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¿Qué hacer ante una falsa acusación de violación?

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Hola queridos amigos.

Estoy metido en un grave problema y apelo a la sabiduría del forazo para salir airoso.

Para que entiendan la situación, esto es lo que paso:

Una tarde en los Queñes, cerca de mi casa en Curicó, mientras caminaba sin rumbo por la rivera de este río me encontré con una conocida cosplayer chilena, y decidí ir a mirar.


Esta niña se notaba un poco asteada por la excesiva atención. Me mantuve al margen, y un poco resignado, comencé a caminar hacia de mi hogar.

Luego de varios minutos, mientras caminaba rio abajo, escuche el discreto crujir del lecho de piedras que me precedía, no le tome mucha importancia. Aceleré el paso, escuche una voz, cuya dominancia y seguridad me sorprendió al ordenar detenerme.

Un poco sorprendido, lentamente volteé hacia mi lado izquierdo y al notar esa figura, fui testigo de la aparición de una mítica ninfa.

Quede sin habla, fue ella quien tomo la iniciativa y llevando su mano derecha, al parecer requería mi ayuda.

Amablemente le pregunte que ocurría y ella, un tanto nerviosa me pregunto si conocía algún sitio lindo, para retratar en sus fotos. Tartamudee unas famosas cuevas situadas más adelante, le explique el lugar exacto.

Sin apartarnos un centímetro emprendimos rumbo hacia las cavernas. Lentamente impulse nuestra conversación hacia temas menos banales y lentamente sentimos como pasamos de ser desconocidos a unos buenos amigos y me aproveche de eso.

La caminata se volvió alegre y animada por nuestra charla y por las muchas bromas que le dedicaba. Pasadas las bromas, comenzaron los golpecitos en los brazos y sin proponerlo, terminamos luchando en el suelo, lo estábamos pasando muy bien.

Cansados por la lucha, fuimos hasta la rivera del rio, iniciamos una nueva guerra lanzándonos chorros de dulce y fría agua. Ambos confesamos alegremente comportarnos de una manera muy extraña, ella tragó saliva nerviosamente, me quite los pantalones para estrujarlos, al ver esto, mi nueva amiga esbozo una sonrisa cómplice e intento dar un paso hacia los arboles, invitándome implícitamente a dar rienda suelta a mis más oscuros deseos.

Sin pensarlo una fuerza animal tomo posesión de mi cuerpo y con la rapidez de una serpiente que ataca, estire mi mano derecha y con fuerza le aprisione las muñecas.

-No – le dije tranquilamente-. No te irás a ninguna parte, al menos hasta que haya terminado contigo.
- ¡Maldito seas, suéltame! Y déjame sola. –

Sin alterarme por las palabras ni las acciones de mi prisionera, me limite a repetir: -No.

Y muy, pero muy deliberadamente, lentamente y con la habilidad e una serpiente le arrancó la blusa con la otra mano. Ya no había ninguna posibilidad de escape, para ella, por más que luchó con tanta fuerza y fiereza como le fue posible.

Sin esfuerzo encontré su boca sensual y me alimente de sus labios. Ella comenzó a llorar, de seguro se sentía repulsión por esta situación, sin embargo, lentamente me hizo saber que su cuerpo empezaba a despertar, mientras yo seguía besándola sin cesar. Mis manos viriles he inquietas, cuando no sostenían con fuerza a mi prisionera, la acariciaban con dulzura, ella me susurró:

- No lo hagas, por favor, te lo suplico, no me hagas esto a mí.

Sus suplicas parecían sinceras y en un momento de debilidad hicieron que me detuviera, la mire a los ojos, seducido y hechizado por las bellas facciones de la mujer que tenía entre mis brazos.

-¿Detenerme? -gruñí pastosamente-. No puedo hacerlo porque mientes –le dije-, siempre

has mentido. Si no me desearas, esto no sucedería. - Y con mano gentil, le acaricie los senos; los pezones, -traicionándola-, -. ¡Ni esto! –rumie suavemente mientras mi mano, insidiosa se deslizaba entre sus piernas, tocando con ternura la suavidad aterciopelada que encontré, allí.

-Tú eres la culpable, tú me has seducido.

Con un gemido de placer casi inaudible y vergonzante, solo audible por las aves, ella se derritió sobre mi mano, sin poder ni querer negar que ella también deseaba con fuerza la unión física de nuestros trémulos cuerpos. Con el río como testigo, ambos ahogamos todas las dudas y las interrogantes; tan sólo existían los roces y las caricias del otro. Nada más existía salvo este mundo de calor y suavidad, de ternura y salvajismo... de amor y odio.

