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Inmigrantes se empiezan a empoderar

Bruveol

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2020/10/24
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Coordinadora Nacional de Inmigrantes anunció precandidaturas a la Convención Constituyente
Durante este domingo, la organización presentó dos nombres para participar del proceso constituyente. "Apela a todos lo chilenos y chilenas, para sumarnos a un proyecto de país y de Constitución inclusiva, respetuosa, solidaria", comentó Catalina Bosch, una de las precandidatas.
La Coordinadora Nacional de Inmigrantes anunció durante este domingo sus cartas para ser parte de la Convención Constituyente y poder participar de la elaboración de la Carta Magna.

Catalina Bosch y Manuel Hidalgo son dos de los precandidatos que presentará la organización al proceso que se realizará el domingo 11 de abril .

“Esta candidatura a la constituyente surge de un movimiento de base, del movimiento migrante, pero no sólo apela a los migrantes. Es una candidatura, con mi compañero Manuel, que apela a todos lo chilenos y chilenas, para sumarnos a un proyecto de país y de Constitución inclusiva, respetuosa, solidaria, humana, digna y justa“, comentó Bosch.


Junto con adelantar que ya iniciaron el proceso para llevar a cabo la precandidatura independiente, la que aún no tiene fecha de inscripción pero que se hará dentro de los plazos correspondientes, apuntó que “necesitamos a todos para construir esta nueva Constitución donde los migrantes, mujeres y hombres, tenemos que estar considerados“.


Además, puso énfasis en que “esta ha sido una semana crítica para nuestra comunidad migrante. En Matucana 1223, en las oficinas de Migraciones, hemos visto cómo las personas desde la desesperación tratan de encontrar un salida, porque realmente son invisibles incluso en situaciones de crisis humanitarias como está viviendo el mundo y Chile a partir de la pandemia“.

Son personas que no han podio acceder a nada, son personas que no tienen acceso a trabajo a vivienda digna, alimentos, bonos, ayudas y Migración vulnera aún mas esa condición dramática y trágica”, lamentó.

Lo anterior, en el marco de denuncias de presuntos abusos y discriminaciones contra grupos de inmigrantes cubanos durante las ultimas semanas en medio de la pandemia de COVID-19, quienes demandan regularizar su situación en el país.


Veneca cnn y veneca13
 
La gente es culpable de esto ya que nuevamente tal como en 1970 y 1988 les gustó que por tercera vez les metieran el pico en el ojo


Por lo tanto deberán aguantar que los inmugrientos de mierda vengan a opinar en esa convención deformuncional que será una pérdida de plata para el país
 
Jajajajajajajsjsjsjsjajsks


Les dije fachos culiaos estúpidos, empiecen a usar las pocas neuronas operativas que tienen para pensar el proceso constituyente, ya q si no les van a pasar por encima y se los van a culiar parados :lol3:
 
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“Esta candidatura a la constituyente surge de un movimiento de base, del movimiento migrante, pero no sólo apela a los migrantes. Es una candidatura, con mi compañero Manuel, que apela a todos lo chilenos y chilenas, para sumarnos a un proyecto de país y de Constitución inclusiva, respetuosa, solidaria, humana, digna y justa“, comentó Bosch.

Catalina Bosch Carcuro, Cuba-Chile
¨Ser niña en esa Cuba era ser pionera, querer ser como el Che y ser parte de cada momento en el que se aplaudía a Fidel...¨

Nací en La Habana de los 70 ́s, lugar al que decidió llegar mi madre, exiliada chilena tras el Golpe de Estado, junto a mi padre que, aunque era cubano, llevaba varios años fuera deambulando por el mundo y el desarraigo.

Ser niña en esa Cuba era ser pionera, querer ser como el Che y ser parte de cada momento en el que se aplaudía a Fidel. Recuerdo haberme preparado para ir a las marchas en la Plaza de la Revolución y sentir la emoción al ver aparecer al Comandante. Gracias a él, y a quienes lo acompañaron en la lucha contra la dictadura de Batista, vivíamos en un mundo encantado. Ni siquiera el Imperialismo Yanqui nos había logrado vencer en Playa Girón y sentía la plena certeza de que si nos invadían de nuevo perecerían en el intento de doblegarnos. Mi tierra era un lugar seguro. No nos faltaba para comer, para divertirnos, para educarnos, para sanarnos y para llenarnos el corazón de esperanzas compartidas. Por eso una parte de mí siempre estaba tranquila, confiada y alegre.

