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Mi experiencia personal con lo paranormal

JoaoCapri

Babos@
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Hola, por fin me decidí a compartir mi anécdota con ustedes en este espacio.
Quiero entregarles este pedazo de mi historia, sé que es difícil confiar, pero todo lo que les voy a comentar aquí me sucedió realmente. Pero no pretendo convencer a nadie, de hecho yo mismo me considero alguien escéptico y muy racional, pero lo que les contaré me dejó hasta el día de hoy marcando ocupado, como sin saber que pensar de esto que me ocurrió. Simplemente comparto esta experiencia con ustedes como una forma de desahogarme y por ocio, en cierto modo; así que les dejo a su criterio el creer o no. Voy a procurar redactar lo mejor posible, usando todos mis dotes literarios, para darles una buena narrativa e hilar todo de manera que les genere suspenso, pero sin alterar los hechos o faltar a la verdad, mi verdad. Si cree, bien, si no, véalo como una historia entretenida, como una película o un relato de Stephen King. Se respeta. Y como si fuera un capítulo de Carlos Pinto, cambié los nombres para proteger a mis cercanos.
Por último, de ponerle un título a esto, le pondría "Maldad Pura"... Al final sabrán porqué.





Todo esto comenzó hace aproximadamente 19 años. Corría el año 2001, y en ese tiempo yo sólo era un niño de 11 años. Hasta aquél entonces vivía con mi madre, Carol, mi abuela materna, Sonia, y la madre de ésta, o sea, mi bisabuela materna, llamada Margarita. Sobre mi padre y la familia de éste no sé mucho en verdad, y tampoco me interesa. Vivíamos todos juntos en la casa que era propiedad de mi bisabuela. Cabe mencionar que mi abuela tenía dos hermanas: Elizabeth, o Tía Eli como le decíamos, la menor, y Ana, la mayor, siendo mi abuela Sonia la del medio. Dichas hermanas hicieron sus vidas fuera del hogar donde se criaron, y vivían en sus propias casas con sus respectivas familias, siendo mi abuela la única que no abandonó el nido, quedándose a vivir y acompañar a su madre prácticamente toda su vida. Sobre mi bisabuelo no sé mucho, sólo que era un tipo duro, de esos viejos de los de antes, y murió aprox.a fines de los 70. La relación de mi abuela con su hermana menor, mi Tía Eli, siempre fue buena. Pero con su hermana mayor, Ana, nunca se llevó bien. Según mi abuela, la Tía Ana, como le decíamos en ese entonces, era la oveja negra de la familia. Siempre fue ingrata y despreocupada con su madre, mi bisabuela Margarita, y cuando la visitaba era para pedirle dinero o cosas así.
Y francamente, ni a mi madre ni a mí nos agradaba...la tía Ana nos causaba un cierto repeluz.
Como sea, en Mayo de ese mismo año (2001) mi bisabuela Margarita falleció a causa de una extraña y gravísima enfermedad contra la cual luchó por tres largos meses.
Tras su muerte, y debido a que no dejó testamento ni realizó trámite de herencia alguno, comenzaron las típicas rencillas de hermanos por la posesión de la casa.

La disputa por la propiedad que alguna vez fue de mi bisabuela, se dio únicamente entre mi abuela Sonia y su hermana mayor, Ana, ya que la menor renunció a su parte y se la cedió a mi abuela, y según las leyes, al no haber testamento, la casa le pertenecía legalmente a mi abuela, por ser ella quién hacía usufructo directo de la propiedad, siempre y cuando le pagara a sus hermanas su parte del inmueble.
Mi tía Eli, la hermana menor de mi abuela, como les dije, renunció a su parte de la casa y al dinero y se la cedió a mi abuela, debido al profundo amor de hermanas que había entre ellas, y reconociendo el mérito de mi abuela por ser quién más se hizo cargo de su madre, además de entender que mi familia no estaba bien económicamente como para pagar una cantidad de dinero tan alta (algo así como 7 millones de pesos).
Pero con su otra hermana, la mayor, la tía Ana, las cosas fueron diferentes...muy, muy diferentes.
Comenzó a exigirle de manera intransigente a mi abuela que le pagara su parte de la propiedad, lo cual no era algo del todo malo...después de todo, estaba en todo su derecho ante la ley, aunque quizás no desde el punto de vista moral y humano, ya que como dije, nunca se preocupó mucho de su madre.
Como sea, mi abuela nunca se negó a pagarle su parte de la casa, pero siempre le dejó en claro que quería hacerlo mediante abogados, siguiendo los protocolos burocráticos y jurídicos correspondientes, para que quedara constancia del pago en algun registro judicial, para que de esta forma su hermana mayor no le jugara sucio, ya que mi abuela sospechaba que de pagarle de manera informal, sin que quedara acta o registro alguno del pago, su hermana Ana era capaz de avivarse y estafarla.

Mi tía Ana nunca aceptó solucionar este asunto de la forma correcta, ella quería que se le pagara de manera informal su dinero sin que quedara registro alguno de dicho pago...era obvio que quería defraudar a su hermana...eran demasiado evidentes sus intenciones de, una vez que mi abuela le pagara el dinero que le debía, desconocer dicho pago, desentenderse del todo y hacer como que nunca sucedió, y demandar a mi abuela para quitarle la casa y quedársela ella, y de paso, obtener más dinero. Suena escabroso, lo sé, pero es increíble a lo que puede llegar el ser humano por la avaricia, y pensar que estas rencillas familiares son tan típicas .

La cosa es que este conflicto escaló a tal punto, que gran parte de la familia se vio involucrada, y a medida que pasaba el tiempo, las desaveniencias entre primos/as, tíos/tías y sobrinos/as calaron hondo e hicieron mella en nuestras relaciones. En cierto punto, se rompió la unión familiar.

Pero aquí es donde comienza realmente la historia.
Recuerdo que a finales del 2005, le llegó a mi abuela una notificación...una notificación de demanda. Sí, mi maldita tía Ana al fin lo había hecho, al fin se había decidido, había demandado a mi abuela, ¡A SU PROPIA HERMANA! para quitarle su casa. Presentó una querella contra mi abuela, dejándola mal y mintiendo, diciendo que ella se resistía a pagarle lo que le correspondía, que mi abuela le negaba su parte del valor de la propiedad, cosa que nunca fue así, mi abuela siempre le quizo pagar, pero siempre ante un juez o un notario o un ministro de fé, para que, como ya mencioné, quedara constancia del pago y así mi tía no se hicera la tonta después.

Pasó el tiempo... eran principios del 2006, y más o menos como por el mes de Marzo, extraños eventos comenzaron a suceder.
Empecé a notar que la casa que compartía con mi madre, mi abuela, y ahora también, con mi pequeña hermana, Catalina, que había nacido hace solamente tres años, se sentía de alguna manera, extraña. El ambiente se sentía denso, y ya no me sentía cómodo ahí, pero sin saber exactamente porqué.
En cierta ocasión, mientras mi hermana estaba en el jardín de infantes, le comenté a mi madre y a mi abuela sobre esa extraña sensación de incomodidad que estaba sintiendo, de inseguridad, como de peligro inminente, un raro sentimiento de amenaza. Como si algo estuviera al acecho, allí en nuestro propio hogar.
-No eres el único que siente eso-espetó mi abuela.
-Yo también he estado percibiendo esa sensación extraña de la que hablas-replicó mi madre.
Un silencio sepulcral se dio en ese momento...nos quedamos mirando y sólo por la expresión de nuestros rostros sabíamos que algo no marchaba bien.
Mi abuela al cabo de unos instantes dijo -Siento que la casa está pesada, que está 'cargada'.
Yo ya sabía a que se refería al decir que la casa estaba cargada...se refería a que habia 'algo' en la casa, y que ese 'algo' no era nada bueno.
Más tarde ese mismo día, mi abuela Sonia se puso a hacer una 'descarga', que no es otra cosa más que una especie de ritual en donde se quema incienso mientras hace oraciones, y también quemaba un sahumerio, cuyo humo se dice que ahuyenta las malas vibras; mi abuela recorría la casa habitación por habitación, esparciendo ese humo en cada espacio, en cada rincón...en eso, sentí un grito. Subí al segundo piso, de dónde provino el alarido, dónde estaba mi abuela que sostenía el recipiente que contenía el sahumerio y el incienso quemados.
Cuando llegué a su lado me dijo- Mira Joao, mira como 'salta' la llama. En efecto, la llama 'saltaba' muy alto. A lo que me refiero cuando digo que la llama 'salta', para aquellos que no saben, se dice así cuando la llama del sahumerio se enciende demasiado, cuando ésta se agranda. Y como dije, efectivamente la llama se 'estiraba' mucho...según lo que me enseño mi abuela, cuando eso pasaba, era señal de que la casa estaba 'cargada', o sea, habían muchas malas energías.
Cuando era casi de noche, mi abuela me llama a la cocina, y mostrándome las cenizas del sahumerio que había hecho anteriormente, me dice
-Mira, y dime que ves.
Y cual fue mi sorpresa al ver claramente en los restos consumidos del sahumerio, un rostro de aspecto demoníaco, perfectamente definido. Según mi abuela, cuando un sahumerio se consume, se pueden ver las malas energías reflejadas en forma de imágenes en los restos calcinados de éste.
-Dime que tú tambien lo ves...al demonio.
-Se llama pareidolia- le dije para tranquilizarla. Es un fenómeno que ocurre cuando el cerebro cree ver patrones conocidos en una cosa, como cuando se ven 'caras' en el humo o figuras en las nubes o cuando la gente ve a Jesús o a la Virgen en una tostada.
Me miró, no muy convencida de mi explicación.

El año escolar había empezado hacía poco, llevaba dos meses en una nueva escuela, y no sé por qué, pero no me podía concentrar en mis estudios. Por más que lo intentaba no podía aprenderme mis lecciones. Mi rendimiento académico decayó bastante. Siempre había sido buen estudiante, y ahora me costaba bastante aprenderme mis apuntes, memorizar algo o asimilar nuevas enseñanzas. Y siempre estaba esa sensación de inquietud, sólo que ahora era más intensa...me sentía observado, y de tanto en tanto volteaba ya que la sensación de que alguien o algo estaba detrás mío era bastante fuerte. Cuando mi madre recibió el primer informe de calificaciones, me pidió explicaciones al respecto. Le dije la verdad...que me costaba prestar atención, que cuando estaba en mi escritorio repasando para los exámenes, sentía que algo me vigilaba, que algo estaba parado a mis espaldas. Y no sólo en mi habitación, no sólo cuando estudiaba, empecé a sentir esa sensación casi todo el tiempo...incluso mientras dormía. En varias ocasiones me desperté, la mayoría de las veces empapado en sudor. Tenía pesadillas frecuentemente, muchas de las cuales no recuerdo del todo, pero sé que había tenido pesadillas por las vagas imágenes que venían a mi mente, y por el sentimiento de temor que me agobiaba aquellas noches.
Como dije, de la mayoría de las pesadillas no me acuerdo muy bien, pero...hay una que, desafortunadamente, si recuerdo y muy bien, y cada vez que la rememoro se me eriza la piel. En esa pesadilla, la cual era en primera persona, yo estaba dormido, y despierto de pronto, en mi sueño, sintiendo algo extraño en mi interior. Era como si tuviera algo adentro... algo...dentro de mí...sentía como si todo mi interior estuviera podrido, no sé, no sabría explicarlo con palabras. Además, sentía un olor muy fétido, como a huevos podridos y a quemado. En mi pesadilla, me levantaba de la cama y me dirigía hacia el baño, como si fuera un robot, en modo automático. Al entrar al baño, la luz ya estaba encendida, y al pararme frente al espejo, me veía a mi mismo, pero no me reconocía, digo, era mi imagen en el espejo, pero había algo distinto...en especial, en mi mirada. Era una mirada que nunca me había visto a mi mismo, una mirada como de ira y de odio intenso, y mis facciones eran ásperas, y mi expresión...mi expresión era como de odio. Curiosamente, en el sueño, no sentía nada, ni miedo ni nada por el estilo. Pero en ese momento, sí sentí algo, la cosa más rara y escalofriante que haya sentido en mi vida. Sentí como algo trataba de tomar control sobre mí, como si algo estuviera en mi interior, como si algo....como si algo tratara de poseerme. No me gusta usar esta expresión, pero así era como se sentía. Si me preguntan que se siente una posesión, pués sinceramente no sabría explicarlo en palabras, no hay como describirlo, tendrían que experimentarlo en carne propia para saber que se siente exactamente. En mi sueño, en mi pesadilla, me resistía a lo que sea que fuese esa cosa, y me resistía a perder el control de mi mismo, y a que esa cosa me dominara. De alguna forma, logré superar a 'eso'. Al cabo de unos instantes desperté, y sea lo que haya sido, ya no lo sentí, al menos no durante el resto de esa noche, de hecho no sentí a esa 'presencia' durante varios días...y las cosas estuvieron bien durante un par de semanas, no sé si fue gracias a los varios sahumerios y descargas que mi abuela había hecho hasta ese entonces o si esa cosa se rindió al no poderme someter...hasta que un día.

La sensación de peligro y temor volvió, y esta vez más fuerte que nunca. No daban ganas de estar en esa casa, y ni pensar en quedarse sólo ahí. Incluso las personas que nos visitaban podían sentirlo, y a nuestros amigos, a nuestros vecinos, nuestros familiares...nadie quería permanecer mucho tiempo en nuestra casa, a todos les incomodaba de sobremanera esa extraña pesadez en el ambiente. Y ya no era sólo la sensación de estar siendo observados y el miedo que eso provocaba, no, ya no se limitaba sólo a eso. También se sentían pasos tanto de día com de noche, se sentía como si alguien con pesados tacos subiera las escaleras y se detenía al llegar casi hasta el último peldaño. Se escuchaban golpes en las ventanas y en las puertas, y se extraviaban objetos con frecuencia. Cuando llegaba la noche, nadie quería estar sólo abajo en el primer piso. Y en las noches también se escuchaban pisadas, y el sonido de cuando se agitan las llaves. Varias veces tuve que bajar a investigar por mi cuenta armado sólo con un palo pensando que tal vez podía ser un intruso. Sé que todo esto suena muy fantástico, como a película de terror, pero les juro que todo esto fue verdad. En una ocasión, mi abuela, quien era modista de alta costura, se encontraba en su taller arreglando un pantalón, y contó que comenzó a sentirse observada y que un escalofrío recorría su espalda, y escuchó de pronto como golpeaban la ventana de su taller, la cual da al patio trasero. Se volteó para ver hacia afuera, pero no había nadie. Decidió volver a sus labores y enfocarse en terminar su trabajo...de pronto, nuevamente sintió golpes en su ventana. Aterrorizada pero enojada a la vez, y envalentonada por este mismo enojo, le gritó a lo que sea que estuviera golpeando - ¡YA BASTA, DÉJANOS EN PAZ! Se quebró y estalló en sollozos, y al cabo de unos segundos, volvieron a golpear su ventana, esta vez con tanta fuerza, que pensó se iba a romper. Presa del pánico, arrancó como pudo y fue donde una vecina amiga suya y compañera de profesión. Al rato, mi abuela regresó a la casa en compañía de su vecina y amiga. Le pidió que se quedará con ella mientras hacía una de sus famosas descargas. Cuentan las dos que mientras recorrían la casa esparciendo el humo del sahumerio, los muebles crujían y la llama saltaba de una manera increíble y que al llegar a mi habitación, pudieron distinguir en una de las paredes una mancha negra que les llamó la atención. Al acercarse, pudieron ver que era la imagen de un rostro diabólico, como si alguien hubiera hecho el esbozo de un demonio con un trozo de carboncillo. Pero, para cuando llegué de la escuela, está ya no estaba, y tanto mi abuela como su amiga juran que no la borraron.
En otra ocasión en que yo me encontraba solo, fui a darme una ducha, y para mi sorpresa al salir de la bañera, ví aquella vez, una imagen tenebrosa, un bosquejo como la cara de un demonio, dibujada con el vapor del agua caliente que se impregnaba en uno de los espejos, y debajo una frase que decía "YO TAMBIÉN SÉ DIBUJAR", y es que en aquel entonces solía hacer dibujos graciosos en los espejos y ventanas del baño con el vaho de mi aliento o del vapor de la tina, a modo de juego con mi pequeña hermana. Quedé petrificado y cuando pude reaccionar salí disparado a encerrarme en mi habitación. Me vestí lo más rápido que pude con el cuerpo mojado ya que lo único que quería era salir corriendo de ahí sin mirar atrás. Cuando estuve listo para salir de mi cuarto cogí la manija y ésta estaba muy caliente, tanto que grité unas chuchadas y la aparté rápidamente para no quemarme. Me eché hacia atrás sin poder entender que estaba sucediendo. En eso, la puerta comenzó a vibrar como si la estuviesen empujando violentamente desde el otro lado. Lo único que atiné a hacer en ese momento fue a atravesar un mueble frente a la puerta y a gritar por ayuda desde mi ventana. Al cabo de unos interminables minutos, una vecina entró a mi casa junto a los pacos. Habían tenido que derribar la puerta para ingresar. Les conté lo que me había pasado y en eso llegó mi familia. Mi madre se acercó para abrazarme mientras los oficiales le explicaban lo sucedido. Cuando se estaban por ir los carabineros, uno de ellos, quien lideraba el procedimiento, nos recomendó llamar a un cura. Recuerdo aún sus palabras: "si no fuera por lo 'cargada' que se siente esta casa, no les creería". Incluso un agente de la ley, quien se supone estaba preparado para afrontar el peligro y manejar el miedo, se hallaba evidentemente nervioso.

