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kirala

Epic Troll
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Esta es la historia de Elías Lillo el autor de unos de los fraudes bancarios más grande de Chile, donde aún no se conoce el monto exacto de los dineros defraudados.

estafador.png

Nacido en los Ángeles, Lillo no solo utilizó el dinero en placeres personales. Pagó las deudas de amigos y familia, e incluso utilizó como testaferro a su padre. De allí que el Ministerio Público haya configurado el delito de lavado de activos, ya que ejecutó una estrategia para darle apariencia de legalidad a la plata.
El fiscal Centro Norte Francisco Jacir, formalizará a Elías Lillo, un exempleado del Banco de Chile, quién robó cerca de 2.500 millones de pesos usando el computador que tenía en su escritorio.

Tanto a él, como a su padre del mismo nombre, el persecutor penal les imputará los delitos de estafa y lavado de activos ante el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago, luego de casi dos años de investigación. La audiencia quedó fijada para el próximo 13 de abril.
De acuerdo a la carpeta de investigación, Lillo hijo comenzó a violar el sistema interno de la entidad financiera desde 2008, hasta que diez años más tarde fue descubierto por un agente de control interno.
El técnico en computación de las Sección Operaciones, era conocido en informática del banco como “PCUL5W”, usuario con el que accedía a las cuentas en dólares, desde las cuales transfería dineros a su antojo, tal como lo informó la Unidad de Investigación de Radio Bío Bío en julio de 2018.
https://www.biobiochile.cl/especial...robo-475-millones-de-pesos-usando-su-pc.shtml

La causa financiera es representada por el abogado Hugo Rivera.

El estafador silencioso

por Jorge Rojas

Elías Lillo está detrás de uno de los fraudes más grandes al Banco de Chile. Durante una década, este especialista de operaciones burló todos los controles internos y trianguló dinero hacia la cuenta de su papá. Luego, derrochó todo lo que pudo en prostitutas, casinos, viajes, autos, lujosos restaurantes y cientos de préstamos a amigos. En mayo pasado lo descubrieron. La cifra por la que se lo investiga podría llegar a los 2.500 millones de pesos. "Sábado" habló con él, y esta es su historia.



Cuando Elías Lillo Sandoval abrió su correo, un escalofrío recorrió su cuerpo: "Estimado, necesito los respaldos de los siguientes cuatro movimientos del mes de abril", decía el mensaje que le había enviado su supervisora. La cadena de e-mail había comenzado en el área de fraude, donde un ejecutivo había detectado 56 millones de pesos cargados irregularmente a una de las cuentas internas del Banco de Chile.

Eran las 10 de la mañana del lunes 14 de mayo de 2018 y Elías Lillo, especialista de operaciones de la Unidad de Control de Bancos Corresponsales, creyó estar ante un déjà vu, mientras miraba la pantalla de su computador. Entonces, recordó el momento exacto en que había imaginado todo lo que ahora estaba sucediendo, cuando cuatro días antes, camino a su casa, una pregunta se cruzó en su mente:

-¿Y si me descubren? -recuerda que pensó aquella tarde


Y aunque aún no lo habían descubierto, Lillo creyó que ese correo era su fin. Que si decía la verdad, que los respaldos no existían en ninguna parte, sus jefes se enterarían que hacía aproximadamente diez años triangulaba dinero del banco hasta la cuenta de su padre, a veces incluso una vez por semana.

Entonces, Lillo, desesperado, siguió un impulso, el mismo que le venía cuando sacaba la plata que no era suya. Cerró la sesión del computador, respiró profundo hasta disimular la adrenalina, tomó su chaqueta, las llaves de la camioneta Mazda BT50, y gritó al aire aparentando normalidad:

-¡Voy a la farmacia y luego a tomar desayuno! -dijo antes de bajar en ascensor y perderse entre la multitud del Paseo Ahumada.
Pero nunca más regresó.


Elías Lillo tiene 35 años y la voz pausada. A veces tierna y sumisa. Desde mayo pasado vive en un permanente estado de persecución: padece trastornos del sueño y toma ansiolíticos

-Toqué fondo, la plata me cambió -dice por teléfono, en algún lugar de la Región de Valparaíso que prefiere omitir.

