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Historia del wáter

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Un lugar para socializar

A pesar de ser una necesidad tan esencial en nuestra vida, al hacerlo no solemos pensar en el largo camino recorrido por la historia hasta llegar a la taza de wáter. Un ingenio que tardó muchísimo en llegar, miles de años, y quizá el más civilizado de todos los que existen.

El antecedente más conocido son las letrinas públicas romanas, pero la práctica de los baños públicos va más allá de la Antigua Roma. Muchas civilizaciones, desde los griegos, los persas, los egipcios, los bizantinos hasta los árabes y los turcos distribuyeron su urbanismo en la rutina de sus sistemas digestivos. Aquellas civilizaciones se conocieron más tarde bajo el término de civilizaciones hidráulicas porque se desarrollaron a lo largo de cuencas hidrográficas y cerca de grandes ríos.

En Egipto
, por ejemplo, el control de la frecuencia del río Nilo permitió un sistema de riego y la construcción de diques y agua entubada que abastecía el palacio. En la Antigua Babilonia existen registros de redes de agua y alcantarillado desde aproximadamente el 3.000 a.C. Posteriormente, la Civilización Romana desarrolló sistemas de alcantarillado y abastecimiento que hicieron posible el crecimiento de su imperio. La Cloaca Máxima y los Acueductos, junto con un conjunto de letrinas y baños públicos, fueron fundamentales en la cultura romana".



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Así pues, fue la sociedad romana la que popularizó el uso de un lugar destinado a defecar. Para ellos, tanto los baños como las letrinas eran lugares de socialización. El baño era comunitario y no necesariamente había diferenciación de género. Se sentaban uno al lado de otro en una letrina comunal. Allí, la gente hacía sus necesidades mientras interactuaba, debatía diversos temas e incluso realizaba banquetes. Los desechos eran recolectados más tarde y llevados a la llamada Cloaca Máxima. Paralelamente a este sistema, grandes acueductos recogían agua de los ríos y la transportaban a los centros urbanos, abasteciendo de agua limpia a las ciudades.


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La higiene en el moralismo cristiano

A partir de la caída del Imperio Romano y el surgimiento del moralismo cristiano y el sistema feudal, la concepción romana de responsabilidad colectiva y social de defecar cambió y las condiciones sanitarias retrocedieron. La iglesia católica sentenció que todo lo que tuviera que ver con despejar el vientre era inmoral, lo que afectó la relación de las personas con la higiene, que pasó de ser una necesidad básica y colectiva a una práctica individual casi pecaminosa. Reunirse con el culo al aire libre era un cuasi pecado.


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Los baños medievales comenzaron a denominarse con un eufemismo, siendo el más común el de 'cámara privada', o simplemente 'espacio privado' o 'garderobe' en inglés. Otros nombres menos comunes fueron 'draft', 'gong', 'sige-house', 'neccessarium' e incluso 'golden tower'. Sin infraestructura colectiva, la higiene se adaptó a las condiciones de la época: se individualizaron y adaptaron todas las prácticas higiénicas sin construir redes de alcantarillado ni de abastecimiento.


Un asunto de poder

Al prohibir y demonizar los baños públicos no se buscó una alternativa. El poder pasó a definir lo que era y no era válido, y así a generar el círculo vicioso de la estructura social: habría baños en castillos, en algunas casas de la nobleza, habría baños para el clero y nada más. "En las casas más nobles se crearon habitaciones para este uso específico que contenían, en un principio, una sola letrina, mientras que la población más pobre, en general, hacía sus necesidades en orinales.

En el caso de los castillos, generalmente se construyeron baños sobresaliendo de la edificación, en ménsulas, así cualquier desperdicio caería por un agujero como una especie de desagüe directo al foso del castillo, quedando al margen. Lo más deseado era, no obstante, que los desechos fueran directamente a un río.


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Problemas y soluciones a lo medieval

Visto desde el interior, el baño estaba inserto en un hueco o dentro de una cámara mural (un pasaje dentro de una pared), pero no todos contaban con el lujo de una puerta de madera. Lo intentaban solventar con un pasillo corto y angosto, a veces con un giro en ángulo recto que ofrecía mayor privacidad.



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Asimismo, también se construyeron baños en alguna que otra planta baja de edificios señoriales con canales de drenaje de piedra para alejas los desechos. En cualquier caso, se buscaba la manera de que aquello no fuera un banquete para las bacterias: las paredes se blanqueaban con una capa de yeso de cal que maximizaba la luz que entraba por la pequeña ventana que se colocaba para airear el ambiente y porque la cal eliminaba los gérmenes. También utilizaron, a falta de amoniaco perfumado con olor artificial a cerezas, plantas aromáticas que esparcían por el suelo.


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Mientras tanto, para la población común las cosas eran aún más complicadas. La historiadora Lucie Laumonier recuerda en 'Medievalist' cómo en 1339, un niño mendigo fue asesinado en plena calle de Londres, atropellado por un carro cuando estaba en cuclillas haciendo sus necesidades. Según los registros públicos de la época, el pequeño fue calificado como un "salvaje".


No más arrojar heces a la calle

El orinal era lo más común en la población, desde un simple cubo o cualquier tipo de recipiente de forma apropiada. Una vez utilizado, había que tirar su contenido, por ejemplo, en la pila de estiércol de la granja si era posible, en un pozo de desechos si se contaba con uno, en un río cercano o, de vivir en la ciudad, incluso a través de tu ventana, directamente sobre la calle. Mierda va. Este gesto sobre el que se ha construido el relato del estigma hay "lo raro de las costumbres medievales", en cualquier caso, no se hacía por gusto sino más bien porque no quedaba otra: el hacinamiento, las ciudades hiperpobladas en las que aún no se había pensado en formas eficientes de salud pública.