La actividad sobrenatural se volvía más fuerte, y los fenómenos extraños estaban a la orden del día...y no, uno nunca se acostumbra a algo como eso. Un día y gracias a una vecina, llegó un grupo de pastores evangélicos a nuestra casa, quienes se pusieron al tanto de nuestra situación. Cierto día llegaron acompañados de algunos miembros de su congregación para realizar una limpieza o liberación como les llaman ellos. Aún recuerdo cuando nos pidieron formar un círculo en la sala de nuestra casa y rezar, que mantuvieramos los ojos cerrados, por si alguien tenía la capacidad de ver cosas que no debiesemos ver, y que ignoraramos cualquier ruido que escuchásemos. Después de eso, recuerdo que junto a los cánticos y oraciones, podíamos oir a una multitud de gatos maullando mientras dos de los hermanos de la iglesia rociaban agua bendita y bendecian cada rincón de nuestro hogar. Sólo puedo decir que funcionó...al menos por un tiempo.

Pasó más o menos un mes desde la visita de los evangélicos, cuando cierta noche tuve la peor experiencia de todas.
Calculo que era pasada la medianoche, y despierto con unas ganas increíbles de comer algún bocadillo. Luego de dudar por mucho rato sobre si bajar o no a la cocina a buscar algo de comer, y confiado en el trabajo que habían hecho los hermanos de la congregación en nuestra casa, me decidí a bajar a la planta baja y buscar por algo que saciara mi hambre.
Aún con cierto temor y estando ya en la cocina, comienzo a sentir un fétido olor que me era ya familiar, y buscando el origen de éste...lo ví. Vi por primera vez al ser que estaba haciendo todo eso.
Lo ví en el taller de mi abuela...una figura masculina de 2 metros de alto, vestida completamente de negro y con un gran sombrero que ocultaba parte de su rostro.
Me paralizé...no supe que hacer. No sé cuanto segundos estuve así, pero cuando recobré el sentido y pude reaccionar, me eché a correr...ni siquiera podía gritar, sólo corrí, subí por las escaleras y entré a la habitación que mi madre comparte con mi abuela. Mi madre, quien se hallaba despierta puesto que padecía insomnio en aquél entonces, me preguntó qué hacía abajo, me dijo que me había sentido levantarme y bajar a la cocina. Sin poder sacar el habla aún, me dice -Te penaron, verdad.
Sólo pude asentir con la cabeza, y ella me abrazó, y me puse a llorar. Me sentí como un niño indefenso...jamás olvidaré ese momento. Decidimos no despertar ni contarle nada a mi abuela.

Mi abuela empezó a perder clientela y su trabajo se vino abajo. Le costaba concentrarse en sus labores como modista, y su condición mental empezó a deteriorarse. Con mi madre pensamos que era por la edad, pero eso no explicaba porque decayó tanto en tan poco tiempo, digo, el Alzheimer es una enfermedad progresiva y hasta ese entonces mi abuela tenía una buena salud en todo sentido. Y no sólo se enfermó mentalmente, sino que además comenzó a verse aquejada por un extraño mal físico. Empezó con vómitos, dolores estomacales, fiebre alta, alternaba entre períodos de estreñimiento y diarrea, padecía de una gran fatiga física y sólo quería dormir. Después le sobrevino una comezón insoportable por todo el cuerpo, seguida de dolores a las articulaciones, y empezó a orinar y a defecar sangre. Su estado se volvió realmente deplorable. Los médicos le realizaron cuanto examen había, pero no daban con la causa de su patología. Los doctores estaban atónitos, no se explicaban como una mujer relativamente sana pasó a estar en esas condiciones.
Ni siquiera sabían que es lo que tenía. Los estudios médicos no arrojaban ningún resultado satisfactorio. De ser una mujer bastante sana para su edad pasó a ser casi un vegetal. Había perdido el habla casi por completo, apenas articulaba frases y ya no se valía por sí misma. Comenzó a usar pañales y había que alimentarla como a una niña pequeña. Lo peor de todo eran los dolores intestinales de los que tanto se quejaba, tanto así que muchas veces gritaba, otras se desmayaba y otras veces se retorcía y no podía dormir. Fue algo realmente horrible. No sabíamos que hacer.

Casualmente, y por esas extrañas coincidencias de la vida, llegó una vecina nueva a nuestro vecindario a principios del 2006, poco antes de que comenzaran estos eventos sobrenaturales, llamada Tayra, la cual se dedicaba al tarot, la brujería, la magia blanca, los chakras, la astrología, la quiromancia y todo ese tipo de cosas...



Maldad Pura Parte 2

Como dije antes, casualmente llegó a mi vecindario en Enero del 2006, poco antes de que empezaran los eventos paranormales en mi hogar, una señora llamada Tayra, quién se dedicaba a la brujería, la lectura de manos, la astrología, el tarot y a todas esas prácticas esotéricas.
Puso una consulta espiritual en su casa, ya saben, uno de esos lugares donde ofrecen servicios de ocultismo, de magia y cosas así. A dicha consulta le llamó "Imanja"
Pensé que Imanja era su nombre de 'bruja', su apodo profesional, ya que como es sabido, quienes se dedican a este oficio generalmente usan un alias en vez de su nombre real. Al investigar un poco descubrí que Imanja era el nombre de una divinidad femenina de una antigua religión africana, un orishá.

Como sea, la condición de mi abuela empeoraba cada vez más, y fue perdiendo paulatinamente sus capacidades, incluso le costaba hablar en ciertas ocasiones. Su estado era tal que se había vuelto casi completamente dependiente del resto...ya no se valía por si misma. Y sus dolores, esos dolores que en ocasiones eran tan fuertes, que llegaba a gritar...había que sedarla en esos momentos.
Cierto día cuando llegué de la escuela, escuché un llanto, una especie de sollozos ahogados. Subí hasta la habitación de mi abuela, de donde provenían dichos lamentos...entré...y ahí la vi, tirada en el suelo, en un charco de lagrimas y sudor, con una expresión de terror en su cara, y aferrada a una biblia y a un crucifijo. Me horrorizé ante tal escena, y me apresuré en ayudarla. Como pude la subí a su cama y, cuando logró tranquilizarse, me contó lo que le había ocurrido, y lo que me contó...me dejó helado.
Me dijo que desde que se quedó sola en la casa, al tener yo que ir a la escuela, mi madre tener que ir a trabajar y mi hermana pequeña hallarse en el kindergarden, empezó a percibir cosas extrañas. Veía sombras cruzar por el umbral de la puerta de su dormitorio yendo y viniendo por el pasillo.
Oía rasguños en el piso y las paredes, y escuchaba gruñidos proviniendo de algún lugar de la casa. Pero lo más aterrador fue cuando escuchó como abrían la puerta principal de nuestra casa...eran casi las 1 de la tarde y, pensando que se trataba de Claudia, la enfermera que contratamos para que la atendiera, se levantó de la cama, cosa que tenía prohibida ya que podía accidentarse, y con ayuda de sus muletas y con las pocas fuerzas que tenía, salió de su habitación hacia el pasillo, y cuando estaba a punto de llegar a las escaleras para asomarse y llamar a la enfermera...lo vio. Una figura masculina, oscura y tétrica, alta, vestida de negro y con un gran sombrero que le cubría parte de la cara. Describió la misma visión que yo había tenido aquella nefasta noche. Dijo que se paralizó por unos instantes, y cuando volvió en si, presa del pánico, huyó de vuelta a su dormitorio, tropezando y dejando tiradas sus muletas. Se arrastró apenas, dentro de su alcoba, cerró la puerta de una pequeña patada estando tirada en el suelo, se arrastró un poco más, hasta su veladora, cogió la biblia y, sacando fuerzas de flaqueza, se levantó lo suficiente como para coger también el crucifijo que estaba colgado en la pared, sobre su cama, y en ese momento las piernas no le aguantaron más, y se desplomó. Pudo percibir como éste ser comenzaba a subir lentamente, paso a paso por las escaleras, y cuando sintió que había llegado al final de éstas y que se paraba justo afuera de su puerta, cerró sus ojos con fuerza y se puso a orar. Al cabo de unas horas llegué yo y la encontré aferrada a la biblia y al crucifijo, rezando y llorando, clamando para que esa cosa se fuera, con los ojos apretados, tirada en el piso.
Curiosamente, ese mismo día, la enfermera que contrató mi madre no llegó nunca. Cuando mi madre llegó a casa luego de una extenuante jornada laboral le conté lo sucedido, y no aguantó las lágrimas. Afortunadamente, mi abuela no se rompió ningún hueso, sólo sufrió unos cuantos moretones y magulladuras en sus manos y rodillas, y más allá de lo que fuera el susto de su vida, no le sucedió nada más.
Al día siguiente, mi madre llamó a su trabajo avisando que faltaría para tomarse el resto de la jornada libre, y su jefe, sabiendo de la delicada situación de mi abuela y siendo comprensivo al respecto, decidió darle libre el resto de la semana sin descontarle de su salario.
Mi madre, agradecida y aliviada por ese noble gesto por parte de su empleador, me pidió que también me tomara libre unos días y que no fuera a la escuela, para ayudarla en los quehaceres del hogar y en la atención de mi abuela, y en otros asuntos, en vista de lo que había ocurrido el día anterior.
Más tarde, a las 12:30 de ese mismo día, llegó Claudia, la ya mencionada enfermera. Claudia era hermosa. Hija de una vecina amiga de mi madre, era una joven de cabellos rubios, una tez pálida y ojos turquesa, alta y espigada, y muy delgada. Era realmente una muñeca de porcelana, preciosa a más no poder. En aquél entonces, ella era mi amor platónico. Y con sólo 22 años estaba egresada de la carrera de Enfermería...mi madre decidió ofrecerle un trabajo pagado de medio tiempo para que cuidara a mi abuela, y de paso ganara algo de experiencia antes de obtener un trabajo más profesional en alguna clínica u hospital de la ciudad. Claudia aceptó encantada. Ese día, Claudia se disculpó por no haber llegado a trabajar el día anterior, y mi madre algo molesta por su actitud irresponsable, (ya que ni siquiera llamó para avisar) la encaró pidiéndole alguna explicación. En ese momento, Claudia decidió contarle la verdad, aclarando que no le importaba si la encontraban una loca por lo que iba a decir. Le oí decir que estaba aterrada y que no quería volver a trabajar a nuestra casa nunca más, y que terminaría esa semana de trabajo y luego se marcharía. Contó que en repetidas ocasiones, y durante los casi dos meses que llevaba con nosotros, había sentido una insoportable pesadez en el ambiente, y que sentía como si alguien la observara en todo momento.
También dijo que en ocasiones ciertos objetos se extraviaban y aparecían en lugares distintos a donde recordaba que estaban. Que a veces sentía una presencia que la incomodaba bastante y que no importaba en que parte de la casa estuviera, siempre la sentía detrás de ella.
Nos contó que no pocas veces sintió como de la nada surgía un olor fétido, como a azufre, y escuchaba ruidos extraños, como de animales salvajes que rugían, pero nunca podía encontrar la fuente de dichos sonidos. Pero la gota que para ella rebasó el vaso fue una ocasión en que le tocaron el hombro cuando ordenaba algunas cosas, y cuando eso sucedió, escuchó claramente que decían su nombre, como un susurro, acompañado de un "Vete de aquí". Espantada, corrió ybsubió por las escaleras y se encerró en la alcoba de mi abuela junto con ella. En eso notó que mi abuela estaba pálida, más pálida de lo normal, con los labios amoratados, y que parecía no respirar. Aún nerviosa, se acercó a mi abuela para corroborar sus signos vitales, y se alteró aún más cuando confirmó que ésta había entrado en paro. Sobresaltada, le aplicó reanimación cardiopulmonar y al cabo de unos angustiosos minutos mi abuela recobró la conciencia. Se había salvado de milagro. Claudia se preguntó que hubiera pasado si en vez de correr a refugiarse al dormitorio de mi abuela, hubiera arrancado de la casa misma.
Por eso esa tarde se emocionó tanto al verme llegar de la escuela, ya que se sintió aliviada al tener algo de compañía además de la de mi abuela. Y por eso yo la noté tan alterada aquella vez. Y por eso también, esa noche se marchó tan raudamente a su casa apenas llegó mi madre del trabajo.
Terminó contándonos que esa noche casi no pudo dormir, en parte por los nervios de lo que le había tocado vivir ese día, pero además, porque decía que ese olor a azufre, como a podrido y a carne quemada, la había acompañado hasta su casa...y también, porque las pocas veces que lograba conciliar el sueño, tenía pesadillas tan intensas que la despertaban impetuosamente. Pesadillas en las que tenía visiones perturbadoras por decir lo menos, en especial, una visión...la de un hombre...un hombre alto vestido de negro y con un gran sombrero que cubría parte de su rostro.
Mi madre le reveló que desde hace un tiempo estaban sucediendo cosas anormales en esa casa, y que entendía perfectamente si ella no quería seguir ahí...pero que por favor se quedara con mi abuela una última vez, ese mismo día, para que ella pudiera poner en orden algunos asuntos, ya que no tenía a nadie más. Claudia aceptó, algo renuente claro, pero impulsada por ese amor y esa vocación y esa compasión que tenía hacia todo y hacia todos.
Por cierto, olvidé mencionar que, por si fuera poco, desde hace algunas semanas mi madre y yo nos habíamos percatado de que gente muy rara merodeaba en nuestro vecindario. Personas extrañas, hombres para ser más específico, que rondaban nuestra propiedad y que parecían vigilarnos. Los pudimos sorprender en varias ocasiones observando justo hacia nuestra casa, como tratando de ver hacia el interior. Fuesen quienes fuesen, me daban mala espina. Recuerdo que una noche de la semana pasada, a horas ya muy avanzadas, cuando me disponía a cerrar la ventana de mi cuarto que da hacia la calle, pude ver a uno de estos tipos, parado en la vereda de enfrente, mirando directo a mi hogar, y en cierto momento cruzó la calle viendo a todos lados y sacó lo que parecía ser una lata de spray; en efecto, eso era y acercándose al frontis rayó unos garabatos en la pared. Cuando ví eso, le grité unas cuántas groserías y el sujeto levantó su mirada para cruzarla con la mía, acto seguido huyó rápido del lugar. Agarré un nunchaku que tenía y salí presuroso de la casa para encararlo, pero ya no se veía por ningún lado. Mi madre quién oyó el escándalo, salió también y juntos vimos que era lo que había dibujado ese extraño: eran unas figuras ininteligibles con números, de los que destacaba un 4...

Mientras Claudia se quedaba a cuidar de mi abuela por última vez, mi madre me pidió que la acompañara a hacer unos trámites y luego, a hacer unas compras. Pensé que compraríamos pintura para cubrir ese graffitti que el desconocido había garabateado la semana pasada, pero no. Algo en esa situación y en la actitud de mi madre me causaba extrañeza.
Tomamos un taxi y tras 20 minutos de viaje, nos bajamos frente a una funeraria. Entramos, y me quedé esperando en el vestíbulo, mientras mi madre cotizaba los valores de los servicios y de los ataúdes. Después de un par de horas salimos de aquel lúgubre lugar. Mi madre me miró y me dijo:
-Eres inteligente, así que podrás imaginar porque vinimos aquí...a tu abuela...no creo que le quedé mucho tiempo.
Mi madre es fuerte, siempre ha sido toda una guerrera, ha tenido que batallar sola contra la vida como muchas madres solteras, ya que el bastardo de mi padre nos abandonó cuando yo nací, en el 90', y engatusó a mi madre de nuevo en el 2003 cuando la embarazó de mi hermana de ahora 3 años, y nuevamente nos abandonó. Siempre se ha mostrado fuerte, pero en ese momento, se quebró. La abrazé y los dos lloramos juntos, bajo el sombrío cielo de una tarde de Miércoles, en Septiembre de 2006, a finales de invierno, cuando era un simple adolescente de 16 años.
Pasamos a hacer las compras al mercado y cuando volvíamos a casa, algo no andaba bien. Vimos a la distancia, a Claudia y a mi abuela en su silla de ruedas, en el antejardín, casi asomándose a la calle. Apuramos el paso, ya que mi madre y yo intuimos que algo malo pasaba...y en efecto, la expresión de horror en el rostro de Claudia hacía más que evidente que algo había sucedido...otra vez.
Entramos todos a la casa, y estando reunidos en la sala, Claudia dijo - Hay algo muy malo aquí, tienen que irse...y yo tengo que irme, lo siento. De pronto, escuchamos un fuerte esteuendo a nuestras espaldas. Alguien había arrojado un ladrillo contra la ventana del salón, rompiéndolo en múltiples pedazos. Salí al exterior para confrontar al responsable, y divisé a dos sujetos arrancando a toda velocidad por mi calle. Salí persiguiéndolos, y uno de ellos se quedó atrás y tropezó. Eventualmente lo alcanzé y comencé a golpearlo con todas mis fuerzas, lleno de ira, preguntándole quiénes eran y que querían. Con la voz entrecortada y ahogada dijo: -"El señor Sáez, Enrique Sáez"- fue lo único que balbuceó ese bandido. En ese instante, el otro individuo se devolvió para ayudar a su amigo, y cuando estaba a sólo unos metros, de entre sus ropas sacó un arma.
Un pánico enorme se apoderó de mí. Dejé al tipo que estaba golpeando, ensangrentado, corrí unos cuantos pasos y me escondí detrás de un automóvil. Disparos. Pude sentir las balas pasando a mi lado, casi rozándome. La piel erizada y un escalofrío que recorría cada extremidad. Adrenalina al tope. Latidos a mil. Pensé que me había llegado mi hora. Al cabo de unos segundos interminables que parecieron horas, pude entrar en cuenta que esos criminales ya se habían ido, que al parecer no querían matarme si no que únicamente quería que dejara a su compañero en paz, para así poder huir. Afortunadamente sólo fue un susto. El susto de mi vida, claro está. Mi madre se acercó a donde yo estaba parapetado, tras ese coche, y con un gesto apremiante y una expresión de terror en su rostro me indicó que me acercara y fuera con ella. Entramos a la casa y todos estábamos evidentemente alterados.
Llamamos a la policía. Sin perder tiempo, Claudia agarró su abrigo y se marchó. Fue demasiado para ella. No nos dio tiempo de pedirle mayores explicaciones sobre lo que había sucedido en el lapso en que mi madre y yo estuvimos afuera.
-"Estaré en mi casa con mi mamá por si los policías quieren interrogarme o si requieren mi testimonio"- Fue lo último que dijo antes de irse. Al cabo de un par de horas, llegó la policía uniformada y les contamos todo lo que había pasado. Unos detectives llegaron a la escena y recogieron evidencias. Los oficiales dijeron que iniciarían las diligencias pertinentes del caso. Cuando se retiraron, quedamos sólo mi abuela, a la que le dimos unos tranquilizantes, y yo, ya que mi madre tuvo que ir a buscar a mi hermanita al jardín de infantes. En eso recordé, aún impactado por aquella experiencia, lo que me había dicho el individuo al que alcancé, entre golpes, entre balbuceos, entrecortado -" Sáez, el Señor Enrique Sáez"- y me di cuenta que, por los nervios, había olvidado contarle esa parte al policía que me entrevistó. Había omitido ese detalle en mi declaración.
Pero, ¿quién diablos era ese tal señor Enrique Sáez? ¿qué me habrá querido decir? Tal vez si lo hubiera dejado hablar algo más en vez de continuar golpeandolo...quizás hubiera revelado algo más. Sé que lo hubiera hecho. Pero estaba vuelto loco en ese momento, no pensaba ni actuaba racionalmente. De hecho, ya tenía mucho en que pensar, tenía la cabeza hecha un nudo. Después de algunos minutos llegó mi madre con mi hermana, quién en su inocencia, no tenía idea de nada.


