deberán ofrecer un monto mínimo de premios a repartir de $200.000

3.- Monto de Inscripciones (Se sugiere no superar un tope de $15.000 y dar descuentos o inscripción libre a jugadores Titulados o Juveniles o bien castigar - siempre en un tope máximo de $15.000 - las inscripciones tardías)

4.- Opciones de Alojamiento y Estadía para los jugadores de otras regiones (Pagado o Libre).

5.- Calidad y Experiencia del cuerpo organizativo en eventos similares.

6.- Número de Rondas de la Semifinal: Mayor cantidad de Rondas.




Formato del torneo Semifinal: Torneo Cerrado a Sistema suizo. Ritmo de juego oficial a un mínimo de 8 y un máximo de 9 rondas.

Los torneos se regirán por las leyes de la FIDE.

Ordenamiento inicial: Deberá ser por Elo Nacional y luego por Elo FIDE (FIDE C. 04.02.B1).

Sistema desempate: De acuerdo al siguiente orden: Resultados entre empatados, Progresivo, Arranz, Mayor cantidad de victorias, Mayor cantidad de partidas con negras, Rating Performance.

Tolerancia : 30 Minutos de espera en cada ronda.

Incomparecencias: Si un jugador pierde por ausencia sin tener un motivo justificado deberá ser expulsado del torneo, a menos que el arbitro decida otra cosa (FIDE C 05 8.1).

Entradas Tardías: En consulta - Por confirmar.

Solicitud de descansos entre Rondas: De acuerdo a lo reglamentado en Fide Tournament Rules. No podrán ser más de una vez en el torneo ni tampoco dentro de las últimas 4 rondas de la Semifinal. Los descansos entre rondas tendrán "cero" punto para quien los solicite.

Arbitraje:
Los torneos deberán ser arbitrados por un Árbitro Nacional o superior EN COMUN ACUERDO ENTRE EL ORGANIZADOR Y AJEFECH.

Reporte a la FIDE: El costo de este informe a la FIDE lo asumirá la Federación de Ajedrez de CHILE.

Inscripciones y Premios: La institución deberá proponer el valor de las inscripciones correspondientes y premios a repartir (Mínimo de $200.000). A la vez, queda a criterio de la institución organizadora el otorgar condiciones adicionales a los jugadores participantes.

Los jugadores que logren cupos a la FINAL no podrán participar en otro torneo Semifinal.

Otros:

- Las bases del torneo deberán estar siempre a la vista en el local de juego.

- Los emparejamientos de la primera ronda deberán estar disponibles y publicados en chess-results 24 horas antes del inicio de la primera ronda con los jugadores confirmados hasta ese día. Inscripciones tardías o el mismo día de la competencia se agregarán de manera posterior sin cambiar el emparejamiento de la ronda 1.

- Los cupos de las semifinales serán determinados el 15 de Octubre por el directorio de AJEFECH con apoyo de la Comisión Técnica, en base a la ubicación geográfica de las semifinales propuestas y de las condiciones ofrecidas en cada una, determinando en total 10 cupos a la Final Nacional.

- Las semifinales no pueden toparse por fecha con otros eventos de la Federación, salvo otras semifinales que estén en regiones no contiguas Para ello, los clubes deben tener fechas alternativas. En caso de no poder cumplir esta cláusula, se elige la semifinal que tenga las mejores condiciones.

- Una vez definidas las fechas de Semifinales no se permitirá la publicación ni ranking de eventos particulares en el sistema ENF de Ajefech que tengan tope con la fecha de la Semifinal siendo realizados en la misma región o dos regiones contiguas a ésta y a la vez sean torneos de similar característica (Abierto y/o para Ranking FIDE)


III.- FINAL CAMPEONATO DE CHILE 2017 – 2018
Se invita a las Instituciones Afiliadas a AJEFECH a postular a la organización de la etapa FINAL del Campeonato Chileno de Ajedrez 2017 – 2018.

Formato de Torneo: Torneo Round Robin 12 participantes - 10 Jugadores provenientes de los torneos Semifinales - 1 Invitado AJEFECH (Campeón Ciclo 2016 – 2017) - 1 Jugador Local de acuerdo a méritos de Elo/Título o Invitado Adicional AJEFECH

Ritmo de Juego: Oficial FIDE, 90 minutos para toda la partida más incremento 30 segundos por jugada.

Fecha de realización: Entre la segunda semana de Febrero a primera semana de Marzo 2018.

Cantidad de Días del evento: 7 a 11 días. No deberá haber jornadas de doble ronda en más de 2 días seguidos.

Reporte a la FIDE es pagado por AJEFECH.
 
y las partidas online?? era bkn la página pero no recuerdo el nombre
 
Wilhelm Steinitz, jaque mate a Dios

Foto: Royalty-Free/Corbis.

Más allá del mundillo del ajedrez probablemente se le asocia, si es que se piensa en él alguna vez, con los aspectos más trágicos de su vida: que murió prácticamente en la pobreza tras una vida marcada por desgracias personales y un grave trastorno mental que lo tuvo entrando y saliendo de instituciones psiquiátricas durante sus últimos tiempos. Quizá a algunos les suene la anécdota más famosa relacionada con él, cuando en alguno de sus momentos de locura afirmó que había jugado una partida de ajedrez contra Dios… y que le había hecho jaque mate.

Es cierto; su trayectoria vital fue novelesca, pero hay algo más importante que las deprimentes circunstancias de su declinar, incluso más importante que el haber lucido el título mundial. Steinitz fue el padre de la estrategia ajedrecística moderna. Como hicieron Isaac Newton y Albert Einstein en la física o Johann Sebastian Bach en la música, Steinitz fue capaz de captar la complejísima naturaleza de su disciplina, distinguiendo lo esencial en mitad de un caos de ideas inconexas. Resumió esa esencia en unos principios básicos —podemos llamarlos las leyes de Steinitz— y probablemente no existen adjetivos para glosar la magnitud intelectual de su aportación; si al ajedrez se lo llama el «juego-ciencia», quizá nadie fue más responsable de añadir la palabra «ciencia» a ese calificativo que Wilhem Steinitz.

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Wilhelm Steinitz, primer campeón mundial de ajedrez (Foto: DP)

A mediados del siglo XIX los mejores ajedrecistas del mundo se parecían muy poco a los estudiosos profesionales de hoy. Eran un puñado de caballeros que se jactaban de practicar el ajedrez como un arte intuitivo. Generalmente muy cultos y a menudo —aunque no siempre— de posición acomodada, los tableros eran para ellos un noble hobby, no una profesión. Ni siquiera era una materia de estudio. Consideraban que una partida consistía en demostrar quién tenía un ingenio más afilado, una mayor capacidad para sorprender con jugadas visualmente brillantes, inesperadas y espectaculares. Estaba mejor visto perder una partida usando tácticas arriesgadas y vistosas que ganarla de manera excesivamente conservadora, algo considerado impropio y que ni siquiera pasaba por la mente de aquellos gentilhombres. Era lo que hoy conocemos como «ajedrez romántico»: dos rivales que prueban su imaginación sobre el tablero, jugando ambos al ataque y sin demasiada preocupación por la corrección matemática de sus jugadas. Y desde luego sin un trabajo de estudio teórico detrás. La teoría existente sobre el juego era por entonces escasa y arcaica. Es cierto que algunos grandes jugadores habían tratado de estudiar los principios del ajedrez ya desde la Edad Media. Por nombrar solamente a uno, durante el siglo XVIII el francés Philidor aplicó una visión sistemática propia de músico profesional al ajedrez, tratando de sintetizar ciertos principios generales. El más famoso de esos principios decía que «los peones son el alma del juego», algo que —en una de tantas coincidencias mágicas entre la evolución del ajedrez y la evolución de la sociedad— casi parecía anunciar una Revolución francesa en la que los peones, efectivamente, terminaron por cortarles la cabeza al rey y la reina del tablero. Pero principios como los de Philidor no eran lo suficientemente comprensivos como para crear todo un nuevo sistema de juego que desplazase a los duelos de ataques que dominaron el siglo XIX. La esencia misma del ajedrez estaba aún por destilar. El ajedrez romántico era en esencia un ajedrez asilvestrado.

El principal representante del juego romántico y uno de los más creativos genios de la historia de los tableros fue Adolf Anderssen, un modesto profesor de instituto que vivía con su madre y que tenía tan poca ambición que tuvo que ser descubierto para la competición por los pasatiempos ajedrecísticos que enviaba a algunas revistas. Los jugadores consagrados que se topaban con los ingeniosos pasatiempos de Anderssen se preguntaban quién demonios era aquel ignoto individuo que demostraba tanta imaginación y si sería capaz de jugar de manera brillante. Lo invitaron a participar en algún torneo y viéndolo jugar en directo no tardaron en darse cuenta de que tenían ante sí a un genio de magnitud inusitada, cuya fantasía ajedrecística no parecía tener límites. Así, surgido del más gris de los anonimatos, Anderssen empezó a batir a prácticamente todo el que se le ponía por delante. Eso sí, aparecía muy de tarde en tarde en los torneos importantes —que de todas formas eran bastante escasos por entonces— y si jugaba era porque le pagaban la estancia y además coincidía con sus vacaciones. Pero cuando aparecía, ¡ah, amigos! Anderssen era capaz de cualquier cosa. Su partida más famosa, la «Partida Inmortal», bastó por sí misma para hacerlo pasar a la historia: en solo veintitrés movimientos dio jaque mate al rival después de sacrificar medio tablero (un alfil, las dos torres y la dama) y dejar a su propio rey completamente indefenso. Tal fue el impacto de aquella partida en el mundo del ajedrez que desde entonces se bautiza así a la mejor o más asombrosa partida de muchos jugadores: la Inmortal de Kasparov, la Inmortal de Fischer, etc. Otra de las obras magnas de Anderssen fue la «Siempreviva», en la que sacrificó un caballo, una torre y la dama para poder dar otro jaque mate en solamente veinticuatro movimientos. Este tipo de alardes de fantasía ofensiva lo convirtieron en el ajedrecista a quien todos querían imitar en aquellos años.

Incluso emergiendo ocasionalmente de su rutinaria vida como profesor en un remoto pueblo centroeuropeo, Anderssen dominó el ajedrez durante bastante tiempo. Durante sus mejores años únicamente un rival pudo vencerle de manera convincente: el jovencísimo estadounidense Paul Morphy. Pero Morphy se retiró súbitamente a los veintiún años de edad, tras una fugaz carrera ajedrecística que duró solamente unos meses. Y jamás volvió a jugar. Pese a la brevedad de su carrera, Morphy fue unánimemente loado como el mejor jugador que había conocido el siglo XIX y el mismísimo Anderssen tuvo que admitir su superioridad. Pero Morphy era también considerado una anomalía. Su estilo —más equilibrado que el de Anderssen y hasta cierto punto inusual según los cánones de la época— era, se pensaba, el producto aislado de unas capacidades únicas, no un modelo a seguir por otros ajedrecistas que no fuesen él. Así que tras la súbita retirada de Morphy, Anderssen no solamente recuperó la corona y continuó siendo el hombre a batir, sino también el hombre a imitar. Continuaba dejando tras de sí partidas de una belleza pasmosa y en ausencia de Morphy tardó en surgir alguien a quien pudiese llamarse rival.

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El genial Adolf Anderssen fue el rey de la imaginación sobre los tableros. (Foto: DP)

Pero la edad, lógicamente, tenía que pasarle factura y finalmente apareció un nuevo rey. Wilhelm Steinitz se convirtió en el mejor continuador del ajedrez de ataque de Anderssen. Tenía, como Anderssen, un origen más bien modesto —era el menor de los trece hijos de un ferretero—pero desde muy pequeño destacó por su aguda inteligencia. Estudió matemáticas, aunque su gran pasión era el ajedrez y durante su juventud empezó a destacar torneo tras torneo hasta que en 1866, al cumplir la treintena, pudo por fin enfrentarse al rey Anderssen, que por entonces se acercaba a los cincuenta años de edad. Steinitz ganó. Aquella victoria supuso un relevo en el trono, pero no un cambio de paradigma ajedrecístico. No todavía. Steinitz aún jugaba con el estilo de su época, esto es, básicamente como un Anderssen en versión más joven.

Al igual que durante sus mejores años Anderssen no había tenido rival (a excepción de Morphy), Steinitz también reinó sin apenas oposición. Parecía que nadie podía vencerle. Y también como Anderssen estuvo largas temporadas ausente de la gran competición, más centrado en intentar salir adelante como escritor de ajedrez en periódicos y revistas, o publicando ensayos. No era muy bueno manejando sus finanzas pero se honraba de pagar siempre sus deudas, por lo que inevitablemente nunca gozó de una buena posición económica. El trabajo como escritor le daba más y mejor de comer que la propia competición. Recordemos que la figura del ajedrecista profesional ni siquiera existía por entonces.

