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El Cura Ajedrecista...Anecdotas del Ajedrez chileno!!

ruftata

Hij@'e Puta
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El Cura Ajedrecista

El maestro Velásquez es una de las máximas glorias del ajedrez chileno. Sin embargo nunca ha logrado ser campeón nacional y una vez dejó escapar la norma definitiva que lo consagraba como maestro internacional. Su estilo de juego es agresivo y vivaz, siempre juega a ganar y no le importa sacrificar una pieza con tal de obtener el triunfo. Con su estilo llamativo se ha ganado la admiración de los aficionados y todavía en la mesa donde juega una gran cantidad de espectadores lo rodea, pese a que su participación en torneos ha disminuido.
En la década del 70’ era uno de los mejores maestros y animador indiscutido de los torneos nacionales. En ese tiempo el campeón de Chile se coronaba en una final entre 14 jugadores que previamente clasificaban en torneos preliminares. Estos campeonatos semifinales generalmente se jugaban en provincia y normalmente clasificaban a dos jugadores para esa final.
Esta historia sucedió durante un torneo semifinal en Osorno, ciudad del sur de Chile, en esa época al maestro le correspondió jugar su clasificación allí. Por supuesto que la noticia de la llegada del maestro Velásquez causó revuelo en la zona y los medios de comunicación locales se encargaron de difundirla. El maestro fue recibido como un ídolo y era el favorito para imponerse en esa semifinal.
Cumplida la cuarta ronda el maestro se ubicaba tranquilamente en el primer lugar. Luego de ganar su partida Velásquez salió a recorrer las calles de la ciudad antes de ir a descansar. Inesperadamente comenzó a llover en forma violenta y buscó algún lugar donde refugiarse; tras caminar algunos pasos divisó una iglesia y se ubicó en su portal.
Mientras esperaba que la lluvia terminara el maestro observó hacia el interior de la iglesia y su sorpresa fue mayúscula cuando vio al sacerdote y su monaguillo jugando una partida de ajedrez. La pasión por el juego es demasiada y el maestro se decidió a golpear la puerta.
Se acercó el sacerdote y Velásquez le explicó que era un maestro de ajedrez que estaba jugando un torneo en esa ciudad y lo había sorprendido la lluvia. Le solicitó al sacerdote que le permitiera entrar a la iglesia un momento en espera de una escampada. El cura lo invitó cordialmente, abrió una botella de su mejor vino y le propuso a Velásquez que jugaran algunas partidas. El maestro aceptó gustoso y empezaron el juego. Velásquez pensaba distraerse un rato en compañía del sacerdote y de unos buenos vasos de vino.
El juego seguía un curso normal hasta que el sacerdote realizó un par de jugadas magistrales y consiguió el triunfo, primera sorpresa para Velásquez, 1 a 0 en contra. El maestro pensó que se había distraído y por esa razón perdió esa partida. La noche siguió su marcha y los ajedrecistas continuaron el juego durante un buen tiempo, resultado final: ¡8 a 0 a favor del sacerdote! El maestro no lo podía creer, lo único que buscaba era entretenerse un momento ganando unas partidas de ajedrez a un cura y terminó humillado con una derrota de 8 a 0. Abandonó el lugar absolutamente confundido, ni siquiera el excelente vino ingerido esa noche logró confortarlo.
Finalmente el torneo semifinal en Osorno concluyó con el triunfo del maestro Velásquez junto con su anhelada clasificación a la final del torneo de Chile.
A la ceremonia de clausura llegaron las autoridades de la ciudad encabezadas por el Alcalde y para sorpresa de Velásquez también acudió el sacerdote que le había propinado la paliza de su vida.
El maestro trató de ocultarse mientras el cura manifestó a los presentes que andaba buscando un hijo suyo. Al momento de encontrarlo dijo que allí estaba el hijo que buscaba: el maestro Velásquez.
Luego de saludarse, el maestro por fin supo quien era el sacerdote, nada menos que el hermano del gran maestro de ajedrez italiano Stefano Tatai. En Osorno el cura Tatai derrotaba con facilidad a todos los ajedrecistas locales y tenía un nivel de maestro, el ejercicio del sacerdocio le impedía participar en campeonatos. Esta información por lo menos le sirvió de consuelo al maestro Velásquez.
 