Ya era casi de noche. El ambiente se sentía más pesado que de costumbre. A mi madre se le ocurrió llamar a nuestra tía Eli, la hermana menor de mi abuela, y le contó todo. Agarramos algunas pertenencias y nos dispusimos a irnos a casa de mi tía a quedarnos con ella. Pero, antes de salir de casa, cuando fui a buscar el biberón y otras cosas de mi pequeña hermana, pude notar que en la puerta de la alcoba de mi abuela había una especie de marcas...marcas... como de garras. Luego, las luces empezaron a titilar y sentí como los muebles empezaban a vibrar, y ese horrible olor a quemado y a podrido empezó a emanar de quién sabe dónde. Esa cosa, ese ente...lo había logrado.
Llegamos a casa de mi tía Eli y le contamos con más detalle lo ocurrido. Quedó horrorizada. Hacia tiempo que no nos veíamos ya que ella también está enferma, debido a una artrosis que no la deja caminar bien y a un problema renal que la obliga a dializarse cada ciertos días. Mi tía Eli tiene un hijo que se fue a vivir por motivos profesionales con su esposa e hijos a Portugal hace ya bastante tiempo. La cosa es que, debido a su soledad y a que su casa le quedó grande, y también a la difícil situación nuestra, decidimos aceptar su ofrecimiento de vivir con ella.
Luego de comer algo y ya instalados en ese hogar, le dije a mi madre que tenía que preguntarle algo importante. Cuando estuvimos a solas, le pregunté:-¿Quién es Enrique Sáez?- mi madre extrañada me cuestionó: - ¿dónde escuchaste ese nombre? -De uno de los sujetos, del que terminé por golpear- le dije -¿por qué? Ella sólo respondió: "Enrique Sáez, es el nombre del cuñado de tu abuela, el esposo de la tía Ana".
 
Última edición:
Una viene a leer algo agradable y salen con esto.

Exijo ban para el creador del tema por mentiroso :daleoh:

Si ud. no cree es cosa suya cilantrita
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Si no crees es weá tuyan no mas poh feo culiao
 
Cilantrito yo creo, pero no puede dejar la historia en la mejor parte.

:naster:
 
Hola, por fin me decidí a compartir mi anécdota con ustedes en este espacio.
Quiero entregarles este pedazo de mi historia, sé que es difícil confiar, pero todo lo que les voy a comentar aquí me sucedió realmente. Pero no pretendo convencer a nadie, de hecho yo mismo me considero alguien escéptico y muy racional, pero lo que les contaré me dejó hasta el día de hoy marcando ocupado, como sin saber que pensar de esto que me ocurrió. Simplemente comparto esta experiencia con ustedes como una forma de desahogarme y por ocio, en cierto modo; así que les dejo a su criterio el creer o no. Voy a procurar redactar lo mejor posible, usando todos mis dotes literarios, para darles una buena narrativa e hilar todo de manera que les genere suspenso, pero sin alterar los hechos o faltar a la verdad, mi verdad. Si cree, bien, si no, véalo como una historia entretenida, como una película o un relato de Stephen King. Se respeta. Y como si fuera un capítulo de Carlos Pinto, cambié los nombres para proteger a mis cercanos.
Por último, de ponerle un título a esto, le pondría "Maldad Pura"... Al final sabrán porqué.





Todo esto comenzó hace aproximadamente 17 años. Corría el año 2001, y en ese tiempo yo sólo era un niño de 11 años. Hasta aquél entonces vivía con mi madre, Carol, mi abuela materna, Sonia, y la madre de ésta, o sea, mi bisabuela materna, llamada Margarita. Sobre mi padre y la familia de éste no sé mucho en verdad, y tampoco me interesa. Vivíamos todos juntos en la casa que era propiedad de mi bisabuela. Cabe mencionar que mi abuela tenía dos hermanas: Elizabeth, o Tía Eli como le decíamos, la menor, y Ana, la mayor, siendo mi abuela Sonia la del medio. Dichas hermanas hicieron sus vidas fuera del hogar donde se criaron, y vivían en sus propias casas con sus respectivas familias, siendo mi abuela la única que no abandonó el nido, quedándose a vivir y acompañar a su madre prácticamente toda su vida. Sobre mi bisabuelo no sé mucho, sólo que era un tipo duro, de esos viejos de los de antes, y murió aprox.a fines de los 70. La relación de mi abuela con su hermana menor, mi Tía Eli, siempre fue buena. Pero con su hermana mayor, Ana, nunca se llevó bien. Según mi abuela, la Tía Ana, como le decíamos en ese entonces, era la oveja negra de la familia. Siempre fue ingrata y despreocupada con su madre, mi bisabuela Margarita, y cuando la visitaba era para pedirle dinero o cosas así.
Y francamente, ni a mi madre ni a mí nos agradaba...la tía Ana nos causaba un cierto repeluz.
Como sea, en Mayo de ese mismo año (2001) mi bisabuela Margarita falleció a causa de una extraña y gravísima enfermedad contra la cual luchó por tres largos meses.
Tras su muerte, y debido a que no dejó testamento ni realizó trámite de herencia alguno, comenzaron las típicas rencillas de hermanos por la posesión de la casa.

La disputa por la propiedad que alguna vez fue de mi bisabuela, se dio únicamente entre mi abuela Sonia y su hermana mayor, Ana, ya que la menor renunció a su parte y se la cedió a mi abuela, y según las leyes, al no haber testamento, la casa le pertenecía legalmente a mi abuela, por ser ella quién hacía usufructo directo de la propiedad, siempre y cuando le pagara a sus hermanas su parte del inmueble.
Mi tía Eli, la hermana menor de mi abuela, como les dije, renunció a su parte de la casa y al dinero y se la cedió a mi abuela, debido al profundo amor de hermanas que había entre ellas, y reconociendo el mérito de mi abuela por ser quién más se hizo cargo de su madre, además de entender que mi familia no estaba bien económicamente como para pagar una cantidad de dinero tan alta (algo así como 7 millones de pesos).
Pero con su otra hermana, la mayor, la tía Ana, las cosas fueron diferentes...muy, muy diferentes.
Comenzó a exigirle de manera intransigente a mi abuela que le pagara su parte de la propiedad, lo cual no era algo del todo malo...después de todo, estaba en todo su derecho ante la ley, aunque quizás no desde el punto de vista moral y humano, ya que como dije, nunca se preocupó mucho de su madre.
Como sea, mi abuela nunca se negó a pagarle su parte de la casa, pero siempre le dejó en claro que quería hacerlo mediante abogados, siguiendo los protocolos burocráticos y jurídicos correspondientes, para que quedara constancia del pago en algun registro judicial, para que de esta forma su hermana mayor no le jugara sucio, ya que mi abuela sospechaba que de pagarle de manera informal, sin que quedara acta o registro alguno del pago, su hermana Ana era capaz de avivarse y estafarla.

Mi tía Ana nunca aceptó solucionar este asunto de la forma correcta, ella quería que se le pagara de manera informal su dinero sin que quedara registro alguno de dicho pago...era obvio que quería defraudar a su hermana...eran demasiado evidentes sus intenciones de, una vez que mi abuela le pagara el dinero que le debía, desconocer dicho pago, desentenderse del todo y hacer como que nunca sucedió, y demandar a mi abuela para quitarle la casa y quedársela ella, y de paso, obtener más dinero. Suena escabroso, lo sé, pero es increíble a lo que puede llegar el ser humano por la avaricia, y pensar que estas rencillas familiares son tan típicas .

La cosa es que este conflicto escaló a tal punto, que gran parte de la familia se vio involucrada, y a medida que pasaba el tiempo, las desaveniencias entre primos/as, tíos/tías y sobrinos/as calaron hondo e hicieron mella en nuestras relaciones. En cierto punto, se rompió la unión familiar.

Pero aquí es donde comienza realmente la historia.
Recuerdo que a finales del 2005, le llegó a mi abuela una notificación...una notificación de demanda. Sí, mi maldita tía Ana al fin lo había hecho, al fin se había decidido, había demandado a mi abuela, ¡A SU PROPIA HERMANA! para quitarle su casa. Presentó una querella contra mi abuela, dejándola mal y mintiendo, diciendo que ella se resistía a pagarle lo que le correspondía, que mi abuela le negaba su parte del valor de la propiedad, cosa que nunca fue así, mi abuela siempre le quizo pagar, pero siempre ante un juez o un notario o un ministro de fé, para que, como ya mencioné, quedara constancia del pago y así mi tía no se hicera la tonta después.

Pasó el tiempo... eran principios del 2006, y más o menos como por el mes de Marzo, extraños eventos comenzaron a suceder.
Empecé a notar que la casa que compartía con mi madre, mi abuela, y ahora también, con mi pequeña hermana, Catalina, que había nacido hace solamente tres años, se sentía de alguna manera, extraña. El ambiente se sentía denso, y ya no me sentía cómodo ahí, pero sin saber exactamente porqué.
En cierta ocasión, mientras mi hermana estaba en el jardín de infantes, le comenté a mi madre y a mi abuela sobre esa extraña sensación de incomodidad que estaba sintiendo, de inseguridad, como de peligro inminente, un raro sentimiento de amenaza. Como si algo estuviera al acecho, allí en nuestro propio hogar.
-No eres el único que siente eso-espetó mi abuela.
-Yo también he estado percibiendo esa sensación extraña de la que hablas-replicó mi madre.
Un silencio sepulcral se dio en ese momento...nos quedamos mirando y sólo por la expresión de nuestros rostros sabíamos que algo no marchaba bien.
Mi abuela al cabo de unos instantes dijo -Siento que la casa está pesada, que está 'cargada'.
Yo ya sabía a que se refería al decir que la casa estaba cargada...se refería a que habia 'algo' en la casa, y que ese 'algo' no era nada bueno.
Más tarde ese mismo día, mi abuela Sonia se puso a hacer una 'descarga', que no es otra cosa más que una especie de ritual en donde se quema incienso mientras hace oraciones, y también quemaba un sahumerio, cuyo humo se dice que ahuyenta las malas vibras; mi abuela recorría la casa habitación por habitación, esparciendo ese humo en cada espacio, en cada rincón...en eso, sentí un grito. Subí al segundo piso, de dónde provino el alarido, dónde estaba mi abuela que sostenía el recipiente que contenía el sahumerio y el incienso quemados.
Cuando llegué a su lado me dijo- Mira Joao, mira como 'salta' la llama. En efecto, la llama 'saltaba' muy alto. A lo que me refiero cuando digo que la llama 'salta', para aquellos que no saben, se dice así cuando la llama del sahumerio se enciende demasiado, cuando ésta se agranda. Y como dije, efectivamente la llama se 'estiraba' mucho...según lo que me enseño mi abuela, cuando eso pasaba, era señal de que la casa estaba 'cargada', o sea, habían muchas malas energías.
Cuando era casi de noche, mi abuela me llama a la cocina, y mostrándome las cenizas del sahumerio que había hecho anteriormente, me dice
-Mira, y dime que ves.
Y cual fue mi sorpresa al ver claramente en los restos consumidos del sahumerio, un rostro de aspecto demoníaco, perfectamente definido. Según mi abuela, cuando un sahumerio se consume, se pueden ver las malas energías reflejadas en forma de imágenes en los restos calcinados de éste.
-Dime que tú tambien lo ves...al demonio.
-Se llama pareidolia- le dije para tranquilizarla. Es un fenómeno que ocurre cuando el cerebro cree ver patrones conocidos en una cosa, como cuando se ven 'caras' en el humo o figuras en las nubes o cuando la gente ve a Jesús o a la Virgen en una tostada.
Me miró, no muy convencida de mi explicación.

El año escolar había empezado hacía poco, llevaba dos meses en una nueva escuela, y no sé por qué, pero no me podía concentrar en mis estudios. Por más que lo intentaba no podía aprenderme mis lecciones. Mi rendimiento académico decayó bastante. Siempre había sido buen estudiante, y ahora me costaba bastante aprenderme mis apuntes, memorizar algo o asimilar nuevas enseñanzas. Y siempre estaba esa sensación de inquietud, sólo que ahora era más intensa...me sentía observado, y de tanto en tanto volteaba ya que la sensación de que alguien o algo estaba detrás mío era bastante fuerte. Cuando mi madre recibió el primer informe de calificaciones, me pidió explicaciones al respecto. Le dije la verdad...que me costaba prestar atención, que cuando estaba en mi escritorio repasando para los exámenes, sentía que algo me vigilaba, que algo estaba parado a mis espaldas. Y no sólo en mi habitación, no sólo cuando estudiaba, empecé a sentir esa sensación casi todo el tiempo...incluso mientras dormía. En varias ocasiones me desperté, la mayoría de las veces empapado en sudor. Tenía pesadillas frecuentemente, muchas de las cuales no recuerdo del todo, pero sé que había tenido pesadillas por las vagas imágenes que venían a mi mente, y por el sentimiento de temor que me agobiaba aquellas noches.
Como dije, de la mayoría de las pesadillas no me acuerdo muy bien, pero...hay una que, desafortunadamente, si recuerdo y muy bien, y cada vez que la rememoro se me eriza la piel. En esa pesadilla, la cual era en primera persona, yo estaba dormido, y despierto de pronto, en mi sueño, sintiendo algo extraño en mi interior. Era como si tuviera algo adentro... algo...dentro de mí...sentía como si todo mi interior estuviera podrido, no sé, no sabría explicarlo con palabras. Además, sentía un olor muy fétido, como a huevos podridos y a quemado. En mi pesadilla, me levantaba de la cama y me dirigía hacia el baño, como si fuera un robot, en modo automático. Al entrar al baño, la luz ya estaba encendida, y al pararme frente al espejo, me veía a mi mismo, pero no me reconocía, digo, era mi imagen en el espejo, pero había algo distinto...en especial, en mi mirada. Era una mirada que nunca me había visto a mi mismo, una mirada como de ira y de odio intenso, y mis facciones eran ásperas, y mi expresión...mi expresión era como de odio. Curiosamente, en el sueño, no sentía nada, ni miedo ni nada por el estilo. Pero en ese momento, sí sentí algo, la cosa más rara y escalofriante que haya sentido en mi vida. Sentí como algo trataba de tomar control sobre mí, como si algo estuviera en mi interior, como si algo....como si algo tratara de poseerme. No me gusta usar esta expresión, pero así era como se sentía. Si me preguntan que se siente una posesión, pués sinceramente no sabría explicarlo en palabras, no hay como describirlo, tendrían que experimentarlo en carne propia para saber que se siente exactamente. En mi sueño, en mi pesadilla, me resistía a lo que sea que fuese esa cosa, y me resistía a perder el control de mi mismo, y a que esa cosa me dominara. De alguna forma, logré superar a 'eso'. Al cabo de unos instantes desperté, y sea lo que haya sido, ya no lo sentí, al menos no durante el resto de esa noche, de hecho no sentí a esa 'presencia' durante varios días...y las cosas estuvieron bien durante un par de semanas, no sé si fue gracias a los varios sahumerios y descargas que mi abuela había hecho hasta ese entonces o si esa cosa se rindió al no poderme someter...hasta que un día.