Desde hace cinco meses, la Fiscalía Centro Norte lo está investigando por su responsabilidad en un fraude que podría alcanzar los 2.594 millones de pesos, en una causa que aún está desformalizada y en la que el Banco de Chile se querelló en su contra como autor del delito de estafa. Aunque no está prófugo, ni aún nadie lo ha llamado a declarar, él se ha mantenido alejado, en parte, según dice, para encontrar respuestas personales a lo que hizo.

Lillo divide la línea de tiempo de su vida en dos: en antes del banco y después del banco. Parte recordando su infancia, los años en que todo era precario, cuando sus padres tuvieron que migrar de Los Ángeles hacia Santiago, y él apenas tenía 5 años.

-Llegamos a Renca, donde una tía paterna. Acá mi mamá comenzó a trabajar haciendo aseo en casas particulares y mi papá en la construcción -cuenta.



En esa comuna vivió hasta los 14 años, cuando la familia, ya con dos hijas más, se cambió a Cerro Navia, muy cerca de una Iglesia Cristiana, donde él encontró nuevos amigos y también se enamoró de una joven que cantaba en el coro. Luego de tres años de pololeo, ambos se casaron y a los pocos meses nació su primer hijo.

-Nos fuimos a vivir a la casa de mis suegros, donde estuvimos dos años. Era una época llena de carencias. Yo trabajaba en un restaurante y todo mi esfuerzo era para ella y el bebé -cuenta él.

Fue en medio de la pobreza que decidió estudiar técnico financiero en el instituto bancario Guillermo Subercaseaux, carrera que abandonó a los pocos meses de haber ingresado, luego que en 2002 lo contrataran en el Banco de Chile. El empleo lo consiguió gracias a un amigo de la Iglesia Cristiana a la que iba, quien lo enroló bajo sus órdenes en la división de Operaciones y Tecnología (Divot), donde aprendió cada uno de los procesos internos.



Lillo explica que trabajaba en operaciones internacionales, pagando intereses de la deuda externa. Allí se volvió un empleado ejemplar. Según él, tenía claves de acceso a los sistemas como especialista de operaciones y también como supervisor, puesto en el que a veces sedesempeñaba cuando algún compañero faltaba. Con ambos perfiles, asegura, prácticamente tenía acceso a todo tipo de procedimientos. Ganaba 600 mil pesos al mes y eso le permitía pagar el arriendo de una casa en Quinta Normal, donde se fue a vivir con su hijo y su esposa, que tras el cambio quedó nuevamente embarazada. Fue por aquellos años, cuando la pareja tenía mayor independencia, que comenzaron a tener problemas.

-Elías cambió mucho, como que se revolucionó. Comenzó a irse de fiestas y a volverse irresponsable -dice una amiga del matrimonio.

Un año más tarde, el 2 de junio de 2007, los conflictos domésticos terminaron en tribunales, luego que su esposa lo denunciara por violencia intrafamiliar. La misma amiga asegura que Lillo había golpeado a su pareja después que ella lo encarara por unos mensajes amorosos que encontró en su celular, y que habían sido enviados por una compañera de trabajo que resultó ser su amante. Un juez del Quinto Juzgado de Garantía de Santiago le prohibió acercarse a la víctima y al día siguiente la pareja se separó. Tiempo después se divorciarían.

Lillo volvió a la casa de sus padres y, ya sin esposa ni amante, inició una relación con otra funcionaria del banco, a quien dejó embarazada ese mismo año. Con tres hijos, dice él, se vio en graves problemas económicos. Debía pagar más de 350 mil pesos en pensiones de alimentos y lo que le quedaba se iba en cubrir deudas. Y aunque por entonces aún era un hombre correcto en el trabajo, ver tanta plata junta circulando en los sistemas le despertó la tentación. Comenzó a buscar fallas de control y halló una forma de transferir dinero entre dos cuentas del banco, para luego depositarlo en la cuenta de un tercero.

Durante algunos meses, explica, le dio vueltas a la idea hasta encontrar un plan perfecto, y a mediados de 2008 lo probó. Según relata, primero traspasó los fondos de una cuenta llamada "MB Dólares USA" hacia una de nombre "Cuenta Control Sistema Cuenta Corriente", desde donde autorizó una transferencia a su padre, que se llamaba igual que él. Todo esto, en apenas cuatro minutos.

