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La epopeya del SMS Emden en la primera guerra mundial

Cantania

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2018/05/21
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Uno de los capítulos más luminosos y épicos de la Armada Alemana durante la primera guerra mundial fue el que escribieron los barcos corsarios, que se lanzaron en soledad a la inmensidad del océano interceptando barcos enemigos hasta que fuesen capturados. Otro día voy a hacer un tema sobre esos corsarios, pero entre estos se destacó un crucero cuya tripulación vivió toda una aventura. Ese barco, del que trata el tema, fue el SMS Emden.

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El Emden era un Kleiner Kreuzer (crucero ligero) de la Kriegsmarine botado en 1908. En aquellos años los alemanes estaban conformando una gran flota de guerra en competición con Inglaterra, a quienes querían disputarle el control del mar, y el Emdem (que constituía clase con el Dresden, otro barco famoso) estaba en una línea de barcos ligeros que fuesen suficientemente rápidos para cruzar el océano cazando buques mercantes, y cortar las líneas de suministro del enemigo.

El crucero alcanzaba una velocidad máxima de 24 nudos (unos 44 Kmh), estaba propulsado por carbón, estaba armado de 10 cañones de 105 mm de tiro rápido y 8 de 58 mm, y era tripulado por 361 marinos. La idea tras el pequeño calibre de los cañones era disparar rápidamente y tener una nave ligera, pero esto se convirtió en el talón de Aquiles de la clase debido a que los cruceros británicos estaban artillados con cañones de 152 mm; además el crucero no contaba con cintura acorazada debido a que se consideró la cubierta curva como protección suficiente. Estos dos factores sellarían el destino de la nave al final.

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Ahora, si bien los alemanes tenían una armada de un tamaño respetable lo que no tenían eran suficientes bases alrededor del mundo, a diferencia de los británicos. No les quedó otra que conseguirse como pudiesen algunos puertos en diferentes zonas del mundo. Uno de esos puertos fue Tsingtao, una base alemana en China, donde estaba apostado un escuadrón de la Kriegsmarine. En 1910 la nave fue enviada a esa base, y ahí participó en la contención de la revuelta de los Sokehs en Phonpei.

Nuestra historia comienza una hermosa tarde del 29 de junio de 1914, cuando los marineros del barco escucharon por radio la noticia del asesinato del archiduque Franz Ferdinand de Austria ocurrido en Sarajevo. Ante esta información, el comandante Von Muller puso al Emden en estado de alerta e intensificó el adiestramiento de sus tripulantes con un mal presentimiento. No sería hasta un mes más tarde que los malos presentimientos del comandante se harían realidad: ese 31 de julio fue advertido desde Berlín de que la guerra contra Gran Bretaña, Francia y Rusia parecía inevitable, por lo que Von Muller dio la orden de apronte general. Los alemanes se prepararon como pudieron, bajo el temor de que les venía encima una guerra como nunca habían visto antes. Así que cuando estuvieron listos esperaron a la noche, y silenciosos bajo la oscuridad, salieron del fondeadero y se internaron en el Mar Amarillo a esperar la acción.

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El 4 de agosto los ingleses declaran el estado de guerra. Enterados en el Emden se ponen manos a la obra, y divisan un vapor ruso, el Ryazan, que navegaba haciendo labores de correo. Tras unos minutos el Emdem captura su primera presa, y la escoltan hacia Tsingtao. Felices por este primer acierto, los alemanes reciben la orden de dirigirse a la isla de Pagán, y tras juntarse con un crucero auxiliar y el buque carbonero Markomannia parten hacia donde se están juntando los barcos alemanes del pacifico para discutir lo que harían a continuación en esta guerra.

Cuando se juntó la escuadra alemana en la isla de Pagan el almirante Von Spee (el mismo de Coronel y Malvinas) les comunicó a todos que debían de volver a Europa a fin de combatir en aguas alemanas. Tendrían que cruzar medio mundo para llegar y la travesía seria dura, además del peligro que representaban las flotas británicas repartidas por globo, pero no había otra opción. En ese momento Von Muller propuso al almirante que dejara en libertad estratégica al SMS Emden y su tripulación, para embarcarse en una misión de corso que, a priori, parecía suicida. Von Muller fue insistente, y en conferencia en la cubierta del SMS Scharnhorst consiguió autorización para actuar por su cuenta atacando rutas comerciales británicas en el Océano Índico.

