En la URSS si bien la gente no moría de hambre (excepto los casos puntuales de hambrunas provocadas deliberadamente por la URSS como consecuencia de la colectivización de la tierra y la expropiación de los granos), la comida en la URSS escaseaba bastante debido justamente, al socialismo, pues se trataba de un régimen de economía centralmente planificada, en donde el Estado era quien distribuía los alimentos según las cartillas de racionamiento, es decir, cada familia solamente podía consumir una ración determinada y muy limitada de alimentos asignados por el Estado.
Esto es por ejemplo un extracto de un libro de Lilianna Lunguiná, autora rusa que describe la vida cotidiana en la URSS:
"El almacén se encontraba en el famoso edificio del muelle que tiempo después describió Trífonov en su novela. Una o dos veces por semana se podía pasar por el punto de aprovisionamiento y canjear los bonos de la cartilla. O sea, que nuestras necesidades esenciales (repito, era un nivel de vida deplorable) estaban cubiertas. La vida de mis amigos de la escuela era muy distinta. Por ejemplo, mi amiga íntima, Nina Popova, era hija de una costurera que trabajaba en un taller. Vivía con su madre y su hermana pequeña en Marina Roscha, igual que muchos otros compañeros de clase. La primera vez que fui a su casa, me enteré, para mi gran sorpresa -sean condescendiente con mi ingenuidad y estupidez-, de que no todas las familias preparan el almuerzo. Jamás lo hubiera sospechado. Y mira por dónde, lo descubrí de golpe, descubrí que había familias donde no se almorzaba. Me quedé pasmada. Tan pasmada que lo recuerdo incluso ahora. En esas familias, en vez de comer, bebían té, con azúcar si es que había, o sin nada, y comían pan con un poco de sal y aceite vegetal. Así era la comida de Nina Popova".