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una historia poco conocida "El FPMR en el sur de Chile"

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Huevon sin Vida
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El primer asesinato de un senador de la República implicó el repliegue de varios “comandantes” del Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo a la VIII Región, donde no sólo podían ocultarse con mayor facilidad, sino que además estaban empecinados en crear una guerrilla rural en la zona de Curanilahue, proyecto que terminó por desmoronarse en 1995 cuando dos sicarios del grupo asesinaron al encargado de la misma, Agdalín Valenzuela.
Texto publicado originalmente en diario El Sur, el 01 de abril de 2011 (versión actualizada)
Luego que el 1 de abril de 1991, cuando Ricardo Palma Salamanca y Raúl Escobar Poblete, miembros de la llamada “Fuerza Especial” del Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo (FPMR-A), descerrajaran sus armas en contra del senador de la UDI Jaime Guzmán, el grupo subversivo entró en una debacle interna sólo semejante a la que se había producido en 1987, a consecuencias de la cual se dividió en dos facciones. Dentro de los “autónomos”, la facción más violenta y que siguió operando pese al retorno a la democracia, no había un acuerdo total respecto del crimen del parlamentario, pero finalmente los seis comandantes que formaban el comité central decidieron cerrar filas tras la ejecución y seguir adelante con sus planes, que ya estaban trazados al menos desde 1989: asentarse en la VIII Región del Bío Bío.
Para ello, comenzaron a planificar el secuestro que cometieron en septiembre de 1991 en contra del periodista Cristián Edwards del Río, cuyo fin último era obtener dinero.
El millón de dólares que consiguieron les permitió poner en rodaje el que era el más ambicioso proyecto del FPMR-A, la creación de las Fuerzas Armadas Rodriguistas (FAR), una guerrilla rural que se asentaría en las sierras de Nahuelbuta, con su base operativa en Curanilahue y que ejercería influencia desde esa comuna, por el norte, hasta Lumaco y Purén, por el sur. Para ello, en Curanilahue ya tenían instalado hacía un buen tiempo a un hombre que en el pueblo era conocido como “el caballero de la miel” (pues durante varios años manejó una apicultura); mientras que para el FPMR-A era simplemente “Claudio” y, para el Registro Civil, Agdalín Valenzuela Márquez, un especialista en secuestros al cual se le encomendó en 1989 la misión de trasladarse a Concepción como jefe zonal e iniciar las acciones tendientes a crear las FAR, el sueño guerrillero que todos los grupos de ultra izquierda chilenos habían intentado sin éxito.
Por cierto, Valenzuela no era cualquier militante. Había actuado en varios secuestros, en Brasil y en Chile, entre ellos el del cabo Germán Obando y el del teniente coronel de Ejército Carlos Carreño (liberado en 1987 en Sao Paulo), había recibido adiestramiento en Cuba y otros países, y era de la máxima confianza de la jefatura del FPMR.
Región dormitorio
Tras la liberación de Cristián Edwards, la policía civil logró la captura de varios frentistas implicados en el secuestro y también en el crimen de Jaime Guzmán, el más importante de los cuales era Ricardo Palma Salamanca. Sin embargo, los seis “comandantes” de la cúpula seguían en libertad, con dinero y nuevos domicilios. En efecto, a principios de 1992 comenzaron a moverse a la VIII Región, no sólo porque para ellos era una zona de “dormitorio” (es decir, donde podían ocultarse fácilmente gracias a las bases de apoyo y a la densidad poblacional), sino porque querían estar encima de su proyecto estrella, las FAR.
Así fue como esporádicamente empezó a aparecer en Talcahuano el líder máximo del grupo, Galvarino Apablaza Guerra, quien durante los años 80’ residió por varios periodos en un domicilio de población Los Lobos. Sin embargo, se estima que hacia fines de 1992 abandonó el país, reapareciendo hacia 2006 en Argentina, donde como es conocido se le concedió asilo.
Mucho antes de ello, sin embargo, cuando “Salvador” se fue de Chile, la dirección del FPMR-A quedó en manos de su segundo, Iván Figueroa Araneda (“Gregorio”), respecto del cual lo único que se sabe es que fue “ajusticiado” en 1995 por sus ex compañeros.

Juan Gutiérrez Fischman, “El Chele”.