Al final del día, ambas cuentas estaban cuadradas. Lillo había creado una máquina para desviar dinero sin que nadie pudiese advertirlo. Tres días más tarde retiró aquel primer giro, pagó sus deudas y se compró ropa. Hoy no recuerda el monto de aquella transacción.

-Lo hice tantas veces que perdí la cuenta y la decencia -agrega.

Elías Lillo dice que pasaron alrededor de seis meses entre la primera transacción y la segunda, pero tampoco recuerda cuál fue el monto que sacó aquella vez. Sí tiene claro en qué lo gastó: pagó las pensiones de sus hijos y liquidó un crédito automotriz. En el barrio y entre sus familiares, comenzó a correrse la voz de que le estaba yendo bien. El primero en enterarse fue su padre, quien debía autorizar los traspasos que su hijo hacía, montos a los que la familia nunca había estado acostumbrada.

-Le decía que era plata de mi trabajo. Él me pasaba un cheque y lo cobraba. Al final la cuenta la manejaba yo -explica él.

Para que no lo pillaran, agrega, se encargaba de eliminar todo el papeleo que sustentaba la transacción y al ver que sus movimientos no levantaban sospechas, los giros se volvieron frecuentes. Aunque todo había partido por necesidad, luego de un tiempo la falta de dinero dejó de ser un problema y comenzó a sentir un incontrolable deseo de poder que hasta entonces le había sido ajeno.

-La plata me abrió un mundo que para mí fue la perdición... empecé a hacer cosas que nunca había hecho, como salir con mujeres o ir al casino. Sentía que el dinero me hacía importante, como que me aumentaba el ego -describe.

Elías Lillo cuenta que se volvió un derrochador y un adicto al sexo y las apuestas. No sabe si lo que le causaba placer eran ambas actividades indistintamente, o simplemente la adrenalina que sentía cada vez que gastaba plata en "vicios", como lo llamaba él. No tomaba alcohol ni se drogaba, pero en un día, si quería, podía pagar hasta 3 millones de pesos solo en prostitutas VIP -una durante la hora de colación y otra al salir del trabajo-, y sin remordimiento. Lo mismo le pasaba cuando jugaba cartas.

-Me escapaba los fines de semana. Apostaba en el blackjack. Una vez perdí 15 millones de pesos en una mesa -recuerda

Por aquel tiempo vivía con un amigo en Santiago Centro. Se había alejado de la iglesia y de su familia, y a sus hijos, que fueron la razón por la que había comenzado a triangular dinero, ya casi no los veía. Cumplía con la pensión, pero nunca se las aumentó. Pese a eso, Lillo cultivó un perfil de generoso entre los amigos de la población donde creció. Le financió un disco a un grupo de música cristiana llamado Los Mariachis Para Cristo y, a veces, para tranquilizar la conciencia, compraba pañales, pagaba cuentas de servicios básicos y se hacía cargo de cualquier pedido urgente que le llegara. A todos les decía la misma frase: "Después arreglamos". Pero nunca nadie se lo devolvía.

Pese a todos los espacios que la plata llenaba, cuando bajaba de la euforia, él se enfrentaba a la soledad. Y eso lo deprimía.

-Lo pasaba bien, pero no era feliz -explica.

Y fue en esa búsqueda de estabilidad que, en marzo de 2012, conoció a Miriam Quijón, una productora de eventos de Lampa, de 37 años en ese tiempo, madre de tres hijos, a quien invitó a comer a un restaurante del Mall Plaza Norte. En aquella cita, cuenta él, le dijo que era huérfano, que no tenía hijos, y se presentó como un ejecutivo del Banco de Chile, con la excusa de hacer negocios con ella. Le comentó que tenía unos parlantes con los cuales amplificaba al coro de una iglesia y que estaba buscando alguien que pudiera sacarle más rendimiento, a cambio de quedarse con el 20% de las ganancias.

A Miriam Quijón la idea le sedujo. Hacía pocos meses la habían estafado y la posibilidad de asociarse asomaba como su único salvavidas. Le contó que estaba prácticamente en banca rota: debía algunos dividendos de su casa y también el sueldo de la nana. Lillo, entonces, se conmovió. Sacó de su mochila 2 millones de pesos en efectivo y se los pasó como quien entrega un ramo de flores.