Ella no me negó nada; su cuerpo respondió a mis más leves caricias. No fue capaz de permanecer pasiva dejando simplemente que me se saliera con la suya. Ella también me deseaba, deseaba esa gloriosa liberación que sólo un salvaje desconocido como yo podía brindarle. Una vez que hubo perdido la batalla contra mía, las manos de mi presa exploraron ansiosamente cada fibra de mi cuerpo musculoso y firme que estaba tendido junto al de ella.

Como una criatura curiosa y sorprendida al descubrir una maravillosa tierra encantada, sus delicados y pálidos dedos vagaron por el vello suave del mi pecho varonil, por mi estómago tenso y plano, mientras se deleitaba al sentir los estremecimientos que provocaban sus caricias.

- Ella...mmm… - gimió suavemente cuando al fin se encontró mi dureza caliente, pulsante y rígida-. Al sentir sus arrumacos sobre aquella bestia, pensamientos sin sentidos atacaron mis sentidos, la acuse de ser una hechicera. Una hechicera con un gran poder sobre mí.

Al darle un poco de poder, la atraje contra mi cuerpo con desesperación, pegándome a ella mientras mis manos febriles se movían a lo largo de su espalda delgada, acariciando suavemente las curvas esbeltas de sus caderas, hasta que no contento con esto, desplace nuestros cuerpos para quedar casi encima de ella para que mi boca tuviera la libertad suficiente para saborear la tentadora miel de aquel cuerpo tibio.

Me sentía como un veneco hambriento en un banquete; mi único sustento era ese cuerpo de largos miembros y delgadas formas de ella, mientras mi boca hambrienta encendía un sendero de deseo sobre aquella carne satinada. Bese el pulso enloquecido debajo de su garganta, mis labios descendieron lentamente por su pecho hasta los senos, mientras mis dientes mordisqueaban los pezones endurecidos he enhiestos. Enredé una mano en el fuego oscuro y lustroso de su pelo, y la otra acarició su liso vientre con delicadeza, enardeciéndola, atormentándola al dejar deliberadamente de avanzar hacia donde ella más lo deseaba, donde pulsaba de pasión, por la caricia que la haría perder la razón.

Ella estaba encendida de deseo; su abstinencia y malas experiencias habían sido demasiado largas y anhelaba ser poseída por mi como jamás antes lo había anhelado; se sentía impulsada por una emoción tan vieja como el mundo; sin que mediara voluntad de su parte, su cuerpo delató su deseo que sentía con sus movimientos rítmicos y sensuales, la espalda se arqueaba para encontrar mi mano y las caderas se retorcían con impotencia siguiendo un ritmo erótico.

Lentamente, deslice mi cuerpo sobre ella, metiéndome entre sus muslos mientras con las rodillas mantenía sus piernas separadas. Pero no la usurpe, ni mi boca trató de apoderarse de los labios entreabiertos que me aguardaban; en cambio, mis labios viriles descendieron remolonamente por su piel sedosa, dejando atrás el estómago, el vientre tembloroso, llenándola de una impaciencia embriagadora y vertiginosa, mientras mi boca ardiente se deslizaba hacia abajo, cada vez más abajo hasta...

Todo su cuerpo dio un salto de placer, que fue una mezcla de sobresalto y de aturdimiento cuando mis gruesos labios encontraron la delicada carne sedosa entre sus muslos mientras mis manos la levantaban para encontrarse con mi boca inquisitiva. Instintivamente, ella se echó atrás negándose a este nuevo y embriagante estrago que le provocaba con tanta prodigalidad, pero no la deje escapar; mis manos le aferraron las caderas, apretándola contra mi, mientras mi lengua la acariciaba y exploraba.

El roce de la boca caliente, donde ella jamás la había imaginado era una exquisita agonía. Casi a punto de enloquecerla por las sensaciones desconocidas y sin embargo, bien recordadas que la envolvían en mis redes, ella era una criatura entregada al placer, consciente únicamente de mi y de lo que le estaba haciendo; movía la cabeza de un lado a otro, como una posesa, arqueando el cuerpo desesperadamente para encontrar y recibir con ansia las caricias de mi lengua.

Sollozando de intenso placer, ella temblaba con la proximidad del éxtasis que empezaba a sacudirla, trató ciegamente de alcanzarme, deseando tocar mi cuerpo, saborearlo, sentirlo, comunicarme de alguna manera con aquel hechizo feroz y salvaje que ella dominaba. Sentía como a tientas sus dedos encontraron la masa espesa de pelo de mi cabeza envuelta entre los muslos de su propio cuerpo y con un ronroneo de satisfacción casi salvaje, agarró los mechones de mi pelo moreno, deleitándose en su textura sedosa y firme. Inconscientemente le urgió a seguir, sin darse cuenta de que sus suaves gritos de placer eran más potentes y excitantes que cualquier caricia, impulsándome a acelerar el ritmo hasta que una marea de éxtasis, la más turbulenta, poderosa y devastadora que hubiese experimentado jamás, fue subiendo por su cuerpo, oleada tras oleada, dejándola jadeante y temblorosa, con la sensación de estar flotando en un deleitoso mundo de placer sensual recién descubierto.