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Hasta la alta Edad Media no se prohibió arrojar orina y heces a las calles londinenses, por ejemplo, sancionando con multas a quien lo siguiera haciendo. En 1421 un documento deploraba que, de vivir en un edificio sin retrete, los vecinos recurrieran a las mujeres viudas para que estas se encargaran de ir a las afueras a tirar los excrementos. Los inodoros privados empotrados eran menos comunes en áreas urbanas superpobladas que en entornos rurales, donde los agricultores tenían más espacio para hacer su propia 'casa trasera', que, a su vez, proporcionaba estiércol para sus cultivos. En las ciudades, a veces también se construyeron algunas traseras, pero siempre dependía del poder adquisitivo de los habitantes.



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Para cuando la higiene volvió a tratarse como un problema conjunto, con nuevos y cada vez mejores recursos (pasadas plagas y enfermedades desoladoras) a finales de dicho período, las autoridades empezaron a promulgar leyes y a gastar dinero para mantener limpias sus ciudades. En Londres, por ejemplo, esto recuperó las letrinas públicas. Se conocen restos de docenas de estas, construidas en algún momento del siglo XV por toda la ciudad; y dónde mejor que en un puente para colocarlas. Así, como ocurría en algunos castillos, los desechos de la gente que pasaba por allí podrían caer fácilmente en el torrente del río. Así se hacía, así desaparecía.

Al tiempo que se volvía a lo público con el pudor que la religión había marcado, otra idea fue compartir letrinas privadas entre vecinos, pero el mantenimiento del retrete, de las tuberías de drenaje y del pozo donde iban a parar los desechos generaba conflictos constantes; vamos, que no era tarea de buen gusto para nadie. En el siglo XIII las normas de construcción en la ciudad de Londres impulsaron el uso de pozos revestidos de piedra. Los mercados, los muelles y, en general, los lugares más concurridos de las ciudades fueron los elegidos para colocar baños públicos. En casi todas las ciudades o pueblos habría registros que testimoniaban la construcción y el mantenimiento de los baños públicos, incluso en el período de la Baja Edad Media, los coloquialmente llamados 'pissingholes' y los retretes sobre el puente Ouse en York fueron mantenidos, como sus equivalentes en Londres, por guardianes del puente, quienes también eran responsables de limpiar y reparar los retretes domésticos en sus diversas viviendas en toda la ciudad.


Modernidad y salud pública

La estandarización de lo que actualmente conocemos como baño, váter o inodoro o como lo quieras llamar aún tardó en llegar. Fue con el descubrimiento de la plomería interior, a mediados del siglo XIX, cuando la experiencia de defecar pasó a un siguiente nivel dentro del marco contextual de la Europa católica.



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En la década de 1590, Sir John Harington, ahijado de la reina Isabel I, se adelantó al hito moderno mandando introducir en sus aposentos el primer inodoro con descarga del que se tienen referencias. El autodenominado "privie in perfect" de Harington era un artilugio ruidoso con válvulas llamado Ajax. El cuenco se lavaba directamente en un pozo debajo, por lo que el hedor superó la conveniencia del artilugio. Harington demostró que un inodoro sin alcantarillado es solo un orinal gigantesco, y su novedosa idea se fue por el desagüe. Al principio, parecía funcionar tan bien que supuestamente la propia Elizabeth instaló uno. Pero a pesar de este respaldo real, los compañeros de Harington se burlaron del Ajax hasta que, efectivamente, tenían razón con sus risas.


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Retrete de Harington


Debieron pasar casi dos siglos para que otro inglés, Alexander Cummings, retomara la idea e inventara el primer inodoro moderno. Este relojero de Londres patentó en 1775 un retrete cuyo funcionamiento se regía por el mismo principio que el de Harrington: una descarga de agua limpia arrastraba los desechos. Su gran innovación fue que el desagüe se hacía a través de un sifón, una tubería en forma de "S" que permite mantener el nivel de líquido en la taza, creando una barrera de agua limpia que impide que los malos olores retornen hacia el sanitario. Eso permitió instalar el retrete en la propia vivienda sin problemas.

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Retrete de Alexander Cummings, donde se observa el tubo de desagüe en forma de "S"


Problemas de la actualidad

La India
, a pesar de ser el quinto país del mundo (después de Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea y China) en ser la única nación en vías de desarrollo en lanzar una sonda a Marte; sin embargo, sigue formando parte del grupo de 45 países en vías de desarrollo con menos de un 50% de cobertura sanitaria, con muchos ciudadanos que siguen haciendo sus necesidades al aire libre, ya sea por falta de acceso a un retrete o por preferencia personal.


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Según el censo indio de 2011, solamente el 46,9% de los 246,6 millones de hogares del país tenía sus propias instalaciones sanitarias, mientras que el 3,2% tenía acceso a baños públicos. Según estos datos, el 49,8% restante de los hogares no tenía otra opción que no fuera hacer sus necesidades al aire libre

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De acuerdo con Unicef, cerca de 564 millones de indios, casi la mitad de la población, aún defeca al aire libre: en campos, bosques, al lado de estanques, a lo largo de camellones en las carreteras y en la playa. Eso propaga enfermedades y causa otros problemas públicos y personales.

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Última edición:
Que wea más asquerosa la India y su gente, nunca iría allá ni aunque me regalaran el pasaje. Y no vengan con weas de que la gente no tiene los recursos y por eso tienen que diaerrear en la calle, también tiran basura y todo tipo de desechos y residuos, y además esta lleno de escupos, agradecido de no haber nacido en esa cagá de país repugnante
 
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