Además de sus constantes problemas monetarios, la gran espina que Steinitz tenía clavada era la ausencia de Paul Morphy. Aunque parezca extraño, esa ausencia le impedía lucir el título de «campeón mundial de ajedrez», título que oficialmente no existía pero que de manera extraoficial se le seguía atribuyendo al americano. Pensemos que cuando Steinitz ascendió al trono, con treinta años, Morphy tenía solamente veintinueve y al menos en teoría podía reaparecer en cualquier momento. Así que para casi todos Morphy seguía siendo el campeón in absentia, curioso paralelismo con lo que sucedería mucho más adelante cuando el también prematuramente retirado Bobby Fischer fue considerado por muchos campeón sin corona, amargándole los primeros años de reinado al pobre Anatoly Kárpov. Referirse a Steinitz como «campeón mundial» hubiese parecido casi un desaire hacia Morphy.

Y esto a Steinitz no le gustaba, pero por respeto a Morphy aceptaba la situación. Eso sí, era de las pocas situaciones que Steinitz aceptaba fácilmente. Físicamente no era un hombre imponente: robusto pero de muy corta estatura, caminaba cojeando y la verdad es que no resultaba muy impresionante. Pero su carácter era otra cosa. Poseía un ego descomunal, mucho mayor que el del joven Morphy o el maestro Anderssen. Y muy poca diplomacia o mano izquierda. Decía siempre lo que pensaba, sentase bien o no; en consecuencia tenía pocos amigos en el mundo del ajedrez y sí bastantes enemigos. Aunque a la hora de juzgar el juego de sus rivales solía ser bastante objetivo, en los aspectos personales podía mostrarse despiadado y cruel: pronto se hicieron célebres los vitriólicos ataques que lanzaba a diestro y siniestro, cual puñales, en sus artículos de ajedrez. A sus rivales, lógicamente, les fastidiaba su ego y su mal carácter, y a menudo con bastante razón proque Steinitz era presuntuoso y despectivo… aunque hay que admitir que algunas de sus ocurrencias eran tan geniales como insolentes. En una ocasión le preguntaron cuál pensaba que era el factor decisivo que le daba ventaja sobre los demás en un torneo. Ni corto ni perezoso, respondió: «mi principal ventaja al empezar un torneo es que soy el único que no ha de enfrentarse a Steinitz».

Durante un tiempo el principal aspirante a derrocar a Steinitz —y uno de los rivales con los que se llevaba a matar— fue el polaco-británico Johannes Zukertort, que había estudiado ajedrez con Anderssen. Como el austriaco pasó una buena temporada ajeno a la competición y no existía un campeonato mundial reglamentado, Zukertort tuvo que esperar varios años la oportunidad de intentar destronar al odiado Steinitz. En 1872 se enfrentaron finalmente, pero Steinitz le dio una auténtica paliza: +7-1=4 (esto es, siete partidas ganadas, una perdida y cuatro empates). Lo hizo jugando en el estilo típico de la época: ataque y más ataque, aunque quizá se intuían ya nuevos rasgos en su estrategia. De hecho, durante sus años de ausencia había estado estudiando el ajedrez como nadie lo había hecho antes en miles de años de historia. Algo había estado rumiándose en su cabeza. Algo muy grande, porque era básicamente toda una nueva forma de practicar aquel antiquísimo juego.

Steinitz había empezado a hacerse preguntas. Por ejemplo: si una partida de ajedrez era un mero duelo de ingenios atacantes, ¿por qué unos ataques funcionaban y otros no, siendo aparentemente igual de ingeniosos? ¿Por qué a veces los jugadores con el mayor talento ofensivo no lograban que sus ataques tuviesen éxito? Y, ¿por qué los jugadores que atacaban primero pero veían ese ataque frustrado solían después perder la partida? Observó que cuando un jugador montaba un buen ataque sus piezas parecían coordinarse perfectamente en función de ese ataque… pero desde el momento en que el ataque fallaba, esas mismas piezas aparecían repentinamente descoordinadas. Este repentino desorden tenía que responder a una lógica subyacente. Si una posición parece buena mientras se ataca pero deja de parecer tan buena cuando llegaba el momento de defenderse, es que quizá esa posición nunca había sido realmente buena.

Estudiando el sentido del equilibrio del retirado Morphy, pero también leyendo toda la teoría existente a su alcance y reflexionando mucho sobre el juego en sí, Steinitz pensó que una buena posición tenía que servir lo mismo para el ataque que para la defensa. Dedujo que la posición podía analizarse según determinadas leyes que todavía no habían sido enunciadas por nadie. Desde un punto de vista objetivo, pensó, el ajedrez no era una lucha de talentos como creían sus contemporáneos, sino una confrontación de dos estrategias. Dicho de otro modo: ya no había jugadores mejores o peores, sino estrategias mejores y peores. El jugador «menos talentoso» podía ganar a un jugador supuestamente superior si empleaba la estrategia correcta. Así, Steinitz desarrolló una nueva filosofía de juego, completamente opuesta al juego de ataque predominante con el que él mismo llevaba años reinando. Esa nueva filosofía podía expresarse en cierto número de principios. Por citar una fuente, David Hooper resumió algunos de los más importantes en su libro La teoría de Steinitz:

1. Al inicio de una partida las dos fuerzas están en equilibrio.
2. Un juego correcto en ambas partes mantiene el equilibrio y conduce inevitablemente al empate.
3. Por lo tanto, un jugador solamente puede ganar como consecuencia de un error del oponente. No existen «jugadas ganadoras».
4. En tanto que se mantenga el equilibrio, el ataque —sin importar cuán hábil sea— nunca puede tener éxito frente a una defensa correctamente ejecutada. Dicha defensa tarde o temprano forzará la retirada y reagrupamiento de las piezas atacantes, con lo que el jugador que hasta entonces atacaba sufrirá una inevitable desventaja.
5. Por lo tanto, ningún jugador debe iniciar el ataque hasta que haya obtenido previamente una ligera ventaja causada por un error del oponente, ventaja que justifique la decisión de atacar.
6. Así, al inicio de una partida el jugador no debe buscar un ataque inmediato. Lo que debe hacer es buscar alterar el equilibrio en su favor induciendo al oponente a cometer un error. Esto debe preceder a cualquier ataque.

De estos principios se deducía otro más universal: podía obtenerse la victoria no solamente mediante un ataque directo sino también mediante la acumulación continua de pequeñas ventajas producto de los errores del rival. Así, Wilhelm Steinitz acababa de crear el «estilo posicional». Esto es, la base del ajedrez moderno.

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Blackburne: alcohólico, violento, rival ajedrecístico y enemigo visceral de Steinitz. (Foto: DP)

En su día esto era una idea revolucionaria, por no decir una blasfemia. Para el ajedrecista romántico el principal objetivo de la partida es dar jaque mate al rey rival, así que el ataque directo sobre el rey rival debería ser la fórmula de preferencia para obtener la victoria. Además de ser la manera más vistosa, ingeniosa y admirable de ganar, también parecía ser la más rápida. Pero las nuevas ideas de Steinitz relegaban el ataque a un segundo plano y defendían conceptos tan aberrantes en su tiempo como el que no existían jugadas ganadoras per se. Ahora lo importante era la armonía entre las piezas, estuviesen atacando o no. Desde luego no puede decirse que Steinitz se hubiera dormido en los laureles: pocas veces, si alguna, un campeón que domina una disciplina decide que necesita cambiar de estilo precisamente cuando está en lo mejor de su carrera. Los cambios de estilo suelen ser producto de las derrotas y de la necesidad de seguir siendo competitivo ante nuevos desafíos, pero Steinitz vio cómo su extraordinaria capacidad de análisis le obligaba a llegar a la sorprendente conclusión de que tenía que jugar a otra cosa, a un ajedrez revolucionario que ni siquiera existía aún. Así, se dispuso a contradecir el sensato dicho de «cuando algo funciona bien, no lo cambies».

El escenario que eligió para poner a prueba el nuevo estilo no pudo ser más delicado. En 1873, solo unos meses después de haber vencido a Zukertort, Steinitz acudió al gran torneo de Viena, donde estarían varios de los principales nombres del momento. No iba a participar Zukertort, pero sí Anderssen, los británicos Blackburne y Bird, el polaco-francés Rosenthal y el alemán Paulsen. Completaban el plantel diversos maestros austrohúngaros de menor entidad. El torneo constaría de rondas entre todos los participantes, que se decidirían al mejor de tres partidas y Steinitz era el gran favorito, seguido de Blackburne (el gran Anderssen, como decíamos, era ya muy veterano y afrontaba el declive de su carrera).

La primera ronda no fue una sorpresa. Sabiéndose superior a un poco renombrado rival, Steinitz se impuso fácilmente con el estilo atacante de siempre. En la segunda ronda se las vio con Blackburne, quien además de ser la nueva estrella en alza era también su gran enemigo ajedrecístico y personal (un poco más adelante veremos hasta qué punto de mala sangre llegaba la enemistad entre ambos). Steinitz decidió que era momento de empezar a aplicar sus nuevos principios, pero quizá no estaba completamente seguro de su efectividad porque lo hizo de manera dubitativa. Un brillante Blackburne refutó rápidamente lo que los observadores percibieron como un juego timorato de Steinitz. Dos victorias para Blackburne y un empate certificaban el tropiezo. ¿Estaba Blackburne en condiciones de destronar al imbatible austriaco? Aquella segunda ronda puso en entredicho la superioridad de Steinitz. Todo el mundo entendió que había jugado de manera extrañamente ramplona, sin atacar y sin buscar la victoria con su ímpetu habitual. Nadie entendía lo que estaba pretendiendo hacer y muchos atribuyeron ese juego conservador al miedo a perder. Y aunque en las siguientes dos rondas Steinitz se deshizo de sendos jugadores inferiores, no consiguió despejar las dudas.

El siguiente rival importante del torneo fue Rosenthal. Para asombro de muchos, Steinitz volvió a emplear aquellas aburridas maniobras posicionales que no parecían conducir a ninguna parte. Pero esta vez algo cambió, porque Steinitz se sentía más seguro con el nuevo estilo. Rosenthal, en cambio, se mostró completamente desconcertado cuando sus ataques al mejor estilo romántico se antojaron precipitados e inútiles frente al «aburrido» pero efectivo orden impuesto por Steinitz. Pese a las derrotas iniciales con Blackburne, el ajedrez posicional de Steinitz estaba empezando a resultar incontestable.

Sus siguientes rivales tomaron buena nota. Los ajedrecistas no se caracterizan por ser gente poco inteligente y les resultó obvio que Steinitz estaba jugando de aquella manera por una buena razón, no simplemente por miedo a perder. Paulsen, por ejemplo, intentó adaptarse a las maniobras posicionales… pero sin ningún éxito, hasta el punto de que Steinitz se permitió atacar abiertamente en la segunda partida entre ambos, venciendo de manera convincente. El motivo era sencillo: Steinitz conocía las leyes del ajedrez posicional, unas leyes descubiertas por él, y Paulsen estaba moviéndose en terreno desconocido. Luego llegó el momento de jugar contra Anderssen y el viejo maestro también fue lo bastante perspicaz como para entender que Steinitz había hallado la manera de poner en práctica otro estilo de juego menos ofensivo pero tanto o más eficaz. Supo que Steinitz estaba agazapándose a la espera de errores en el ataque rival. Anderssen, como Paulsen, también intentó adaptarse renunciando a su característica agresividad y permitiendo que Steinitz simplificase el juego, pero también se metió en un terreno donde Stenitz tenía las ideas mucho más claras. Anderssen perdió de manera incontestable, si bien sabemos que ya había dejado atrás lo mejor de su carrera. A su edad ya no estaba en condiciones de hacer frente a las nuevas teorías. Pero, para ser justos, ni Anderssen ni nadie, porque desde aquel instante el torneo se convirtió en un festival Steinitz: todos los siguientes rivales fueron cayendo, uno por uno. El mejor jugador del mundo, que había recuperado la confianza en sí mismo, consiguió nada menos que ¡catorce victorias consecutivas! Las cuales forman parte de una racha de veinticinco victorias seguidas que todavía hoy es una marca imbatida (en 1971, casi cien años después, Bobby Fischer llegó a las veinte victorias contra rivales de primer nivel) y que seguramente lo será por siempre.