La sensación de peligro y temor volvió, y esta vez más fuerte que nunca. No daban ganas de estar en esa casa, y ni pensar en quedarse sólo ahí. Incluso las personas que nos visitaban podían sentirlo, y a nuestros amigos, a nuestros vecinos, nuestros familiares...nadie quería permanecer mucho tiempo en nuestra casa, a todos les incomodaba de sobremanera esa extraña pesadez en el ambiente. Y ya no era sólo la sensación de estar siendo observados y el miedo que eso provocaba, no, ya no se limitaba sólo a eso. También se sentían pasos tanto de día com de noche, se sentía como si alguien con pesados tacos subiera las escaleras y se detenía al llegar casi hasta el último peldaño. Se escuchaban golpes en las ventanas y en las puertas, y se extraviaban objetos con frecuencia. Cuando llegaba la noche, nadie quería estar sólo abajo en el primer piso. Y en las noches también se escuchaban pisadas, y el sonido de cuando se agitan las llaves. Varias veces tuve que bajar a investigar por mi cuenta armado sólo con un palo pensando que tal vez podía ser un intruso. Sé que todo esto suena muy fantástico, como a película de terror, pero les juro que todo esto fue verdad. En una ocasión, mi abuela, quien era modista de alta costura, se encontraba en su taller arreglando un pantalón, y contó que comenzó a sentirse observada y que un escalofrío recorría su espalda, y escuchó de pronto como golpeaban la ventana de su taller, la cual da al patio trasero. Se volteó para ver hacia afuera, pero no había nadie. Decidió volver a sus labores y enfocarse en terminar su trabajo...de pronto, nuevamente sintió golpes en su ventana. Aterrorizada pero enojada a la vez, y envalentonada por este mismo enojo, le gritó a lo que sea que estuviera golpeando - ¡YA BASTA, DÉJANOS EN PAZ! Se quebró y estalló en sollozos, y al cabo de unos segundos, volvieron a golpear su ventana, esta vez con tanta fuerza, que pensó se iba a romper. Presa del pánico, arrancó como pudo y fue donde una vecina amiga suya y compañera de profesión. Al rato, mi abuela regresó a la casa en compañía de su vecina y amiga. Le pidió que se quedará con ella mientras hacía una de sus famosas descargas. Cuentan las dos que mientras recorrían la casa esparciendo el humo del sahumerio, los muebles crujían y la llama saltaba de una manera increíble y que al llegar a mi habitación, pudieron distinguir en una de las paredes una mancha negra que les llamó la atención. Al acercarse, pudieron ver que era la imagen de un rostro diabólico, como si alguien hubiera hecho el esbozo de un demonio con un trozo de carboncillo. Pero, para cuando llegué de la escuela, está ya no estaba, y tanto mi abuela como su amiga juran que no la borraron.
En otra ocasión en que yo me encontraba solo, fui a darme una ducha, y para mi sorpresa al salir de la bañera, ví aquella vez, una imagen tenebrosa, un bosquejo como la cara de un demonio, dibujada con el vapor del agua caliente que se impregnaba en uno de los espejos, y debajo una frase que decía "YO TAMBIÉN SÉ DIBUJAR", y es que en aquel entonces solía hacer dibujos graciosos en los espejos y ventanas del baño con el vaho de mi aliento o del vapor de la tina, a modo de juego con mi pequeña hermana. Quedé petrificado y cuando pude reaccionar salí disparado a encerrarme en mi habitación. Me vestí lo más rápido que pude con el cuerpo mojado ya que lo único que quería era salir corriendo de ahí sin mirar atrás. Cuando estuve listo para salir de mi cuarto cogí la manija y ésta estaba muy caliente, tanto que grité unas chuchadas y la aparté rápidamente para no quemarme. Me eché hacia atrás sin poder entender que estaba sucediendo. En eso, la puerta comenzó a vibrar como si la estuviesen empujando violentamente desde el otro lado. Lo único que atiné a hacer en ese momento fue a atravesar un mueble frente a la puerta y a gritar por ayuda desde mi ventana. Al cabo de unos interminables minutos, una vecina entró a mi casa junto a los pacos. Habían tenido que derribar la puerta para ingresar. Les conté lo que me había pasado y en eso llegó mi familia. Mi madre se acercó para abrazarme mientras los oficiales le explicaban lo sucedido. Cuando se estaban por ir los carabineros, uno de ellos, quien lideraba el procedimiento, nos recomendó llamar a un cura. Recuerdo aún sus palabras: "si no fuera por lo 'cargada' que se siente esta casa, no les creería". Incluso un agente de la ley, quien se supone estaba preparado para afrontar el peligro y manejar el miedo, se hallaba evidentemente nervioso.

La actividad sobrenatural se volvía más fuerte, y los fenómenos extraños estaban a la orden del día...y no, uno nunca se acostumbra a algo como eso. Un día y gracias a una vecina, llegó un grupo de pastores evangélicos a nuestra casa, quienes se pusieron al tanto de nuestra situación. Cierto día llegaron acompañados de algunos miembros de su congregación para realizar una limpieza o liberación como les llaman ellos. Aún recuerdo cuando nos pidieron formar un círculo en la sala de nuestra casa y rezar, que mantuvieramos los ojos cerrados, por si alguien tenía la capacidad de ver cosas que no debiesemos ver, y que ignoraramos cualquier ruido que escuchásemos. Después de eso, recuerdo que junto a los cánticos y oraciones, podíamos oir a una multitud de gatos maullando mientras dos de los hermanos de la iglesia rociaban agua bendita y bendecian cada rincón de nuestro hogar. Sólo puedo decir que funcionó...al menos por un tiempo.

Pasó más o menos un mes desde la visita de los evangélicos, cuando cierta noche tuve la peor experiencia de todas.
Calculo que era pasada la medianoche, y despierto con unas ganas increíbles de comer algún bocadillo. Luego de dudar por mucho rato sobre si bajar o no a la cocina a buscar algo de comer, y confiado en el trabajo que habían hecho los hermanos de la congregación en nuestra casa, me decidí a bajar a la planta baja y buscar por algo que saciara mi hambre.
Aún con cierto temor y estando ya en la cocina, comienzo a sentir un fétido olor que me era ya familiar, y buscando el origen de éste...lo ví. Vi por primera vez al ser que estaba haciendo todo eso.
Lo ví en el taller de mi abuela...una figura masculina de 2 metros de alto, vestida completamente de negro y con un gran sombrero que ocultaba parte de su rostro.
Me paralizé...no supe que hacer. No sé cuanto segundos estuve así, pero cuando recobré el sentido y pude reaccionar, me eché a correr...ni siquiera podía gritar, sólo corrí, subí por las escaleras y entré a la habitación que mi madre comparte con mi abuela. Mi madre, quien se hallaba despierta puesto que padecía insomnio en aquél entonces, me preguntó qué hacía abajo, me dijo que me había sentido levantarme y bajar a la cocina. Sin poder sacar el habla aún, me dice -Te penaron, verdad.
Sólo pude asentir con la cabeza, y ella me abrazó, y me puse a llorar. Me sentí como un niño indefenso...jamás olvidaré ese momento. Decidimos no despertar ni contarle nada a mi abuela.

Mi abuela empezó a perder clientela y su trabajo se vino abajo. Le costaba concentrarse en sus labores como modista, y su condición mental empezó a deteriorarse. Con mi madre pensamos que era por la edad, pero eso no explicaba porque decayó tanto en tan poco tiempo, digo, el Alzheimer es una enfermedad progresiva y hasta ese entonces mi abuela tenía una buena salud en todo sentido. Y no sólo se enfermó mentalmente, sino que además comenzó a verse aquejada por un extraño mal físico. Empezó con vómitos, dolores estomacales, fiebre alta, alternaba entre períodos de estreñimiento y diarrea, padecía de una gran fatiga física y sólo quería dormir. Después le sobrevino una comezón insoportable por todo el cuerpo, seguida de dolores a las articulaciones, y empezó a orinar y a defecar sangre. Su estado se volvió realmente deplorable. Los médicos le realizaron cuanto examen había, pero no daban con la causa de su patología. Los doctores estaban atónitos, no se explicaban como una mujer relativamente sana pasó a estar en esas condiciones.
Ni siquiera sabían que es lo que tenía. Los estudios médicos no arrojaban ningún resultado satisfactorio. De ser una mujer bastante sana para su edad pasó a ser casi un vegetal. Había perdido el habla casi por completo, apenas articulaba frases y ya no se valía por sí misma. Comenzó a usar pañales y había que alimentarla como a una niña pequeña. Lo peor de todo eran los dolores intestinales de los que tanto se quejaba, tanto así que muchas veces gritaba, otras se desmayaba y otras veces se retorcía y no podía dormir. Fue algo realmente horrible. No sabíamos que hacer.

Casualmente, y por esas extrañas coincidencias de la vida, llegó una vecina nueva a nuestro vecindario a principios del 2006, poco antes de que comenzaran estos eventos sobrenaturales, llamada Tayra, la cual se dedicaba al tarot, la brujería, la magia blanca, los chakras, la astrología, la quiromancia y todo ese tipo de cosas...



Maldad Pura Parte 2

Como dije antes, casualmente llegó a mi vecindario en Enero del 2006, poco antes de que empezaran los eventos paranormales en mi hogar, una señora llamada Tayra, quién se dedicaba a la brujería, la lectura de manos, la astrología, el tarot y a todas esas prácticas esotéricas.
Puso una consulta espiritual en su casa, ya saben, uno de esos lugares donde ofrecen servicios de ocultismo, de magia y cosas así. A dicha consulta le llamó "Imanja"
Pensé que Imanja era su nombre de 'bruja', su apodo profesional, ya que como es sabido, quienes se dedican a este oficio generalmente usan un alias en vez de su nombre real. Al investigar un poco descubrí que Imanja era el nombre de una divinidad femenina de una antigua religión africana, un orishá.

Como sea, la condición de mi abuela empeoraba cada vez más, y fue perdiendo paulatinamente sus capacidades, incluso le costaba hablar en ciertas ocasiones. Su estado era tal que se había vuelto casi completamente dependiente del resto...ya no se valía por si misma. Y sus dolores, esos dolores que en ocasiones eran tan fuertes, que llegaba a gritar...había que sedarla en esos momentos.
Cierto día cuando llegué de la escuela, escuché un llanto, una especie de sollozos ahogados. Subí hasta la habitación de mi abuela, de donde provenían dichos lamentos...entré...y ahí la vi, tirada en el suelo, en un charco de lagrimas y sudor, con una expresión de terror en su cara, y aferrada a una biblia y a un crucifijo. Me horrorizé ante tal escena, y me apresuré en ayudarla. Como pude la subí a su cama y, cuando logró tranquilizarse, me contó lo que le había ocurrido, y lo que me contó...me dejó helado.
Me dijo que desde que se quedó sola en la casa, al tener yo que ir a la escuela, mi madre tener que ir a trabajar y mi hermana pequeña hallarse en el kindergarden, empezó a percibir cosas extrañas. Veía sombras cruzar por el umbral de la puerta de su dormitorio yendo y viniendo por el pasillo.
Oía rasguños en el piso y las paredes, y escuchaba gruñidos proviniendo de algún lugar de la casa. Pero lo más aterrador fue cuando escuchó como abrían la puerta principal de nuestra casa...eran casi las 1 de la tarde y, pensando que se trataba de Claudia, la enfermera que contratamos para que la atendiera, se levantó de la cama, cosa que tenía prohibida ya que podía accidentarse, y con ayuda de sus muletas y con las pocas fuerzas que tenía, salió de su habitación hacia el pasillo, y cuando estaba a punto de llegar a las escaleras para asomarse y llamar a la enfermera...lo vio. Una figura masculina, oscura y tétrica, alta, vestida de negro y con un gran sombrero que le cubría parte de la cara. Describió la misma visión que yo había tenido aquella nefasta noche. Dijo que se paralizó por unos instantes, y cuando volvió en si, presa del pánico, huyó de vuelta a su dormitorio, tropezando y dejando tiradas sus muletas. Se arrastró apenas, dentro de su alcoba, cerró la puerta de una pequeña patada estando tirada en el suelo, se arrastró un poco más, hasta su veladora, cogió la biblia y, sacando fuerzas de flaqueza, se levantó lo suficiente como para coger también el crucifijo que estaba colgado en la pared, sobre su cama, y en ese momento las piernas no le aguantaron más, y se desplomó. Pudo percibir como éste ser comenzaba a subir lentamente, paso a paso por las escaleras, y cuando sintió que había llegado al final de éstas y que se paraba justo afuera de su puerta, cerró sus ojos con fuerza y se puso a orar. Al cabo de unas horas llegué yo y la encontré aferrada a la biblia y al crucifijo, rezando y llorando, clamando para que esa cosa se fuera, con los ojos apretados, tirada en el piso.
Curiosamente, ese mismo día, la enfermera que contrató mi madre no llegó nunca. Cuando mi madre llegó a casa luego de una extenuante jornada laboral le conté lo sucedido, y no aguantó las lágrimas. Afortunadamente, mi abuela no se rompió ningún hueso, sólo sufrió unos cuantos moretones y magulladuras en sus manos y rodillas, y más allá de lo que fuera el susto de su vida, no le sucedió nada más.
Al día siguiente, mi madre llamó a su trabajo avisando que faltaría para tomarse el resto de la jornada libre, y su jefe, sabiendo de la delicada situación de mi abuela y siendo comprensivo al respecto, decidió darle libre el resto de la semana sin descontarle de su salario.
Mi madre, agradecida y aliviada por ese noble gesto por parte de su empleador, me pidió que también me tomara libre unos días y que no fuera a la escuela, para ayudarla en los quehaceres del hogar y en la atención de mi abuela, y en otros asuntos, en vista de lo que había ocurrido el día anterior.
Más tarde, a las 12:30 de ese mismo día, llegó Claudia, la ya mencionada enfermera. Claudia era hermosa. Hija de una vecina amiga de mi madre, era una joven de cabellos rubios, una tez pálida y ojos turquesa, alta y espigada, y muy delgada. Era realmente una muñeca de porcelana, preciosa a más no poder. En aquél entonces, ella era mi amor platónico. Y con sólo 22 años estaba egresada de la carrera de Enfermería...mi madre decidió ofrecerle un trabajo pagado de medio tiempo para que cuidara a mi abuela, y de paso ganara algo de experiencia antes de obtener un trabajo más profesional en alguna clínica u hospital de la ciudad. Claudia aceptó encantada. Ese día, Claudia se disculpó por no haber llegado a trabajar el día anterior, y mi madre algo molesta por su actitud irresponsable, (ya que ni siquiera llamó para avisar) la encaró pidiéndole alguna explicación. En ese momento, Claudia decidió contarle la verdad, aclarando que no le importaba si la encontraban una loca por lo que iba a decir. Le oí decir que estaba aterrada y que no quería volver a trabajar a nuestra casa nunca más, y que terminaría esa semana de trabajo y luego se marcharía. Contó que en repetidas ocasiones, y durante los casi dos meses que llevaba con nosotros, había sentido una insoportable pesadez en el ambiente, y que sentía como si alguien la observara en todo momento.
También dijo que en ocasiones ciertos objetos se extraviaban y aparecían en lugares distintos a donde recordaba que estaban. Que a veces sentía una presencia que la incomodaba bastante y que no importaba en que parte de la casa estuviera, siempre la sentía detrás de ella.
Nos contó que no pocas veces sintió como de la nada surgía un olor fétido, como a azufre, y escuchaba ruidos extraños, como de animales salvajes que rugían, pero nunca podía encontrar la fuente de dichos sonidos. Pero la gota que para ella rebasó el vaso fue una ocasión en que le tocaron el hombro cuando ordenaba algunas cosas, y cuando eso sucedió, escuchó claramente que decían su nombre, como un susurro, acompañado de un "Vete de aquí". Espantada, corrió ybsubió por las escaleras y se encerró en la alcoba de mi abuela junto con ella. En eso notó que mi abuela estaba pálida, más pálida de lo normal, con los labios amoratados, y que parecía no respirar. Aún nerviosa, se acercó a mi abuela para corroborar sus signos vitales, y se alteró aún más cuando confirmó que ésta había entrado en paro. Sobresaltada, le aplicó reanimación cardiopulmonar y al cabo de unos angustiosos minutos mi abuela recobró la conciencia. Se había salvado de milagro. Claudia se preguntó que hubiera pasado si en vez de correr a refugiarse al dormitorio de mi abuela, hubiera arrancado de la casa misma.
Por eso esa tarde se emocionó tanto al verme llegar de la escuela, ya que se sintió aliviada al tener algo de compañía además de la de mi abuela. Y por eso yo la noté tan alterada aquella vez. Y por eso también, esa noche se marchó tan raudamente a su casa apenas llegó mi madre del trabajo.
Terminó contándonos que esa noche casi no pudo dormir, en parte por los nervios de lo que le había tocado vivir ese día, pero además, porque decía que ese olor a azufre, como a podrido y a carne quemada, la había acompañado hasta su casa...y también, porque las pocas veces que lograba conciliar el sueño, tenía pesadillas tan intensas que la despertaban impetuosamente. Pesadillas en las que tenía visiones perturbadoras por decir lo menos, en especial, una visión...la de un hombre...un hombre alto vestido de negro y con un gran sombrero que cubría parte de su rostro.
Mi madre le reveló que desde hace un tiempo estaban sucediendo cosas anormales en esa casa, y que entendía perfectamente si ella no quería seguir ahí...pero que por favor se quedara con mi abuela una última vez, ese mismo día, para que ella pudiera poner en orden algunos asuntos, ya que no tenía a nadie más. Claudia aceptó, algo renuente claro, pero impulsada por ese amor y esa vocación y esa compasión que tenía hacia todo y hacia todos.
Por cierto, olvidé mencionar que, por si fuera poco, desde hace algunas semanas mi madre y yo nos habíamos percatado de que gente muy rara merodeaba en nuestro vecindario. Personas extrañas, hombres para ser más específico, que rondaban nuestra propiedad y que parecían vigilarnos. Los pudimos sorprender en varias ocasiones observando justo hacia nuestra casa, como tratando de ver hacia el interior. Fuesen quienes fuesen, me daban mala espina. Recuerdo que una noche de la semana pasada, a horas ya muy avanzadas, cuando me disponía a cerrar la ventana de mi cuarto que da hacia la calle, pude ver a uno de estos tipos, parado en la vereda de enfrente, mirando directo a mi hogar, y en cierto momento cruzó la calle viendo a todos lados y sacó lo que parecía ser una lata de spray; en efecto, eso era y acercándose al frontis rayó unos garabatos en la pared. Cuando ví eso, le grité unas cuántas groserías y el sujeto levantó su mirada para cruzarla con la mía, acto seguido huyó rápido del lugar. Agarré un nunchaku que tenía y salí presuroso de la casa para encararlo, pero ya no se veía por ningún lado. Mi madre quién oyó el escándalo, salió también y juntos vimos que era lo que había dibujado ese extraño: eran unas figuras ininteligibles con números, de los que destacaba un 4...