De esta forma nuestro barco inició, solo y por sus propios medios, una campaña como corsario, atacando el trafico mercante aliado en el Pacifico sur y el Índico. El objetivo era generar el mayor daño posible a los abastecimientos del enemigo, y a su vez intentar hundir al mayor número de naves enemigas. Más allá del Talento de Von Muller, quien solo tenía 40 años, este plan era muy peligroso, dado que las características técnicas del crucero (que vimos antes) lo hacían débil para actuar sin compañía de otros navíos.

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En los primeros días de Septiembre el capitán Von Muller consiguió la mitad de sus victorias, y el 22 de ese mismo mes atacó a cañonazos las instalaciones de la Burmah Oil Company en el puerto de Madrás. Con esta acción consiguió paralizar el comercio británico, ya que la noticia del bombardeo causó una enorme preocupación en los altamirazgos aliados, quienes ordenaron cerrar todos los puertos de la zona para evitar que el SMS Emdem se colara entre ellos. Esto obligó a su vez que los busques estuvieran obligados a permanecer anclados. Las escuadras aliadas recorrieron furiosamente los mares en busca del pequeño corsario, pero gracias a los extraordinarios telegrafistas del crucero, el SMS Emden lograba escabullirse de sus enemigos. Nadie lograba cazar al Emdem, y las correrías se seguían una tras otra.

Después, a finales de septiembre de 1914, el crucero se dirigió rumbo a la Isla Diego García. Esta paradisíaca isla ubicada en el océano Índico era una colonia inglesa. El objetivo de este destino era aprovisionar y reparar al crucero para el resto de la contienda. En estado de alerta, el navío arribó cautelosamente al puerto de la isla donde, para sorpresa de los tripulantes y del propio capitán del SMS Emden, fueron recibidos con gran afecto por parte de los británicos. Como en la isla estaban aislados ninguno de sus habitantes sabía del estado de guerra existente, ya que ni siquiera tenían en la isla una radio. Inesperadamente, los alemanes fueron atendidos, festejados y avituallados por la desinformada colonia, sin sospechar que estaban agasajando a sus propios enemigos. Tras descansar la fatiga acumulada, comer como nunca y ser reabastecidos, los alemanes partieron aguantándose la risa con el fin de continuar su misión como corsarios. Posteriormente los isleños se querrían morir al saber lo que había pasado.

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El buque siguió operando por el océano Índico y el de noviembre, después de hundir más mercantes, se dirigió a las Islas Cocos (Australia) donde existía una estación de radio, central de unión de los cables submarinos de Australia. Del crucero alemán desembarcaron cincuenta hombres al mando del teniente Hellmuth von Mücke, con el objetivo de destruir las instalaciones. El problema fue que la dotación de la estación de radio de la isla se dio cuenta de la trampa y alertó inmediatamente la presencia del Emden. La alerta fue recibida por el crucero HMAS Sídney que se encontraba cerca y acudió en seguida a las coordenadas. El Emdem podría haber huido a tiempo pero los radiotelegrafistas alemanes calcularon mal la distancia del Sídney y por ende el tiempo que tenían. Este error sería fatal.

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Cuando los alemanes estaban finalizando las maniobras de inutilización de las instalaciones enemigas, se les vino encima sorpresivamente el Sídney, mucho mejor armado que el SMS Emden. No había donde ir, así que Von Müller cortó amarras y aceptó el desigual combate.

Se inició el combate y los proyectiles del Sydney cruzaron el cielo para levantar enormes columnas de agua, mojando a los marinos agradecidos de no haber sido alcanzados. El Emdem abre fuego, pero los artilleros ven con preocupación cómo las granadas no llegan al enemigo. El calibre de los cañones del Emdem es menor al de su enemigo y por tanto los disparos no llegan tan lejos. La única forma de ofrecer batalla era precisamente acercarse al buque enemigo.