Aturdida y saciada, ella estaba demasiado satisfecha para moverse, apenas si tenía conciencia de que la cubría con mi cuerpo besándola en la boca mientras la penetraba rápida y tiernamente. Ahora ella podía gustar el sabor de su propio cuerpo en mis labios viriles, oler el débil y embriagante efluvio almizcleño que expelía, mientras yo la besada ansiosa, profunda y apasionadamente, mientras mi cuerpo se movía con lentitud sobre el de ella.

Con un sobresalto ella advirtió que el deseo volvía y la desbordaba una y otra vez otra vez; el letargo en el cual ella había caído se desvaneció de súbito y se encontró ella misma embistiendo hacia arriba, impaciente y ansiosa, para ir al encuentro de la acometida ardiente de mi cuerpo duro, mientras las bocas se codiciaban y la lengua de ella era como una pequeña brasa encendida al devolverme las caricias.

Con el sabor femenino aún en mi lengua, yo era ajeno a todo, menos al cuerpo esbelto y cimbreante debajo de mi y de las ardientes caricias de sus manos al vagar a voluntad por mi espalda surcada de antiguas cicatrices hasta mis caderas, que se movían vigorosamente. Y en ese instante, todas las otras experiencias que había conocido en mi vida se desvanecieron para siempre de mi mente y sólo quedó ella, con su acogedora suavidad, sus jóvenes pechos orgullosos aplastados contra mi pecho viril y musculoso y mis manos volviéndose casi salvajes, hasta que no pude aguantar más y con un gruñido profundo, gutural y ronco que me desgarro la garganta y como una avalancha, me desborde dentro de ella.

Ella sintió la erupción titánica de la pasión retenida durante tanto tiempo y el salto y la convulsión de mi cuerpo largo y flexible contra el de ella la colmó de agridulce felicidad. Su propio cuerpo pulsaba y se sacudía incontrolablemente con la fuerza de otra ráfaga de satisfacción sexual, probando una vez más, con qué facilidad podía este hombre elevarla a la cimas de la pasión y qué impotente, vulnerable y feliz era ella entre sus brazos.

Finalmente le devolví con sus amigos y sin perder tiempo intercambiamos teléfonos. Hablamos durante un largo tiempo y por razones personales no pude volver a verla y a tener noticias de ella hasta hoy, donde me informa que interpondrá una demanda en mi contra por abusos deshonestos… Es mi primera acusación y en virtud a los hechos espero su ayuda y consejos para preparar mi defensa ante esta eventual acusación.

Agradeciendo nuevamente su ayuda, les saluda tiernamente,….

MYSTERY
:santa:

Me aburrí de resumir, el papiro culiao es eterno
 
Hola queridos amigos.

Estoy metido en un grave problema y apelo a la sabiduría del forazo para salir airoso.

Para que entiendan la situación, esto es lo que paso:

Una tarde en los Queñes, cerca de mi casa en Curicó, mientras caminaba sin rumbo por la rivera de este hermoso río me encontré con una agradable sorpresa, varios metros adelante había una pequeña conmoción y al investigar, se trataba de una sesión de fotos, de una conocida cosplayer chilena. Un poco intimidado, trate alejarme, sin embargo me sentí atraído, como limaduras de hierro a un imán, y decidí ir a mirar.


Esta niña se notaba un poco asteada por la excesiva atención y su mirada hacia la cámara exigía a gritos que alguien la rescatara y esa persona, por supuesto no sería yo. Me mantuve al margen, y sin notarlo cada vez me fui acercando y pude apreciar como su piel, al notar mi presencia, paso de un pálido color magnolia, a lucir una tez ahora suave, ardiente y lechosa, con un tono canela, que la hacía brillar y lucir de una manera exótica y extremadamente atractiva, sin ella saberlo o importarle siquiera.

Como un niño fascinado, igual que el mono del comercial de cereal, en pleno nirvana por exceso de azúcar la miraba sin descaro, he imagine nuestra vida juntos, llegue a pensar cómo serían nuestros hijos, mientras sonreía encantado, un golpe de realidad, como suele pasar, me aparto de mis sueños y un poco resignado, empapado en mi paupérrima realidad, me sacudí la cabeza y comencé a caminar hacia la seguridad de mi hogar.