Pero otra parte no. Había un lugar donde no llegaba la Revolución, ni Fidel, ni el ejemplo del Che, ni las esperanzas. En mi casa mi papá nos pegaba, nos gritaba, nos insultaba, rompía cosas por cualquier motivo que lo enojara. Era un clásico de domingo: mi mamá no alcanzaba a tener el almuerzo a la hora que él quería y entonces se despertaba el monstruo, arrasando con todos a su paso. Muchas veces traté de impedir los golpes hacia ella y hacia mi hermano pequeño, aprendí a hacer las cosas de la casa y la comida para lograr tener todo listo cuando él quería.

Ya en los 80 ́s, mi mamá comenzó a trabajar en la sede cubana de una organización internacional para mujeres. Allí realizaban la hermosa labor de fortalecer, reunir y capacitar a mujeres líderes de distintos países de América Latina. Ellas trabajaban arduamente contra todas las injusticias, tanto las que ocurrían afuera como adentro de sus casas. Fue allí cuando conocí a Abuelas de Plaza de Mayo, Combatientes de Nicaragua y El Salvador, Campesinas Peruanas, Dirigentas Comunitarias de Brasil y tantas otras. Con sus lindos trajes y acentos, con su energía, convicción, valentía y dulzura, me permitían escuchar una canción extraña y fascinante. Hablaban de las dictaduras y guerras que aquejaban a sus pueblos, del hambre, la miseria, de la violencia contra las mujeres y el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos.

En Cuba no se hablaba de género, ni de patriarcado, ni de machismo, ni de maltrato infantil, ni de abuso sexual. Se suponía que la Revolución y el Socialismo habían acabado con todas las problemáticas sociales. Lo único que recuerdo cercano a estos conceptos era “la caballerosidad proletaria”, valor que en el discurso se le trataba de fomentar a los niños, con la idea de que fueran amables en el trato a las niñas.

Pero gracias a esa red de mujeres que traían ideas de otros lugares y a que mi madre por ser extranjera se le permitían ciertas “desviaciones ideológicas” fui escuchando de feminismo, de género, de igualdad entre hombres y mujeres. Entonces esa parte de mí que nunca había sentido esperanza comenzó a sonreír.

Me convertí en una adolescente. Se cayó el Muro de Berlín. En Cuba se gritaba Socialismo o Muerte. En la escuela leímos Casa de Muñecas y fui feliz encontrando por primera vez un espacio para hablarles a mis compañeros y a la profesora de lo que significaba “El Portazo de Nora” para el movimiento de mujeres. A esa altura ya había terminado una relación de noviazgo en la que sufrí muchos tipos de violencia durante más de un año, nos habíamos ido de casa sin mi padre y me seguía escondiendo asustada de un vecino, padre de mi mejor amiga de infancia, para que no volviera a tocarme los genitales.

En estos días oscurece más tarde en Santiago de Chile, donde vivo hace un cuarto de siglo. Se impone la primavera con sus ciruelos en flor y el cántico de los pájaros. En los primeros años de estar aquí no distinguía esa belleza y rondaba persistente mi anhelo por el Mar Caribe. Esta ciudad era demasiado gris, azul, café y negra como la ropa de la gente. No estaba bien hablar de exilios, desaparecidos o torturas. Las mujeres llamaban “mejorarse” cuando iban a parir y de “estar indispuestas” cuando tenían la regla. Había hijos ilegítimos, ninguna pareja se podía divorciar y no estaba permitida la interrupción del embarazo bajo ninguna circunstancia. Nunca escuchaba “Te Recuerdo Amanda”, salvo en alguna nostálgica y recóndita Peña de Izquierda.

Santiago era oscuro, pero fue cambiando de color. Hoy mi hija va con su pañuelo verde al cuello a la marcha por la legalización del aborto. Mi generación de la Universidad redacta una declaración pública apoyando a las víctimas del abuso machista. Muchos pintan lienzos de morado y se habla de género, entendiendo por fin que no es el material con el que se hace la ropa, sino aquel que muchas veces nos amordaza la boca. Hoy mis pacientes sobrevivientes de abuso sexual se atreven a contar lo que les pasó y van, como un canto de pájaro sobre ciruelo en flor, a conquistar la alegría que antes les negaron.



Catalina Bosch, la cubana que teje puentes hacia Chile
Catalina Bosch se ha convertido en un personaje clave para la comunidad migrante en Chile. Ella es una mujer cubana que cree en la integración de América Latina.