El número tres de la organización era Juan Gutiérrez Fischman, “El Chele”, quien comenzó a viajar muy seguido a la VIII Región, alojando habitualmente en la casa de un familiar en el sector de Pedro de Valdivia, en Concepción, desde donde se trasladaba en bus hacia Curanilahue y Chillán, zona en la cual siempre se especuló ―pero nunca se pudo comprobar― que el FPMR-A había invertido dineros en una plantación forestal. El habría sido el “comandante” que encabezó una escuela de adoctrinamiento político que se realizó en el verano de 1993 en Dichato. Gutiérrez era un sujeto con prosapia dentro de la izquierda chilena. Su padre, Lisímaco Gutiérrez, perteneció a la guerrilla del Che Guevara, y “El Chele” estudió en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, de La Habana, de donde egresó como subteniente de Ejército. Combatió con los sandinistas y se casó con Mariela Castro Espín, hija del actual presidente de Cuba, Raúl Castro, con quien tuvo dos hijas, aunque se habrían separado a fines de los años 80, pese a lo cual nunca habría perdido sus privilegios en la isla.
El cuarto hombre de la jerarquía del FPMR-A, en tanto, era Enrique Villanueva Molina, “Eduardo”, que en 1997 fue acusado por su mismo grupo de ser un infiltrado, lo que motivó su huida a Venezuela. A fines de 2010 el ministro en visita que investiga el caso Guzmán, Mario Carroza, lo sometió a proceso por dicho crimen y a fines del año pasado la Fiscal Judicial Beatriz Pedrals solicitó 15 años y un día de prisión en su contra. Según su versión, él no tuvo nada que ver con el crimen de Guzmán, pues asegura que dejó de pertenecer en 1989 al grupo subversivo, luego de que fuera sancionado por las fallas que se cometieron en un fallido atentado al comando de aviación de Tobalaba, donde fue asesinado un teniente de la FACH y donde también murió Roberto Nordenflycht, alto dirigente del FPMR e hijastro de Volodia Teitelboim, el entonces dirigente máximo del Partido Comunista.
Pese a ello, ha admitido ser él quien dio una entrevista en México, poco después del asesinato del senador, en la cual un encapuchado reivindicó el homicidio para el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
“Ramiro”
Mauricio Hernández Norambuena, el quinto hombre del grupo, comenzó a viajar con mucha frecuencia a Curanilahue. El 5 de agosto de 1993, junto a Agdalín Valenzuela, se disponía a salir a revisar los “tatoos” (madrigueras subterráneas, del estilo vietnamita) que “Claudio” había instalado en el sector de San José de Colico, cuando fueron detenidos por una treintena de detectives. Hernández fue condenado a dos cadenas perpetuas (por el crimen de Guzmán y el secuestro de Edwards), pero Valenzuela fue liberado a los 10 días. Pese a que ello significó acusaciones soterradas en su contra en orden a que él había sido quien había informado sobre el paradero de “Ramiro”, al principio este no lo creyó y por eso Valenzuela lo visitó varias veces en prisión. Fue allí donde Hernández le encomendó una nueva misión: Debía diseñar un plan para rescatarlo a como diera lugar desde la cárcel de San Miguel. La operación, casi suicida, estuvo a punto de ejecutarse, pero a último minuto se abortó al notar Valenzuela una inusual presencia policial en los alrededores. Sin embargo, esa confianza cambiaría drásticamente en poco tiempo.
La sexta integrante de la comandancia del FPMR-A era la francesa Maria Emanuelle Verhoeven, quien siguió viviendo en Santiago. En 1996 escapó a Argentina y actualmente reside en la comuna de Saint Herblain, en la ciudad de Nantes, al sur de Francia, donde fue interrogada por detectives enviados allá por el ministro Carroza.
Los fantasmas del pasado
La detención de “Ramiro” significó la dispersión total de la cúpula del FPMR-A y el repliegue de las bases frentistas en la VIII región y en todo el sur de Chile, donde ―sin embargo― Agdalín Valenzuela siguió intentando poner en práctica las FAR, pero con un enfoque más ambicioso. Como lo reconoce una persona cercana a él, pretendía crear un proyecto guerrillero a 20 ó 25 años plazo, en el que además participarían elementos del MAPU-Lautaro y del Ejército Guerrillero de los Pobres-Patria Libre (EGP-PL), facción militar del MIR que operaba fuertemente en la VIII región, con todos los cuales entró en contacto.