El Cura Ajedrecista

El maestro Velásquez es una de las máximas glorias del ajedrez chileno. Sin embargo nunca ha logrado ser campeón nacional y una vez dejó escapar la norma definitiva que lo consagraba como maestro internacional. Su estilo de juego es agresivo y vivaz, siempre juega a ganar y no le importa sacrificar una pieza con tal de obtener el triunfo. Con su estilo llamativo se ha ganado la admiración de los aficionados y todavía en la mesa donde juega una gran cantidad de espectadores lo rodea, pese a que su participación en torneos ha disminuido.
En la década del 70’ era uno de los mejores maestros y animador indiscutido de los torneos nacionales. En ese tiempo el campeón de Chile se coronaba en una final entre 14 jugadores que previamente clasificaban en torneos preliminares. Estos campeonatos semifinales generalmente se jugaban en provincia y normalmente clasificaban a dos jugadores para esa final.
Esta historia sucedió durante un torneo semifinal en Osorno, ciudad del sur de Chile, en esa época al maestro le correspondió jugar su clasificación allí. Por supuesto que la noticia de la llegada del maestro Velásquez causó revuelo en la zona y los medios de comunicación locales se encargaron de difundirla. El maestro fue recibido como un ídolo y era el favorito para imponerse en esa semifinal.
Cumplida la cuarta ronda el maestro se ubicaba tranquilamente en el primer lugar. Luego de ganar su partida Velásquez salió a recorrer las calles de la ciudad antes de ir a descansar. Inesperadamente comenzó a llover en forma violenta y buscó algún lugar donde refugiarse; tras caminar algunos pasos divisó una iglesia y se ubicó en su portal.
Mientras esperaba que la lluvia terminara el maestro observó hacia el interior de la iglesia y su sorpresa fue mayúscula cuando vio al sacerdote y su monaguillo jugando una partida de ajedrez. La pasión por el juego es demasiada y el maestro se decidió a golpear la puerta.
Se acercó el sacerdote y Velásquez le explicó que era un maestro de ajedrez que estaba jugando un torneo en esa ciudad y lo había sorprendido la lluvia. Le solicitó al sacerdote que le permitiera entrar a la iglesia un momento en espera de una escampada. El cura lo invitó cordialmente, abrió una botella de su mejor vino y le propuso a Velásquez que jugaran algunas partidas. El maestro aceptó gustoso y empezaron el juego. Velásquez pensaba distraerse un rato en compañía del sacerdote y de unos buenos vasos de vino.
El juego seguía un curso normal hasta que el sacerdote realizó un par de jugadas magistrales y consiguió el triunfo, primera sorpresa para Velásquez, 1 a 0 en contra. El maestro pensó que se había distraído y por esa razón perdió esa partida. La noche siguió su marcha y los ajedrecistas continuaron el juego durante un buen tiempo, resultado final: ¡8 a 0 a favor del sacerdote! El maestro no lo podía creer, lo único que buscaba era entretenerse un momento ganando unas partidas de ajedrez a un cura y terminó humillado con una derrota de 8 a 0. Abandonó el lugar absolutamente confundido, ni siquiera el excelente vino ingerido esa noche logró confortarlo.
Finalmente el torneo semifinal en Osorno concluyó con el triunfo del maestro Velásquez junto con su anhelada clasificación a la final del torneo de Chile.
A la ceremonia de clausura llegaron las autoridades de la ciudad encabezadas por el Alcalde y para sorpresa de Velásquez también acudió el sacerdote que le había propinado la paliza de su vida.
El maestro trató de ocultarse mientras el cura manifestó a los presentes que andaba buscando un hijo suyo. Al momento de encontrarlo dijo que allí estaba el hijo que buscaba: el maestro Velásquez.
Luego de saludarse, el maestro por fin supo quien era el sacerdote, nada menos que el hermano del gran maestro de ajedrez italiano Stefano Tatai. En Osorno el cura Tatai derrotaba con facilidad a todos los ajedrecistas locales y tenía un nivel de maestro, el ejercicio del sacerdocio le impedía participar en campeonatos. Esta información por lo menos le sirvió de consuelo al maestro Velásquez.
Esta wenisima la anécdota...
:clapclap: aportes de calidad
 
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