Sebastián Piñera sepultó su carrera política, al no saber enfrentar las protestas de octubre de 2019: Aun disponiendo de todas las herramientas legales (constitucionales) para reestablecer el orden, prefirió bajarse los pantalones y dejar que la extrema izquierda se lo metiera a más no poder, con cocos y todo, escurriendo leche entre las piernas.
Esto último, se consolidó con el nefasto Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución; que al presente se ve como un acta de rendición, frente a los intereses del zurderío opositor. Incluyendo el controvertido episodio de comer pizzas con la familia (mientras el país ardía), todo confluyó en imágenes elocuentes.
La política, antes que ejercicio del poder, es una sucesión de símbolos y/o prácticas (hasta de rituales, si se quiere). Los símbolos quedan en la gente e influyen significativamente al electorado (Ej. La escoba de Carlos Ibañez del Campo en la década del 50, la política 'en la medida de lo posible' de Aylwin, el delantal blanco de Bachelet, etc.)
Hoy en día, Piñera está irremediablemente asociado a la cobardía de rendirse ante la revuelta del PC-Frente Amplio, la traición a sus votantes (Ej. El fallarle a la denominada 'familia militar') y el rodearse de personajes controvertidos (Ej. Cecilia Pérez, Jaime Mañalich, etc.)