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Alexander Alekhine un Jodido y un Genio sobre el tablero de ajedrez!!

ruftata

Hij@'e Puta
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El legendario Campeón del Mundo Alexander Alekhine era un genio sobre el tablero, pero su vida fuera del mundo de las 64 casillas, al parecer, no era tan maravillosa como dentro de ellas.
No son pocos quienes en su epoca hablaron más de alguna peste del brillante campeón. Uno de ellos es el gran ajedrecista y psicólogo norteamericano Ruben Fine, quién en su obra "Psicología del jugador de Ajedrez", se refiere a la vida de Alekhine, de la siguiente manera:

ALEJANDRO ALEKHINE (1892 – 1946) fue el sádico del mundo del ajedrez. Vástago de una acaudalada familia rusa, vino al mundo en Moscú, el año 1892. Como excepción, fue la madre, según se dice, quien le enseñó a jugar al ajedrez siendo niño, y pronto se convirtió en fanático entusiasta del juego.
En el colegio, se pasaba la mayor parte del tiempo jugando partidas a ciegas. Sus progresos fueron tan rápidos que a los dieciséis años ya era maestro. La fortuna familiar le permitió dedicar al ajedrez muchas horas (al extremo que su padre se dió el lujo de perder en el casino de Montecarlo dos millones de rublos).
En San Petersburgo, el año 1914, Alekhine obtuvo su primer auténtico éxito internacional: terminó tercero, detrás de Lasker y Capablanca. Una calurosa amistad se desarrolló entre Alekhine y Capablanca, que contrasta enormemente con el encarnizamiento que los mantuvo alejados en sus últimos años.
Durante la guerra y la revolución subsiguiente no hubo ocasión para la actividad ajedrecista. Alekhine pasaba por haber sido miembro del partido comunista. Una vez estuvo quince días recluido en una cheka, como sospechoso de haber transmitido información secreta. Sus conocimientos de lenguas extranjeras le valieron un cargo en el Ministerio del Exterior. Utilizó el puesto para incluirse en una delegación que iba a enviarse al extranjero y se separó de ella al llegar a Alemania (!).
Hacia 1921 ya estaba fuera de la URSS y se convirtió en maestro ajedrecista profesional, continuando así durante el resto de su vida. En 1929 se doctoró en Derecho por la Sorbona, pero nunca ejerció la carrera.
En el período de posguerra, Alekhine fue clasificado tercero del "ranking" mundial, tras Lasker y Capablanca. Como quiera que Lasker se retiró pronto, sólo Capablanca quedó delante de él. Dedicó sus esfuerzos durante años a la tarea de derrotar al cubano. Estudió sus partidas, trabajó con empeño, escribió algunos interesantes libros y, por fin, consiguió obtener el título mundial en 1927.
Una vez que venció a Capablanca, la actitud de Alekhine hacia el cubano dió un giro de ciento ochenta grados. Eludió el "match" de desquite recurriendo a cuantas triquiñuelas fue capaz de imaginar. En una ocasión en que Capablanca reunió la bolsa de 10.000 dólares requerida, Alekhine exigió que se le pagara en oro, ¡porque el dólar ya no tenía el mismo valor!
Cerró a Capablanca el camino a todos los torneos en los que él participaba, mediante el eficaz sistema de pedir honorarios de cifras extravagantes, que las comisiones organizadoras no podían aceptar. Ambos jugadores no volvieron a encontrarse en ningún torneo hasta 1936, cuando Alekhine ya había perdido el campeonato y no estaba en situación de dictar condiciones.
Evitar sistemáticamente a Capablanca, desde luego, tenía una determinación neurótica. No cabe la menor duda de que en los años comprendidos entre 1928 y 1934, Alekhine hubiese ganado con bastante facilidad; su ajedrez había alcanzado en ese período un nivel de extraordinaria altura, mientras que el del cubano se encontraba en pleno declive.
Alekhine llegó al increíble extremo de eludir toda mención del nombre de Capablanca. En 1937, en un torneo ajedrecista que se celebraba en Margate (Inglaterra), sir John Simon, entonces Ministro del Interior, pronunció unas palabras de inauguración. Lo que dijo no tenía particular importancia, pero citó el nombre de Capablanca en el curso de la alocución. Inmediatamente, Alekhine se puso en pie y abandonó la sala de modo ostentoso. El enemigo debe ser totalmente exterminado, hasta su nombre tiene que desaparecer.
El período inicial de su etapa de campeón, de 1927 a 1934, vió a Alekhine en la cima de su potencia. Entonces comenzó a beber sin medida, su juego fue menoscabándose y empezó a manifestar algunos síntomas de megalomanía.
