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LAS TORRES DE ESTACIÓN CENTRAL.
Mary se sienta en uno de los pisos de la cocina americana y cuenta que desde noviembre de 2017, junto a su marido, dos hijas y su yerno comparten los 32 m2 del departamento. Aunque ahora la situación que vive es más tranquila, el inicio desde que dejó Venezuela fue duro. En su largo viaje en bus desde su país, le robaron la poca plata que traía para comenzar su vida en Chile y fue rechazada en farmacias y centros comerciales donde buscaba trabajo por su edad. Con 50 años y extranjera, no era atractiva como empleada, dice.
Frente a esa situación, cuenta Mary, pensó que lo mejor era echar mano a su título de Licenciada en Educación y comenzó el negocio de la guardería infantil en su departamento, proponiéndose cuidar un máximo de seis niños al año.
-Yo gano aquí más que mi hija trabajando fuera, pero claro que esto agota -comenta.
A unos metros del edificio de Mary, en el piso 27 de la torre B, vive Yaibery. Llegó al país junto a su esposo y su pequeña de 5 años en julio de 2018, tras 15 días de viaje en bus desde Venezuela. Tiene cinco meses de embarazo y no cuenta con estudios profesionales que validen su trabajo con menores, pues estudió hotelería.
Vive junto a su familia en un departamento de apenas 21 m2: un “estudio”, pues cuenta con un solo ambiente. La familia venezolana está obligada a acomodarse en un espacio reducido donde la cocina, la cama, una pequeña mesa y unos cuantos pisos comparten la misma superficie.
Su esposo, quien trabaja de noche cuidando pacientes en un centro de salud, duerme en la única cama del lugar durante el día mientras los niños juegan a su alrededor. Allí, Yaibery cuenta cómo inició la idea de tener una guardería en ese pequeño espacio donde vive.
Al igual que Mary, ella no ha tenido suerte con los trabajos. Cuando recién llegó, encontró un empleo en la tienda Zara, pero la despidieron tras quedar embarazada.
La guardería que administra, alberga, en promedio, a cuatro niños al día además de su hija. Es 11 de enero, el termómetro marca 29º y al interior del pequeño departamento el calor es sofocante. La ventana se encuentra cerrada debido a que no cuenta con ningún tipo de protección. Yaibery habla sobre su primer año en Chile, mientras carga en sus brazos a uno de los bebés que está a su cuidado (el siguiente es un modelo de referencia de uno de los departamentos utilizados como guarderías; video de Josefina Reyes).
Pese a las condiciones en las que los menores permanecen diariamente, Yaibery dice no haber recibido, hasta ahora, comentarios negativos por parte de sus clientes. “Hay niños que no se quieren ir, le dicen a sus papás que les gusta ir donde la tía”, cuenta.
Tanto ella como Mary se han transformado en la solución para muchas familias migrantes que viven en ese lugar y que necesitan que alguien se haga cargo de sus hijos mientras trabajan. Ninguna de ellas ve su guardería como un negocio, sino que una forma de ayudar a sus pares y a sus familias.
https://ciperchile.cl/2019/03/04/la...migrantes-que-albergan-los-guetos-verticales/
Y no es el único caso:
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Mary se sienta en uno de los pisos de la cocina americana y cuenta que desde noviembre de 2017, junto a su marido, dos hijas y su yerno comparten los 32 m2 del departamento. Aunque ahora la situación que vive es más tranquila, el inicio desde que dejó Venezuela fue duro. En su largo viaje en bus desde su país, le robaron la poca plata que traía para comenzar su vida en Chile y fue rechazada en farmacias y centros comerciales donde buscaba trabajo por su edad. Con 50 años y extranjera, no era atractiva como empleada, dice.
Frente a esa situación, cuenta Mary, pensó que lo mejor era echar mano a su título de Licenciada en Educación y comenzó el negocio de la guardería infantil en su departamento, proponiéndose cuidar un máximo de seis niños al año.
-Yo gano aquí más que mi hija trabajando fuera, pero claro que esto agota -comenta.
A unos metros del edificio de Mary, en el piso 27 de la torre B, vive Yaibery. Llegó al país junto a su esposo y su pequeña de 5 años en julio de 2018, tras 15 días de viaje en bus desde Venezuela. Tiene cinco meses de embarazo y no cuenta con estudios profesionales que validen su trabajo con menores, pues estudió hotelería.
Vive junto a su familia en un departamento de apenas 21 m2: un “estudio”, pues cuenta con un solo ambiente. La familia venezolana está obligada a acomodarse en un espacio reducido donde la cocina, la cama, una pequeña mesa y unos cuantos pisos comparten la misma superficie.
Su esposo, quien trabaja de noche cuidando pacientes en un centro de salud, duerme en la única cama del lugar durante el día mientras los niños juegan a su alrededor. Allí, Yaibery cuenta cómo inició la idea de tener una guardería en ese pequeño espacio donde vive.
Al igual que Mary, ella no ha tenido suerte con los trabajos. Cuando recién llegó, encontró un empleo en la tienda Zara, pero la despidieron tras quedar embarazada.
La guardería que administra, alberga, en promedio, a cuatro niños al día además de su hija. Es 11 de enero, el termómetro marca 29º y al interior del pequeño departamento el calor es sofocante. La ventana se encuentra cerrada debido a que no cuenta con ningún tipo de protección. Yaibery habla sobre su primer año en Chile, mientras carga en sus brazos a uno de los bebés que está a su cuidado (el siguiente es un modelo de referencia de uno de los departamentos utilizados como guarderías; video de Josefina Reyes).
Pese a las condiciones en las que los menores permanecen diariamente, Yaibery dice no haber recibido, hasta ahora, comentarios negativos por parte de sus clientes. “Hay niños que no se quieren ir, le dicen a sus papás que les gusta ir donde la tía”, cuenta.
Tanto ella como Mary se han transformado en la solución para muchas familias migrantes que viven en ese lugar y que necesitan que alguien se haga cargo de sus hijos mientras trabajan. Ninguna de ellas ve su guardería como un negocio, sino que una forma de ayudar a sus pares y a sus familias.
https://ciperchile.cl/2019/03/04/la...migrantes-que-albergan-los-guetos-verticales/
Y no es el único caso:
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