Luego de varios minutos, mientras caminaba rio abajo armado con un palo que jugaba perfectamente bien su rol como bastón, escuche el discreto crujir del lecho de piedras que me precedía, no le tome mucha importancia, supuse que se trataba de infortunados perros que hacen de este su hogar al ser descartados por sus dueños. Aceleré el paso, mis alertas se activaron y cuando estaba dispuesto a correr escuche una voz, cuya dominancia y seguridad me sorprendió al ordenar detenerme.

Pensé que estaba en problemas, tal vez había sido confundido con algún cuatrero que abunda en el valle, pero al recordar ese tono y timbre particular nunca pensé que provenía de una niña. Un poco sorprendido, lentamente volteé hacia mi lado izquierdo y al notar esa figura, supuse que aun seguía soñando o simplemente, era testigo de la aparición de una mítica ninfa.

Como me suele suceder, quede sin habla y al mismo tiempo mi cerebro trabajaba a toda marcha en busca de un chiste para romper el hielo, pero ella no me dio tiempo suficiente para reaccionar, mientras mi cabeza debatía entre luchar y huir, fue ella quien tomo la iniciativa y llevando su mano derecha, cubriendo esa hermosa boca emitió una radiante sonrisa y garantizándome, entre risas contenía que no mordía. Sin dudas aquella chica de las fotos al parecer requería mi ayuda.

Intentando mantener la compostura, al tiempo que buscaba una pose sexy para ocultar mis nervios, amablemente le pregunte que ocurría y ella, un tanto nerviosa me pregunto si conocía algún sitio lindo, como de ensueños para retratar en sus fotos. Cuando la sangre volvió a fluir y un tanto intimidado por su belleza, tartamudee unas famosas cuevas situadas más adelante, le explique el lugar exacto, al tiempo que notaba como una extraña sensación se apoderaba de mí. Esta chica me hacía sentir excitado e indigno al mismo tiempo.

Creo que mi indiferencia activo algo en ella, notaba como sus pómulos cambiaban de un color pálido a grana, lentamente quede prendido de sus ojos marrones y una confianza renovada nos envolvió en ese momento, fue como si dos almas, separadas durante mucho tiempo se volvieran a encontrar y sin saberlo conscientemente conspiraran, para jamás volverse a separar.

Sin apartarnos un centímetro emprendimos rumbo hacia las cavernas, mientras alimentaba nuestra conversación con historias y anécdotas sentía como ella lentamente se transformaba en una delicada flor, que más que atención, necesitaba un hábil jardinero que la cultivara y más importante aún, la escuchara y viera mas allá que un simple ornamento. Lentamente impulse nuestra conversación hacia temas menos banales y lentamente sentimos como pasamos de ser desconocidos a unos buenos amigos y me aproveche de eso.

La caminata se volvió alegre y animada por nuestra charla y por las muchas bromas que le dedicaba. La acuse de ser falsa, tener cuerpo de rana y ella hizo lo mismo aludiendo a mis desgarbado aspecto, que me hacía ver como un perro viejo. Pasadas las bromas, comenzaron los golpecitos en los brazos y sin proponerlo, terminamos luchando en el suelo, jamás me imagine tratar a una mujer así, pero no me importó mucho porque lo estábamos pasando muy bien.

Cansados por la lucha, fuimos hasta la rivera del rio, intentando borrar las huellas de aquel desenfreno aclarando nuestra piel, al tiempo que iniciamos una nueva guerra lanzándonos chorros de dulce y fría agua. Ambos confesamos alegremente comportarnos de una manera muy extraña, como nunca lo habíamos visto así antes, ella tragó saliva nerviosamente y de forma natural me quite los pantalones para estrujarlos, al ver esto, mi nueva amiga esbozo una sonrisa cómplice e intento dar un paso hacia los arboles, invitándome implícitamente a dar rienda suelta a mis más oscuros deseos.

Sin pensarlo una fuerza animal tomo posesión de mi cuerpo y con la rapidez de una serpiente que ataca, estire mi mano derecha y con fuerza le aprisione las muñecas.

-No – le dije tranquilamente-. No te irás a ninguna parte, al menos hasta que haya terminado contigo.

De inmediato su hermosa carita se encendió y como braza ardiendo se ruborizaron las mejillas de mi extraña amada, el deseo era evidente, pero también note algo de rabia y miedo por la forma como ella luchó contra mi mano de acero.

- ¡Maldito seas, suéltame! Y déjame sola. –

No hice caso a sus protestas, mientras nuestras miradas se encontraron y lo que ella supongo, leyó en las profundidades pardas de mis ojos, lo que aumentó su deseo de liberarse cuanto antes de mí.

Sin alterarme por las palabras ni las acciones de mi prisionera, me limite a repetir:

-No.

