niggatzu
Plasta
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Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución
En Suecia la familia convencional ha ido desapareciendo en las últimas décadas. Año tras año va cediendo terreno en favor de la individualidad más absoluta o, en su defecto, de la familia monoparental
Es muy probable que ambos formen parte de ese porcentaje, 40% y aumentando, de ciudadanos de Suecia que vivirán solos toda su vida. Y quizá también de ese 25% que muere en absoluta soledad
Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución
Entre el joven que se masturba como un mono a cambio de una compensación económica y la mujer que pagará para concebir con su semen no existe relación alguna. Jamás se han visto ni se verán o, al menos, no se reconocerán. Más aún, es muy probable que ambos formen parte de ese porcentaje, 40% y aumentando, de ciudadanos de Suecia que vivirán solos toda su vida. Y quizá también de ese 25% que muere en absoluta soledad, sin que nadie los eche en falta. En algunos casos, tan sólo el hedor de sus cadáveres putrefactos alertará a sus vecinos, semanas o meses después. Pero no hay de qué preocuparse, eficientes funcionarios suecos efectuarán las pesquisas oportunas para averiguar quién es el difunto, si tiene algún familiar y, de existir, si puede ser localizado. De lo contrario, todas sus pertenencias pasarán al Erario Público y servirán para engrasar la eficiente e impasible maquinaria del Estado.
Un nuevo y temible paradigma
Este es el paradigma de una sociedad cuyos individuos se independizaron unos de otros en lo material, para más tarde desvincularse también en lo emocional. La interdependencia y la complementariedad dejaron de ser valores positivos para percibirse como formas sutiles de esclavitud contra las que políticos y burócratas luchan denodadamente.
La ingeniería social, apoyada en un Estado de Bienestar llevado a sus últimas consecuencias, parece estar alumbrando una nueva especie humana
La ingeniería social, apoyada en este caso en el Estado de Bienestar llevado a sus últimas consecuencias, parece estar alumbrando una nueva especie humana, con personas que encuentran gratificante hablar con los árboles, comunicarse con la naturaleza en una especie de relación mística, pero se sienten turbadas si deben establecer algún tipo de relación emocional con sus iguales.
Nos encontramos en un mundo donde la calle no es un lugar de encuentro, de relación, de intercambio, sino un espacio impersonal de idas y venidas apresuradas, de gentes que caminan, o conducen su vehículo, silenciosas yendo de casa al trabajo, al supermercado y de vuelta a casa. Con el tiempo, también el trabajo dejará de ser una actividad socializadora por obra y gracia de la revolución tecnológica, algo que implicará un alivio para los sujetos pues todos lo que no sea centrarse en uno mismo, y en sus íntimas aspiraciones, resultará estresante y bastante insoportable.
La deshumanización
En este entorno no hay tiempo ni ganas de contemporizar con las vidas y experiencias de los demás; los otros no importan. Al fin y al cabo, se pagan elevados impuestos para que el Estado se haga cargo de todas las contingencias humanas. Relacionarse con otras personas forma parte del pasado, de una sociedad primitiva, cuyas tradiciones son estructuralmente opresivas. Una sociedad que era necesario cambiar. El simple hecho de atender a un extraño, hablar con él, es hoy para muchos un pequeño tormento. Pero imaginarse conviviendo con una persona a la que por fuerza se ha de tratar a fondo, resulta un sacrificio insufrible y, por tanto, moralmente inaceptable. Mucho mejor la soledad.
Los ciudadanos, lejos de liberarse, acaban dependiendo intensamente del Estado
Así es la nueva sociedad hacia la que algunos quieren conducirnos. Una sociedad en la que el Estado de bienestar “liberaría” a mujeres y niños del yugo de unas relaciones que, de otro modo, no serían del todo voluntarias. Lo que quizá pasan por alto es que tal liberación resulta bastante discutible cuando los ciudadanos, lejos de liberarse, acaban dependiendo intensamente del Estado. Y, entre ser dependiente de padres, esposos, esposas, hijos, familiares o serlo de los funcionarios del Estado de bienestar, quizá sea preferible lo primero. Especialmente cuando lo segundo implica insoportables dosis de aislamiento y soledad… Y la sospecha de que tu origen se encuentra en una jeringuilla desechable.