-Lo hice porque quería ayudarla, como lo hacía con todos en esa época -agrega él.

Quijón aceptó agradecida, pero no fue ni su simpatía, ni la plata lo que terminó por cautivarla.

-¿Conoces a Dios? -le preguntó Lillo en la mitad de la cena.

Y ella rompió en llanto.

Miriam Quijón tiene 43 años, es cristiana, lleva el pelo liso y negro, y los labios pronunciados. Se toma una taza de té en pleno barrio Lastarria y recuerda esa primera cita como si hubiese sido un milagro:

-Tres semanas antes de conocerlo, yo le había pedido a Jesús que me presentara un buen hombre, que daba lo mismo si era gordo, flaco o chico. Y cuando lo conocí y me habló de Dios, yo dije: "Este es el angelito que pedí" -cuenta.

Desde entonces, las citas se volvieron diarias. Lillo siempre invitaba

-Me llevaba a buenos restaurantes, me hacía bonitos regalos, y cuando conoció a mis hijos, les compró ropa. Se gastó un millón de pesos en un rato. Era un gentleman que demostraba su poder adquisitivo -agrega



Un mes más tarde, durante el fin de semana santo de 2012, él le pidió alojamiento luego que le sacaran unas muelas. Pasó los tres días en reposo, pero nunca más se fue. Según cuenta ella, Lillo comenzó a hacerse cargo económicamente de la casa, una especie de acuerdo tácito que formalizó la relación. Gastaba alrededor de 3 millones de pesos mensuales en dividendo, mercadería y colegios, mientras ella se hacía cargo de la productora, cuyas ganancias eran reinvertidas en el negocio, del cual él no participaba.
Miriam Quijón asegura que ignoraba que su nueva pareja había estado casado, que tenía tres hijos, que era adicto a las prostitutas, que la plata que tenía no era suya, y que aunque salía todos los días rumbo al trabajo con el rótulo de ejecutivo, en verdad era un especialista de operaciones. Uno más del montón, pero millonario.



La buena relación entre ambos duró un año, hasta que Quijón comenzó a recibir correos electrónicos de una mujer desconocida, donde le decían que la vida de su marido era una farsa. Detrás de los mensajes estaba la examante de Lillo, la misma por la cual había terminado su primer matrimonio: "Hola, no nos conocemos, pero sé de ti por un amigo de Elías. Trabajé hace algunos años en el banco y al principio nos mirábamos solamente. Luego fuimos a una capacitación juntos y comenzó una linda amistad, que después se transformó en una relación. Imagino que al igual que a mí, él te llenó de mentiras", decía parte del correo.

A Lillo no le quedó otra que reconocer: dijo que estaba divorciado, que tenía tres hijos y que no era huérfano. Entendió aquello como una advertencia a las mentiras que aún ocultaba. Regresó a la iglesia para hacer penitencia y comenzó a asistir a un culto en Lampa, donde aportaba cada mes con un diezmo de 500 mil pesos. Quijón, al verlo comprometido con la religión, decidió darle un segundo aire a la relación, y el 29 de noviembre de 2014 se casaron, en una ceremonia sencilla en la casa que compartía la pareja.
Miriam Quijón recuerda algunos buenos momentos de aquel segundo intento, como los costosos regalos y las invitaciones a comer en BordeRío, que cada fin de semana él le hacía y donde se gastaban más de 200 mil pesos por noche; o el viaje a Tierra Amarilla, en marzo de 2015, cuando fueron a donar 4 millones de pesos en víveres para los damnificados de un aluvión que destruyó el pueblo.



Todo, sin embargo, se quebró a fines de ese mismo año, justo cuando estaban de aniversario. Ese día, mientras Miriam Quijón manejaba la camioneta de su marido, encontró un segundo celular que él mantenía oculto en el vehículo y se enteró que salía con prostitutas.

-Me quería morir. Nos juntamos en una bencinera en Maipú y le saqué la mierda. Le pegué combos, rasguños, lo dejé todo pelado. Él me decía: "Pégame nomás, si me lo merezco" -recuerda ella.