Y muy, pero muy deliberadamente, lentamente y con la habilidad e una serpiente le arrancó la blusa con la otra mano. Ya no había ninguna posibilidad de escape, para ella, por más que luchó con tanta fuerza y fiereza como le fue posible. Ignore los golpes que llovían sobre mi cuerpo, ajeno a los movimientos bruscos y malintencionados de la rodilla de ella, simplemente la estreche entre mis brazos y al constreñir su cuerpo semi desnudo contra el mío, sólo consiguió exacerbar más mi deseo de poseerla.

Sin esfuerzo encontré su boca sensual y me alimente de sus labios, como aquel hombre que desea calmar una larga hambre mientras mi lengua exploraba y saboreaba el dulce virgen vino interior. Ella comenzó a llorar, de seguro se sentía repulsión por esta situación, sin embargo, lentamente me hizo saber que su cuerpo empezaba a despertar, a la magia sensual que emanaba de ese desconocido hombre a quien quizás amaba, mientras yo seguía besándola sin cesar. Mis manos viriles he inquietas, cuando no sostenían con fuerza a mi prisionera, la acariciaban con dulzura. Mi boca se apartó de sus apasionados labios y descendió por su cuello terso, dejando una estela de fuego a su paso, hasta llegar a su seno y entonces, sin aliento, ella me susurró:

- No lo hagas, por favor, te lo suplico, no me hagas esto a mí.

Sus suplicas parecían sinceras y en un momento de debilidad hicieron que me detuviera, la mire a los ojos, seducido y hechizado por las bellas facciones de la mujer que tenía entre mis brazos.

-¿Detenerme? -gruñí pastosamente-. No puedo hacerlo porque mientes –le dije-, siempre

has mentido. Si no me desearas, esto no sucedería. - Y con mano gentil, le acaricie los senos; los pezones, -traicionándola-, se endurecieron al instante como dos diminutos montículos de deseo-. ¡Ni esto! –rumie suavemente mientras mi mano, insidiosa se deslizaba entre sus piernas, tocando con ternura la suavidad aterciopelada que encontré, allí.

-Tú eres la culpable, tú me has seducido.

Con un gemido de placer casi inaudible y vergonzante, solo audible por las aves, ella se derritió sobre mi mano, sin poder ni querer negar que ella también deseaba con fuerza la unión física de nuestros trémulos cuerpos. Con el río como testigo, ambos ahogamos todas las dudas y las interrogantes; tan sólo existían los roces y las caricias del otro. Nada más existía salvo este mundo de calor y suavidad, de ternura y salvajismo... de amor y odio.

Ella no me negó nada; su cuerpo respondió a mis más leves caricias. No fue capaz de permanecer pasiva dejando simplemente que me se saliera con la suya. Ella también me deseaba, deseaba esa gloriosa liberación que sólo un salvaje desconocido como yo podía brindarle. Una vez que hubo perdido la batalla contra mía, las manos de mi presa exploraron ansiosamente cada fibra de mi cuerpo musculoso y firme que estaba tendido junto al de ella.

Como una criatura curiosa y sorprendida al descubrir una maravillosa tierra encantada, sus delicados y pálidos dedos vagaron por el vello suave del mi pecho varonil, por mi estómago tenso y plano, mientras se deleitaba al sentir los estremecimientos que provocaban sus caricias.

- Ella...mmm… - gimió suavemente cuando al fin se encontró mi dureza caliente, pulsante y rígida-. Al sentir sus arrumacos sobre aquella bestia, pensamientos sin sentidos atacaron mis sentidos, la acuse de ser una hechicera. Una hechicera con un gran poder sobre mí.

Al darle un poco de poder, la atraje contra mi cuerpo con desesperación, pegándome a ella mientras mis manos febriles se movían a lo largo de su espalda delgada, acariciando suavemente las curvas esbeltas de sus caderas, hasta que no contento con esto, desplace nuestros cuerpos para quedar casi encima de ella para que mi boca tuviera la libertad suficiente para saborear la tentadora miel de aquel cuerpo tibio.

Me sentía como un veneco hambriento en un banquete; mi único sustento era ese cuerpo de largos miembros y delgadas formas de ella, mientras mi boca hambrienta encendía un sendero de deseo sobre aquella carne satinada. Bese el pulso enloquecido debajo de su garganta, mis labios descendieron lentamente por su pecho hasta los senos, mientras mis dientes mordisqueaban los pezones endurecidos he enhiestos. Enredé una mano en el fuego oscuro y lustroso de su pelo, y la otra acarició su liso vientre con delicadeza, enardeciéndola, atormentándola al dejar deliberadamente de avanzar hacia donde ella más lo deseaba, donde pulsaba de pasión, por la caricia que la haría perder la razón.