Eso sí, también Blackburne había hecho un torneo excelente, por lo que ambos quedaron empatados a puntos en el primer lugar de la tabla. Como había que decidir el título, jugaron otra ronda extra. Pero Steinitz ya había superado los titubeos iniciales, ahora confiaba ciegamente en el nuevo estilo posicional que tenía a todo el mundo atónito y se mantuvo fiel a esos principios: posicionar sus piezas y no atacar si no se daban las condiciones para ello. Blackburne, en cambio, siguió jugando como jugaban todos por entonces… y esta vez fracasó. Steinitz ganó las dos partidas del desempate —aumentando su racha de victorias a dieciséis consecutivas— y se llevó el trofeo a su casa. La victoria de Steinitz en Viena fue un shock. No porque ganase, ya que todo el mundo lo consideraba el mejor jugador en activo desde hacía años, sino por cómo lo había hecho, jugando de aquella manera tan distinta a su propia naturaleza y al estilo de la época. Esto hacía que los cerebros de muchos entrasen en cortocircuito. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo era aquello posible?

Dado que Steinitz tenía tantos enemigos, muchos criticaron ácidamente su nuevo estilo sin importar que le hubiese reportado la mayor racha de victorias nunca vista en el ajedrez de alto nivel. Para algunos, era como si estuviese desvirtuando la nobleza del ajedrez, reduciendo la vistosa pelea de ingenios a una mera cuestión de aburridas matemáticas. Y Blackburne era uno de sus más ácidos críticos. El británico, con su juego imaginativo, seguía siendo uno de los grandes favoritos de los aficionados, mientras que poca gente había entendido el repentino giro de Steinitz hacia una estrategia poco arriesgada. Pero entre Blackburne y Steinitz existía algo más que una lucha de estilos: protagonizaban una rivalidad muy agria que venía de tiempo atrás y que estaba plagada de feos incidentes. El inglés era un tipo temperamental, pendenciero y por lo visto bastante propenso a perder el control cuando bebía (y bebía mucho, hasta se decía que en algún torneo ¡le habían pagado directamente con whisky!), lo cual lo hacía especialmente temible dada su gran fuerza física. En el mundillo del ajedrez se crearon dos bandos, con una mayoría en contra del antipático Steinitz, a quien apodaban «Quasimodo». Sirva como ejemplo esta cita en una revista de ajedrez de la época: «Otra razón por la que no seguimos el consejo de algunos amigos de tratar a Quasimodo con silencioso desdén es que él mismo no es lo bastante caritativo como para esperarlo de aquellos a los que constantemente maltrata». Es decir, incluso había quienes veían bien que Blackburne se pusiera violento con Steinitz, aunque solo fuerse para aplacar su inmenso ego. Todavía más ilustrativa es la respuesta que el propio Steinitz publicó para desmentir o matizar algunas afirmaciones del anterior artículo, dándonos una buena perspectiva de hasta qué punto estaba emponzoñada la relación entre dos de los mejores jugadores del mundo:

Aquí está mi versión. (…) En una ocasión en Pursell’s, sobre 1867, tuvimos una disputa y Blackburne me dio de lleno con el puño en el ojo, que quedó completamente negro, y bien podía haberme noqueado. Y aunque él es un hombre muy fuerte, tiene prácticamente el doble de mi tamaño y podría haberme matado con unos pocos golpes, me enorgullezco de decir que tuve el coraje de intentar escupirle a la cara. Y me gustaría haber dado en la diana. En una segunda ocasión, en París, ocupábamos habitaciones contiguas en el mismo hotel. Yo ya estaba desvestido y me había metido en la cama cuando él vino completamente borracho y empezó a montar bronca. Tras unas palabras, se tiró sobre mí y me pegó en la cara y en los ojos con toda su fuerza, una docena de veces, hasta que mis sábanas y mi ropa de dormir estaban cubiertas de sangre. Pero finalmente tuve la fortuna de liberarme de él y rompí la ventana con su cabeza, lo que le hizo despabilar un poco. (…) Y puedo decirte más, que este valiente Blackburne, cuyos asaltos pugilísticos quiere usted glorificar a mis expensas, nunca ha atacado a un hombre de su misma estatura que yo sepa, excepto aquella vez en un barco durante su viaje a Australia, por lo que fue multado en los juzgados nada más poner pie en Melbourne.

Así estaban las cosas en el mundo del ajedrez en la década de 1870. Por un lado, los arrebatos violentos de Blackburne. Por otro, el menosprecio de Steinitz hacia las capacidades de sus rivales. Palizas, escupitajos, ventanas rotas con la cabeza del otro… el ambiente no podía ser más envenenado.

Después de la consagración del nuevo estilo posicional en Viena, Steinitz siguió centrándose en sus tareas como escritor de ajedrez y casi no participó en grandes competiciones. En 1876 se organizó un match contra Blackburne para decidir de una vez por todas quién era el mejor (ambos ya se habían enfrentado antes y Steinitz había ganado dos matches, aunque podía aducirse que se habían producido cuando Blackburne aún no estaba en su mejor momento). No hubo competencia. Steinitz seguía en estado de gracia, jugando el mejor ajedrez de su carrera —por más que su nuevo estilo siguiera siendo mayoritariamente incomprendido— y el match arrojó un resultado antológico: +7-0=0 para el austriaco. Blackburne no pudo obtener ni siquiera unas tablas. Para que nos hagamos una idea de la magnitud de la paliza, semejante resultado no se ha vuelto a repetir entre grandes maestros excepto dos veces en 1970 (o sea casi cien años después) cuando Bobby Fischer le hizo sendos +6-0=0 a Mark Taimanov y Bent Larsen en las eliminatorias para el campeonato del mundo. Es decir: lo de 1876 supuso una humillación sin paliativos para Blackburne. Aquello, claro, avinagró todavía más la nefasta relación entre ambos.

Tras otro hiato competitivo, Steinitz retornó en 1882, una vez más en el torneo de Viena, donde se llevó la primera plaza pese a perder su aura de invencibilidad. Allí cosechó varias derrotas inesperadas contra rivales teóricamente inferiores. Quizá es que a sus cuarenta y siete años estaba afrontando el inicio del declive, como le había sucedido a Anderssen más o menos a la misma edad. Sea como fuere, seguía siendo el rey y esto era muy meritorio.

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A pesar de haber jugado solamente unos meses, para muchos Morphy fue el mejor hasta su muerte. (Foto: DP)

Pero incluso tras haber despedazado a Blackburne continuaban las comparaciones desfavorables con Paul Morphy. Algo muy llamativo, dado que en 1882 Morphy llevaba la friolera de veinticinco años retirado y el reinado de Steinitz duraba ya tres lustros en los que nadie le había ganado un match. Aun así, el nombre de Morphy seguía en boca de todos. Steinitz era muy consciente de que no podía luchar contra la aureola legendaria del estadounidense. Tampoco lo intentó. Como todos los demás ajedrecistas del mundo, sentía hacia Morphy una admiración rayana en la adoración religiosa y, de hecho, el que Morphy continuase vivo era la única razón que lo había moderado a la hora de empeñarse en que su condición de campeón mundial se hiciera oficial. Seguir considerando a Morphy como campeón era casi una cuestión de tradición, especialmente sabiendo que el estadounidense llevaba años descendiendo por una espiral de triste decadencia personal y lo único que los ajedrecistas y aficionados podían hacer por él era mantener vigente el recuerdo de sus pasadas glorias.

Steinitz quería conocer personalmente a Morphy, pero no era tarea fácil. El americano permanecía en su casa de Nueva Orleans, casi completamente aislado del mundo, rechazando las visitas y el contacto social. Las noticias sobre su estado emocional no eran alentadoras. En sus más de veinticinco años de retiro no había hecho el más mínimo amago de retornar a los tableros, ni había escrito comentarios sobre ajedrez, ni nada de nada. Huraño, huidizo y paranoico, todo el mundo decía que Morphy —entonces considerado uno de los mayores genios intelectuales del siglo XIX— presentaba claros síntomas de trastorno mental. Aun así, se organizó un encuentro gracias a las antiguas amistades de Morphy, quienes confiaban quizá en que una entrevista con Steinitz podría remover cosas en su interior. Morphy, educado con maneras prácticamente aristocráticas, aceptó recibir a Steinitz… pero puso la condición previa de que no se hablase de ajedrez en su presencia. Así pues, la entrevista fue breve y Morphy ni siquiera se dignó comentar el nuevo estilo que Steinitz estaba imponiendo en el mundo de las sesenta y cuatro casillas. Si el austriaco albergaba alguna esperanza de que el gran icono estadounidense tuviese un gesto de aprobación y reconocimiento por su revolucionaria aportación al ajedrez, se quedó con las ganas. Por lo que sabemos, el diálogo discurrió por cauces más bien convencionales, duró apenas minutos y a Steinitz le sirvió poco más que para decir que había podido conocer personalmente al genio a tiempo. Porque Paul Morphy murió un año después.

La muerte de Morphy cambió las cosas. Steinitz se sintió finalmente legitimado para reclamar oficialmente el título de campeón. Zukertort, que había vuelto a desplazar a Blackburne como principal aspirante, sería el rival en lo que —ahora sí— iba a convertirse en el primer campeonato mundial oficial de ajedrez, celebrado en 1886. Steinitz venció de manera convincente (+10-5=5) y por fin se convirtió en el primero de la lista de campeones mundiales. Así que todo le iba de maravilla.

Pero tras conseguir (o confirmar, según se mire) el título mundial, empezaron a llegar las desgracias personales. En 1888 murió su única hija, que apenas tenía veinte años de edad. Cuatro años más tarde murió su mujer. Durante aquel funesto periodo no participó en torneos, aunque sí defendió su título tres veces; dos frente al ruso Mijail Tchigorin, y una frente al anglo-húngaro Isidor Gunsberg. Ganó los tres enfrentamientos pero ya se percibía una mayor igualdad entre el antaño intocable Steinitz y los nuevos aspirantes, una señal de que con el tiempo, inevitablemente, jugadores más jóvenes empezaban a alcanzar su nivel. Sus nuevas leyes del ajedrez habían sido estudiadas y adoptadas por una nueva generación de ajedrecistas y el propio Steinitz admitió que esto era un proceso lógico e irremediable. Incluso parecía sentirse orgulloso de pensar que tarde o temprano sería derrotado por alguien que estaría empleando sus mismas ideas revolucionarias. Y ese alguien fue el alemán Emmanuel Lasker, quien en 1894 le arrebató finalmente el título. Steinitz, a los cincuenta y ocho años de edad, perdía por primera vez en su vida un encuentro importante.

Encajó peor de lo previsto la pérdida de la corona. No tuvo inconveniente en reconocer su estado de ánimo ante un periodista: «Estoy verdaderamente destrozado». El ajedrez había sido su refugio frente a una existencia repleta de sinsabores emocionales y económicos, pero ahora no solo era derrotado en la vida, sino también sobre el tablero. En 1897 trató de recuperar esa corona en una revancha contra Lasker en Moscú pero el tiempo, efectivamente, no perdonaba: Lasker le barrió por +2-10=5. El estado mental del antiguo campeón se vino abajo. Poco después de aquella segunda derrota, algunos periódicos publicaban un inquietante titular: «Campeonato de ajedrez: Steinitz seriamente enfermo». Las noticias sobre una severa crisis psicológica empezaron a circular velozmente. En efecto, Steinitz fue internado durante cuarenta días en una institución mental moscovita. Aunque al salir dijo amargamente que aquel internamiento había sido «injusto» y que su único problema era haber estado «nervioso por el resultado del encuentro», cuesta creer que en el mundillo del ajedrez se permitiese el internamiento en una celda psiquiátrica de semejante campeón por un simple ataque de nervios. Y más teniendo en cuenta lque el genial Paul Morphy había pasado sus últimos años sumido en la paranoia, haciendo que la gente y la prensa estableciesen una relación falsa entre talento para el juego y locura, relación que molestaba mucho a los ajedrecistas. No había manera de maquillar lo que le estaba sucediendo a Wilhem Steinitz: si lo habían internado era porque realmente había perdido el control. Incluso el cónsul estadounidense en Moscú —Steinitz se había mudado a América y se había nacionalizado estadounidense— tuvo que echar una mano para reducirlo durante su arrebato de locura, por lo que el furibundo excampeón juró venganza… aunque por fortuna nunca llegó a hacerle nada al diplomático.