Y aunque Quijón lo echó de la casa, él nunca se fue. Al contrario, tomó algunos millones y en febrero de 2016 pagó un viaje a Estados Unidos para toda la familia. Fueron a Disney, un lugar donde Lillo creía que podía reconquistarla, pero al finalizar el viaje las cosas empeoraron. Durante ese año, ella comenzó a pedirle que transparentara sus cuentas corrientes, para tener la certeza de que no la estaba engañando con otras mujeres, pero él no aceptó. Aquello habría dejado en evidencia su incontrolable adicción al sexo y al juego, pero también los injustificables montos que provenían de la cuenta de su padre. Una pregunta se hizo recurrente cada vez que la pareja discutía: "¿De dónde sacái plata para mantener a tantas mujeres?", le enrostraba Quijón cada vez que se acordaba de las infidelidades.

-Me daba pena dejarlo, me inspiraba lástima -agrega.

Casi por inercia, el matrimonio continuó adelante por dos años más. Lillo estaba descontrolado. En 2017, explica, le diagnosticaron un trastorno del sueño, luego de que estuvo despierto dos semanas completas. Aunque sabía que todo estaba relacionado con su impulso de sacar plata ajena, no dejó de hacerlo. Al contrario, se volvió compulsivo, y durante la segunda mitad de 2017, en seis meses, trianguló aproximadamente 300 millones de pesos, 160 de los cuales fueron transferidos solo entre noviembre y diciembre de ese año. Con parte de ese dinero pagó un viaje a Las Vegas, donde celebraron Navidad y Año Nuevo.

Aquellas serían las últimas vacaciones familiares.

Cuando Elías Lillo no regresó de tomar desayuno, el 14 de mayo de este año, una alerta saltó en la Unidad de Control de Bancos Corresponsales. Su celular estaba apagado y sobre su escritorio solo había un computador y dos retratos: uno donde aparecía con sus hijos y otro en el que estaba con Miriam Quijón, abrazados durante una cena. Hasta ese momento, la indagatoria del área de fraudes solo investigaba cuatro transacciones, pero su ausencia profundizó las sospechas.

Esa misma tarde, y luego de deambular por Santiago, Elías Lillo habló con su esposa y nuevamente le mintió:

-Me dijo que había renunciado porque estaba estresado -dice Quijón

Pese a la tensa relación que desde hacía meses vivía la pareja, ella lo apoyó. Le sugirió que se tranquilizara y que aprovechara de descansar. Al día siguiente, cuando en el banco comenzaban a rumorear la existencia de un millonario fraude, Lillo no se levantó de la cama. Pasó así alrededor de una semana, deprimido e inquieto, hasta que una carta con el membrete del banco llegó a la casa en Lampa y, para mala suerte suya, la recibió su esposa. El documento decía que había sido despedido y que lo iban a denunciar por estafa.
-¿Qué significaba esto? ¿Qué cagada te mandaste? -le preguntó Quijón con el papel en la mano

Ella recuerda la escena

-Me pidió perdón, me dijo que no había sido capaz de contarme antes y que desde hacía muchos años que estaba metido en esto. Le pregunté dónde estaba la plata y me respondió que la había regalado y que se la había gastado en mujeres. Lloraba.

Ese fue el quiebre definitivo de la relación. Por la tarde, sacó sus cosas y se fue a dormir a una residencial de Santiago Centro, donde se quedó dos semanas. A los días se juntó con sus padres y les explicó lo que sucedía.

-He vivido en un mundo de mentira -recuerda Lillo que les dijo.

Contar la verdad fue un proceso doloroso. Tanto, que luego de eso desapareció y perdió contacto con todos los que lo conocían. Solo un amigo, que lo recibió en su casa en la Región de Valparaíso, sabía dónde estaba. Allí hizo catarsis durante varias semanas.

-Me encerré y lloré todo lo que tenía que llorar. También se me pasó por la mente matarme, pero después recapacité. Hasta que descubrí que estaba totalmente vacío y solo -explica.