Catalina Bosch tenía 18 años cuando llegó a Chile. Era 1992. Salió de la isla con su madre cuando en su natal Cuba empezó el período especial, esa crisis económica que inició cuando la Unión Soviética se acabó.


De padre dominicano —nieta del expresidente Juan Bosch—, madre chilena, de ascendencia italiana, casada con un cubano y de hijos chilenos, Catalina es la personificación de la migración latinoamericana, y ahora, a sus 45 años, dedica gran parte de su vida a eso. Dice de sí misma que está “disponible para cualquier instancia en que se pueda y se tenga que trabajar en pro de los migrantes”.


Graduada de psicología y con un máster en psicología jurídica y forense, cuando no está trabajando como perito externo, en la corte chilena, hace psicología clínica, capacitación y relatoría en migración e interculturalidad.


Catalina va a la Parroquia desde que llegó a Chile. A veces los domingos, a misa. A veces los fines de semana, a eventos. En ocasiones los lunes, los miércoles o los viernes, a entregar ropa y zapatos a los migrantes recién llegados. Pero siempre va.


Luego de 25 años fuera, y aunque no piensa volver a Cuba, Catalina no se ha desconectado del todo de la isla. Dice que ayuda a todos los migrantes que llegan a la Parroquia, pero que siente más cercanos a los dominicanos y cubanos, por los lazos que los unen.


Catalina no recuerda ningún año tan duro como 2017. Ese año muchos cubanos llegaron sin papeles a Chile. En la Parroquia hicieron operativos humanitarios, entregaron ropas, enseres, zapatos, organizaron casas de acogidas, dieron asesorías, ayudaron a los enfermos, hicieron rifas. Según cifras del gobierno chileno, en 2018 1,662 cubanos que residían en el país ilegalmente, fueron regularizados. Solo en los primeros cinco meses de ese año se registraron 2,078 pasos ilegales de cubanos por la frontera.


Uno de esos fue Sandor Ramos. Sandor llegó a Santiago el 6 de agosto de 2017, luego de un vuelo a Guyana y 13 días de viaje por tierra. La distancia entre Guyana y Santiago es de 6,438 kilómetros. Los recorrió solo con lo justo. Recuerda que llegó al país “solo con lo puesto”, sin conocer a nadie ni nada seguro.


Como muchos, se vino sin conocer nada de Chile. Solo sabía que la economía estaba mejor y que, quizá, con suerte, podría ejercer: es ingeniero industrial, pero en Cuba dejó de trabajar por presiones gubernamentales.


En esas condiciones se acercó a la Parroquia. Le dieron asesoría, le enseñaron cómo buscar trabajo y lo ayudaron. A los 35 días consiguió trabajo de copero —asistente en la cocina— en un colegio. Luego se mudó de Santiago, pero el contacto con Catalina nunca lo ha perdido. “Es como una madre para mí. Ha estado conmigo cada vez que la necesito. Las veces que me he enfermado, ella ha estado ahí, ayudándome”.


La historia de Sandor es común. Salir de Cuba nunca ha sido fácil. Hasta 2013 se necesitaba una carta de invitación, emitida por algún familiar o amigo en el exterior, para poder abandonar la isla. Actualmente, solo unos 30 países permiten a los ciudadanos cubanos viajar a su territorio sin tramitar una visa, y uno de esos es Guyana. El vuelo cuesta cerca de 300 USD, y con unos 150 USD logran llegar a la frontera chilena por tierra. “Son personas que están llegando a Chile sin papeles, sin dinero, sin amigos, sin redes de apoyo, a los que integrarse les cuesta mucho más”.


Es particularmente difícil con la comunidad cubana porque, a diferencia de los venezolanos o peruanos, no hay agrupaciones cubanas organizadas en Chile. Los motivos pueden ser variados, pero Catalina tiene su teoría: todavía pesan mucho las secuelas de la dictadura, las ideologías, las diferencias políticas “La gente le tiene mucho miedo a que el otro pueda ser amenazante”.


Catalina sabe que su trabajo se ha ido haciendo más importante a medida que la comunidad cubana ha ido creciendo. Cuando empezó a ayudar en la Parroquia, su trabajo estaba centrado en las festividades: la navidad migrante, el día del migrante, la fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, la fiesta cubana y el mes de la cultura cubana. Poco a poco, el foco ha ido cambiado: ahora hay muchos más a quienes ayudar.


Cuenta que en 2018 la parroquia hizo 4 operativos, “todos llenos de gente que venía a pedir ayuda”. Que varios de los casos eran de gente que dormía en parques, plazas, incluso mujeres embarazadas. “Venían para acá y gracias a eso podían tener un techo, los ayudamos a conseguir trabajo y a equiparse para el invierno”.