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Tras la muerte de Steinitz, el nuevo campeón Lasker reconoció su importancia como padre del ajedrez moderno. (Foto: DP)

Su estado mental empeoraba progresivamente y pronto ni siquiera él podía pretender disimularlo con la excusa de los nervios o la ansiedad. Estaba mentalmente enfermo, esto era un hecho. No están del todo claras las causas. Tras la trágica pérdida de su primera familia había rehecho su vida, volviéndose a casar y teniendo otros dos hijos, así que había dado muestras de ser un hombre fuerte. Pero los síntomas de depresión causados por la derrota parecían exagerados, más en un hombre acostumbrado a bregar con constantes problemas económicos, a ser el blanco de muchos odios en el enrarecido ambiente de una competición repleta de enemigos y sobre todo a superar una amarga existencia personal plagada de sinsabores. Así que esos síntomas debieron de ser no tanto una consecuencia de la derrota como él pensaba, sino una mera coincidencia con la aparición de una enfermedad sobrevenida. A menudo se dice que sus problemas pudieron estas provocados por la sífilis. Es posible. Lo único seguro es que había empezado a perder el contacto con la realidad.

La anécdota de su imaginaria partida contra Dios es un buen ejemplo de ello. Steinitz, como otros muchos hombres cultos de su época, creía en cosas que hoy nos parecen meras elucubraciones mágicas pero que a finales del XIX no resultaban descabelladas ni siquiera entre personas inteligentes y educadas. Por ejemplo, la idea de que la electricidad pudiese servir para contactar con esferas extraterrenales compuestas no de materia física sino de puras ondas electromagnéticas, incluyendo quizá la posibilidad de contactar con el propio Dios. Una idea entonces en boga por el intento de desarrollo de la telefonía sin hilos, en el que el propio Steinitz se había puesto a trabajar una vez decidió retirarse de la competición.

Así pues, la idea de comunicarse con Dios mediante el electromagnetismo era una hipótesis que lógicamente no estaba comprobada pero que resultaba relativamente razonable. El problema era que el viejo campeón empezó a ir más allá de la hipótesis. Afirmaba que podía telefonear a cualquier persona a voluntad, sin necesidad de cables… ni de teléfono. Incluso hizo «demostraciones» de aquellass supuestas capacidades telepáticas ante sus amigos, que lo contemplaban con un más que comprensible encogimiento de corazón. El genial Steinitz iba perdiendo la cabeza por momentos y pasaba horas enteras encerrado a solas en una habitación, intentando comunicarse telepáticamente con conocidos suyos de Europa. Todo esto explica que Steinitz pudiese llegar a creer que podía comunicarse directamente con Dios. Y si se comunicaba con Dios, qué menos que desafiarlo a una partida de ajedrez. Y si jugaba al ajedrez contra Dios, qué menos que darle ventaja de peón… al fin y al cabo él era Wilhem Steinitz, el hombre que había creado las nuevas leyes del ajedrez. Así pues, por lo que cuentan quienes lo conocían, Steinitz creyó haberle dado jaque mate al mismísimo Creador. Quizá fuese aquel delirio uno de sus últimos momentos felices.Porque la cuesta abajo era ya imparable.

Su última crisis grave se produjo después de que la imprenta devolviese una tirada de uno de sus libros. Steinitz llevaba mucho tiempo padeciendo apuros económicos y resultaba lógico que se sintiera disgustado, pero la reacción al contratiempo fue tan desmesurada que quienes lo rodeaban se vieron completamente incapaces de tranquilizarlo y recurrieron de nuevo al internamiento. Volvió a pasar una temporada encerrado, esta vez en un sanatorio estadounidense. Fue finalmente dado de alta, pero ya no existía salvación posible: solamente aguantó dos semanas en casa antes de que tuvieran que internarlo de nuevo. El primer campeón mundial de ajedrez pasó sus últimos días en el Manhattan State Hospital, como un paciente más de aquellos que tenían pocos recursos. Allí murió el 12 de abril de 1900.

Podemos suponer que más allá de su imaginación, Steinitz nunca jugó al ajedrez con Dios. Pero sí sabemos que ideó toda una serie de principios cuya certeza y belleza poco tienen que envidiar a los propios principios de la creación. Sí, tal vez Dios creó el universo… pero se le olvidó legarnos unas leyes universales del ajedrez. Tuvo que ser Wilhelm Steinitz quien nos las diese en su lugar, así que el pobre campeón no iba tan desencaminado en sus últimos y trastornados días. Él hizo algo que Dios no había hecho. Da igual que aquella fantástica partida nunca se hubiese celebrado. Por lo que al mundo de los tableros respecta, el marcador está bien claro: Steinitz 1, Dios 0.

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Rashid Nezhmetdinov, una fuerza creadora

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Rashid Gibyatovich Nezhmetdinov nació el 15 de Diciembre de 1912, en Aktubinsk (Rusia). Falleció el 3 de Junio de 1974.

Nezhmetdinov tuvo una infancia muy complicada, le tocó vivir la posguerra de la Revolución soviética en el seno de una familia pobre. Además, al poco tiempo, sus padres fallecieron y su hermano mayor tuvo que hacerse cargo de la familia. Se trasladaron a Kazan (a orillas del Volga) donde había más posibilidades de encontrar trabajo y con muchas penurias pudieron sobrevivir. Este es uno de los muchos ejemplos que demuestran lo dura que era la vida en aquella época, son personajes que se merecen todo nuestro respeto y admiración por todo lo que les tocó luchar.

El joven Rashid tenía un talento natural para el ajedrez y para las damas. Fue de esos raros casos que no necesitan de mucha preparación para llegar a ser excepcionales jugadores. Aprendió a jugar al ajedrez con apenas 14 años, observando las partidas que se jugaban en un club de ajedrez de Kazan. Se pasaba horas ensimismado viendo los movimientos de las piezas que danzaban por los tableros, hasta que uno de los jugadores del club, viendo su interés, le invitó a jugar una partida y para sorpresa de todos Nezhmetdinov consiguió vencerle. Otro jugador se sentó entonces a la mesa y también fue derrotado, los miembros del club se dieron cuenta de que no podían dejar escapar a un joven tan talentoso y le invitaron a venir siempre que lo desease.

Con 15 años venció en el Torneo de Kazan, jugado en el Palacio de Pioneros, con 15 victorias en las 15 partidas disputadas. En esa época aprendió a jugar a las damas y decidió dejar aparcado el ajedrez para dedicarse exclusivamente a este juego, algo que hizo con notable éxito. Por suerte para los aficionados al ajedrez a los pocos años decidió dedicarse profesionalmente a nuestro juego, dejando las damas para apariciones ocasionales.

El comienzo de la II Guerra Mundial truncó el inicio de su carrera ajedrecística, ya que Rashid se vio en la obligación de servir en el ejército. Tuvo que esperar al año 1946 (con 34 años) para comenzar a competir (con la suerte de no haber perecido en la contienda como millones de sus compatriotas) y hasta 1949 para disputar un torneo importante: las semifinales del Campeonato de la URSS. Mientras jugaba dicho torneo también se apuntó, a última hora, a las semifinales del Campeonato de la URSS de damas. Este último lo ganó y en el de ajedrez no tuvo tanta suerte, teniendo una discreta actuación.

Su carrera en el ajedrez no fue demasiado brillante (a nivel de resultados), disputando muy pocos torneos fuera de la URSS. En esa época era muy difícil obtener invitaciones para los torneos y la competencia para recibirlas era demasiado grande (Smyslov, Botvinnik, Keres, Tahl, etc..). Al no acudir a torneos internacionales no pudo optar a normas de GM, por lo que se tuvo que conformar con obtener el título de MI. Su mejor actuación tuvo lugar en el torneo de Bucarest 1954.


A pesar de no cosechar demasiados éxitos fue un jugador muy respetado por sus rivales, podía vencer a cualquiera, buena fe de ello pueden dar Bronstein, Geller, Spassky o Tahl (al que logró derrotar en varias ocasiones, de hecho Mikhail le consideraba su bestia negra).

Nezhmetdinov siempre fue fiel a su manera de entender el juego, para él tenía prioridad jugar con imaginación y riesgo. Sus partidas llevaban el sello de los viejos tiempos, por lo que era un jugador muy apreciado por el público que disfrutó y disfruta de sus electrizantes combinaciones. Mikhail Tahl quedó prendado de su forma de jugar, por lo que decidió incluirle en su equipo para preparar el Campeonato del Mundo que le enfrentó a Botvinnik (que mejor credencial que esta). Si no me cree, tómese la molestia de reproducir sus partidas y verá como no parará de encontrar preciosos sacrificios de pieza que le sirvieron para obtener increíbles victorias, su legado es amplio y rico en belleza.



Nezhmetdinov fue el primer jugador de la URSS en recibir el título de maestro tanto en damas como en ajedrez. Además fue el autor del primer libro de ajedrez que se escribió en lengua tártara.







 
Particularmente notable el post sobre Steinitz, el ajedrez moderno no existiría sin él :vale:

Tengo dos preguntas:

-¿Existe alguna variante de alguna apertura que lleve el nombre de Garry Kasparov? Lo pregunto porque la única variante suya que he encontrado de buenas a primeras es la de la Defensa Grundfeld, la cual no sé porque cresta la llaman variante Linares :nonono:, sé que Kasparov es el jugador que más aportes ha hecho a la teoría de aperturas pero apenas he encontrado esa

-De los ajedrecistas del mundo hispano conozco a tres monstruos:

»» José Raúl Capablanca (cubano), el que es considerado con mucha diferencia como el mejor de todo el mundo hispano y uno de los mejores de todos los tiempos, fue un niño prodigio y a él se le deben cientos de grandes jugadas y partidas (cuando pueda voy a subir un post sobre él)
»» Carlos Torre Repetto (mexicano), un gran ajedrecista que creó El Molino, una jugada en donde mediante dos piezas se realizan al mismo tiempo un jaque a la descubierta y un ataque a otra pieza durante varias jugadas seguidas, y que creó o popularizó la apertura Torre; según dicen algunos entendidos Torre Repetto tenía un nivel similar al de Nimzowitsch o Reti y si se hubiera mantenido algunos años más podría incluso haber peleado el campeonato mundial; lamentablemente se retiró a los 21 años, según Torre por problemas económicos, según el resto por problemas psiquiátricos. Su mejor partida: contra Yates
»» Ruy López de Segura (español), el primer campeón mundial reconocido; algunos de sus grandes aportes fueron la popularización de la captura al paso y la descripción de la apertura española o apertura Ruy López, bautizada con esos nombres en su honor. Su mejor partida: un Gambito de Rey rehusado contra su gran rival y siguiente campeón mundial, el italiano Leonardo da Cutri

¿Existen otros ajedrecistas del mundo hispano que se puedan comparar a estos tres?
 
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Particularmente notable el post sobre Steinitz, el ajedrez moderno no existiría sin él :vale:

Tengo dos preguntas:

-¿Existe alguna variante de alguna apertura que lleve el nombre de Garry Kasparov? Lo pregunto porque la única variante suya que he encontrado de buenas a primeras es la de la Defensa Grundfeld, la cual no sé porque cresta la llaman variante Linares :nonono:, sé que Kasparov es el jugador que más aportes ha hecho a la teoría de aperturas pero apenas he encontrado esa

-De los ajedrecistas del mundo hispano conozco a tres monstruos:

»» José Raúl Capablanca (cubano), el que es considerado con mucha diferencia como el mejor de todo el mundo hispano y uno de los mejores de todos los tiempos, fue un niño prodigio y a él se le deben cientos de grandes jugadas y partidas (cuando pueda voy a subir un post sobre él)
»» Carlos Torre Repetto (mexicano), un gran ajedrecista que creó El Molino, una jugada en donde mediante dos piezas se realizan al mismo tiempo un jaque a la descubierta y un ataque a otra pieza, y que creó o popularizó la apertura Torre (también llamada defensa Tango), la que consiste en los movimientos 1. d4 Cf6, actualmente poco popular ya que si las blancas no van a buscar al Caballo entonces las negras por lo general no pueden obtener una posición ventajosa; según dicen algunos entendidos Torre Repetto tenía un nivel similar al de Nimzowitsch o Reti y si se hubiera
mantenido algunos años más podría incluso haber peleado el campeonato mundial; lamentablemente se retiró a los 21 años, según Torre por problemas económicos, según el resto por problemas psiquiátricos. Su mejor partida: contra Yates
»» Ruy López de Segura (español), el primer campeón mundial reconocido; sus aportes fueron la popularización de la captura al paso y la descripción de la apertura española (también llamada apertura Ruy López en su honor). Su mejor partida: un Gambito de Rey rehusado contra su gran rival y siguiente campeón mundial, el italiano Leonardo da Cutri

¿Existen otros ajedrecistas del mundo hispano que se puedan comparar a estos tres?
Con respecto a lo de kasparov no sabria q decirte, desconozco su aporte a las apertura deberia investigar, sobre los ajedrecistas latinos, nadie se ha nisiquiera ha llegado a la mitad de lo lejos q capablanca, hay grandes ajedrecistas latinos, los hay, pero si no mal recuerdo solo uno sobre los 2700 de elo, q es el cubano leiner dominguez q esta medio retiradoo, y este si jugaba los torneo de super elite (por invitacion no open), con carlsen y demas.
Pero si habria q destacar al ajedrez argentino en al decada de los 40-50-y 60 en las cuales peleaba por los priemros lugares de las olimpiadas d eajedrez e incluso metia a algunos jugadores en el torneo de candidatos (torneo q determinaba al retador del campeon del mundo), como panno y najdof (este eso si es polaco de nacimiento y se radico en argentina por als egunda guerra mundial. Punto a destracar es Henrique mecking brasileño q tambien fue un asiduo en los torneo de candidatos en los setenta y ochenta. Luego de eso en los noventa ya se desaparecio de la priemra linea ajedricistica con respecto a latino america.
Talento hay pero los principales torneos estan en europa asi q es duro, sobre todo en ajedrez un deporte poco dado al apoyo estatal, salvo en paises de izquierdas o de pasado de izquierda, q fomentan el desarrollo intelectual.
Con respecto al talento del mañana, hay q ver a Jorge cori del peru, alan pichot de argentina (ambos fueron alguan vez campeone smundiales en categorias juveniles) y en menor medida cristobal henriquez en chile.
 