Mientras Claudia se quedaba a cuidar de mi abuela por última vez, mi madre me pidió que la acompañara a hacer unos trámites y luego, a hacer unas compras. Pensé que compraríamos pintura para cubrir ese graffitti que el desconocido había garabateado la semana pasada, pero no. Algo en esa situación y en la actitud de mi madre me causaba extrañeza.
Tomamos un taxi y tras 20 minutos de viaje, nos bajamos frente a una funeraria. Entramos, y me quedé esperando en el vestíbulo, mientras mi madre cotizaba los valores de los servicios y de los ataúdes. Después de un par de horas salimos de aquel lúgubre lugar. Mi madre me miró y me dijo:
-Eres inteligente, así que podrás imaginar porque vinimos aquí...a tu abuela...no creo que le quedé mucho tiempo.
Mi madre es fuerte, siempre ha sido toda una guerrera, ha tenido que batallar sola contra la vida como muchas madres solteras, ya que el bastardo de mi padre nos abandonó cuando yo nací, en el 90', y engatusó a mi madre de nuevo en el 2003 cuando la embarazó de mi hermana de ahora 3 años, y nuevamente nos abandonó. Siempre se ha mostrado fuerte, pero en ese momento, se quebró. La abrazé y los dos lloramos juntos, bajo el sombrío cielo de una tarde de Miércoles, en Septiembre de 2006, a finales de invierno, cuando era un simple adolescente de 16 años.
Pasamos a hacer las compras al mercado y cuando volvíamos a casa, algo no andaba bien. Vimos a la distancia, a Claudia y a mi abuela en su silla de ruedas, en el antejardín, casi asomándose a la calle. Apuramos el paso, ya que mi madre y yo intuimos que algo malo pasaba...y en efecto, la expresión de horror en el rostro de Claudia hacía más que evidente que algo había sucedido...otra vez.
Entramos todos a la casa, y estando reunidos en la sala, Claudia dijo - Hay algo muy malo aquí, tienen que irse...y yo tengo que irme, lo siento. De pronto, escuchamos un fuerte esteuendo a nuestras espaldas. Alguien había arrojado un ladrillo contra la ventana del salón, rompiéndolo en múltiples pedazos. Salí al exterior para confrontar al responsable, y divisé a dos sujetos arrancando a toda velocidad por mi calle. Salí persiguiéndolos, y uno de ellos se quedó atrás y tropezó. Eventualmente lo alcanzé y comencé a golpearlo con todas mis fuerzas, lleno de ira, preguntándole quiénes eran y que querían. Con la voz entrecortada y ahogada dijo: -"El señor Sáez, Enrique Sáez"- fue lo único que balbuceó ese bandido. En ese instante, el otro individuo se devolvió para ayudar a su amigo, y cuando estaba a sólo unos metros, de entre sus ropas sacó un arma.
Un pánico enorme se apoderó de mí. Dejé al tipo que estaba golpeando, ensangrentado, corrí unos cuantos pasos y me escondí detrás de un automóvil. Disparos. Pude sentir las balas pasando a mi lado, casi rozándome. La piel erizada y un escalofrío que recorría cada extremidad. Adrenalina al tope. Latidos a mil. Pensé que me había llegado mi hora. Al cabo de unos segundos interminables que parecieron horas, pude entrar en cuenta que esos criminales ya se habían ido, que al parecer no querían matarme si no que únicamente quería que dejara a su compañero en paz, para así poder huir. Afortunadamente sólo fue un susto. El susto de mi vida, claro está. Mi madre se acercó a donde yo estaba parapetado, tras ese coche, y con un gesto apremiante y una expresión de terror en su rostro me indicó que me acercara y fuera con ella. Entramos a la casa y todos estábamos evidentemente alterados.
Llamamos a la policía. Sin perder tiempo, Claudia agarró su abrigo y se marchó. Fue demasiado para ella. No nos dio tiempo de pedirle mayores explicaciones sobre lo que había sucedido en el lapso en que mi madre y yo estuvimos afuera.
-"Estaré en mi casa con mi mamá por si los policías quieren interrogarme o si requieren mi testimonio"- Fue lo último que dijo antes de irse. Al cabo de un par de horas, llegó la policía uniformada y les contamos todo lo que había pasado. Unos detectives llegaron a la escena y recogieron evidencias. Los oficiales dijeron que iniciarían las diligencias pertinentes del caso. Cuando se retiraron, quedamos sólo mi abuela, a la que le dimos unos tranquilizantes, y yo, ya que mi madre tuvo que ir a buscar a mi hermanita al jardín de infantes. En eso recordé, aún impactado por aquella experiencia, lo que me había dicho el individuo al que alcancé, entre golpes, entre balbuceos, entrecortado -" Sáez, el Señor Enrique Sáez"- y me di cuenta que, por los nervios, había olvidado contarle esa parte al policía que me entrevistó. Había omitido ese detalle en mi declaración.
Pero, ¿quién diablos era ese tal señor Enrique Sáez? ¿qué me habrá querido decir? Tal vez si lo hubiera dejado hablar algo más en vez de continuar golpeandolo...quizás hubiera revelado algo más. Sé que lo hubiera hecho. Pero estaba vuelto loco en ese momento, no pensaba ni actuaba racionalmente. De hecho, ya tenía mucho en que pensar, tenía la cabeza hecha un nudo. Después de algunos minutos llegó mi madre con mi hermana, quién en su inocencia, no tenía idea de nada.


Ya era casi de noche. El ambiente se sentía más pesado que de costumbre. A mi madre se le ocurrió llamar a nuestra tía Eli, la hermana menor de mi abuela, y le contó todo. Agarramos algunas pertenencias y nos dispusimos a irnos a casa de mi tía a quedarnos con ella. Pero, antes de salir de casa, cuando fui a buscar el biberón y otras cosas de mi pequeña hermana, pude notar que en la puerta de la alcoba de mi abuela había una especie de marcas...marcas... como de garras. Luego, las luces empezaron a titilar y sentí como los muebles empezaban a vibrar, y ese horrible olor a quemado y a podrido empezó a emanar de quién sabe dónde. Esa cosa, ese ente...lo había logrado.
Llegamos a casa de mi tía Eli y le contamos con más detalle lo ocurrido. Quedó horrorizada. Hacia tiempo que no nos veíamos ya que ella también está enferma, debido a una artrosis que no la deja caminar bien y a un problema renal que la obliga a dializarse cada ciertos días. Mi tía Eli tiene un hijo que se fue a vivir por motivos profesionales con su esposa e hijos a Portugal hace ya bastante tiempo. La cosa es que, debido a su soledad y a que su casa le quedó grande, y también a la difícil situación nuestra, decidimos aceptar su ofrecimiento de vivir con ella.
Luego de comer algo y ya instalados en ese hogar, le dije a mi madre que tenía que preguntarle algo importante. Cuando estuvimos a solas, le pregunté:-¿Quién es Enrique Sáez?- mi madre extrañada me cuestionó: - ¿dónde escuchaste ese nombre? -De uno de los sujetos, del que terminé por golpear- le dije -¿por qué? Ella sólo respondió: "Enrique Sáez, es el nombre del cuñado de tu abuela, el esposo de la tía Ana".
Termina la historia.
No sé cómo pudieron aguantar tanto tiempo allí en esas condiciones.
P.s. me dejó metida la bruja que llegó a vivir al sector, finalmente tenía algo que ver?
 
Cilantrito yo creo, pero no puede dejar la historia en la mejor parte.

:naster:
Termina la historia.
No sé cómo pudieron aguantar tanto tiempo allí en esas condiciones.
P.s. me dejó metida la bruja que llegó a vivir al sector, finalmente tenía algo que ver?


La voy a terminar ahora, es que he estado teniendo problemas con el Internet, con Wom y Claro.... Compañías de mierda
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Maldad Pura Pte. 3

Enrique Sáez. Así era como se llamaba el esposo de la tía Ana, aunque yo sólo lo conocía como tío Kike. ¿Será que tiene algo que ver con todo lo que nos ha estado pasando a mí y a mi familia? ¿Hasta qué punto está involucrado?

Eventualmente, luego de lo acaecido recientemente, Claudia no se apareció más, no supimos más de ella, y creo que ella tampoco quería saber más de nosotros. No es que fuera mala persona, por supuesto que le importabamos y que le preocupaba nuestra situación, en particular el estado de salud de mi abuela...pero en vista de lo sucedido, cualquier persona hubiera deseado mantener las distancias y no involucrarse en algo tan escabroso como lo que estábamos viviendo. Además de que ya no estábamos viviendo en esa casa ni en ese vecindario, ya que como les comenté anteriormente, nos habíamos ido a vivir con mi tía Eli, la hermana menor de mi abuela. Todo ello aunado al temor que debía sentir Claudia hizo que no la viéramos y que no supiéramos más de ella por unos días, ni ella de nosotros. Pero aún tenía interrogantes que me aquejaban y que debía solucionar y, antes de que perdiéramos contacto con ella, me dispuse a ir a su casa para preguntarle que había sucedido aquella fatídica tarde.
Recuerdo que era sábado por la mañana, tres días después de esa tarde negra, y lleno de ansiedad y de preguntas, llegué hasta la casa de Claudia. Estaba frente a su puerta. Toqué el timbre. Pasaron los segundos e insistí nuevamente con el timbre. Se demoraron unos minutos en responder, hasta que salió Carmen, la madre de Claudia y amiga de mi madre.
-"Hola"- le dije- "¿Estará Claudia? Necesito hablar algo importante con ella"; Ese día fui también con el pretexto de darle a Claudia el dinero por su trabajo, que había olvidado por irse tan apresurada aquella vez.
-"Hola mijo"- respondió ella- "Claudia no está, salió temprano con unas amigas".
-"Ah ok, y ¿a qué hora la puedo ubicar?"
Luego de dudar unos momentos dijo: -"Como a las 2 de la tarde, más o menos".
-"OK, gracias, entonces vendré como a esa hora, cuidese sra. Carmen, adiós".
Decidí esperar a Claudia toda la mañana, sentado en la banqueta, ya que no tenía nada más que hacer. De tanto en tanto miraba hacia la casa que alguna vez había sido mi hogar, un grato hogar, con cierto recelo, por todo lo acontecido dentro de esas paredes. Tenía un nudo en el estómago, sentía una mezcla de emociones que no cabían dentro de mí...miedo, ira, dolor, impotencia...
Mientras pasaban las horas me había obsesionado con mirar cada tiempo esa vivenda que alguna vez cobijó a mi familia. Era tal el resquemor y la inquietud que me transmitía mi viejo lar que en una ocasión me pareció ver una silueta que pasaba frente a las ventanas; en cierto momento, dicha silueta se quedó ahí, fija frente a una de las ventanas, la que correspondía a la habitación de mi abuela para ser más exactos. La miré, y pude sentir que lo que sea que fuese esa cosa, también me estaba mirando. Me acerqué con cierta curiosidad y cautela, para quedar mejor posicionado, hasta quedar parado justo frente a mi casa, frente a aquella ventana, y en efecto, se delineaba perfectamente una silueta humana a la que le pude apreciar ciertos rasgos que ya conocía: una altura considerable, una oscuridad azabache, una forma masculina y un gran sombrero que le cubría parte de la zona, en donde se supone debía estar su rostro...pero además, pude distinguir cuando esa cosa levantó un poco su cabeza, dos penetrantes y brillantes ojos anaranjados, refulgiendo como brasas ardientes, y a momentos parecía que ese fulgor se hacía cada vez más intenso. No me podía mover, estaba paralizado, pero no tanto por el miedo o la impresión, si no más bien que me quedé ahí parado, como desafiante, enojado por todo lo que esa cosa nos había hecho pasar. En cierto momento, me vino a la mente todo el sufrimiento que había atravesado mi familia, y casi me envalentoné lo suficiente como para entrar y retar a esa cosa, pero la alarma de mi reloj me sacó de ese lapsus mental. Vi la hora. Eran las tres de la tarde, por lo que decidí ir a preguntarle a la señora Carmen si su hija iba a llegar pronto o no. El hambre y la impaciencia me estaban colmando. Me volteé, di unos pasos, eché un último vistazo, casi de reojo, a mi vieja casa, hacia esa ventana, y seguí caminando hasta quedar justo afuera de la casa de Claudia. Cuando iba a tocar el timbre levanté mi mirada hacia una de las ventanas del segundo piso y vi como alguien cerraba bruscamente la cortina, como escondiéndose al verse sorprendida por mi presencia.
¿Claudia?- pensé. - No puede ser ella, su madre me dijo que no estaba, y estoy seguro de que no había llegado...la hubiera visto, me hubiera dado cuenta.
Toqué el timbre y al cabo de unos minutos salió nuevamente su madre.
-"Ella aún no ha llegado"- me dijo. - "Está bien"-le dije, y sacando un pequeño fajo de billetes le pregunté -"¿podría dejarle esto con usted? Es de Claudia, se le olvidó el otro día.
-"Si, como no mijo, yo se lo daré"...y cuando le estaba por entregar el dinero me fijé nuevamente en la ventana, y está vez si ví con claridad a Claudia, ocultándose, con la cortina sútilmente entreabierta, espiando.
-Claudia- le grité, haciéndole un gesto de saludo con la mano en la que llevaba los billetes.
-" Mijo, lo siento, pero ella no quiere hablar contigo", me dijo angustiada la señora Carmen, y alzando un poco más su tono, continuó: "Ella no se siente bien, llegó muy asustada el otro día ¡¿QUE LE HICIERON?¿QUÉ LE SUCEDIÓ?!...¿qué está pasando con ustedes? Llegó tan alterada el otro día, que de inmediato la noté rara y no me quizo decir nada ¡¿QUE LE PASÓ?!
-Créame, eso mismo vine a preguntarle. ¡CLAUDIA!- Le grité, hacia el interior de su casa -¡Necesito que me cuentes que pasó el otro día por favor!¡Necesito saber!
Minutos después salió Claudia - "Déjalo pasar mamá" contestó ella.

Ya sentados en su comedor, Claudia me ofreció disculpas por el desaire.
- Lo siento, pero cuando llamaste a mi puerta esta mañana, me asomé por la ventana para ver quien era, y al verte, supe porqué venías - me dijo. -Estaba tan asustada que no sabía que hacer, no supe como reaccionar.
- Está bien- le dije- y como ya sabes porque estoy aquí, necesito que me digas que pasó realmente la tarde en que salí con mi madre.
Claudia, visiblemente afectada, comenzó su relato.

- Quedé muy mal después de lo del otro día, ¿sabes? Y desde esa noche en la que vi como ustedes se marchaban, no he dejado de ver, cada vez que me asomo y veo hacia tu casa, a esa cosa, a ese hombre parado en alguna de las ventanas. Me cuesta mucho contarte esto, pero sé que lo están pasando mal, y se los debo.
Esa tarde, cuando saliste con tu madre y me quedé sola con tu abuela, comenzaron a pasar cosas extrañas. Ni bien se fueron tu abuela al parecer se puso a delirar, ya que empezó a balbucear "Ya viene, ya viene" y comencé a sentir un olor fétido mezcla de podrido y a quemado que inundó toda la casa. Pensé que tal vez podía haber algún animal muerto y que eso no le haría bien a tu abuelita. Luego de recostarla en su cama y de asegurarme que no se levantaría, me dispuse a buscar la fuente de ese hedor. Al bajar por las escaleras el olor se hacía cada vez más intenso al punto que llegué a vomitar. Rastreé con mi olfato hasta llegar al taller de tu abuela, donde creí que estaba el origen de esa hediondez, cuando de pronto, un fuerte grito proveniente del segundo piso quebró el silencio que hasta ese momento había. Era tu abuela...pero cuando iba a correr hacia ella, la puerta se cerró de repente, de un portazo, sin explicación alguna. Desesperada, intenté con todas mis fuerzas abrir la puerta, y al ver que no podía, empecé a gritar y a pedir por ayuda. De pronto escuché pasos, pasos muy fuertes del otro lado, como si alguien caminara con tacones. Pensé que podían ser ustedes que habían llegado pronto o que se habían devuelto por algo, o incluso que era algún vecino que me había oído y que forzó la puerta para entrar. En cierto momento dejé de oír esas pisadas, hasta que alguien golpeó la puerta muy fuerte del otro lado. Parecía que querían tirar la puerta ya que se empezaron a suceder varios golpes uno tras otros, como si del otro lado estuvieran desesperados por entrar. Sentí una opresión en mi pecho, como si lo que sea que estuviera detrás fuese algo...maligno. Saqué una pequeña cadena con una cruz que me había regalado mi madre y comencé a rezar como no lo hacía desde que era niña. Por aguna razón esa cosa se detuvo, o eso creí yo, ya que al cabo de unos segundos, sentí otra vez un fuerte golpe en la madera, y un ruido estridente como de rasguños. Seguí rezando y con más fuerza esta vez, hasta que aquella cosa finalmente paró. La fetidez había desaparecido de un momento a otro. Estaba aterrada, y no quería salir, y titubeando un poco, abrí la puerta lentamente hasta que por fin salí de ahí. Acto seguido, me dirigí al dormitorio de tu abuela para ver como estaba, y al verla la encontré tirada en el suelo, semiconsciente. En eso la puerta se cerró detrás mío y ese olor volvió con más fuerza. Esa medalla que tenía, la cruz con cadena, me empezó a arder y a doler y la arrojé lejos de mí. Sentí esas fuertes pisadas otra vez, subiendo por las escaleras, peldaño a peldaño, y al llegar arriba, pasaron unos segundos y otra vez los golpes y arañazos en la puerta. No sabía que hacer, y en eso recordé el salmo 91, el salmo de la protección que me había enseñado mi padre, el cual fue muy cristiano en vida. Al cabo de unos momentos esa cosa se detuvo al fin. Me asomé por la ventana para llamar a alguien y pude ver a esos sujetos que nos atacaron después, parados a lo lejos. Entonces te divisé a ti y a tu madre a la distancia. Subí a tu abuela a su silla de ruedas y sacando valor y fuerza de no sé donde, la bajé por la escalera los más rápido pero también, lo más cuidadosamente posible. Salimos a la terraza y en eso los vimos a ustedes y ustedes a nosotras.

