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iluvantar dijo:no se si cae e esa definición pero para todos los penquistas no hay mejor que un manhatan despues de carretiar para repornerce e irse a la casa a dormir y pasar la caña
HANIEL dijo:compadres lo mejor son los churrascos del tio manolo esos la llevan
En Chile la cadena Doggis crece a tasas anuales de 10 por ciento, pero en Talca no puede. Que la ubicación no era la mejor fue el argumento que entregaron hace unos años cuando la popular marca de completos no logró consolidarse en la Uno Sur, cuando la firma nacida en la santiaguina calle Matucana -en 1983- crecía a un 30 por ciento en el país e instalaba tres locales en Curicó.
¿Qué había acá que la líder del rubro no pegó? Unos inocentes carritos sobre los que se ha activado no sólo una industria e importante fuente de ingresos, sino además una marca registrada de la ciudad.
Doggis fue frenado por una muralla de cuatro latones en donde dos y hasta tres mujeres se mueven a sus anchas, obviando que la superficie apuradamente es de dos por dos metros. Ahí preparan los mejores de Chile, aseguran.
La leyenda señala que hace una década en uno de ellos estuvo Ricky Martín, quien pasó a uno de la calle Cinco Oriente, entre Dos y Tres Sur, a servirse uno con todo en una gira por Chile que lo trajo a la zona. Aún no era el de la “Vida loca” que trastornó a las gringas para el mundial de fútbol de Francia del ’98 ni el que tenía la agenda de presentaciones copada hasta quizás cuándo, pero sí el chascón que había dejado al grupo “Menudo” y encantaba a las latinas con “Fuego contra fuego”, “Susana” o “Dime que me quieres”. Eran los tiempos buenos del negocio, no como los que corren ahora, se quejan los entrevistados.
LA EPOCA DORADA
La tradición se remonta a fines de los ’70, cuentan las del rubro. Partió en la Cuatro Oriente, casi al llegar a la Uno Sur. Por las pioneras deben sus nombres, pues las locatarias vendían en carritos. Hoy, en cambio, casi todas lo hacen en kioscos.
Dicen que entonces el negocio era muy bueno, tanto que comenzaron a ramificarse por la ciudad hasta llegar –en los ’80- a la Cinco Oriente, templo de los fieles al hot dog.
Desde esa época que están las señoras Ana Flores y Regina Molina. La primera se atrevió a ingresar al negocio “sin saber cómo se hacía un completo; le tuve que pedir a una amiga que me enseñara. Partí sola, porque mi marido estaba prácticamente inválido y tenía que buscar un sustento”. La segunda, en tanto, se arriesgó bajo la presión de su nieto, Francisco Javier, que entonces tenía cuatro años. “Me rogaba que pusiera uno, porque a él le encantaban”, recuerda. Ahí, entre cajones, crió a su regalón.
En esa época la venta por local era de unos 50 panes al día. Poco a poco fueron agarrando fuerza acompañados de los buenos precios, la calidad del producto y la cercanía que establecieron con el cliente, lo que se suma a la mejor situación económica del país.
A mediados de los ’90, cuando Chile crecía a tasas del 6 por ciento, un carro de la Cinco Oriente vendía unos 250 completos diarios entre lunes y viernes y hasta 500 los fines de semana. Cada turno de ocho horas –son tres- tenía dos personas atendiendo, porque con una daba abasto. Las horas puntas eran entre las 7 y las 8 y media de la tarde, cuando la gente salía del trabajo y los niños del liceo.
Con este boom les iba bien a todo la cadena, entre los que cuenta desde el verdulero del Centro Regional de Abastecimiento (CREA), la panadería, los supermercados mayoristas, las cecineras y toda empresa donde se venda algo que sirva para mejorar el hot dog. “Yo, por ejemplo, me abastezco de pan Lamadrid. Los llamo por teléfono a la hora que sean y me vienen a dejar el pan. Las paltas se las compro a un caballero de la Cuatro Oriente, y eso es diario porque acá se usan unos seis kilos de palta al día”, afirma Regina Molina.
Porque Talca es completo. En esta zona se consumió un 14 por ciento de las cecinas elaboradas en Chile entre 2001 y mediados de 2003, según un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). Ubicada sólo tras Santiago, el producto más demandado es la vienesa, con un 32 por ciento.
Uno de los que ha estado desde el principio en el negocio es la abastecedora Gotru, que surte de insumos a cerca del 60 por ciento de los locales establecidos. “Partimos con el pan y los mismos clientes comenzaron a pedirnos más productos, las vienesas, el ketchup, la mostaza, el chucrut, porque preocuparse por ellos les quitaba la atención de lo principal, que es vender bien”, explica Pedro Miguel Gómez, uno de sus dueños.
El empresario cree entender una de las variables que explican la fortaleza de la industria completera talquina: la preocupación por la calidad. “Ellos la exigen. El completo del resto del país tiene una vienesa, una línea de mayonesa y algo de tomate si es que hay, ketchup, mostaza, pero todo poquito; pero a los de Talca no le falta el tomate y la palta. Todos le ponen, aunque esté escasa y cara, la buscan y lo mejor es que no le suben los precios a los clientes”.