1- La primera máquina que jugaba al ajedrez: el Turco
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Hace veinte años el ajedrecista del momento, Gary Kasparov, se enfrentó a Deep Blue, una supercomputadora desarrollada por IBM para jugar al ajedrez. Tras ser vencida en 1996 por el ruso, consiguó derrotarle en el torneo de revancha de 1997. Pero Deep Blue no fue la primera máquina diseñada para jugar al ajedrez. En 1769, el ingeniero Wolfgang von Kempelen diseñó un autómata conocido como El Turco, que era capaz de jugar al ajedrez. La estructura de este ingenio era una caja en la que en la parte superior se encontraba un tablero de ajedrez y sentado al lado, una figura que se asemejaba a la de un turco. El Turco disponía de un brazo extensible que le permitía mover las piezas. Realizó numerosas exhibiciones por todo el mundo, llegando a ganar a Napoleón o a Benjamin Franklin.

El Turco pasó por numerosos dueños, hasta que finalmente fue donado al museo de Filadelfia, donde en 1854 fue destruído en un incendio. Mucho se especuló sobre su funcionamiento, se habló sobre un pacto con el diablo, y hasta el propio Edgar Allan Poe se interesó por tal misterio. El secreto de El Turco era que en su interior se encontraba un gran maestro de ajedrez y, gracias a una ilusión óptica diseñada por Kempelen se ocultaba el falso fondo donde se hallaba el ajedrecista. También se especuló sobre quién o quiénes fueron esos primeros Grandes Maestros: se habló de un soldado polaco con las piernas amputadas o en enano de la misma nacionalidad. Este detalle a día de hoy sigue siendo un misterio.

2- Encuentros en la Tercera Fase con el Presidente de la Federación Internacional de Ajedrez
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Si en el colegio o en el instituto vacilabas al compañero de tu clase que era adicto al ajedrez, más vale que te des prisa en pedirle perdón, pues el mandamás de todos los ajedrecistas, el Presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) da verdadero miedo. Kirsán Iliumzhínov amasó una gran fortuna con la empresa soviética Liko-Raduga. No contento con ello, se convirtió en el primer Jefe de Estado de la República de Kalmukia, un pequeño estado federado de Rusia de mayoría budista. Su gestión no estuvo ajena de polémicas y graves acusaciones, ya que en 1998 fue acusado de ordenar el asesinato de una periodista de la oposición. En 1995 se convirtió en Presidente de la FIDE -y lo sigue siendo actualmente- e intentó presidir la FIFA.

Pero la nota más importante en su biografía fue que en 1997 confesó haber sido abducido por los extraterrestres mediante un tubo a través de su balcón. Llegó a afirmar que los extraterrestres trajeron el juego del ajedrez a la Tierra y que si los humanos dejábamos de jugar a este deporte, seríamos destruidos. Lo mejor de todo es que reconoció haber contado numerosos secretos a los extraterrestres en su idilio intergaláctico.

3- Karpov vs Korchnoi. Cuando la KGB jugó al Ajedrez
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En la Unión Soviética el ajedrez era más que un deporte, era una cuestión de Estado. Los ajedrecistas soviéticos eran auténticos héroes nacionales, símbolos del poder intelectual soviético. Pero alguno de estos ajedrecistas llegaron a desertar de la URSS, como fue el caso de Victor Korchnoi. El problema es que Korchnoi se iba a enfrentar a Anatoly Karpov por el campeonato del mundo en dos ocasiones: una en Baguío en 1978 y otra en Merano en 1981. La reputación de la URSS estaba en juego y ésta puso todos los medios necesarios para asegurar la victoria de Karpov. Aquí es donde entra la KGB, que llegó a contratar los servicios de un parapsicólogo llamado Wladimir Zukhav, cuya misión fue mirar fijamente a Korchnoi para desconcentrarle. Se llegó afirmar también que la KGB había urdido un plan para asesinar al Korchnoi.

El objetivo de derrotar al traidor Korchnoi llegó a tal extremo que manipularon las publicaciones de ajedrez con datos erróneos sobre aperturas. No obstante, el equipo de Korchnoi también jugó sucio, pues llegaron a difundir la falsa noticia de que el padre de Karpov había fallecido para poder desconcentrarle. Sin duda alguna estos dos torneos pasaron a la historia por todo menos por las partidas, en las cuales Karpov y Korchnoi no paraban de darse patadas por debajo de la mesa. Finalmente, Karpov se alzó con la victoria en los dos encuentros. Korchnoi falleció el pasado mes de junio.

4- El Karpov español: la historia de Arturo Pomar
Muy lejos quedaron los tiempos en los que los españoles dominaban el arte del ajedrez allá en el siglo XVI, destacando la figura de Ruy López de Segura, que popularizó la apertura española. Pero a mediados del siglo XX surgió la gran promesa del ajedrez español, que pudo tomar el relevo de Ruy López: Arturo Pomar. El niño prodigio del ajedrez español llegó a hacer tablas con el campeón del mundo Alexander Alekhine y contra Bobby Fischer.

A Pomar se le auguraba una gran carrera como ajedrecista, y el régimen franquista lo instrumentalizó, llegando a aparecer en numerosos reportajes del NO-DO. Pero la España de postguerra y el abandono posterior de la dictadura a este prodigio del ajedrez relegaron al olvido a Arturo Pomar. Conocido para los ajedrecistas y desconocido para el público general, Pomar murió escasos dos meses.

5- Ajedrecistas acusados y detenidos por ser “espías”
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Antes de que existiera Internet, o antes de que las tecnologías de la información estuvieran tan desarrolladas, para poder jugar con ajedrecistas localizados a grandes distancias se utilizaba el ajedrez por correspondencia. Para comunicarse usaban el lenguaje del ajedrez, esto es, el sistemas de notación algebraica. Si se quería mover el peón de Rey se escribía de la siguiente manera: 1. e2 -e4. Y una serie de jugadas se expresaría de esta forma: 1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ac4.

Ahora imaginemos que esta correspondencia es interceptada por policías y demás servicios de seguridad que desconocen que es una partida de ajedrez y creen que es una serie de códigos secretos. Esto desembocó en que muchos ajedrecistas fueran acusados de ser espías y llegaran a ser detenidos, como le pasó al ajedrecista Wilhelm Steinitz en Nueva York.

6- Las mejores artimañas de los grandes maestros
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El ajedrez se ha descrito como un deporte o juego de reyes, de caballeros, de nobles. Pero por muy noble que sea, la picaresca y el ingenio se han combinado eficazmente para diseñar una serie de trampas o tretas con el objetivo de vencer. Esto puede ser común en torneos menores o partidas amistosas, pero los grandes maestros del ajedrez también han utilizado tácticas poco ortodoxas. En 1948, el jugador argentino Miguel Najdorf se enfrentaba a Gosta Stoltz. El primero conocía la gran dependencia del alcohol de segundo. El primero no paró de invitar a su contrincante a copas, pues la partida se iba a disputar esa misma tarde. Najdorf creía que su rival no se presentaría al encuentro, pero al final apareció y la partida quedo en tablas.

Según el libro Curiosidades del Ajedrez (2004) de Javier Córdero Fernández, Stoltz le dijo a Najdrof lo siguiente: “le he propuesto tablas, aunque estoy mejor, porque si usted no me hubiese invitado hoy no habría podido jugar”. Otra anécdota sobre tales artimañas fue ejecutada por el campeón del mundo Alexander Alekhine en la partida que le enfrentaba a Max Euwe. Alekhine sabía que Euwe detestaba a los gatos, así que decidió jugar con un gato en su regazo, en plan Doctor Maligno. Alekhine finalmente ganó.

7- El ajedrecista que bailaba vals y jugaba a las cartas: Harry Nelson Pillsbury
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Biografías como la de Bobby Fischer o la de Gary Kasparov han dado lugar a numerosos reportajes, documentales y películas. Sin duda alguna una gran mayoria de ajedrecistas profesionales destacan por tener una vida o habilidades poco normales. Entre estos ajedrecistas sobresale la figura de Harry Nelson Pillsbury. Nacido en 1872 en los Estados Unidos, aprendió a jugar al ajedrez muy tarde, a los 16 años. Obtuvo éxitos notables en torneos como el de San Petersburgo, pero si en algo consiguió una gran fama fue en las simultáneas a ciegas. Éstas se basan en que un jugador de ajedrez juega simultáneamente varias partidas de ajedrez, pero cuando es “a la ciega” es que tal jugador ha de jugar de espaldas, esto es, sin ver el tablero, visualizando este elemento en su mente y conociendo las jugadas de sus adversarios y expresando sus decisiones mediante un sistema de notación.

Pillsbury ofreció numerosas exhibiciones, llegando a jugar 22 partidas simultáneas a ciegas. Los anecdótico es que mientras los jugadores rivales decidían sus movimiento, Pillsbury se dedicaba a jugar a las damas, bailar vals, jugar al whist y hasta recitar 30 palabras que había memorizado previamente. Lo que más llamaba la atención es que podía recordar todas y cada una de las partidas, reproduciendo exactamente cada una de las jugadas. Desgraciadamente, Harry Nelson Pillsbury falleció a la edad de 33 años víctima de una tuberculosis.
 
6 autores de libros de ajedrez que no deberías perderte




Los mejores libros para progresar en ajedrez no siempre coinciden con los que caen en nuestras manos. Desgraciadamente abundan los libros escritos en poco tiempo, poco elaborados y pensados únicamente con fines comerciales (títulos atrayentes pero contenido de poca calidad).

Si hablamos de un libro para iniciarse en el ajedrez tanto niños como adultos y aprender las reglas del ajedrez y los primeros conceptos de aperturas, medio juego y finales, sin duda debo recomendaros "Curso Práctico de Ajedrez" de Sergio Cuesta, que podéis adquirir en este enlace. Además es un perfecto libro para monitores de ajedrez. Pero nuestro siguiente artículo trata sobre libros para jugadores más avanzados.

Lo cierto es que existen autores en los que se puede confiar y cuyos libros son un excelente material para mejorar en ajedrez. Por eso en este artículo voy a recomendar a algunos de ellos. En Capakhine, la nueva revista de ajedrez para los niños y sus padres, recomendamos algunos libros más que pensamos que merecen la pena. En este artículo nos centramos en autores de libros para adultos.

Dvoretsky: el más prestigioso entrenador de ajedrez del mundo. Por sus manos han pasado jugadores de la talla de Yusupov, Svidler o Movsesian. Sus libros son auténticos best-seller y de manera justificada. Explicaciones claras y ejemplos muy bien elegidos son algunas de las claves que convierten a sus libros en grandes obras del ajedrez. Libros como Entrenamiento de élite (1 y 2), Secretos de la táctica en ajedrez, Secretos del entrenamiento en ajedrez o su Endgame Manual (Manual de Finales) deberían de estar en la estantería de todo aficionado que se precie.