Ella estaba encendida de deseo; su abstinencia y malas experiencias habían sido demasiado largas y anhelaba ser poseída por mi como jamás antes lo había anhelado; se sentía impulsada por una emoción tan vieja como el mundo; sin que mediara voluntad de su parte, su cuerpo delató su deseo que sentía con sus movimientos rítmicos y sensuales, la espalda se arqueaba para encontrar mi mano y las caderas se retorcían con impotencia siguiendo un ritmo erótico.

Lentamente, deslice mi cuerpo sobre ella, metiéndome entre sus muslos mientras con las rodillas mantenía sus piernas separadas. Pero no la usurpe, ni mi boca trató de apoderarse de los labios entreabiertos que me aguardaban; en cambio, mis labios viriles descendieron remolonamente por su piel sedosa, dejando atrás el estómago, el vientre tembloroso, llenándola de una impaciencia embriagadora y vertiginosa, mientras mi boca ardiente se deslizaba hacia abajo, cada vez más abajo hasta...

Todo su cuerpo dio un salto de placer, que fue una mezcla de sobresalto y de aturdimiento cuando mis gruesos labios encontraron la delicada carne sedosa entre sus muslos mientras mis manos la levantaban para encontrarse con mi boca inquisitiva. Instintivamente, ella se echó atrás negándose a este nuevo y embriagante estrago que le provocaba con tanta prodigalidad, pero no la deje escapar; mis manos le aferraron las caderas, apretándola contra mi, mientras mi lengua la acariciaba y exploraba.

El roce de la boca caliente, donde ella jamás la había imaginado era una exquisita agonía. Casi a punto de enloquecerla por las sensaciones desconocidas y sin embargo, bien recordadas que la envolvían en mis redes, ella era una criatura entregada al placer, consciente únicamente de mi y de lo que le estaba haciendo; movía la cabeza de un lado a otro, como una posesa, arqueando el cuerpo desesperadamente para encontrar y recibir con ansia las caricias de mi lengua.

Sollozando de intenso placer, ella temblaba con la proximidad del éxtasis que empezaba a sacudirla, trató ciegamente de alcanzarme, deseando tocar mi cuerpo, saborearlo, sentirlo, comunicarme de alguna manera con aquel hechizo feroz y salvaje que ella dominaba. Sentía como a tientas sus dedos encontraron la masa espesa de pelo de mi cabeza envuelta entre los muslos de su propio cuerpo y con un ronroneo de satisfacción casi salvaje, agarró los mechones de mi pelo moreno, deleitándose en su textura sedosa y firme. Inconscientemente le urgió a seguir, sin darse cuenta de que sus suaves gritos de placer eran más potentes y excitantes que cualquier caricia, impulsándome a acelerar el ritmo hasta que una marea de éxtasis, la más turbulenta, poderosa y devastadora que hubiese experimentado jamás, fue subiendo por su cuerpo, oleada tras oleada, dejándola jadeante y temblorosa, con la sensación de estar flotando en un deleitoso mundo de placer sensual recién descubierto.

Aturdida y saciada, ella estaba demasiado satisfecha para moverse, apenas si tenía conciencia de que la cubría con mi cuerpo besándola en la boca mientras la penetraba rápida y tiernamente. Ahora ella podía gustar el sabor de su propio cuerpo en mis labios viriles, oler el débil y embriagante efluvio almizcleño que expelía, mientras yo la besada ansiosa, profunda y apasionadamente, mientras mi cuerpo se movía con lentitud sobre el de ella.

Con un sobresalto ella advirtió que el deseo volvía y la desbordaba una y otra vez otra vez; el letargo en el cual ella había caído se desvaneció de súbito y se encontró ella misma embistiendo hacia arriba, impaciente y ansiosa, para ir al encuentro de la acometida ardiente de mi cuerpo duro, mientras las bocas se codiciaban y la lengua de ella era como una pequeña brasa encendida al devolverme las caricias.

Con el sabor femenino aún en mi lengua, yo era ajeno a todo, menos al cuerpo esbelto y cimbreante debajo de mi y de las ardientes caricias de sus manos al vagar a voluntad por mi espalda surcada de antiguas cicatrices hasta mis caderas, que se movían vigorosamente. Y en ese instante, todas las otras experiencias que había conocido en mi vida se desvanecieron para siempre de mi mente y sólo quedó ella, con su acogedora suavidad, sus jóvenes pechos orgullosos aplastados contra mi pecho viril y musculoso y mis manos volviéndose casi salvajes, hasta que no pude aguantar más y con un gruñido profundo, gutural y ronco que me desgarro la garganta y como una avalancha, me desborde dentro de ella.

Ella sintió la erupción titánica de la pasión retenida durante tanto tiempo y el salto y la convulsión de mi cuerpo largo y flexible contra el de ella la colmó de agridulce felicidad. Su propio cuerpo pulsaba y se sacudía incontrolablemente con la fuerza de otra ráfaga de satisfacción sexual, probando una vez más, con qué facilidad podía este hombre elevarla a la cimas de la pasión y qué impotente, vulnerable y feliz era ella entre sus brazos.