https://disidentia.com/suecia-suicidio-social-sutil-temible-revolucion/
En Suecia la familia convencional ha ido desapareciendo en las últimas décadas. Año tras año va cediendo terreno en favor de la individualidad más absoluta o, en su defecto, de la familia monoparental
Es muy probable que ambos formen parte de ese porcentaje, 40% y aumentando, de ciudadanos de Suecia que vivirán solos toda su vida. Y quizá también de ese 25% que muere en absoluta soledad
Suecia y el suicidio social: la sutil pero temible revolución
Entre el joven que se masturba como un mono a cambio de una compensación económica y la mujer que pagará para concebir con su semen no existe relación alguna. Jamás se han visto ni se verán o, al menos, no se reconocerán. Más aún, es muy probable que ambos formen parte de ese porcentaje, 40% y aumentando, de ciudadanos de Suecia que vivirán solos toda su vida. Y quizá también de ese 25% que muere en absoluta soledad, sin que nadie los eche en falta. En algunos casos, tan sólo el hedor de sus cadáveres putrefactos alertará a sus vecinos, semanas o meses después. Pero no hay de qué preocuparse, eficientes funcionarios suecos efectuarán las pesquisas oportunas para averiguar quién es el difunto, si tiene algún familiar y, de existir, si puede ser localizado. De lo contrario, todas sus pertenencias pasarán al Erario Público y servirán para engrasar la eficiente e impasible maquinaria del Estado.
Un nuevo y temible paradigma
Este es el paradigma de una sociedad cuyos individuos se independizaron unos de otros en lo material, para más tarde desvincularse también en lo emocional. La interdependencia y la complementariedad dejaron de ser valores positivos para percibirse como formas sutiles de esclavitud contra las que políticos y burócratas luchan denodadamente.
La ingeniería social, apoyada en un Estado de Bienestar llevado a sus últimas consecuencias, parece estar alumbrando una nueva especie humana
La ingeniería social, apoyada en este caso en el Estado de Bienestar llevado a sus últimas consecuencias, parece estar alumbrando una nueva especie humana, con personas que encuentran gratificante hablar con los árboles, comunicarse con la naturaleza en una especie de relación mística, pero se sienten turbadas si deben establecer algún tipo de relación emocional con sus iguales.
Nos encontramos en un mundo donde la calle no es un lugar de encuentro, de relación, de intercambio, sino un espacio impersonal de idas y venidas apresuradas, de gentes que caminan, o conducen su vehículo, silenciosas yendo de casa al trabajo, al supermercado y de vuelta a casa. Con el tiempo, también el trabajo dejará de ser una actividad socializadora por obra y gracia de la revolución tecnológica, algo que implicará un alivio para los sujetos pues todos lo que no sea centrarse en uno mismo, y en sus íntimas aspiraciones, resultará estresante y bastante insoportable.
La deshumanización
En este entorno no hay tiempo ni ganas de contemporizar con las vidas y experiencias de los demás; los otros no importan. Al fin y al cabo, se pagan elevados impuestos para que el Estado se haga cargo de todas las contingencias humanas. Relacionarse con otras personas forma parte del pasado, de una sociedad primitiva, cuyas tradiciones son estructuralmente opresivas. Una sociedad que era necesario cambiar. El simple hecho de atender a un extraño, hablar con él, es hoy para muchos un pequeño tormento. Pero imaginarse conviviendo con una persona a la que por fuerza se ha de tratar a fondo, resulta un sacrificio insufrible y, por tanto, moralmente inaceptable. Mucho mejor la soledad.
Los ciudadanos, lejos de liberarse, acaban dependiendo intensamente del Estado
Así es la nueva sociedad hacia la que algunos quieren conducirnos. Una sociedad en la que el Estado de bienestar “liberaría” a mujeres y niños del yugo de unas relaciones que, de otro modo, no serían del todo voluntarias. Lo que quizá pasan por alto es que tal liberación resulta bastante discutible cuando los ciudadanos, lejos de liberarse, acaban dependiendo intensamente del Estado. Y, entre ser dependiente de padres, esposos, esposas, hijos, familiares o serlo de los funcionarios del Estado de bienestar, quizá sea preferible lo primero. Especialmente cuando lo segundo implica insoportables dosis de aislamiento y soledad… Y la sospecha de que tu origen se encuentra en una jeringuilla desechable.
https://disidentia.com/suecia-suicidio-social-sutil-temible-revolucion/