Qué admirable ambos. Su fascinación por el escepticismo y por poner al hombre en su lugar ya lo quisiéramos ver en las "ciencias" sociales, en la metafísica, en la psicología, sociología y, obvio, en la política.
Qué ganas de leer u oír de un politíco decir "El universo no parece ni benigno ni hostil, simplemente indiferente a las preocupaciones de seres tan insignificantes como nosotros", que sería el equivalente a decirle al hombre "Que usted lo quiera, no significa que se cree; lo que usted se represente, no tiene por qué ser".
Solo con esa honestidad que nos enseñó especialmente Sagan, se le podría decir al hombre que "allá afuera" no hay nada; que valore lo que ha logrado crear; que aprecie cómo la civilización lo ha alejado de la bestia y piense cuánto va a durar en medio de esa indiferencia si sigue minando el delicado y feble proceso civilizatorio.