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Así el Emdem avanzó hacia el fuego del Sídney. Los artilleros logran achuntar al Sídney varios tiros. Pero una vez que el humo de las detonaciones se disipa los alemanes ven consternados que no hacen el daño esperado. El Emdem da golpes, pero no son lo suficientemente fuertes para noquear, y la respuesta del Sídney es tremenda y contundente. Fierros torcidos vuelan por los aires mezclados con humo, sangre, y gritos de marineros. Los alemanes responden con todo lo que tienen a fin de lograr devolver el daño, pero las descargas que caen de vuelta son terribles. Balas atraviesan el barco y los heridos se multiplican, mientras el barco maniobra para tratar de esquivar los golpes que vienen desde el Sídney.

Los ingleses, conscientes de su mayor alcance, viran y se alejan del Emdem. Recargan los cañones y se ubican en una posición en donde las balas del Emdem no logran alcanzarlos. Una vez que las columnas de agua rodean el barco los ingleses inician el castigo y descargan todo lo que tienen sobre el Emdem.

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Después de 30 minutos de combate, el SMS Emden era un relicto en llamas con 134 muertos de los 178 hombres que iniciaron el combate. Hay incendios en el barco y los pocos cañones que funcionaban disparaban balas que no servían. La batalla estaba perdida, y los pocos supervivientes dirigen como pueden el barco hacia la Isla Norte. Von Muller, herido, hace encallar el barco maltrecho y humeante para evitar que se hunda con todos los heridos dentro.

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Una vez que el Sydney capturó al Emden y finalizó el combate los pocos supervivientes fueron hechos prisioneros y a von Müller se le permitió conservar su espada en honor a su valentía. La tripulación y su comandante fueron recluidos en la Isla de Malta, que era colonia británica, y luego el capitán de fragata Karl von Müller fue trasladado al Reino Unido a un campo de oficiales alemanes prisioneros. Aun así el daño efectuado por un solo barco fue tremendo, y el aporte a la guerra realizado fue enorme para un barco ligero y pequeño. Por otra parte al final de la guerra el comandante fue repatriado. En su país se le concedió la Medalla al Mérito y finalmente murió de malaria, la cual había contraído 23 años atrás, en 1923.

Ahora bien, los marinos que habían desembarcado en la Isla Cocos y que no lograron subir al Emden tuvieron su propia travesía para llegar a casa.

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El teniente von Mücke, que aún seguía en la isla y cuyo crucero ya no existía más, decidió actuar para poder escapar con sus hombres y no terminar prisioneros. Frente la estación de los Cocos había una pequeña fragata de madera de unas 97 toneladas, que era utilizada para el servicio entre islas. El teniente ordenó embarcar en ella agua y provisiones que fueron entregadas por la misma gente de la estación, quienes querían que se marchasen de allí y evitar una batalla en la isla. La pequeña embarcación atravesó todo el océano Índico hasta la actual Indonesia. Allí se pusieron en contacto con el cónsul alemán, quien les proporcionó un barco a vapor, con el que los marineros navegaron hasta el Mar Rojo. Una vez allí, ante la presencia de barcos ingleses, se vieron obligados a desembarcar. Continuaron a pie hasta encontrar la vía de tren que comunicaba Constantinopla con Arabia. Los turcos impidieron su salida, pero los alemanes finalmente escaparon y se encaminaron al norte, en busca de la vía ferroviaria. Esta odisea terminó en mayo de 1915, cuando lograron arribar a Constantinopla y fueron recibidos con honores. Von Mücke llegó a Alemania como un héroe. En la época de posguerra criticó severamente a los nazis y especialmente a Hitler, por lo que fue llevado a un campo de concentración entre 1937 y 1939.

Los marineros del SMS Emden fueron unos valientes. Con un barco pequeño hicieron un tremendo daño a su enemigo, y cuando enfrentaron la batalla final no retrocedieron ante su destino. Los pocos marinos que volvieron fueron héroes, y demostraron que con valentía y astucia se puede hacer frente a las adversas situaciones.

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Unos valientes los del emdem. La flota alemana tuvo grandes glorias durante la Guerra, pero la historiografía gringa se ha ocupado de dejarlos en silencio.

Otra gran epopeya fue en Coronel, en chilito, donde uno de esos navíos, el dresden, tuvo de cabeza a los británicos buscándolos por todas partes.
 
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