En una crisis espiritual y religiosa de los seres humanos. La religión es lo que más lento progresa, más lento que la ciencia o la filosofía, y en cada intento de avanzar se produce una tremenda resistencia de aquellas convensiones, dogmas, ceremonias, que se niegan a morir y que tienen poca o nada significación espiritual pero que de todas formas desaparecerán porque lo que no es real no permanece, por todo lo que no termina cambiando, termina muriendo sin antes dar una cruenta batalla por su supervivencia. Pero la Verdad es dinámica y nunca estática. Las religiones del hombre serán reemplazadas por la religión personal y del espíritu, y cuando esto ocurra, comenzará una evolución sin precendentes. Hay que precisar sí que el hecho de que progrese lento no es algo fortuito sino natural de la evolución que, en efecto, tiene algo positivo, como afiatar y consolidar en pos de la unidad cultural.
No existe ética y moral más alta que las que nos legó Jesús cuando encarnó en la tierra, porque Jesús vivía tan a la par con la Voluntad de Dios que era Uno con ÉL. Eran UNO SOLO, y Dios jamás comete errores y se arrepiente de nada. Es imposible para una criatura finita con una mente ligada al espacio y al tiempo comprender los misterios de la Trinidad que es infinita y eterna. Jesús actuó como Dios hubiese actuado si hubiese estado entre nosotros.
Creo que el cristianismo en esencia, que es lo que ha perdido el cristianismo paradójicamente olvidando el mensaje central de Cristo, se mantiene más vivo que nunca: La regla de oro de "no hacer lo que no quisiera que te hiciesen", "haz lo que quisieras que te hiciesen" o aún más mejor "haz a los demás lo que crees que Dios haría por ellos" son máximas que apelan a aquellos valores superhumanos y estimulan ciertamente el desarrollo espiritual. No hay ser que se diga ético o moral que no pueda honrar las máximas cristianas como la que pregona la hermandad entre los hombres y la filiación amorosa del Padre Celestial y sus valores asociados y exaltados como lo son la misericordia, la lealtad, la humildad y el altruismo desinteresado.
Lo que faltan son segadores. Enviados del cielo que sean una revelación en sí del Amor del Padre del Cielo que atraigan a los hombres a la salvación de la aceptación de la paternidad de Dios. Y faltan reformar las iglesias de los hombres para que vuelvan al mensaje central de Jesús, o mejor aún, captar lo mejor de todas las religiones y hacer una síntesis que sirva de guía moral para los pueblos del mundo.