Por supuesto.
Pero no en el sentido material, sino y especialmente se aprovecha de los moralmente pobres, prometiendoles el cielo en la tierra a cambio de unirse y dejarse poseer por la violencia y la revolución.
El demonio comunista se alimenta del odio que puede inocularse transversalmente, en un "proletario" cualquiera, desde un obrero explotado, hasta un comunista caviar, o como hoy, a cualquier integrante de las "minorías" étnicas o de otro tipo a quienes el comunismo de identidad ofrece "salvación" bajo su ideología sectaria.
El comunismo no es simplemente un sistema político o económico (como los que nunca han oído hablar del manifiesto comunista creen) sino que es algo mucho más amplio: es una ideología sectaria que somete bajo una tiranía a quien cree en ella.
Es un sistema completo de antivalores (basados en la envidia, resentimiento, pereza -que el estado o en la versión renovada, llamada globalismo, la inteligencia artificial me mantenga- violencia, odio, etc.) dirigida a la destrucción de todo el orden social.
Como lo definía el propio Marx, es un
espectro.
En palabras simples, un espectro del mal, que busca que la sociedad se destruya a sí misma mediante el odio y la constante lucha de clases entre todos los grupos sociales.
La sociedad, tras su rebelión, es despojada de sus derechos y es sometida al gran líder, que gobierna sin contrapeso al dirigir el odio de unos contra los otros, lo que les impide volver a unirse en su propia defensa y le perpetúa en el poder tiránico.
Es el odio entre unos y otros como forma de gobierno, y es transformar progresivamente a los individuos en pequeños tiranos, que al formar a una masa relevante, terminan llevando al gran tirano al poder.