Entre medio, su caso se hizo público. El 18 de julio pasado su nombre salió en la portada de la web de Radio Bío-Bío, que describía las transacciones como un "hackeo interno". A través de esa publicación, Lillo se enteró que el banco se había querellado en su contra y que la investigación del área de fraude había reconstituido las últimas 35 transacciones que había realizado a su padre, todas entre el 8 de mayo de 2017 y el 3 de mayo de 2018, por un monto de 475 millones de pesos en total. Ninguna de ellas tenía respaldos físicos y no existían los documentos que sustentaban dichos traspasos contables. Una fórmula que había ideado para evitar que lo descubrieran.

No era lo único que el banco le imputaba. La querella también decía que desde julio de 2008, existían otras 243 operaciones idénticas, pero de las cuales aún no se tenía claridad del destino final del dinero. La cifra total era grotesca: 2.594 millones de pesos en una década. Sobre el modo de operar, el requerimiento establecía que Lillo había engañado a sus supervisores para obtener su autorización, "haciéndoles creer que se trataba de actividades propias de su desempeño normal en el banco".

Elías Lillo no está seguro de que el monto por el cual lo están investigando sea correcto

-Con la mano en el corazón, no sé cuánto fue lo que saqué -explica

Desde el Banco de Chile declinaron dar información sobre el caso. Determinar la cantidad exacta del fraude y saber dónde está el dinero, si es que hay, son dos aristas que aún están en investigación por parte de la Fiscalía Centro Norte. Mientras eso ocurre, Elías Lillo ya contrató dos abogados, quienes le han aconsejado colaborar con la justicia, algo con lo que él está de acuerdo. Alejado del vertiginoso mundo de prostitutas, casinos, lujos y mentiras en el que solía vivir, Lillo espera el llamado en tranquilidad.

-Quiero que quede muy claro que todo esto lo hice yo solo -adelanta.

Aunque sabe que puede terminar en la cárcel, por primera vez, en diez años, se siente en libertad.
 
Al wn sólo lo descubrieron porque mediante un virus hackearon los sistemas del banco y ahí comenzaron a hacer auditorías internas... si no, otros 10 años cagandoselos de lo lindo...
Cuánto será lo que robó del Banco que les salió más barato agarrarlo y hacerlo público, en vez de cerrar los robos con plata.
 
Cuánto será lo que robó del Banco que les salió más barato agarrarlo y hacerlo público, en vez de cerrar los robos con plata.

Tan débil quedó la reputación del banco por su vulnerabilidad frente al ataque informático que terminó siendo un chivo expiatorio para hacer pensar que fué algo interno y no tanto la vulnerabilidad de sus sistemas frente a diversos ataques externos ya que ni tocaron las cuentas de los clientes y fue el principal caballito de batalla del banco frente a los cuenta correntistas, ya que fueron justamente estas cuentas de control de transacciones internacionales y entre bancos las que el o los hackers usaron para desviar platas hacia el extranjero y ahí en la auditoría les saltó esto entremedio... al final creo fue un ransomware diseñado específicamente para vulnerar al banco ya que según lo que leí en su momento se caian terminales de todas las plataformas del banco... y seguramente ahí las platas de la teleton se fueron a las cuentas del choclo Delano tambien.... (lo último es sarcasmo pero ultimamente mis análisis a la rapida son muy coherentes y certeros...)
 
Tan débil quedó la reputación del banco por su vulnerabilidad frente al ataque informático que terminó siendo un chivo expiatorio para hacer pensar que fué algo interno y no tanto la vulnerabilidad de sus sistemas frente a diversos ataques externos ya que ni tocaron las cuentas de los clientes y fue el principal caballito de batalla del banco frente a los cuenta correntistas, ya que fueron justamente estas cuentas de control de transacciones internacionales y entre bancos las que el o los hackers usaron para desviar platas hacia el extranjero y ahí en la auditoría les saltó esto entremedio... al final creo fue un ransomware diseñado específicamente para vulnerar al banco ya que según lo que leí en su momento se caian terminales de todas las plataformas del banco... y seguramente ahí las platas de la teleton se fueron a las cuentas del chocle delano tambien.... (lo último es sarcasmo pero ultimamente mis análisis a la rapida son muy coherentes y certeros...)
Recuerdo que habían reemplazado a varios informáticos de planta por caribeños, y al mes empezaron estos hoyos.
También son sistemas antiguos, no los pueden clonar-mejorar-merge porque eso es una tecnología de los extraterrestres, parece.
 
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