John Watson: con sus obras Los secretos de la estrategia moderna en ajedrez y Estrategia ajedrecística en acción consiguió un merecido reconocimiento internacional. Su repaso y crítica a la teoría de Nimzowitch supuso un avance conceptual en la estrategia en ajedrez. También merece la pena conocer sus cuatro libros sobre aperturas (Mastering the chess openings). Un verdadero estudioso del ajedrez que comparte en sus libros algunos de los conocimientos esenciales que ayudan al progreso.

Jonathan Rowson: Los siete pecados capitales en ajedrez es una verdadera obra de culto, en la que profundiza de manera clara en los errores típicos que comete el jugador de ajedrez. También su obra Ajedrez para cebras resulta particularmente reveladora y útil tanto para entrenadores como para jugadores. Su estilo fluido y cercano permite al lector avanzar en las páginas de sus libros con rapidez y agrado.

John Nunn: A pesar de que mantengo una actitud bastante cautelosa con los autores muy prolíferos, debo reconocer que la extensa obra del G.M. inglés Nunn está llena de títulos muy recomendables. Ha dedicado libros a las aperturas (sus trabajos sobre la Najdorf, la Pirc o la Benoni son muy interesantes), al medio juego (Comprender el ajedrez jugada a jugada o A la caza del rey) y a los finales (especialmente su libro acerca de los finales sin peones “Secrets of pawnless endings” me parece de gran valor). Una vida dedicada al universo de las 64 casillas y una obra extensa con la que nos invita a acercarnos al mismo.

Antonio Gude: uno de los autores en castellano más prestigiosos. Sus libros se caracterizan por estar muy bien estructurados y por su contenido didáctico de excelente calidad. Ideal para jugadores de club que quieren mejorar su ajedrez. Los jugadores de nivel básico encontrarán en sus Cuadernos Prácticos un material muy útil y ameno, mientras que sus dos tomos de Escuela de Ajedrez o El ataque en ajedrez. Teoría y práctica resultarán de gran ayuda a jugadores de club con ganas de mejorar. No en vano, Antonio Gude es uno de los pesos pesados del ajedrez español y el ajedrecista que consiga algún ejemplar de la desaparecida Revista Internacional de Ajedrez podrá disfrutar recorriendo sus páginas. Por cierto que los que quieran estar al tanto de sus novedades pueden visitar su web y su blog.

Jesús de la Villa: otro gran autor en lengua española. El gran maestro Jesús de la Villa ha colaborado en la formación de algunos de los mejores jugadores jóvenes españoles a través de la Federación Española de Ajedrez. Un verdadero estudioso de la teoría de aperturas, como se puede observar al leer libros como Desmontando la Siciliana o El Ataque Inglés. Pero quizás su mejor obra es el extraordinario libro sobre finales: Los 100 finales que hay que saber. Este libro debería ser estudiado por todo jugador que desee mejorar sus conocimientos y sus resultados prácticos
 
Particularmente notable el post sobre Steinitz, el ajedrez moderno no existiría sin él :vale:

Tengo dos preguntas:

-¿Existe alguna variante de alguna apertura que lleve el nombre de Garry Kasparov? Lo pregunto porque la única variante suya que he encontrado de buenas a primeras es la de la Defensa Grundfeld, la cual no sé porque cresta la llaman variante Linares :nonono:,
investigue un poquito, y se llama asi, porque se jugo en el antiguo super torneo de linares España, y el acepto ponerle ese nombre, en honor a su torneo regalon!!

Kasparov hizo grandes contribuciones a las aperturas de ajedrez, aportando nuevas ideas en algunas que ya se jugaban con frecuencia, como la Defensa India de Rey, la Defensa Grunfeld o el Gambito Volga. También puso de moda algunas que se practicaban con menos frecuencia, como la Apertura Escocesa. Incluso revitalizó alguna variante con fama de dudosa, como el Gambito Evans.
 
In memoriam: Mark Taimánov
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Mark Euguénevich Taimánov. Foto: Dutch National Archives (DP)

Cuando daba conciertos me estaba tomando un descanso del ajedrez. Cuando jugaba al ajedrez estaba descansando del piano. ¡Mi vida ha sido como unas largas vacaciones! (Mark Euguénevich Taimánov)

Las vacaciones de Mark Euguénevich Taimánov han llegado a su fin. Han sido largas, noventa años, y han sido fructíferas. Casi como dos vidas en una. Fue uno de los más importantes ajedrecistas del mundo durante una generación legendaria, repleta de iconos de los tableros. Fue, además, un reputado músico durante otra generación de intérpretes y compositores que también han pasado a la historia. Y por encima de todo fue un hombre que amaba vivir, cosa que no siempre puede decirse de los que viven. Eso se desprendía de su ajedrez; jugaba como el músico que también era, porque el disfrute del arte —sobre los tableros o ante el piano— pareció mover toda su existencia.

El poeta argentino Antonio Porchia escribió en su única obra, Voces, que «se vive en la esperanza de llegar a ser un recuerdo». Pero esta idea, cabe suponer, es algo con lo que Mark Taimánov no hubiese comulgado. Siempre supo que, por lo menos en lo que se refiere al ajedrez, no se le recordaría como merece. No por nada que él hiciese mal, sino sencillamente porque en la crónica de cualquier deporte se producen acontecimientos puntuales que pueden eclipsar el brillante legado de quien tiene la desdicha de salir como perdedor. Recuerden al futbolista Roberto Baggio, uno de los más talentosos que jamás haya pisado un campo, pero del que muchos se acuerdan porque falló un penalti que le costó a su selección toda una copa del mundo. La memoria comunal es cruel porque no es objetiva, y se compone más de percepciones que de certezas.

Un resumen cierto de la trayectoria de Taimánov tiene que describir al hombre que logró la improbable hazaña de alcanzar la élite en dos carreras tan difíciles de perfeccionar y tan exigentes por separado como el ajedrez y el piano clásico. Este logro era algo poco común ya en sus años de gloria deportiva (hoy sería impensable) y a él parecía divertirle la extrañeza que eso despertaba en todos: «Los ajedrecistas me veían como un músico y los músicos me veían como un ajedrecista». Como si se empeñasen en creer que tenía que ser un aficionado en alguna de esas cosas, aunque era profesional de élite en ambas. Y él se decía feliz estando entre dos aguas, porque así podía hacer amigos en cada orilla sin que nadie se molestase en hacer de él un enemigo.

En cualquier caso, incluso en el mundo de las sesenta y cuatro casillas —donde todos los profesionales de élite, por definición y necesidad, son personas muy inteligentes—, la combinación de talentos de Taimánov merecía homenaje. Pero volvemos a lo injusto de la memoria: qué eran sus talentos o su impresionante currículum cuando se vio aplastado por la imparable avalancha de una mitología ajena; su nombre estuvo durante décadas bajo la sombra de la sangrante derrota que sufrió en 1971 a manos de Bobby Fischer, durante los cuartos de final de aquel Torneo de Candidatos en que el estadounidense consiguió, para desgracia de sus rivales, la más amplia superioridad que ningún jugador haya mostrado sobre la competencia en toda la historia del ajedrez. O eso dice Garry Kaspárov, que de superioridad sobre los rivales sabe bastante.

Aquel 1971, el estadounidense barrió a Taimánov de la eliminatoria mundial por 6 a 0, sin que Taimánov pudiese conseguir siquiera unas tablas, siendo el empate el resultado más habitual entre Grandes Maestros. Semejante paliza no se había visto en todo el siglo XX. De hecho, para encontrar el único resultado parecido entre dos jugadores de primer nivel había que remontarse a 1870, cuando un enfrentamiento entre Steinitz y Blackburne terminó con un 7-0. Cosa que incluso en el primitivo ajedrez decimonónico parecía una anomalía, un suceso aberrante destinado a no repetirse nunca. Pero se repitió, cien años después, y Taimánov, para su desgracia, se vio protagonizando lo impensable frente a Fischer: «Experimenté el terrible sentimiento de que estaba jugando contra una máquina que nunca cometía errores, y eso hizo trizas mi resistencia». Fue así como aquel hombre de enorme talento quedó apilado como un ladrillo más en los cimientos de la leyenda que Bobby estaba edificando a marchas forzadas en su ascenso hacia la corona.

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Bobby Fischer frente a Mark Taimánov. Foto: Dutch National Archives (DP)

Ese único suceso, más que ningún otro, se empeñó en apellidar la biografía de Taimánov de cara a los medios más generalistas y al aficionado casual; lo cual es injusto, insisto, pero sucedió así. Él, claro, nunca lo olvidó. Unos veinte años más tarde, durante una exhibición en Italia, un seguidor abordó al Gran Maestro ruso y le pidió que firmase un cuaderno manuscrito en el que había anotado y comentado todas las partidas importantes de su ídolo. Taimánov empezó a pasar las páginas. Su expresión, según cuentan, se ensombreció cuando llegó a las transcripciones de aquellas infaustas seis partidas en las que Fischer lo había hundido en la miseria. El propio Taimánov parecía resignado a llevar sobre los hombros la carga de ser recordado como la primera gran presa del tiburón estadounidense en su camino hacia el título mundial, no en vano escribió una crónica sobre el enfrentamiento y la bautizó de esta manera: Cómo me convertí en la víctima de Fischer.

Ese título no era una hipérbole. Estando en plena Guerra Fría y jugándose el prestigio nacional, las autoridades soviéticas no se tomaron bien el resultado. Y no porque Taimánov hubiese perdido, que era lo previsto, porque para entonces el mundo había entendido ya que Bobby Fischer estaba en pleno «Big Bang». Lo que enfureció al Kremlin fue que su representante hubiese perdido de manera tan aplastante, con un vergonzante rosco en el marcador, dándole así a los Estados Unidos un material propagandístico de primera. Se convirtió en un apestado para el régimen. No es que nadie fuese a recibirlo al aeropuerto, que por descontado no fueron, sino que anduvo cerca del precipicio mientras en el Partido decidían si debían incluso considerarlo un traidor y juzgarlo como tal:

Se me privó de mis derechos civiles. Se me quitó el sueldo. Se me prohibió viajar al exterior y se me censuró en la prensa. Era impensable para las autoridades que un Gran Maestro soviético pudiera perder de semejante forma ante un americano, sin que hubiese una explicación política. Por lo tanto me convertí en objeto de calumnia; se me acusaba, entre otras cosas, de leer libros de Solzhenitsin en secreto. Se me apartó de la sociedad. Fue también la época en que me separé de mi primera mujer.

El calvario se prolongó durante dos años, aunque cabe decir que no estaba destinado a durar mucho más, porque en la URSS pronto supieron que la humillante derrota de Taimánov no era culpa suya. Sus compañeros, los Grandes Maestros rusos que dominaban la escena mundial, lo habían defendido ante los comisarios políticos, asegurando que Taimánov no había jugado tan mal como indicaba el resultado, e insistiendo en que era Fischer el que parecía haber ascendido a un estado de gracia. Los hechos, además, lo demostraron cuando ya en la semifinal del Candidatos, Bobby le infligió otro 6-0 al Gran Maestro danés Bent Larsen, por entonces número tres del ajedrez mundial. Nadie podía creerlo, claro. Pero para Taimánov fue, por lo menos de cara a medio plazo, una buena noticia. Ya no era el único que había caído en la trituradora. En la final del Candidatos Fischer también aplastó al antiguo campeón mundial Tigran Petrosian, por un marcador de 6.5 a 2.5, aunque Petrosian salvó algo de honrilla competitiva anotándose una partida y rompiendo la racha de victorias de Fischer, que casi con toda seguridad el ajedrez jamás volverá a contemplar, salvo que aterrice un alienígena y la FIDE le permita federarse. El Kremlin entendió que Taimánov no había sido el problema. Eso no le libró de la preceptiva cuarentena social que demandaba el orgullo soviético herido, pero al final pudo recuperar su vida y sus dos carreras, aunque ya era consciente de que su papel como víctima propiciatoria del huracán Fischer había quedado marcado a fuego en su legado.

Mark Taimánov nunca fue, sin embargo, una figura melancólica o trágica. Lo pasó mal a principios de los setenta, sin duda. Pero su vida fue más plena y exitosa que la del propio Fischer en todos los ámbitos excepto en el tablero. Siempre pareció destinado a cosas grandes. En 1937, cuando tenía doce años, un equipo de rodaje fue hasta su ciudad, San Petersburgo, para realizar una película en la que debía aparecer un niño interpretando piezas de Beethoven con el violín. El pequeño Mark tocaba el piano por influencia de su madre, pero jamás había tocado un violín. Aun así, se aplicó en la tarea y con una velocidad pasmosa consiguió tocar aquel nuevo instrumento lo bastante como para que le diesen el papel: «Parece que hice un trabajo aceptable, porque la película fue un éxito y hasta le concedieron un premio en el festival de cine de París».