Finalmente le devolví con sus amigos y sin perder tiempo intercambiamos teléfonos. Hablamos durante un largo tiempo y por razones personales no pude volver a verla y a tener noticias de ella hasta hoy, donde me informa que interpondrá una demanda en mi contra por abusos deshonestos… Es mi primera acusación y en virtud a los hechos espero su ayuda y consejos para preparar mi defensa ante esta eventual acusación.

Agradeciendo nuevamente su ayuda, les saluda tiernamente,….

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Hola queridos amigos.

Estoy metido en un grave problema y apelo a la sabiduría del forazo para salir airoso.

Para que entiendan la situación, esto es lo que paso:

Una tarde en los Queñes, cerca de mi casa en Curicó, mientras caminaba sin rumbo por la rivera de este hermoso río me encontré con una agradable sorpresa, varios metros adelante había una pequeña conmoción y al investigar, se trataba de una sesión de fotos, de una conocida cosplayer chilena. Un poco intimidado, trate alejarme, sin embargo me sentí atraído, como limaduras de hierro a un imán, y decidí ir a mirar.


Esta niña se notaba un poco asteada por la excesiva atención y su mirada hacia la cámara exigía a gritos que alguien la rescatara y esa persona, por supuesto no sería yo. Me mantuve al margen, y sin notarlo cada vez me fui acercando y pude apreciar como su piel, al notar mi presencia, paso de un pálido color magnolia, a lucir una tez ahora suave, ardiente y lechosa, con un tono canela, que la hacía brillar y lucir de una manera exótica y extremadamente atractiva, sin ella saberlo o importarle siquiera.

Como un niño fascinado, igual que el mono del comercial de cereal, en pleno nirvana por exceso de azúcar la miraba sin descaro, he imagine nuestra vida juntos, llegue a pensar cómo serían nuestros hijos, mientras sonreía encantado, un golpe de realidad, como suele pasar, me aparto de mis sueños y un poco resignado, empapado en mi paupérrima realidad, me sacudí la cabeza y comencé a caminar hacia la seguridad de mi hogar.

Luego de varios minutos, mientras caminaba rio abajo armado con un palo que jugaba perfectamente bien su rol como bastón, escuche el discreto crujir del lecho de piedras que me precedía, no le tome mucha importancia, supuse que se trataba de infortunados perros que hacen de este su hogar al ser descartados por sus dueños. Aceleré el paso, mis alertas se activaron y cuando estaba dispuesto a correr escuche una voz, cuya dominancia y seguridad me sorprendió al ordenar detenerme.

Pensé que estaba en problemas, tal vez había sido confundido con algún cuatrero que abunda en el valle, pero al recordar ese tono y timbre particular nunca pensé que provenía de una niña. Un poco sorprendido, lentamente volteé hacia mi lado izquierdo y al notar esa figura, supuse que aun seguía soñando o simplemente, era testigo de la aparición de una mítica ninfa.

Como me suele suceder, quede sin habla y al mismo tiempo mi cerebro trabajaba a toda marcha en busca de un chiste para romper el hielo, pero ella no me dio tiempo suficiente para reaccionar, mientras mi cabeza debatía entre luchar y huir, fue ella quien tomo la iniciativa y llevando su mano derecha, cubriendo esa hermosa boca emitió una radiante sonrisa y garantizándome, entre risas contenía que no mordía. Sin dudas aquella chica de las fotos al parecer requería mi ayuda.

Intentando mantener la compostura, al tiempo que buscaba una pose sexy para ocultar mis nervios, amablemente le pregunte que ocurría y ella, un tanto nerviosa me pregunto si conocía algún sitio lindo, como de ensueños para retratar en sus fotos. Cuando la sangre volvió a fluir y un tanto intimidado por su belleza, tartamudee unas famosas cuevas situadas más adelante, le explique el lugar exacto, al tiempo que notaba como una extraña sensación se apoderaba de mí. Esta chica me hacía sentir excitado e indigno al mismo tiempo.

Creo que mi indiferencia activo algo en ella, notaba como sus pómulos cambiaban de un color pálido a grana, lentamente quede prendido de sus ojos marrones y una confianza renovada nos envolvió en ese momento, fue como si dos almas, separadas durante mucho tiempo se volvieran a encontrar y sin saberlo conscientemente conspiraran, para jamás volverse a separar.