Eso explicaba las marcas extrañas en la puerta de la alcoba mi abuela y el horror en la cara de Claudia. Le di las gracias por contarme que había sucedido, aunque no sé si fue realmente bueno haberme enterado de esas cosas. Había satisfacido mi curiosidad pero ahora estaba más intranquilo, y es que el relato de Claudia había hecho mella en mí.
Nos despedimos y me pidió encarecidamente que me cuidara y que me mantuviera firme. Salió a dejarme hasta el antejardín y su madre, la señora Carmen, le mandó saludos y buenos deseos a mi familia. Ya era muy avanzada la tarde y estaba por oscurecer. Me fui de ahí, no sin antes echarle un último vistazo a ese pedazo de infierno en que se había convertido mi casa.

Cuando caminaba de vuelta a la casa de mi tía Eli, me percaté de que me estaban siguiendo. No sabía quien era, pero me preparé para lo peor. Miraba por sobre mi hombro para ver quién o quiénes eran, pero no lograba apreciar de quien se podía tratar. Cuando esa persona me alcanzó, me di cuenta que se trataba de una mujer, la vecina nueva, esa que tenía una consulta espiritual.
-Hola, tú debes ser Joao. Mucho gusto, me llamó Tayra.
- Hola- le contesté- el gusto es mío, dígame ¿en qué puedo ayudarla?
- Mira, sé que han estado pasando por momentos difíciles, y que han visto al mal cara a cara. Quería decirte que cuentan con todo mi apoyo, pronto saldran de ésta prueba. Conocí a tu abuela y a tu madre, y también a tu hermanita, y también a tu tía Elizabeth , me encariñé mucho con ellas. Diles que las tengo en mis oraciones. Cuidalas mucho, y mandales saludos de mi parte. Tienes que ser fuerte y por sobretodo, tener fe. Se que pronto nos volveremos a ver. Hasta luego, y recuerda, siempre es más oscuro antes del amanecer.

Quedé muy extrañado luego de ese inesperado encuentro. Digo, nunca antes había interactuado con esa señora, por eso me sorprendió que se dirigiera tan calidamente hacia mí, como si me conociera. Y es que si bien, ella y mi abuela habían conversado antes de que ésta cayera enferma y habían entablado algún tipo de amistad, nunca pensé que hubieran forjado tanta confianza. Sabía además, que mi madre también había tenido la oportunidad de conocer a la señora Tayra. Incluso mi hermanita se juntaba con su nieta a jugar en ocasiones por las tardes. Pero nunca pensé que se hubiera encariñado tanto con ellas, ni mucho menos que me tuviera en consideración, siendo que yo nunca había entablado comunicación con ella.
Por cierto, ¿cómo sabía que ya no estábamos viviendo en esa casa si no se lo habíamos contado a nadie? ¿cómo sabía de mi tía Eli? ¿quién era ésta señora en realidad?

Era casi de noche cuando llegué a casa de mi tía Eli. Mi madre, muy molesta, me preguntó donde había estado. Para no preocuparla le inventé una mentira, le dije que me había juntado con unos amigos para distraerme un rato.
- ¿Pero por qué no avisaste? ¡Ah! Está bien- me dijo- Pero recuerda avisarme y llevar tu teléfono celular para la próxima...y tengo algo que decirte
- De acuerdo, lo siento, es que no pensé que se me iría casi todo el día afuera...a propósito ¿dónde está mi abuelita? Quiero ver como está. -Le dije.
- De eso te quiero hablar, ven, siéntate- me dijo, conteniendo las lágrimas. - Tu abuela se agravó, se la llevaron al hospital, tu tía Eli esta con ella, ahora iré a relevarla para que ella se quede aquí contigo y con tu hermana.
No lo podía creer, sentí como si el mundo se me viniera encima, y sólo atiné a abrazar a mi madre y llorar. Pero recordé las palabras de Claudia, de su madre y de la señora Tayra...respiré hondo e intenté tranquilizarme. Debía ser fuerte, debía ser el hombre de la casa y transmitirle esa fuerza y esa seguridad a mi familia. -Te acompañaré- dije -No, quédate aquí con tu tía, ella tampoco está bien de salud, y ayúdale a cuidar a tu hermana. Además, sólo están dejando que un familiar esté con ella. Por favor, apoyáme con esto, necesito que te quedes acá.
-Pero yo también quiero verla, ¡ES MI ABUELA!
- Por favor, te lo pido, tu tía y tu hermana te necesitan aquí con ellas, ya luego veremos como la puedes ver, lo arreglaremos.
-Está bien mamá, pero dime ¿qué le pasó?
- Entre sollozos mi madre me contó lo que ocurrió aquel día, cuando fui a visitar a Claudia:
-" Tu abuela durmió toda la noche y buena parte de la mañana, al parecer estaba muy cansada. Despertó a eso de las 12 de la mañana, gritando que algo venía por ella, por ti, por mí, por nosotros. Yo estaba cocinando con tu tía y tu hermana jugaba en su corral en la sala de estar. Intentaba calmarla y fue ahí cuando te llamé y me di cuenta que no estabas.
Tu abuela se empezó a quejar que le dolía la espalda, y cuando la volteé, vi unas marcas de garras de las cuáles corría algo de sangre...y...y ese maldito olor estaba presente. Horrorizada llamé a tu tía y con la ayuda de una vecina la llevamos en auto hasta el hospital. Cuando la ingresaron, tu abuela estaba perdiendo la consciencia. Más tarde, tu tía me confesó que la noche anterior, cuando sacaba la basura, encontró algo colgado en la reja, pero sólo me dijo que se trataba de algo malo y que no me lo había dicho para que yo no me asustara, que buscaría ayuda, que no me preocupara...no sé...no me dio más detalles. Yo no le prestaba mucha atención en ese momento, todos mis pensamientos estaban con mi madre. ¡¿Cuándo terminará todo esto?!

Estaba perplejo, no entendía nada. Solo sé que vivía bajo un temor y una angustia constantes. Pasado las 9 de la noche, llegó mi tía Eli, quien había hecho un relevo con mi madre.
- Hola mijo- se acercó y me abrazó. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar.
- Calma tía, tengamos fe en que todo va a salir bien. - Fue lo único que se ocurrió para consolarla.



Maldad Pura Parte 4
Mi tía estaba tan alterada, que le preparé un té para los nervios, y luego de eso platicamos un poco. Mi hermanita hacía rato que dormía. Me dispuse a sacar la basura mientras mi tía lavaba su taza. Cuando terminé, me percaté que había algo colgado en la reja, algo que parecía ser un pequeño saco negro. Me acerqué y noté que aquello desprendía un extraño y fuerte hedor. - ¡No lo toques! - me dijo mi tía que había salido a la terraza - ¡Aléjate!
Mi tía se acercó para inspeccionar más de cerca aquella cosa. - Tráeme unos guantes de hule de la cocina, y en mi alcoba, encima de mi veladora, hay un rosario, una biblia y un frasco, tráemelos por favor, y date prisa.
Fui a buscar lo que me había mandado mi tía. Algo en su tono de voz me puso nervioso, así que aproveché de echarle un ojo a mi hermana; la envidiaba, ya que dormía plácidamente, tan tranquila, sin tener idea de nada. Instantes después, llegué donde mi tía con lo que me había pedido. Se puso los guantes, y rosario y biblia en mano, se puso a recitar el salmo 91. Me pasó la Biblia y se quedó con el rosario, y me pidió el frasco, y roció su contenido sobre ese objeto. - ¿Qué es? - le pregunté - Agua bendita. Al cabo de unos minutos me pasó también el rosario y el frasco, y acto seguido, cogió ese saquito... y lo abrió. Al hacerlo, la pestilencia se hizo más fuerte, y de su interior sacó primero lo que parecía ser... - ¡NO PODÍA SER! Era... era la cabeza de un pequeño gorrión, con alfileres clavados en sus ojos. Después sacó un trozo de tela podrida impregnada de gusanos, babosas y otros insectos, que tenía corcheteada una foto... una foto de mi abuela. Recordé que dicha tela correspondía a un textil que se le había 'desaparecido' a mi abuela hace mucho tiempo atrás, antes de enfermarse, y es que como les mencioné, mi abuela era modista de alta costura, y lo recuerdo bien ya que el extravío de dicho retazo de tela le había significado no poder concluir un vestido a tiempo, lo que le costó algunos problemas.
Luego, mi tía volteó el saco para terminar de extraer todo su contenido,y de éste sólo cayó tierra. - Es tierra de cementerio- me dijo mi tía. No les puedo describir como me sentía en ese momento... experimentaba una mezcla de miedo, de estupor, de asombro. Estaba estupefacto. - Entra, yo me encargo de esto-dijo ella-y toma, llévate mi biblia y el rosario y déjamelos donde estaban, pero el frasco dejamelo aquí. Obedecí, y desde la ventana de la sala vi como mi tía guardaba todo eso dentro del saco en el que estaban, y luego lo enterró, ocultándolo entre la maleza, a lo que después roció con más agua bendita y finalizó con una oración.
Cuando mi tía entró, le pregunté qué era todo eso.
- A tu abuela la siguen 'marcando' mijo.
-¿A qué se refiere?
- A qué la 'señalaron', igual que la primera vez.
-¿Cómo? ¿Cuál primera vez?
-Antes que tu abuela cayera enferma, una tarde que ella estaba sola en casa, la visité. Cenamos temprano y cuando terminamos, vimos por la ventana a un sujeto extraño, con el rostro tapado, como encapuchado. Merodeaba la casa y trataba de ver hacia el interior. Supusimos lo peor así que llamamos a la policía. Al parecer este tipo no sabía que estábamos adentro, y de un momento a otro extrajo un bulto extraño de su chaqueta, lo colgó en la reja, y huyó. Cuando llegó la policía le contamos todo, y tu abuela, lamentablemente se acercó a ese saquito, y lo tomó entre sus manos, y lo hizo con sus manos desnudas. Y creo que ese fue un grave error, como lo supe más tarde de una amiga. Ese objeto, ese saco oscuro manaba un fuerte olor, y cometió otro error. Lo entró a la casa para revisarlo con más detalle. Cuando vimos su interior, supimos de inmediato que se trataba de algo malo. Decidimos no contarle nada a tu madre, y te pido que ahora hagamos lo mismo, ya que no quiero alterarla más de lo que ya está.
-De acuerdo-le dije.
Después, mi tía cogió el teléfono, y tras mucha insistencia, le contestaron del otro lado.

Era casi la medianoche cuando llegó mi madre. Nos contó que habían logrado estabilizar a mi abuela.
Cuando nos disponíamos a dormir, o al menos a intentarlo, descubrí que no todos pensábamos en ir a la cama en ese instante. Escuché como mi tía abría la puerta de su cuarto, me levanté y vi que se arreglaba como para salir.
-¿Todo bien? ¿Va a algún lado?
-No es nada, ve a tu cama.
-Bueno- dije algo confundido.
De vuelta en mi habitación y embargado por la extrañeza y la curiosidad, sentí como mi tía salía de su alcoba, caminaba por el pasillo hacia la sala y abría la puerta principal. Me asomé por el pasillo y la seguí, salí al exterior y sorprendí a mi tía con los guantes puestos otra vez y desenterrando aquél saco, rociandolo con agua bendita y repitiendo el mismo ritual de antes, recitando el salmo 91 biblia en mano y con su rosario en la otra. Se dio cuenta de mi presencia y me dijo -No hagas ruido, no quiero que se despierten.
-¿Pero qué está haciendo?
-Tengo que visitar a alguien.
-Pero ¿cómo, a quién? ¿a estas horas? Ya es de noche y le puede pasar algo. ¿No puede esperarse a mañana?
-No, esto es urgente.
- Al menos déjeme acompañarla, iré por mi chaleco.
-No, debes quedarte a cuidar a tu madre y a tu hermana, y a la casa, por favor. Además, sé cuidarme sola.
-Pero...
-Ya dije mijo, por favor hágame caso, esto no puede esperar.
-Pero ¿adónde va?
-Hace algún tiempo, en una de las visitas que le hacía a tu abuela, cuando estaba en la tienda de su vecindario comprando algunos víveres para llevarle, por esos azares del destino me encontré con su vecina nueva. Nos pusimos a platicar y me cayó muy bien. Es una muy buena persona, tiene algo especial. A ella recurrí semanas después cuando sucedió lo que te conté, eso del sujeto que merodeaba la casa y que colgó ese saco extraño en la reja por primera vez. Ella me dijo que se trataba de una especie de maldición o embrujo, que a tu abuela la habían 'marcado' con algo negativo. Y es donde ella que voy ahora...y creo que ya sabes de quien se trata.

Mi tía llegó a casa de la sra. Tayra, a quien había llamado anteriormente y con quien había acordado verse esa misma noche mientras todos durmieran. Ella estaba esperandola.
-Otro más, ¿cierto?
-Sí, otro más.-dijo mi tía.
-Pase, sientese, le traeré algo de café ¿le parece?
-Sí, gracias.
-El que me trajo la primera vez era muy poderoso, tanto que apenas he podido contenerlo. Quién lo hizo sabía lo que hacía. Aunque a decir verdad, para ser un conjuro de muerte es bastante rudimentario, rudimentario, sí, pero muy poderoso.
-¿ Y qué podemos hacer?- preguntó mi tía Eli.
- Mis maestros, los seres de luz que me guían y me ayudan, me dicen que la razón por la cual no he podido contrarrestar estos conjuros del todo, es porque están ligados a uno mayor. Estos hechizos que han lanzado contra su familia no son más que conductos que canalizan el mal central. Hay que encontrar el conjuro principal y deshacerlo. Sólo así su hermana quedará libre de la oscuridad y podremos descubrir a quien está detrás de todo esto.
-¿Y qué pasará luego?
-Creo que ya sabemos quién es el responsable.
- Sí, todo indica que fue ella.
- Sí, la lógica y el sentido común nos dicen eso, no es necesario hacer lo que hago para llegar a una conclusión tan obvia. Pero aún así, hay cosas que escapan a la razón, a la comprensión y a todo conocimiento y sentido común. Hay cosas que están más allá de toda lógica. Y le digo esto, sra. Eli, porque aún no he podido ver con mi vista espiritual a quién hizo este daño realmente.
- ¿Y por qué no?
- Porque quiénes conjuraron a su hermana trabajan con fuerzas muy poderosas y se encubrieron muy bien. Pero los seres de luz y los maestros ascendidos nos guiaran por el sendero de la victoria y me dicen que si queremos deshacer este "trabajo", el velo caerá y se revelará a los culpables, y pagarán un alto precio.
- ¿A qué se refiere?
- A qué los responsables caerán y todo el mal que han hecho, por la ley natural se les devolverá multiplicado con creces. No hay como escapar a eso.
- Sólo quiero que esto acabe bien y pronto, para que de alguna vez por todas tengamos paz. Nada más.
- Entiendo, pero una vez anulado el embrujo, las consecuencoas del Karma serán inevitables para sus perpetradores. ¿lo entiende, verdad?
-Sí.
-Muy bien, ¿siguió las instrucciones que le di la última vez?
-Así es.
-Muy bien, entonces deje eso aquí, yo me encargaré de neutralizarlo como con el anterior, lo más que pueda por ahora. Y recuerde, es vital que vea a su hermana cuanto antes para purgarla de su aflicción, al menos temporalmente. Y cuando esté recuperada, debemos realizar el rito de liberación de inmediato, antes de que recaiga ¿entendido?
-Sí, muchas gracias por todo.
-No es nada, y recuerde...¿?
-Lo siento, es mi móvil...¿Aló?

-¡¿ALÓ?! ¡TÍA ELI, VENGA PRONTO!
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Ya cilantros y cilantras, las últimas partes ya las redacté y más tarde las subo, gracias por darse la paja de leer esta anecdota mía, siento que me desahogué un poco con esto.
 
Última edición:
pta la wea, esta wena pero nos hacee esperar


Aqui está la ultima parte cilantros y cilantritas
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Maldad Pura Parte 5

-¡¿ALÓ?! TÍA ELI, VENGA PRONTO....