Aquel prodigio musical, sin embargo, se decantó hacia otro amor. En aquella misma época el estado soviético le ofreció estudios especializados para formarse en la profesión que él eligiese, dado que era un alumno de grandes capacidades y Moscú tenía un programa especial de desarrollo de niños superdotados. En el entorno de Mark esperaban sin duda que optase por estudiar piano, pero él se salió por la tangente: «Una voz en mi cabeza me susurró: ¡ajedrez!». Así, le dijo al Estado que su primer objetivo era convertirse en campeón, y entró en la infalible fábrica soviética de Grandes Maestros para estudiar nada menos que junto al futuro campeón mundial Mijail Botvinnik. Mientras se entrenaba para la élite de los escaques, continuó con sus estudios de piano. Así conoció a su primera mujer, Lyubov Bruk, también pianista. Con ella empezó a girar interpretando piezas para cuatro manos; se convirtieron en uno de los dúos pianísticos más solicitados del planeta. Con el tiempo, de hecho, uno de sus discos sería seleccionado por la casa Phililps como parte de la colección Los cien mejores pianistas del siglo XX. Taimánov, que siempre dijo sentirse como «un aficionado» en las dos difíciles profesiones que ejercía, sonreía como un niño cuando le recordaban que había entrado en ese distinguido centenar: «¡Estoy ahí, con los grandes!».

Y lo estaba. Fue colega y amigo de gigantes de la música como el famoso compositor Dimitri Shostakovich (seguro que les suena su «Romance»), el pianista Sviatolav Richter, el violoncelista Mstislav Rostropovich o Aram Khachaturian, autor de la celebérrima «Danza del sable». Esto es algo de lo que Fischer, quien apenas pasaba de escuchar la radio mientras bebía una Coca-Cola, nunca pudo presumir. Pero fue precisamente Fischer quien dijo «el ajedrez no es como la vida, el ajedrez es la vida», y por descontado esta es otra sentencia que Taimánov se hubiese negado a asumir. Para él, el ajedrez era una parte importante de su vida, sí, pero ni mucho menos la única. A veces le preguntaban si no pensaba que sostener sus dos carreras al mismo tiempo había perjudicado su rendimiento en ambas. ¿Hubiese sido un aspirante más serio a al campeonato mundial de haber abandonado la música? ¿Hubiese sido un concertista más famoso de haber abandonado los tableros? Recuerden que Albert Einstein, amigo del campeón mundial Emmanuel Lasker, lamentaba que este «perdiese el tiempo» con el ajedrez, siendo como era un matemático profesional cuya inteligencia consideraba equiparable a la suya propia. Pero Taimánov no pensaba en esos términos. ¿Por qué renunciar a una de sus dos vidas? Decía, con mucha sensatez, que nada le hubiese garantizado obtener todavía mejores resultados en cualquiera de las dos profesiones de haberse entregado por completo, pero sin duda hubiese perdido la mitad de sus experiencias renunciando a una mitad de sí mismo. «Por fortuna tengo un carácter débil, así que nunca me pude decidir por una de mis dos profesiones», dijo, aunque como en sus inescrutables combinaciones de jugadas, es difícil precisar si lo decía en serio. Hasta sus últimos años fue así: vivir no le agotaba. Décadas después de haber formado una familia, fue padre, ¡a los setenta y ocho años!

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Foto: Dutch National Archives (DP)

Quizá lo que más le gustaría que recordásemos es su legado, cultivado bajo la premisa de que el ajedrez como un arte. Cuando le preguntaban por sus jugadores favoritos, respondía sin dudar: Alekhine, Mijáil Tal, Kaspárov. O lo que es lo mismo, tres de los más significados genios del ataque y la improvisación. Esa era la filosofía ajedrecística que él compartía: crear belleza sobre el tablero. Él mismo relacionaba esa actitud con su faceta de pianista. Y produjo partidas memorables bajo ese enfoque. En 1977, cuando Anatoly Kárpov era el intratable titular de la corona mundial, arrasando sin piedad en torneos, acumulando trofeos con furia y con sus poderes en su punto álgido, Taimánov hizo la machada de ganarle con una de esas combinaciones de jugadas que van a las enciclopedias de ajedrez solamente porque no pueden ser colgadas como un lienzo. Ambos se enfrentaron en un torneo conmemorativo del sesenta aniversario de la Revolución soviética. Toda la cúpula del ajedrez mundial estaba mirando y los mandamases de la política local estaban bien atentos. Taimánov, quien había sido tratado como un paria hasta apenas meses antes, doblegaba al campeón con una combinación sorprendente, tan «sencilla» como difícil de ver sobre el tablero. A Kárpov se le escapó y no digamos al aficionado medio. Tanto es así, que aquella combinación fue incluida en libros de ejercicios como uno de esos rompecabezas de solución cristalina y armoniosa que nacen del genio imaginativo de algunos ajedrecistas, aquellos que se empeñan en mirar más allá de lo convencional.

Al año siguiente, por cierto, Taimánov volvió a maravillar en una partida contra Alexander Shashin, sacrificando dos alfiles, uno detrás de otro, para atacar al rey contrario en la mejor tradición del ajedrez romántico, ese que prima la belleza por encima de la matemática. Taimánov tenía una facilidad notable para revivir el carácter poético del ajedrez del siglo XIX. En 1963, durante el Torneo de Candidatos y jugando contra el correoso Tigran Petrosian, ofreció un alfil envenenado que su rival no podía capturar, y justo después ofreció también la dama, por igual envenenada, para al final lanzar una torre suicida contra la muralla de peones tras la que se resguardaba el rey de Petrosian, dejándolo repentinamente indefenso, sorprendido por un diluvio de creatividad. Algo parecido le hizo a Lev Polugaevsky en 1960, «regalando» una dama que Polugaevsky no podía aceptar sin perder… aunque rechazándola perdía también, con su rey huyendo por el centro del tablero hasta que, cuando la partida llevaba solamente veintitrés movimientos, tuvo que inclinarse. No hay nada tan bello en ajedrez como la caza inclemente del rey enemigo por caminos enrevesados, cuando además se sacrifican piezas propias en pos de una victoria que parece emerger de la nada. En ese terreno es donde brillaba Taimánov, un compositor sobre el tablero.

Los jugadores como él, los creadores de arte, no siempre abundan en la élite. Es probable que vayan a ir abundando cada vez menos. Por eso es doloroso despedir a Mark Taimánov; es uno de esos hombres con los que los admiradores de una disciplina sienten que se marcha una época. Por fortuna, sus grandes partidas quedarán ahí, inmutables, enrevesadas, sorprendentes, para quien quiera verlas. Y por supuesto, su música, para quien quiera oírla.
 
In memoriam: Víktor Korchnói
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Víktor Korchnói en 1976. Foto: Dutch National Archives (CC)

Para amar el mundo del ajedrez no se necesita saber mover las piezas. He pensado esto desde que no sabía jugar al ajedrez pero hojeaba los libros y revistas de mi padre; me saltaba las partes técnicas, como las transcripciones de partidas o las explicaciones teóricas, pero leía con delectación crónicas de torneos repletas de anécdotas o descripciones psicológicas de jugadores, y los artículos históricos en que se rememoraban hechos del pasado. El mundo del ajedrez está repleto de personajes y situaciones que parecen extraídos de novelas. Me gustaban de manera especial las revistas publicadas durante los años setenta, que repasaba en orden, como si fuesen un serial televisivo, experimentando el suspense de acontecimientos que ya habían sucedido, pero que para mí eran nuevos. Los setenta fueron los años del reinado y desaparición de Bobby Fischer, de la lucha de Anatoli Kárpov por deshacerse del peso de haber sucedido al estadounidense, y de la segunda juventud deportiva de Víktor Korchnói, el hombre que convirtió dos finales del campeonato mundial, las de 1978 y 1981, en toda una película de espías.

Si un profano repasa el historial de campeonatos y torneos importantes sin más información, verá solamente un listado de nombres de los que, con suerte, conocerá tres o cuatro. Los consabidos Fischer, Garri Kaspárov, Kárpov y quizá Boris Spassky, cuyo apellido aparece asociado al de Fischer y aquel mundial de 1972 que tuvo a todo el planeta en vilo. Sin embargo, hay mucho más. Muchísimo más. Bucear en el historial de torneos de diferentes épocas nos descubre que esa lista de nombres, en apariencia fría y anodina, se revela como una compleja textura de personalidades y situaciones que, como los fractales, desarrolla más ramificaciones cuanto más de cerca la observamos. Como dice Leontxo García, son quinientos años de historia bien documentada, algo que no sucede en ningún otro deporte o competición de los que yo tenga noticia. Casi todas las épocas son ricas en sucesos, pero los campeonatos mundiales pocas veces fueron tan excitantes (y a la vez seguidos con tanto detalle mediático) como durante los años setenta y ochenta. En 1972 la tensión acumulada de la Guerra Fría se vertió sobre el tablero cuando Bobby Fischer, después de años de inexplicables espantadas, consiguió por fin optar al título mundial. En los ochenta, por descontado, se produjo la titánica rivalidad entre Kárpov y Kaspárov, que arrastró una maquinaria mediática casi comparable a la de los tiempos de Fischer. ¿Qué hubo en medio de ambas cosas? Pues bien, en medio se produjeron dos enfrentamientos antológicos entre Kárpov y Víktor Korchnói, finales cuyas surrealistas circunstancias no desmerecían de todo lo vivido en torno al imprevisible Bobby. Víktor Korchnói, el hombre que nunca se sentó en el trono pero a quien hoy el ajedrez despide como a uno de los más grandes, que lo fue, tenía una personalidad casi tan compleja y desconcertante como la del propio Fischer. Es difícil exagerar en torno al carácter de Korchnói: incendiario, controvertido, discutido (y no pocas veces discutible), excesivo, indómito, valiente e incorregible.

Al contrario que Fischer, que tras obtener el campeonato mundial pasó buena parte de su vida retirado y a veces incluso desaparecido como un fantasma, Korchnói permaneció siempre en el mundillo, a la vista, compitiendo mientras las fuerzas le dieron para ello. Cuando la edad lo transformó en una figura venerable demostró ser mucho más que una vieja gloria. Por ejemplo: en el cambio de siglo, cuando se aproximaba a los setenta años, todavía era capaz de sorprender con un nivel de juego insólito en alguien de su edad, y no era raro que pusiera en problemas a rivales mucho más jóvenes. Es verdad que su mejor momento llegó de manera tardía, pues optó al título cuando ya había pasado los cuarenta años, edad en la que otros grandes declinan sin remedio. No fue capaz de superar a un Kárpov que parecía invencible (y casi lo era, hizo falta todo un Kaspárov para destronarlo) pero a Korchnói no se le puede culpar por ello. Es uno de los más cualificados aspirantes a esa distinción honorífica, pero muy importante, de «mejor ajedrecista que nunca ha ganado un título mundial». Donde quiera que esté ahora, el feroz Korchnói puede presumir de haber ganado más de cuarenta y cinco partidas a nueve de los más grandes, nueve jugadores que en algún momento lucieron la corona mundial: Mijail Botvinnik, Vasili Smyslov, Spassky, Mijaíl Tal, Tigran Petrosian, Fischer, Kárpov, Kaspárov y Magnus Carlsen. Esto, más que ninguna otra cosa, demuestra la manera en que fue capaz de hacerse notar a lo largo de varias décadas. Siempre fue un jugador irregular, esto lo sabían todos, incluido él mismo; como decía Kárpov, «el juego de Korchnói depende de su estado de ánimo», pero aun así siempre estuvo ahí, entre los mejores, hasta que los achaques de la ancianidad se lo impidieron.