En 1935, se organizó en Varsovia un torneo internacional, por equipos. Alekhine jugaba como primer tablero por Francia, ya que se había nacionalizado francés. Sin embargo, durante el viaje llegó a la frontera polaca sin pasaporte. Cuando los funcionarios le pidieron la documentación, Alekhine replicó: "Soy Alekhine, campeón mundial de ajedrez. Tengo un gato llamado "Ajedrez". No necesito documentos." La cuestión tuvo que ser arreglada por las más altas autoridades.
En 1935, sus aberraciones le produjeron la pérdida del título ante el doctor holandés Max Euwe. Aunque lo recuperó en 1937, ya era evidente que muchos ajedrecistas de la generación más joven se encontraban por entonces a su misma altura y algunos, incluso, le superaban.
Durante la guerra, Alekhine se hizo colaboracionista nazi. Redactó una serie de artículos, dentro del espíritu "ario", en los que "demostraba" que los judíos no podían jugar al ajedrez y que habían contaminado la pureza del juego. Como quiera que muchos de sus colegas eran judíos, se vio boicoteado por ellos, después de la guerra. Botvinnik, una excepción, le retó a una "match", en 1946, el cual se celebraría en Londres. Poco antes de la fecha señalada para este encuentro, Alekhine falleció en Lisboa, de un ataque cardíaco.
Según una noticia transmitida por radio durante la guerra, Alekhine pasó una temporada recluido en un sanatorio de Vichy (Francia); pero no he logrado obtener más detalles.
Las relaciones de Alekhine con las mujeres fueron señaladamente tumultuosas. Se casó cinco veces. Sus dos últimas esposas eran mucho mayores que él; una de ellas le llevaba treinta años, la otra, veinte. Se rumoreaba que se quedó impotente en edad temprana (!). Con su última esposa se manifestó abiertamente sádico.
En sus últimos años, Alekhine ofreció otras excentricidades también. Trataba a las personas como si fueran simples peones en el tablero de ajedrez. En cierta ocasión, tenía programada una exhibición de cuarenta simultáneas, en México; a última hora, apareció un personaje de cierta importancia política, que también deseaba jugar, y se añadió un tablero más, el número cuarenta y uno. Alekhine lo tiró al suelo deliberadamente. Una vez, se presentó a dar una exhibición tan borracho que empezó a orinarse en el piso y la exhibición tuvo que interrumpirse. Poco antes de una partida, en el curso del "match" de 1935 contra Euwe, le encontraron tendido en un campo, completamente ebrio.
A diferencia de Capablanca, Alekhine adoraba el ajedrez. Jugaba muy a menudo y cuando no lo hacía estudiaba. Solía decir que, incluso estando de viaje, dedicaba cuatro horas diarias al ajedrez.
De nuevo reconoce uno en él un vigoroso componente fálico-narcisista. En primer lugar, el juego representaba para Alekhine un arma de agresión, un medio para destruir a rivales que no podía derrotar de otra manera. Al compararle con Capablanca, dos detalles reclaman atención: Alekhine aprendió a mover las fichas enseñado por su madre, Capablanca por su padre. De aquí que, para Alekhine, seguir practicando el ajedrez significase vencer a la madre (incluso decía que jugaba al ajedrez en la cama con su última esposa, que era lo bastante vieja como para ser su madre). Para Capablanca, continuar en el ajedrez representaba estar alejado de la madre, de forma que el juego le aburrió.
El estilo de juego de Alekhine se determina fácilmente: era el gran exponente del ataque por sorpresa. Le gustaba pensar de sí mismo que constituía el más importante jugador de ataque de la historia del ajedrez. Salta a la vista que ese espíritu de acometividad representaba para él una sublimación de los impulsos sádicos hacia su padre. Cuando tenía a un hombre batido, deseaba destruirle; lo que intentó en la vida real con Capablanca, lo desarrollaba de forma simbólica sobre el tablero.
Al propio tiempo, sobre todo en su época final, Alekhine manifestó una acusada debilidad en su juego defensivo. Psicológicamente, la razón está clara: proyectaba sus instintos sádicos hacia el adversario, y temía el completo aniquilamiento que le hubiera gustado infligir.
Probablemente, Uds. puedan pensar otra cosa, en fin.
 
Creo que alekhine es un antronero de tomo y lomo!!!
 
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