Al rato después de que mi tía había salido, me fui a acostar. Estaba ahí tendido en la cama cuando de pronto, a través del umbral de la puerta de mi recámara, vi pasar veloz por el pasillo una especie de sombra, y empecé a sentir ese hedor que ya conocía. Sabiendo que estaba sólo con mi madre y mi hermanita, recordé las palabras de Claudia y de la sra. Tayra sobre ser fuerte, sobre tener fe, así que me dije a mi mismo que debía ser el hombre de la casa y me armé de valor. Con el temor recorriendo mis venas, me asomé por el pasillo con precaución. Caminé hasta la sala en medio de la oscuridad y en eso algo captó mi atención: a través de la ventana y con la claridad que brindaba la luna llena, vi a esa cosa, la silueta del hombre de negro con sombrero, parada en el jardín, desafiante, esbozando una macabra sonrisa, y, al mirarme, vi como su cara se deformaba hasta convertirse en algo...inhumano, y arremetió bruscamente contra la ventana dando un espantoso grito.

Desperté. Había sido una pesadilla y estaba empapado en sudor. Me había quedado dormido, pero ya despierto sentí ese olor a putrefacción y a quemado que estaba ahí en el ambiente. De repente, unos gatos comenzaron a maullar al unísono de una forma horrenda, y luego de eso, un golpe fuerte y seco y...escuché a Rocky, el cachorro que mi tía había adoptado unos meses atrás, para compensar su soledad y la ausencia de su hijo y nietos. ¡Dios! Nunca olvidaré ese sonido...Rocky chilló y ladró como si lo estuvieran torturando. Me levanté para ver y en compañía de mi madre quien se había despertado por el escándalo, y cargando a mi hermanita en sus brazos, fuimos a ver que estaba pasando.A medida que avanzabamos por la casa prendiamos todas las luces. Salimos al exterior y ahí... ahí en el jardín frente al ventanal, y al lado del frasco con agua bendita que había utilizado mi tía, el cual ahora estaba completamente roto, estaba Rocky, malherido y en el césped... agonizando.
¡AHÍ, MIRA!-dijo mi madre gritando y señalando hacia dicha ventana. Levanté la vista y vi una mancha de sangre en el cristal, el cual estaba trizado. Al parecer, alguien...o algo, había aventado a Rocky contra la ventana, con una fuerza inusitada. El pobre lloraba y gemía. Casi de inmediato, mi madre me indicó hacia la reja y dijo- ¿Qué es eso?
Y ahí, colgado, había otro saco oscuro.

-¡No puede ser! Y tu tía, ¡¿por qué no se levantó? ¿dónde está?
- Salió- le respondí.
-¡¿Qué?! ¡¿Pero a dónde? ¡¿cómo qué salió?!
- Tranquila, la llamaré. Entremos.

-¡¿ALÓ?! TÍA ELI, VENGA PRONTO
.
-¿¡Qué ocurre?!
-Algo...Algo pasó.
Mi tía colgó. Al rato llegó acompañada de la sra. Tayra, la cual traía una misteriosa caja y un bolsito. Salimos a recibirlas al antejardin y, apenas entró mi tía, vio a Rocky ahí tirado y se tiró de rodillas, llorando sobre el cuerpo ya inerte del cachorro. Cuando recobró algo de compostura, le señalé el nuevo saquito que estaba sobre la reja. Mi gesto no pasó despercibido para la sra. Tayra, quién se aproximó a ese saco y noté que al acercar su mano a dicho objeto, éste se sacudió y se agitó violentamente, como si tuviera algo vivo dentro revolcándose. Lo cogió, para después introducirlo a esa caja, ese cofre que portaba, y lo aseguró con un candado luego de recitar unas extrañas palabras.
-Siento una fuerte presencia maligna, y no me quiere aquí- espetó la sra. Tayra, casi susurrando.
Mi hermanita se había despertado con todo el alboroto. Entramos a la casa, y al hacerlo, vimos una horripilante escena. Ahí estaban esos gatos, los que suponía habían maullado anteriormente de forma aterradora, muertos, desperdigados por toda la casa. Pero ¡¿Cómo?!
-Los animales son los más vulnerables y los que más resienten las malas energías- dijo la sra. Tayra.
Recogimos a todos los gatos y no se nos ocurrió otra cosa más que enterrarlos en el patio trasero junto con Rocky, envueltos en sabanas viejas.
Más tarde esa madrugada, cuando estábamos algo más "tranquilos" y digo tranquilos así entre comillas, porque en realidad no se le podía llamar a eso estar tranquilo, pero ya más recuperados de la conmoción, escuchamos lo que la sra. Tayra tenía que decir
-Si me lo permiten, mañana iré a ungir a la sra. Sonia. Cuando le den de alta y se reponga, es vital que me avisen cuanto antes. Ahora reúnanse en un círculo.
Hicimos caso a sus palabras, y de pie, en círculo, todos presentes incluida mi hermanita que estaba en los brazos de mi madre, aturdida, la sra. Tayra sacó de su bolso unas ramas de algún tipo de hierba y a modo de hisopo, las sumergía en un recipiente con lo que era agua bendita, la cual tenía una agradable aroma, y hacía gesticulaciones raras y profería palabras y frases aún más raras, casi como cantando, mientras nos rociaba con aquel liquido, luego de haber encendido unas hierbas y habernos ahumado con ellas. Después hizo lo mismo por toda la casa.
Al finalizar, el ambiente había cambiado, se sentía mucho más liviano, y el hedor había desaparecido.
-Listo, he terminado. Estarán bien por ahora.
-Gracias- le dijimos.
-Ya me tengo que ir, nos veremos mañana temprano, tengan calma, eso ya no los molestará más, al menos por un par de días.
-Gracias por toda su ayuda, en verdad-dijo mi tía.
Y luego de las despedidas de rigor, nos fuimos a dormir, no sin antes haberme ofrecido para acompañar a la sra. Tayra de vuelta a su casa, a lo cual se negó amablemente.
-Insisto- le dije.
-No mijo, tu deber es quedarte aquí acompañando a tu familia. Descuida, tengo quien vele por mí, además las estrellas están a mi favor esta noche.

-¿Y qué hacemos ahora? ¿llamamos a la Policía? Digo, alguien debió traer esa cosa acá y... dijo mi madre.
La interrumpí diciendole- no creo que ayuden de mucho.
De igual forma mi madre los llamó y cuando llegaron, ahí estaba ese oficial que mucho tiempo antes había concurrido a la otra casa, ese que me dijo que sentía la casa bastante 'cargada', el mismo que, no como ayudarnos en ese momento y que nos recomendó que llamaramos a un cura.
-Así que ahora están aqui ¿Eh?
-Sí- le dije a secas- queríamos denunciar un presunto acoso y hostigamiento...
-Lo sé, sé que han estado siendo acosados por algo, no es la primera vez que nos llaman ¿recuerdas?pero creo que, fuera de los tipos que te atacaron la otra semana, esto escapa a nuestras capacidades.
-¿Y ya saben algo de los bastardos que intentaron matar a mi hijo?-dijo mi madre.
-Los tenemos identificados, sólo es cuestión de tiempo. ¿Siguieron mi consejo de la otra vez, sobre bendecir su casa?
-Algo así- le respondí

Luego de tomar nuestras declaraciones y hacer las llamadas y diligencias de rigor, la policia se retiró del lugar, y nos habían dicho que harían rondas para resguardarnos.

Al otro día, falté a clases y algo cansado, fui yo sólo junto a la sra. Tayra a visitar a mi abuela al hospital, luego de acordar con mi madre que se ocupara de su empleo para que así no se ausentara y tuviera problemas, que yo me encargaría y no se preocupara. Mi hermana había quedado en el kindergarden y mi tía tuvo que ir a dializarse ya que como les comente, padecía de problemas renales. Así que la sra. Tayra y yo íbamos en camino a asistir a mi abuela.
Al llegar, nos acercamos a la recepción y una emfermera nos dio la autorizacion de pasar. Era mediodía de un lunes. Al entrar al pabellón de mi abuela, la cual estaba aún dormida, como aletargada, la sra. Tayra se adelantó y la ungio con un óleo perfumado, y haciendo pases extraños con las manos sobre mi abuela y recitando una especie de cánticos, mi abuela empezó a reaccionar, a abrir los ojos...hasta que finalmente despertó. Al verme, sonrió y me saludó, y yo la abraze y me puse a llorar de alegría. Hablamos largo y tendido. No le conté nada de los sucesos aterradores que habiamos vivido para no perturbarla. Al cano de un par de horas se nos acercó la enfermera para decirnos que habia terminado la hora de visitas, y quien al ver a mi abuela consciente, llamó a los médicos, quienes al llegar y verla, quedaron confundidos, asombrados. Le dije que pronto estaríamos juntos otra vez y que nos reuniriamos como familia. Le entregué un rosario que me había encomendado mi tía Eli, le deje saludos de parte de mi madre y hermana, y nos despedimos. Antes de salir, la sra.Tayra la abrazó y le dejo una medalla de San Benito.
-Adiós abuelita.
-Adiós mijo, cuidese mucho, lo amo, y digale a las chiquillas que las amo.
-Yo también te amo, y mucho.
-Hasta luego sra. Sonia, nos veremos.
- Hasta luego, sra. Tayra.

Más tarde ese día, nos encontrabamos en casa de mi tia Eli junto a la sra. Tayra compartiendo el té.
A eso de las 6, mi madre me llama para decirnos que la habían llamado del hospital...a mi abuela....le darian de alta. Ya estaba mejor. Fuimos todos a buscar a mi abuela, estábamos tan contentos, fue como un respiro de aire fresco.

Ya con mi abuela con nosotros en casa de mi tia Eli, hicimos una pequeña celebración de bienvenida.
Ya en la noche, cuando la sra. Tayra se iba para su casa, dijo: - Mañana estaré aquí a primera hora para que le pongamos fin a todo esto.
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Maldad Pura Parte 6 y Final

Era martes. Tal como había dicho, la sra. Tayra llegó muy temprano para que le pusiéramos un alto a todo esto. Falté a clases nuevamente, y fui a comprar algunas cosas para el desayuno. Cuando venía de vuelta de la tienda, Claudia me salió al paso.
- Hola.
-Hola Claudia, ¿cómo estás?
- Bien ¿y cómo han estado ustedes?
-Bueno, a mi abuela la tuvimos que internar de urgencia hace unos días, pera ya le dieron el alta y ahora está con nosotros.
- ¡Wow! Tú y tu familia han pasado por mucho últimamente. Yo...quería disculparme con ustedes, siento que los abandoné, que hice mal...yo les tengo un gran cariño a todos ustedes, siempre me trataron bien y siento que no les correspondí de la misma forma y...
-Claudia, para, tranquila, está bien, créeme que te entiendo, todos te entendemos, en verdad. No te sientas mal, nos ayudaste mucho, y con eso más que suficiente.
- Es que no puedo dejar de sentirme culpable, los dejé a tu madre, a tu hermana, a tu abuela...y a ti.

Claudia posó su mano delicadamente en mi rostro, acariciando mi mejilla con ternura.

-No te tortures de esa forma Claudita, nosotros siempre te tendremos mucho cariño, no fue tu culpa, nadie podría soportar lo que pasa en esa casa, y tu soportaste bastante, fuiste muy valiente, de verdad.
-Aún así, quiero compensarlos de alguna manera, me gustaría ver a tu abuela.
-Claro, ven conmigo, me están esperando con las compras para el desayuno. Ven a compartir con nosotros.

Minutos después, Claudia y yo llegamos a casa de mi tía Eli. Saludó a mi abuela con un afectuoso abrazo. -Perdóneme sra. Sonia- dijo a mi abuela.
-Tranquila hija, está todo bien, descuida.-le respondió mi abuela.

Claudia me ayudó a preparar el desayuno mientras le contaba las cosas atroces que habíamos pasado el último tiempo.
-Pobre, has tenido que aguantar tanto. Has sido todo un hombre. En eso se acercó mirándome fijamente a los ojos y posando su mano otra vez en mi mejilla me dijo: -Has sido muy valiente, me hubiese gustado haber estado contigo para apoyarte. Y sin darme cuenta, de un momento a otro, me besó...y yo sólo me deje llevar por el momento, no lo podía creer, sentí vértigo y sólo recuerdo que la abrazé.
Luego de ese inesperado encuentro, los dos nos miramos y sonreimos. Terminamos de preparar el desayuno y nos sentamos todos a la mesa. La sra. Tayra marcó la pauta de la conversación:
-Más tarde, al mediodía, deberé iniciar el ritual de purificación para que usted señora Sonia esté apta y en condiciones para lo que se viene después.
-¿Y que tengo que hacer? -dijo mi abuela.
-Ya verá, a su debido momento le indicaré lo que tiene que hacer.

Y tal como lo prometió, justo a las doce de aquel día, inició. Según instrucciones de la sra. Tayra, debía estar sola con mi abuela en un cuarto que ella había preparado especialmente para ese momento, y sólo una persona la podía acompañar mientras durara el ritual.
-Yo, yo la acompañare- dije- Prefiero ser yo quien acompañe a mi hermana mijo- contestó mi tía.
La sra. Tayra estuvo de acuerdo en que fuera mi tía Eli quien las acompañara. -Créeme hijo, es mejor que sea tu tía y no tú, aún eres muy joven.
-No soy un niño- respondí -Lo sé, pero confía en mi, no querrás ver esto, tu tía tiene sus años ya, esto la afectará menos a ella.
El ritual duró más o menos una hora, y no supe que pasó allí adentro hasta años después, cuando mi tía Eli me lo contó. Esto fue lo que ocurrió.

Mi abuela se sentó en una silla y la señora Taura se sentó en frente, y mi tía en un costado de la habitación. Las tres se habían cubierto con una especie de lienzo blanco. La sra. Tayra sacó un puro, y lo empezó a fumar; a medida que lo hacía, hablaba con unas personas o seres invisibles, como si platicara con ellos, y entre tanto, recitaba cantos y oraciones en una lengua desconocida. Rociaba a mi abuela con alcohol pulverizandolo con su boca, y hacía gestos con unas ramas de hierbas; luego se puso a danzar de manera muy extraña alrededor de mi abuela. Al final se sentó en su silla y terminó de fumarse el puro. Cuando lo hizo, mi tía me contó que empezo a hacer arcadas, como si fuera a vomitar, y se preocupó mucho, le preguntaba si se sentía bien, pero ella no le respondía. Mi abuela estaba quieta, inmóvil. De repente, la sra. Tayra empezó a vomitar una especie de huevecillo enorme de color marrón que según palabras de mi tía...me van a perdonar pero, por lo que me dijo mi tía, más bien parecía una gran bola de estiércol, el cual humeaba como si estuviera caliente. Esa escena se grabó a fuego en sus recuerdos.
Cuando hubo expulsado el 'huevo' exclamó- ¡Hemos terminado! Expulse la enfermedad que había en mi cuerpo. Y súbitamente mi abuela recobroó todas sus fuerza, como si le volviera el alma al cuerpo, y experimentó una extraña mejoría.

Ahora debemos localizar la fuente del mal.

Limpiaron todo y Claudoa y yo estábamos eaperando afuera, impacientes.
-¿Y como está? ¿Qué pasó?- pregunté
-Es mejor que no sepas ciertas cosas- respondió la sra. Tayra.
Ahora debemos ir a su casa.
-¡¿QUÉ?! ¿A nuestra antigua casa?
-Asi es, ahí esta focalizado el mal. Por eso, es ahí donde debemos continuar.
-¿Puedo ir con ustedes? Quiero acompañarlos esta vez. Dijo Claudia
-Claudia, no es necesario, en serio.
-Por favor, déjenme ir con ustedes.-insistió.
-¿Estás segura señorita? Quiza no estés lista para presenciar algo así.-espetó la sra. Tayra.
-Por favor, quiero ir con ustedes
-Como gustes, no hay problema entonces.