Su carácter fogoso, que por momentos llegaba a ser muy problemático, empezó a fraguarse durante una infancia repleta de sufrimientos. Conoció muy pronto la pobreza, pese a provenir de una familia aristocrática. De raíces católicas y polacas, el estalinismo y la guerra arrasaron sus primeros años. Su padre era profesor de literatura, aunque los planes quinquenales de Stalin le arrojaron de su acomodada posición, enviándole a trabajar como operario en una fábrica. Su madre era pianista y tras separarse de su marido terminó viviendo casi en la miseria. Korchnói apenas llegó a conocer los buenos años de su familia, pero no olvidaba; afirmaba tener un «recuerdo borroso» de una casa con muebles antiguos, repleta de libros y estímulos culturales, en la que los temas de conversación todavía «no se habían resumido a uno solo: el de qué íbamos a comer durante las semanas siguientes». Las cosas todavía tenían que empeorar. En 1941, cuando el pequeño Víktor tenía diez años, quedó atrapado en el sitio de Leningrado. Mientras los alemanes cercaban la ciudad vio morir a varios de sus familiares. Su padre, destacado en el frente, no sobrevivió a los combates. El propio Víktor, con diez u once años, tuvo que arrastrar, con ayuda de un tío suyo, el cadáver de su abuela hasta el cementerio. Cuando las privaciones del cerco arreciaron, él mismo tuvo que ser hospitalizado a causa de la desnutrición, algo que le causó problemas de salud durante años. Él mismo hablaría de la influencia que aquellas experiencias tuvieron sobre su personalidad y su juego: «Desde niño, no he sabido hacer otra cosa que defenderme». Y así era: muchas veces, cuando sobre el tablero descubrió que sus contrincantes favoritos eran los que le atacaban. Korchnói era un especialista en dejarse arrastrar hacia situaciones en apariencia desesperadas, para después contraatacar con toda la ferocidad de quien había sobrevivido por poco al apocalíptico sitio de Leningrado.

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Max Euwe y Víktor Korchnói. Foto: Dutch National Archives (CC)

Su víctima propiciatoria fue el genial Mijaíl Tal, considerado por muchos el mejor y más imaginativo atacante de todos los tiempos; Tal acostumbrada a desconcertar a lo más granado del ajedrez mundial con sus marcianas y fascinantes ocurrencias ofensivas, pero casi nunca pudo con Korchnói, que le infligió una buena cantidad de derrotas. Korchnói no se dejaba amilanar por las retorcidas combinaciones del «genio de Riga» y casi siempre parecía encontrar un punto débil por el que convertir cada asalto dirigido a él en un contragolpe decisivo. Rara vez se lo veía mostrar preocupación ante un rival. Jugó pocas veces contra Bobby Fischer, pero consiguió que el registro de partidas entre ambos terminase en empate. La tremenda presión psicológica y táctica que Bobby ejercía sobre los mejores jugadores del mundo tampoco parecía afectar al beligerante Víktor, que se negaba a sentirse empequeñecido ante nadie. Aun así, tardó mucho tiempo en convertirse en un aspirante con verdaderas posibilidades. Lo único que lo alejaba de mejores resultados era aquella inconsistencia que traía de cabeza a los dirigentes deportivos de la URSS; más de una vez, durante sus años jóvenes, Korchnói recibió reprimendas por una afición a la bebida que nunca se molestó en negar, a cuyos efectos sobre el juego no ayudaba una úlcera que lo atacaba con periodicidad. Por lo demás, él nunca parecía contento. Incluso después de haber ganado algún torneo sorprendía a los periodistas con quejas sobre su rendimiento o las circunstancias del evento. Su perenne frustración sacaba de quicio a algunos y confundía a otros. Una sordera parcial terminó de agriar su carácter, aunque le ayudaba concentrarse durante las partidas. Una vez, mientras jugaba un torneo en Moscú, los cañones del ejército empezaron a disparar salvas para conmemorar un día festivo. Spassky, que estaba jugando contra él, dio un respingo. Pero Korchnói solamente notó que algo raro pasaba porque «la silla y el tablero temblaban y las piezas empezaron a moverse».

Nunca se resignó a que los años hicieran mella en él. En los setenta, cuando sus tiempos jóvenes habían pasado, muchos le daban por acabado. Casi toda la vieja guardia soviética había quedado desmoralizada por el huracanado ascenso al trono de Bobby Fischer; el mismísimo Spassky, hasta poco antes el gran héroe de la URSS, estaba sufriendo un doloroso ostracismo a causa de su derrota. Los soviéticos depositaban ya todas sus esperanzas en una nueva generación encabezada por Kárpov. Pero Korchnói no bajaba la cabeza. Si tenía que enfrentarse a Fischer, lo haría en condiciones. Decidió cambiar de vida. Empezó a correr varios kilómetros diarios, dejó de beber e incluso empezó a practicar yoga. Se preparó con ahínco de cara a la final de 1975, que debía disputarse contra el campeón reinante. Korchnói dio buenas muestras de que podía enfrentarse a la nueva guardia. Primero ganó el Torneo Interzonal de 1973, primer paso hacia la candidatura, empatando a puntos con Kárpov. En el paso siguiente, las eliminatorias del Torneo de Candidatos de 1974, se deshizo con esfuerzo del antiguo niño prodigio brasileño Henrique Costa Mecking, reivindicando una vez más su condición de serio aspirante. Después venció al excampeón mundial Petrosian. Finalmente tuvo que disputar con Kárpov la posibilidad de enfrentarse a Fischer. Fue un enfrentamiento tenso que Kárpov ganó por muy poco, aunque lo que de verdad dolió a Korchnói fue comprobar que pese a toda su preparación y el buen nivel al que estaba jugando las autoridades soviéticas le dedicaban todas atenciones a Kárpov, que tenía veintitrés años, mientras lo ignoraban a él, que ya contaba con cuarenta y tres. Aquello marcó el inicio de su resquemor público hacia la URSS, cuyos dirigentes pensaban que Korchnói no estaba preparado para enfrentar al coloso estadounidense (en realidad tampoco estaban convencidos de que Kárpov pudiera ganar, pero confiaban más en su carácter frío, que iba a necesitar si Fischer empezaba a hacer de las suyas). Cuando llegó 1975, el momento de dirimir el título, Fischer se negó a reaparecer. El título pasó a manos del Kárpov, que ni siquiera había tenido que arrebatárselo sobre los tableros al americano. Por entonces, Korchnói ya había decidido que Kárpov era su némesis. Esto, sumado a su descontento por la vida bajo el régimen de Moscú, hizo que abandonase la URSS. Se convirtió en un ruidoso disidente. Empezó a atacar sin cortapisas a todo lo que tenía que ver con la maquinaria soviética de ajedrez. Quitarle el título a Kárpov podría ser una dulce venganza. Entretanto, Kárpov se sentía incómodo por la forma en que se le había otorgado la corona; además de intentar por todos los medios que Fischer accediese a jugar contra él (no lo consiguió) empezó a presentarse a todos los torneos que podía con la intención no de ganar, sino de arrasar, de destruir, de apabullar a los rivales. Quería ser aplastante, indiscutible, para sacudirse de encima la alargada sombra de un Fischer espectral cuyo paradero el público desconocía y a quien muchos, sobre todo en occidente, seguían considerando el rey in absentia.

Así se gestaron las dos finales que Korchnói disputó contra Kárpov en 1978 y 1981. Cabe suponer lo mucho que significaban para ambos, la enorme carga política y personal. El match de 1978, sobre todo, fue un espectáculo digno de la más disparatada de las novelas. Korchnói se presentó rodeado de una estrafalaria comitiva en la que había monjes budistas y parapsicológos; dejaba atónitos a quienes le veían poniéndose cabeza abajo para practicar sus posturas de yoga. Convencido de que Kárpov y su equipo trataban de hipnotizarle, se presentó con gafas de espejo en una partida. Sus acusaciones sobre manejos psicológicos y telepáticos eran causa de chanza pero, con mayor frecuencia, de pasmo. No fue la única vez que afirmó notar cosas extrañas cuando se enfrentaba a jugadores soviéticos: aseguró que durante un match contra Boris Spassky, este le había estado «leyendo la mente». Con su característica tendencia a dramatizar el pasado, Korchnói mantuvo esa versión hasta el final, insistiendo en que había experimentado sensaciones «sobrenaturales». Como decía el alcoyano Ricardo Calvo, médico, Maestro Internacional e historiador de los tableros, la superstición es algo habitual en el ajedrez, aunque muchos jugadores —gente inteligente y de buena formación— lo ocultan; «no tiene que ver con el nivel cultural, sino con el nivel de riesgo», decía Calvo.

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Víktor Korchnói en la London Chess Classic de 2010. Foto: Paweł Grochowalski (CC)

Sin embargo, lo de Korchnói salía de lo normal y llegaba a rozar la paranoia. No quería conducir porque tras haber sufrido algún accidente se convenció de que la KGB pretendía matarlo (todo sea dicho, esto era algo más probable que lo de la hipnosis y la telepatía). Incluso la prensa occidental, proclive a apoyar al disidente, terminó perdiendo la paciencia con sus extravagancias. Con todo, Korchnói fue un rival mucho más bravo y decidido de lo que habían esperado los soviéticos. Bobby Fischer no se había metido en política y siempre se había declarado discípulo de los jugadores soviéticos, a quienes solamente atacó cuando les acusó de hacer trampas a mediados de los sesenta; acusación en la que no estaba solo y sobre la que, de manera implícita, la federación internacional le dio la razón al cambiar los sistemas de clasificación. Por lo demás, a Fischer le había disgustado la politización de su campeonato mundial. Pero lo de Korchnói era algo distinto. Él venía desde dentro, desde la propia URSS, y no se reprimía a la hora de vilipendiar el sistema. Perdió las dos finales que jugó contra Kárpov —aunque en una ocasión estuvo a punto de materializar una remontada que hubiese sido gloriosa— pero lo hizo jugando bajo una enorme presión. En 1981, cuando se disputó la segunda, su familia continuaba sin poder salir de la URSS; su hijo estaba en un campo de concentración. Los miembros del equipo soviético dedujeron que su combustible para competir era el «odio a Kárpov». De hecho, cuando empezaron a ignorar sus provocaciones y sus constantes intentos de hacer hervir el ambiente, notaron que su fuerza sobre el tablero comenzaba a descender.

Los detalles de aquellos enfrentamientos son tan profusos que mejor los dejaré para algún artículo donde pueda narrarlos con más extensión, pero cabe imaginar lo incómoda que fue la figura de Korchnói para la URSS y la enorme entereza que demostró siendo capaz de resultar competitivo en semejantes condiciones. Se le podía acusar de muchas cosas: conflictividad, paranoia, extravagancia. Pero nunca nadie le pudo acusar de cobardía. Víktor Korchnói le plantó cara a la URSS de una manera que muchos otros jugadores ni se hubiesen planteando, y con ello se ganó una aureola legendaria de rebelde. Sísmico e impredecible, pero rebelde. Así, Korchnói se ganó un lugar especial en la historia del ajedrez. Era un Quijote peleando contra gigantes que, en su caso, eran mitad molinos imaginarios y mitad gigantes de verdad. Su explosivo carisma, su arrojo, su determinación, sobresalen hoy por sobre las locuras que en su momento ocuparon los titulares. Fue el «casi campeón» del exilio, pero sobre todo una figura que iluminó con su paso unos años que, sin él, hoy recordaríamos probablemente como un reinado legítimo, pero anodino, del por entonces inexpugnable Kárpov. Recuerdo leer artículos del momento en los que se decía, cosa que puedo entender, que las extravagancias de Korchnoi habían causado daño a la imagen del ajedrez. Quizá así fue, a corto plazo, que es el plazo en el que escriben los periodistas deportivos. Pero visto desde hoy, todo aquello contribuyó a que Víktor Korchnói escribiese unas páginas increíbles que hoy constituyen un relato fascinante.

Después de aquello, terminada una segunda juventud ajedrecística que llegó casi hasta los cincuenta, Korchnói siguió compitiendo; ya no estaba en primera línea, pero tampoco era un visitante honorífico de los torneos, donde su sola presencia bastaba para inundar el ambiente con el inconfundible brillo de la leyenda, pero también creando momentos de genuino interés ajedrecístico. Teniendo en cuenta que pasaban los años y los rivales eran cada vez más jóvenes y fuertes, Korchnói se desempeñó con admirable eficacia; su ajedrez fue tan longevo que, desde hace décadas, ya solo quedaban para él palabras de admiración. Además, su florida personalidad era buscada por periodistas y aficionados; él rara vez defraudaba, porque no tenía pelos en la lengua y opinaba sobre cualquier asunto según le venía en gana, con una sinceridad aplastante y una predisposición al «aquí me las den todas» que no parecía disminuir un ápice ni siquiera cuando su cuerpo empezaba a fallar. Genio y figura. Sus entrevistas, como muchas de sus viejas partidas, eran todo un despliegue de contraataques. Nunca dejó de ser un hombre feroz y aferrado a la vida. Ahora nos ha dejado, en la infausta misma semana que otro gran rebelde, Muhammad Ali. Pero, conociendo a Korchnói, no me atrevería a jurar que no será capaz de contraatacar una vez más, en el momento más inesperado y de la manera más sorprendente. Si alguien es capaz de hacerlo, ese es él. Descanse en paz, maestro.

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Víktor Korchnói en 2009. Foto: Juerg Vollmer (CC)
 
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