Sin embargo, nada de ello se concretó, pues el 11 de octubre de 1995 los fantasmas del pasado llegaron a cobrarle viejas cuentas. En un automóvil que arribó a eso de mediodía a Curanilahue viajaban dos sicarios enviados por la cúpula del FPMR, los cuales ―esa noche― ejecutaron a Valenzuela de cuatro tiros por la espalda, acusado por un “tribunal revolucionario” se haber sido agente del gobierno y haber entregado a Hernández, acusación que si bien parece tener algún sustento en las relaciones que Valenzuela sostuvo con Antonio Ramos, un analista de la Disepi (Dirección de Seguridad Pública e Informaciones, antecesora de la ANI), ha perdido peso con el paso de los años, pues hay que recordar que después de ello el propio “Eduardo” (superior jerárquico de Valenzuela) fue acusado de lo mismo por sus propios ex compañeros. Algo semejante ocurrió con “Gregorio”, cuyo cadáver nunca fue encontrado. “Eduardo”, en tanto, acusó en una entrevista con “El Mostrador” a Juan Gutiérrez Fischmann de operar para la Disepi, mientras que respecto de la Verhoeven se cree que fue informante de Investigaciones. En síntesis, de los seis comandantes del Frente, hay al menos dudas razonables respecto de que tres eran o podían ser informantes.
No obstante, el hilo siempre se corta por lo más delgado y “Claudio” lo sabía bien. Probablemente por eso no opuso resistencia a sus verdugos. Según lo que averiguó la Policía de Investigaciones, uno de sus asesinos de Valenzuela era un sujeto fornido, peinado al medio y con bigote, imagen que se compadece con la de Alex Soto Pastrián, más conocido como “Simón” y también implicado en el crimen de Jaime Guzmán y el rescate de la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) en 1996, en la cual huyeron a bordo de un helicóptero Ricardo Palma Salamanca y Mauricio Hernández Norambuena.
“Simón” fue recientemente ubicado en Cuba por el ministro en visita Mario Carroza, sin que sus pedidos de extradición hayan tenido eco alguno en el gobierno de Raúl Castro.
“El Camboyano”

Luis Alberto Moreno Correa, “El Camboyano”.
El otro implicado en el crimen de Valenzuela fue identificado por sus singulares rasgos. Cuando los detectives encontraron a un testigo y le preguntaron a éste si podía reconocer a uno de los hombres que andaba preguntando en el pueblo por “el caballero de la miel”, la contestación los dejó perplejos.
—¿Recuerdan la autopsia del extraterrestre?— les interrogó, aludiendo a una cinta divulgada a mediados de 1995 por todos los canales de televisión, en que se observaba el cadáver de un supuesto alienígena.
Se trataba de Luis Alberto Moreno Correa, más conocido por sus apodos de “El Camboyano” o “El vietnamita”, debido a sus particulares rasgos. De lo poco que se sabe actualmente sobre él, se cree que junto a “Ramiro”, “El Camboyano” se unió hacia 1997 a la guerrilla del ELN colombiano, luego de lo cual participaron (en 2001) en los preparativos del secuestro de Edith Debernardi, en Asunción, y en un intento de plagio cometido previamente en esa misma capital en contra de un diputado, hechos cometidos por el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), y en los cuales había un secuestrador de acento chileno que usaba la chapa de “abuelo”, la misma que utilizó Hernández en el plagio de Cristián Edwards.
A fines de 2001, Hernández, junto a otras cinco personas (dos de ellos militantes del chileno EGP-PL) fueron detenidos en Sao Paulo por el secuestro del empresario Washington Olivetto, por lo cual purga actualmente una condena de 30 años. En las pesquisas policiales se estableció que Moreno Correa había participado también en el plagio, pero no fue ubicado. Informaciones de prensa posteriores lo han identificado en Uruguay y Paraguay, pero el escurridizo “Camboyano” no aparece por lado alguno.
Hoy por hoy, Luis Moreno Correa y Soto Pastrián son las piezas clave que faltan para solucionar ese inmenso puzzle que comenzó con el asesinato de un senador de la República y culminó con el homicidio de un guerrillero en Nahuelbuta. La otra pieza clave el crimen de Guzmán es el frentista Miguel Peña Moreno, que fue ubicado en Bélgica, y respecto del cual también se pidió su extradición.

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