“Los comerciantes han sabido cuidar la calidad y el público lo ha sabido apreciar. Nosotros, por ejemplo, trabajamos dos a tres marcas en todos nuestros productos, pero cuando una marca baja su calidad los comerciantes de inmediato se cambian, no se arriesgan. Nos ha pasado que productos no han salido buenos y hemos tenido que devolverlos enteros”, agrega.
Esto es confirmado por una de las vendedoras que se excusó de entregar su nombre. “Casi todos vendemos PF, pero el otro día se me ocurrió comprar JB. Me duró esa pura partida, porque un cliente reclamó. La tuve que cambiar”. “Es que el secreto está en el pan y en las vienesas, y las PF no se abren cuando uno la está cociendo, permanecen duritas y son ricas. No nos hacen ningún precio especial, pero es la que el cliente busca, por lo que la tenemos que mantener”, agrega Gloria Muñoz, quien hace 11 años decidió instalarse con su marido, Pedro Aguila, en la esquina de avenida Colín con 19 Sur.
Eran los tiempos en que La Florida –al surponiente de Talca- recién comenzaba a perfilarse como de expansión para la ciudad, cuando no estaban las “villas galileas” y de supermercados ni se hablaba.
“No había ningún carrito, por lo que pensamos que podía resultar. Tardamos unos años en hacernos clientes, pero cuando empezó a crecer el sector la cosa empezó a mejorar. Del ‘94 al ’98 fue muy bueno”, señala Gloria Muñoz.
En el período del boom se recuerda que un completero céntrico podía vender unos 4 millones de pesos al mes, montos hoy inalcanzables. Coincidía todo: la calidad del producto, el Chile de los jaguares (ese donde el empleo era pleno y el circulante fluía) y la competencia no era descarnada. Eso cambió.
SOBREEXPLOTACIÓN
Otra de las armas con las que las completeras derrotaron a Doggis fueron sus menores costos operacionales, pero sobretodo la relación de fidelidad que establecieron con el cliente.
“No les damos solamente buenos hot dogs y promociones convenientes, sino también un trato amable, una conversación agradable. Eso se nota porque cuando vienen acá nos conocen por el nombre y nosotros bromeamos con ellos”, explica una vendedora.
“Los domingos al amanecer llega mucho niño a terminar el ‘carrete’. Yo los molesto, ellos me dicen ‘tía’, y los mando para la casa, les doy un café para que las mamás no los reten. Hasta como las 12 del día andan leseando”, cuenta entre risas la propietaria Regina Molina.
Pero este trato no alcanza para hacer repuntar el negocio, que entró en una profunda crisis con el abrupto frenazo que experimentó la economía el ’98, de la que el país recién comienza a salir.
Este proceso se vio empeorado por la explosiva aparición de más y más kioscos. “Jamás había visto en los 18 años que llevo en esto gente comprando con monedas de diez pesos”, cuenta una de las entrevistadas.
La sobrecompetencia llevó a las empresarias a reducir costos dentro de lo posible, pensando que la calidad del producto no podía bajar porque sería el suicidio. La primera medida, entonces, fue disminuir el personal de los turnos y en algunos casos hasta prescindir de la contratación. Las mismas dueñas se hicieron cargo de todo.
“En la Cinco Oriente hay muchos locales. Estamos trabajando con precios irreales por la competencia. Casi no quedan ganancias, pero me niego a cerrar”, afirma la empresaria Ana Flores.
Se estima que por cada venta las ganancias son entre 100 y 200 pesos, pero la torta se la reparten cada vez más personas. “Si antes vendíamos 100 ahora no llegamos a un cuarto”, explica Gloria Muñoz. Y de ese pozo deben sacar para pagar insumos y servicios que día a día se encarecen, como ocurre con el gas, la luz y el agua. Pero los precios no se pueden subir porque ahuyentan al comprador.
“Ahora nunca sabemos cómo va a estar el mes. Todavía sirve para parar la olla, pero nadie que tenga un carrito puede encalillarse”, añade la señora Gloria, que antes de ser empresaria se ganaba el pan lavando o planchando, mientras su esposo trabaja fuera de la ciudad.
Aunque una dependiente de la Cinco Oriente asegura que éste es el típico llanto de los comerciantes (“uno se puede hacer 350 mil pesos en la semana ¿no ve que yo atiendo todo el día?”, confidencia), las empresarias están dispuestas a aguantar hasta que pase el chaparrón.
“Los completos me dieron para criar a mis hijos y sobre todo a mi nieto, mi negro. No pienso cerrar, como sea hay que luchar. Con fe uno se gana el cielo y ya van a volver los momentos buenos”, arenga la señora Regina, que debe darse vuelta por un minuto. Su carro tiene un nuevo cliente.
nbio dijo:
Estos son la mejor loco...
de los carritos de la 5 oriente de Talca para CHILE....
en ninguna otra ciudad he probado unos completos más pulentosque estos!
Daguett dijo:Las hamburguesas del RICH