Según las últimas cifras del gobierno chileno, de mediados de 2018, en el país residen más de un millón de inmigrantes, y, de acuerdo a Catalina, los chilenos todavía están “adaptándose” a la convivencia. “Los procesos de adaptación no son lineales ni unidireccionales, no son necesariamente estables, son complejos. En esa complejidad, veo cosas fantásticas, maravillosas, y reacciones xenófobas y discriminatorias”.


Resalta lo que considera una diferencia fundamental: es más fácil ser multicultural que intercultural. Es decir, en su definición, mostrar como un collage diferentes culturas que conviven entre sí, sin que eso implique una integración real. “Son mecanismos que tenemos los seres humanos. Hay gente que logra traspasar esas defensas, pero a otros les cuesta más. Implica otros conceptos, otros códigos, otras maneras”.


En diciembre de 2018 el gobierno chileno no firmó el Pacto Migratorio de la Organización de Naciones Unidas, porque “no resguarda adecuadamente los legítimos intereses de Chile y los chilenos”. Las organizaciones no gubernamentales pro migrantes organizaron protestas. Amnistía Internacional calificó la situación de “alarmante”. Catalina la ve como una decisión “fatal”, que no contribuye a que los ciudadanos logren ver a los migrantes de una manera amistosa, razonable y lógica.


“Es una declaración de convivencia que se agradece mucho. Que un país diga ‘yo me abstengo, yo me niego a sumarme a ese pacto, trae malas consecuencias. Las personas que no conocen de este pacto, y los que tienen ya un prejuicio sobre el tema, ven sus ideas negativas reforzadas: que los migrantes son una amenaza, que vienen a quitarnos lo poco que tenemos, los recursos, los trabajos… esas cosas me preocupan”, dice Catalina.


Fue también en 2018 cuando el gobierno de Sebastián Piñera inició un plan para repatriar haitianos. En los dos primeros vuelos viajaron cerca de 200. Luego, unos 200 más. Para Catalina, esta es una falla de su administración. En un español con toques cubanos y lleno de modismos chilenos, admite que “encuentra maravilloso” que alguien pueda volver a su país si no se siente a gusto en el nuevo, pero “no así”. No porque no lograron integrarse, no lograron encontrar trabajo o aprender el idioma. “El dinero de los vuelos debió invertirse en integración. Eso es es irse por la salida fácil… a lo mejor, así, la mitad de ellos se habrían quedado acá”.


Durante sus años en Chile, Catalina ha ido a Cuba unas cinco o seis veces. No las recuerda con exactitud. Ahora tiene tres años sin ir, pero, nunca se “desconectó por completo”. Convirtió sus reuniones sociales en iniciativas de ayuda.


Además de su labor promigración, Catalina invierte mucho tiempo en la Fundación Juan Bosch, buscando fortalecer el legado de su abuelo. La fundación realiza seminarios, eventos y publicaciones para fortalecer la integración en toda Latinoamérica.


Por eso trabaja Catalina. Para dar a conocer la cultura e identidad cubana, reforzarla. Para favorecer la inclusión de los migrantes en Chile, para incorporarlos, para festejar la multiculturalidad. Porque, “de alguna u otra manera, todos somos migrantes”.


 
Por la conchetumadre, lo estaba viendo en vene13, que manera de darle cobertura a una manga de ilegales, con 0 aporte al desarrollo del pais.
Y este gobierno sin bolas que no expulsa esta real invacion a nuestro pais.
 
Ya no estoy ni ahí.

He estado como 5 años alegando contra los inmigrantes y zurdos en general sin nada de éxito. De ahora en adelante estaré enfocado en mis objetivos personales, me da igual si medio Chile se incendia con tal de que no me pase algo a mi ni a mi familia.

Ganó el Apruebo, es lo que quiere la gente. Entonces que tengan lo que se merecen.
 
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Les dije fachos culiaos estúpidos, empiecen a usar las pocas neuronas operativas que tienen para pensar el proceso constituyente, ya q si no les van a pasar por encima y se los van a culiar parados :lol3:

La derecha perdió y fue aplastada el 25O, ahora nos queda a nosotros, la mayoría construir la segunda republica de Chile, todas las instituciones actuales deben ser democratizadas para estar al servicio del pueblo, banco central, Carabineros (policía popular comunitaria), PDI, Fuerzas Armadas, Poder judicial y poder legislativo.
 
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