Llegamos a mi antigua casa y nos sentamos en la mesa del comedor. Allí la sra. Tayra dispuso varios artículos como de magia blanca. Sacó un mazo de Tarot y se puso a ver la suerte. -Ya veo- dijo -con que eso es lo que tenemos que hacer.
Sacó un papel y un lápiz de grafito, meditó, se concentró, y al cabo de unos minutos entró en un especie de trance. Nos sobresaltamos cuando, en cierto momento, comenzó a hacer sonidos rarísimos con su voz, ruidos guturales que parecían provenir de la boca del estómago, y sus ojos se volvieron completamente blancos. Empezó a dibujar con el lapiz de forma automática, como impulsada por una voluntad ajena a ella, y al cabo de unos minutos el dibujo cobró formal y sentido. Como si se tratara de la obra de una artista profesional, se apreciaba claramente el retrato de unas personas...el rostro... de mi tía Ana, el de su esposo, el señor Enrique Sáez, y el de una tercera persona, y saliendo del trance y apuntando a ésta última, la sra. Tayra nos dijo - Esa...esa es la bruja que contrataron para perjudicarlos, ellos la contrataron, ellos la, ellos...
Le traje un vaso de agua con azúcar a la sra. Tayra para que se repusiera. Después de beberlo de una sentada, nos señaló que en sus visiones, durante el trance, pudo ver al ente que nos acosaba.
-Se manifiesta bajo la forma de una figura varonil, negra, oscura, de ojos brillantes y un gran sombrero. Fue enviado para sacarlos de su hogar, y está anclado físicamente más que nada en el taller suyo sra. Sonia, para atormentarla y perjudicarla en su trabajo. No es un demonio, pero tampoco es humano, aunque alguna vez lo fue. Es una criatura intermedia, un híbrido, un mestizo espiritual. En vida fue un brujo negro muy poderoso que consagró su alma a las tinieblas. Hizo mucho mal en vida y al morir, sus pecados corrompieron su espíritu hasta deformarlo y perder parte de su humanidad. Está en una especie de limbo oscuro, en otro plano de existencia, y con cada perversión que hace en el bajo astral, pierde algo más de humanidad hasta convertirse en un demonio completo. Ese es su objetivo, para conseguir poder. Está eludiendo el juicio eterno, le teme a irse al averno en forma humana.Y la manera en que lo hace es asistiendo a personas malvadas y prestándose para obras de magia negra.
-Sé que tú lo has visto -dijo dirigiéndose a mí- tú tienes el don, el don de ver más allá de este plano terrenal.
No podía creer todo lo que nos decía, la descripción calzaba perfectamente con lo que yo había visto, pero, ¿quién se lo había dicho? Estoy seguro de no haberselo contado a nadie, creo. Y ese retrato, ahora teníamos una confirmación. ¿Y que era todo eso de que tengo un don? ¡No quiero ningún don!
Ahora debemos localizar el mal original, la fuente, y destruirla. Extrajo de un maletín que traía, un tablero muy llamativo. Parecía una tabla Ouija, pero era algo diferente, tenía las letras y números dispuestos en círculos en torno a una cúpula de cristal que estaba al centro, y tenía también unas inscripciones y símbolos muy extraños grabados en la madera. Y recuerdo que había un octágono hecho también como de cristal.
-Vamos- dijo ella.
Salimos los cinco de la casa y llevando el tablero en su brazo izquierdo, echaba las cartas sobre éste con la mano derecha. Hacía consultas mie tras nos guiaba y nos daba instrucciones.
-Caminemos a ese paradero...vamos, subamos a ese autobús- Nos decía- Hay que darse prisa, los seres de luz nos guiaran.
Pasados unos 30 minutos, exclamó- ¡ Aquí! Hay que bajarse aquí.
Estabamos en la periferia de la ciudad cuando nos bajamos frente a un pequeño cementerio local. Estaba abierto, y como era un panteón público no hubo necesidad de registrarnos. La sra. Tayra apuraba el paso y nos apremiaba. Parecía una película de acción.-Por aquí...acá a la vuelta...ahora por este callejón...- nos decía agitada y casi gritando mientras que seguía echando la suerte sobre el tablero. Yo cargaba sus 'herramientas de trabajo', y noté además que cada vez que cambiabamos de dirección, antes de doblar hacia otra calle o pasaje del camposanto, uno de los lados del octagono de cristal brillaba, como con un resplandor fosforescente. Supuse que no era una simple Ouija, que más bien parecía una especie...no sé como decirlo...como una 'brújula mística'. Era algo increíble.
En cierto momento, disminuimos la velocidad y llegamos frente a una tumba. ¡Aquí! Aquí está el mal- dijo la sra. Tayra. Se arrodilló y se puso a escarbar, hasta que desenterró algo.
Era como un bulto, un fajo grande de cuero enrrollado y atado con un cordón rojo. -Ustedes no lo vayan a tocar- nos advirtió. Lo roció con agua bendita y vertió un elixir color escarlata sobre esa cosa, efectuó señas de manos y dijo algunas oraciones, incluida el salmo 91. Lo colocó dentro de un cofre y nos lo llevamos.

Al llegar a nuestra casa, estábamos los cinco de nuevo ahí reunidos en el comedor. La sra. Tayra extendió una paño blanco con simbología esotérica a modo de mantel, extrajo ese bulto del cofre y lo colocó encima. Desató el cordón, y poco a poco lo desenrrolló.
Una peste salió de aquél objeto profano. Adentro habían babosas, caracoles, gusanos y otros insectos, los cuales fueron retirados uno a uno y echados en una bolsa. Estas alimañas cubrían un segundo bulto, como un saco, el cual también fue abierto. Dentro había lo que según la sra. Tayra eran: un corazón de gallina negra podrido, la lengua disecada de un sapo, y la cabeza de un pequeño gatito. Era algo demencial. También estaba un retazo de tela negra que envolvía una foto de mi abuela con manchas de sangre, y una figura de cera que simulaba a mi abuela, con su nombre tallado y con alfileres en la zona de los ojos, la boca , la garganta, el corazón, el vientre y las coyunturas de las extremidades.
-Esto explica la fuente de sus padecimientos, sra. Sonia. Los dolores a las extremidades, las llagas internas en sus intestinos, la pérdida de su visión, del habla...la estaban incapacitando de a poco. La querían dejar ciega, inválida, muda, postrada...hasta finalmente matarla.
Las lágrimas de horror, de dolor y de espanto nos corrieron a todos. ¡¿Cómo era posible que alguien tuviera el corazón tan podrido que pudiera llegar a hacerle eso a sus propios parientes?! ¡¿Como la avaricia podía llevar a una persona hasta esos límites?! Era inconcebible.
La sra. Tayra poco a pco retiró los alfileres, y cuando lo hacía mi abuela se sentía cada vez mejor, hasta que terminó esa faena. Después, envolvió todas esas aberraciones con el paño blanco de iconos ocultisatas, las ató y las llevó a su casa. Fuimos con ella y llegamos hasta el patio, en donde colocó esa cosa al medio, y luego de una ceremonia que incluyó agua bendita, pócimas, cantos, rezos, y demás, accedió a prenderle fuego. Las llamas lo consumieron todo. Cuando todo eso concluyó, mi abuela vomitó una sustancia alquitranosa, y sintió un profundo y total alivio, como si le quitaran un peso de encima, como si el mal se le hubiera desprendido de encima.
-Ahora sólo nos queda una cosa más que hacer- dijo Tayra.
-¿Y que sería eso? - preguntó mi tía.
- Expulsar a ese ente de oscuridad de su casa y de sus vidas.
-¿? !!!!!!!!

Eran las 9 de la noche. Mi madre había llegado hace rato junto a mí pequeña hermana. Estabamos sentados en la sala de nuestra casa, Claudia, mi madre, mi hermana, quien a esa edad no entendía nada, mi tía Eli, mi abuela y la sra. Tayra. Todo cubiertos con unas túnicas blancas, dentro de un círculo de cristales y sal, y portando unos talismanes o amuletos que nos había facilitado la sra. Tayra, quien en un contenedor metálico similar a una pequeña olla, empezó a preparar un sahumerio. Prendió inciensos por toda la casa, nos bendijo, y comenzó el ritual. Y ese maldito hedor comenzó a emanar otra vez.
-Acompañeme, sra. Sonia, usted debe venir conmigo. Y sin más empezaron a recorrer la casa esparciando ese humo sagrado por cada rincón, por cada espacio.
-Vamos, se nos escapa,- escuché decir a la sra. Tayra a mi abuela. Subieron las escaleras hacia el segundo piso, orando, clamando, recitando palabras y sonidos extraños.
-¡VAMOS, ESTÁ DÉBIL, SE FUE A ESCONDER A SU TALLER, ESTÁ ATRAPADO!
Bajaron corriendo y cruzaron delante de nosotros. A pesar de todo éste perturbador espectáculo, el resto de nosotros estabamos insólitamente muy tranquilos, con una calma sobrenatural.
Se dirigieron al taller de costura de mi abuela.-¡Ahí está!- Ser de perdición, ser de oscuridad, yo y las fuerzas de la luz te desterramos para siempre de este mundo, te sacamos de nuestras vidas y te condenamos al infierno donde perteneces, ya no eludiras más el juicio. Luego recitó unas últimas palabras en una lengua exótica y...
...Escuchamos un rugido aterrador, un gruñido profundo y gutural proveniente como de las entrañas de la tierra, y... sé que sonará increíble, pero la casa, nuestra casa, tembló, durante unos segundos y...

-¡Se fue!-exclamó la sra. Tayra.- Se ha ido. Todo acabó. La casa se llenó de un aura de paz que no habíamos sentido en mucho, mucho tiempo.
-Mi trabajo aquí ha terminado.
-Gracias, muchas gracias, no sabemos que hubieramos hecho sin usted. Llegó como un ángel para nosotros. Dios la puso en nuestro camino.
-Dios no juega a los dados, sra. Sonia. Las coincidencias no existen, sólo las sincronías.El universo y sus misterios- dijo reflexiva la sra. Tayra.
Se me ocurrió preguntarle a algunos vecinos si es que habían sentido algún temblor, pero ninguno percibió nada. Esa noche no hubo ningún movimiento telúrico registrado en mi zona.

Todos nos despedimos de ella y le agradecimos infinitamente por su ayuda. Creo que tal vez, no sé...estábamos predestinados a conocerla.

Dejé a Claudia a su casa y nos quedamos charlando un poco en la banqueta. -¡Que increíble todo esto! Nunca se me va a olvidar.
-¿Quién sabe Claudia? Quizá te espanten a ti ahora jajaja.
-¡Nooo! Ni en broma jajaja. -Pero si llegara a suceder, tú estarás ahí para protegerme ¿cierto?
-Por supuesto que sí.
Me sonrió y me besó tiernamente, y nos despedimos.
-Cuidate, y sueña conmigo.
-Lo haré, Claudia.

Esa noche dormimos tranquilos por primera vez en meses. Pero algo estaba claro: Que nunca olvidaría esa experiencia, que me marcó para el resto de mi vida.

Tiempo después, encaramos a la tia Ana y al tío Kike. Quedó la cagá, como decimos en Chile. No se si me entienden, ni como les digan en sus países cuando queda la hecatombe. Casi golpeo al tío Kike, quería masacrarlos... llegaron primos, tíos y sobrinos. Algunos se pusieron de nuestro lado. Otros, del lado de ellos. Algunos de sus hijos no podían creer lo que les contabamos y se negaban a aceptar que sus padres fueran capaces de esto. Otros de sus hijos, nos creyeron y nos apoyaron ya que sabían las cosas turbias en las que andaban metidos los tíos.

Luego de esa visita, a los días después, al llegar de la escuela, encontré una desagradable sorpresa...la tía Ana estaba de visita en nuestra casa.
-¡¿QUÉ HACE ESTA PERRA MALDITA ACÁ? No la quiero ver aquí, ¡¿QUE HACE AQUÍ?
-Calmate Joao, -me dijeron mi abuela y mi tía Eli- Cálmate por favor...

Entre llantos explicaba que su esposo, el tío Kike, la había obligado a presionar a mi abuela por lo de la casa.
-¡¿Cómo es posible que haya hecho esto?! ¡Nos quizo dejar en la calle, quizo ver muerta a mi abuela, ustedes ya tienen su casa, no tienen necesidad...!
Fueron muchas las cosas que le dije esa tarde. Ella alegaba una y otra vez que su esposo la había obligado, pero no le creí, y aunque así hubiera sido, nada justifica el que no haya tenido el valor de hacerle frente a la impronta de su marido, si es que ése era el caso.
Me encerré en mi cuarto tratando de contener mi rabia.

Luego de mucho tiempo, empezaron a aparecer nuestros tíos, primos y sobrinos, en distintas ocasiones, para pedirnos perdón, para ofrecernos disculpas, que ya sabían que deciamos la verdad, que la tía Ana lo había confesado todo, que ya no creían en sus mentiras, que se contradecían en sus versiones, que descubrieron que la tía Ana estaba metida en cosas raras, que siempre estuvo involucrada en cosas de brujería...Todos de una forma u otra supieron la verdad. Pero fue más duro para aquellos que eran sus hijos y nietos...no puedo imaginar la desilusión que se llevaron con sus padres y abuelos, al punto que algunos prácticamente le dieron la espalda...

Respecto a la demanda, finalmente el tío Kike y mi tía Ana lo consiguieron, mi abuela tuvo que pagarles el dinero, pero no como ellos querían, sino que ante los tribunales.
Pero...no pudieron disfrutar de ese dinero mal habido. De lo que me enteré, fue que a uno de sus hijos le regalaron dinero para remodelar su casa...compró todos los materiales y ya habían contratado la mano de obra, cuando justo ese día, unos bandidos se les metieron a robar se llevaron todos los materiales de construcción: ladrillos, cerámicas, sacos de cemento, herramientas...
Una de sus hijas a la que también le habían dado parte del dinero, decidió invertirlo todo en una sociedad, pero la estafaron, perdiendo todo lo invertido.
Usaron parte del dinero para remodelar y ampliar su propio hogar...fue devorado meses después por las termitas, declarándose pérdida total.
Y así poco a poco y de una y otra forma, perdieron absolutamente todo el dinero sin poder aprovechar un solo peso. Suena increíble, fantasioso, exagerado incluso, lo sé, como un pésimo y mordaz argumento de película parodia de horror barato, pero así se dio todo.

Al año siguiente, el tío Kike empezó a sufrir extrañas alucinaciones, decía que sentía un olor extraño, como si algo se quemara y se estuviera pudriendo, que veía personas que no estaban ahí. Empezó a enfermarse de gravedad, un cáncer lo tuvo contra las cuerdas por tres largos años...se orinaba encima, se quejaba de dolores, había que alimentarlo, vestirlo y bañarlo como a un niño...su mente se había desvanecido. Finalmente, en el invierno del 2010 falleció, presa de terribles terrores nocturnos y de visiones, y de dolores que no lo dejaban dormir y que ningún sedante podía calmar.
A finales de ese mismo año, la tía Ana empezó a sufrir de los mismos síntomas...corrió la misma suerte que su marido y en el 2015, murió a causa de un cáncer multisistémico. Padeció terriblemente hasta el último día de su vida. La desgracia los abatió y pagaron en vida todo el mal que habían causado.

Mi abuela y su hermana, a pesar de todo lo que les había hecho, estaban devastadas...después de todo eran familia, su hermana, ¿no?. Mi abuela nunca superó la depresión que le causó el desengaño,la traición, y la posterior enfermedad y muerte de su hermana.

La familia se reconcilió totalmente después de eso, y se recobró la unidad y el tiempo perdido. Y sobre aquella bruja contratada por mis tíos para maldecir a mi abuela, me enteré que era una vecina de la infancia de estos que se dedicaba al ocultismo y esas cosas, que había sido educada por una machi, y que al final murió de una rara enfermedad que le quitó el habla, la vista, todo...incluso las ganas de vivir, y es que supimos que de alguna manera, los bomberos y los forenses determinaron que esta bruja, de alguna forma, se las ingenió para suicidarse prendiendole fuego a toda su casa. Y respecto a los matones contratados por mis tíos, fueron capturados, condenados a varios años y encerrados en prisiones diferentes.
Tiempo después, una funcionaria judicial y un oficial de Gendarmeria nos notificaron, sin entrar en mayores detalles ni caer en descripciones escabrosas que nos pudieran afectar, que ya no debíamos preocuparnos por algún tipo de represalías por parte de estos facinerosos. Uno de ellos fue ultrajado y asesinado en el patio de la cárcel, y el otro se ahorcó al interior de su celda.

De algún modo todo volvió a la normalidad y que el karma o el universo o como quieran llamarlo, ponía yo o en su lugar. ..pero ya nada sería igual.

Y ésta fue mi experiencia con lo paranormal, con el horror, con el mal más puro y primigenio.
Y es que al día de hoy me cuesta entender como alguien puede hacerle eso a alguien que lleva su misma sangre.
Lo que había en el corazón y en los pensamientos de quienes nos hicieron tanto daño, sólo puedo describirlo como...
Maldad pura.

FIN


Epílogo

Gracias por leer y compartir mi historia. Como les dije al comienzo de la primera parte, ésta anécdota fue completamente real, pero entiendo si hay quien se mantenga escéptico, yo mismo soy bastante incrédulo y desconfiado...no obligo ni insto a nadie a que me crea, eso se los dejo a su criterio.
Algunos nombres se cambiaron para proteger la identidad de los verdaderos protagonistas.
Este relato lo redacté de tal forma que fuera lo más agradable posible de leer y para que generara el mayor suspenso posible. Me preocupé mucho de la ortografía, aunque por ahí pueden haber algunos errores de tipeo. Al principio pensaba hacerlo en tres partes, pero a medida que escribía iba recordando más detalles de lo que me había sucedido y que no podía dejar afuera, y les pido disculpas si me explayé mucho.
Por otra parte, intenté no usar modismos o expresiones de argot de mi país, si no conceptos más conocidos entre los hispanoparlantes, para que fuera comprensible para un público más diverso.
Hoy en día vivo sólo. Mi madre y mi hermana viven en esa antigua casa. Mi tía Eli está viviendo en otra parte de la ciudad, con su hijo y sus nietos. Mi abuela Sonia falleció hace dos años aproximadamente. Me hace mucha falta y resiento mucho su pérdida. La sra. Tayra se fue a vivir a la costa, en otra región de Chile. Lamentablemente perdimos contacto, pero aún la recordamos afectuosamente. La relación con el resto de mis parientes es buena, aunque no los veo muy seguido.
Claudia se fue a vivir al norte por motivos académicos y profesionales, ésta especializandose y trabajando en un hospital de esa zona del país, y le va muy bien.
Nunca más he experimentado experiencias de carácter sobrenatural, he pensado mucho en lo que viví y he tratado de racionalizarlo, no sé si quiero ignorar y autoengañarme con que todo eso de que la realidad metafísica no existe, por miedo, o porque me he vuelto demasiado crítico...no sé.
De alguna forma me gustaría tener contacto con ese mundo para confirmar si mi abuela está ahí en algún lado, ya que sólo en dos ocasiones sentí su presencia tras su deceso...pero no se si fue un truco de mi mente o si ella realmente estaba consolandome desde el más allá. Me daría gusto saber a ciencia cierta que hay después de la muerte y si hay algo mejor, si volvere a estar con mi abuelita, a verla, a abrazarla y decirle cuanto la quiero, porque hasta el momento, sólo he conocido el lado oscuro del reino espiritual.

Saludos a todos
 
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Mis ojos :ohno:
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peazo de historia, soy remiedoso pero me gustaria pasar por algo paranormal pero q sea bastante piola y simple para tener la experiencia, y respecto a Claudia, nunca mas se acercaron?
 
Tremenda historia, te pasaste.

Me alegro que hayan podido superar ese horror vivido.
 
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