Sin apartarnos un centímetro emprendimos rumbo hacia las cavernas, mientras alimentaba nuestra conversación con historias y anécdotas sentía como ella lentamente se transformaba en una delicada flor, que más que atención, necesitaba un hábil jardinero que la cultivara y más importante aún, la escuchara y viera mas allá que un simple ornamento. Lentamente impulse nuestra conversación hacia temas menos banales y lentamente sentimos como pasamos de ser desconocidos a unos buenos amigos y me aproveche de eso.

La caminata se volvió alegre y animada por nuestra charla y por las muchas bromas que le dedicaba. La acuse de ser falsa, tener cuerpo de rana y ella hizo lo mismo aludiendo a mis desgarbado aspecto, que me hacía ver como un perro viejo. Pasadas las bromas, comenzaron los golpecitos en los brazos y sin proponerlo, terminamos luchando en el suelo, jamás me imagine tratar a una mujer así, pero no me importó mucho porque lo estábamos pasando muy bien.

Cansados por la lucha, fuimos hasta la rivera del rio, intentando borrar las huellas de aquel desenfreno aclarando nuestra piel, al tiempo que iniciamos una nueva guerra lanzándonos chorros de dulce y fría agua. Ambos confesamos alegremente comportarnos de una manera muy extraña, como nunca lo habíamos visto así antes, ella tragó saliva nerviosamente y de forma natural me quite los pantalones para estrujarlos, al ver esto, mi nueva amiga esbozo una sonrisa cómplice e intento dar un paso hacia los arboles, invitándome implícitamente a dar rienda suelta a mis más oscuros deseos.

Sin pensarlo una fuerza animal tomo posesión de mi cuerpo y con la rapidez de una serpiente que ataca, estire mi mano derecha y con fuerza le aprisione las muñecas.

-No – le dije tranquilamente-. No te irás a ninguna parte, al menos hasta que haya terminado contigo.

De inmediato su hermosa carita se encendió y como braza ardiendo se ruborizaron las mejillas de mi extraña amada, el deseo era evidente, pero también note algo de rabia y miedo por la forma como ella luchó contra mi mano de acero.

- ¡Maldito seas, suéltame! Y déjame sola. –

No hice caso a sus protestas, mientras nuestras miradas se encontraron y lo que ella supongo, leyó en las profundidades pardas de mis ojos, lo que aumentó su deseo de liberarse cuanto antes de mí.

Sin alterarme por las palabras ni las acciones de mi prisionera, me limite a repetir:

-No.

Y muy, pero muy deliberadamente, lentamente y con la habilidad e una serpiente le arrancó la blusa con la otra mano. Ya no había ninguna posibilidad de escape, para ella, por más que luchó con tanta fuerza y fiereza como le fue posible. Ignore los golpes que llovían sobre mi cuerpo, ajeno a los movimientos bruscos y malintencionados de la rodilla de ella, simplemente la estreche entre mis brazos y al constreñir su cuerpo semi desnudo contra el mío, sólo consiguió exacerbar más mi deseo de poseerla.

Sin esfuerzo encontré su boca sensual y me alimente de sus labios, como aquel hombre que desea calmar una larga hambre mientras mi lengua exploraba y saboreaba el dulce virgen vino interior. Ella comenzó a llorar, de seguro se sentía repulsión por esta situación, sin embargo, lentamente me hizo saber que su cuerpo empezaba a despertar, a la magia sensual que emanaba de ese desconocido hombre a quien quizás amaba, mientras yo seguía besándola sin cesar. Mis manos viriles he inquietas, cuando no sostenían con fuerza a mi prisionera, la acariciaban con dulzura. Mi boca se apartó de sus apasionados labios y descendió por su cuello terso, dejando una estela de fuego a su paso, hasta llegar a su seno y entonces, sin aliento, ella me susurró:

- No lo hagas, por favor, te lo suplico, no me hagas esto a mí.

Sus suplicas parecían sinceras y en un momento de debilidad hicieron que me detuviera, la mire a los ojos, seducido y hechizado por las bellas facciones de la mujer que tenía entre mis brazos.

-¿Detenerme? -gruñí pastosamente-. No puedo hacerlo porque mientes –le dije-, siempre

has mentido. Si no me desearas, esto no sucedería. - Y con mano gentil, le acaricie los senos; los pezones, -traicionándola-, se endurecieron al instante como dos diminutos montículos de deseo-. ¡Ni esto! –rumie suavemente mientras mi mano, insidiosa se deslizaba entre sus piernas, tocando con ternura la suavidad aterciopelada que encontré, allí.

-Tú eres la culpable, tú me has seducido.

Con un gemido de placer casi inaudible y vergonzante, solo audible por las aves, ella se derritió sobre mi mano, sin poder ni querer negar que ella también deseaba con fuerza la unión física de nuestros trémulos cuerpos. Con el río como testigo, ambos ahogamos todas las dudas y las interrogantes; tan sólo existían los roces y las caricias del otro. Nada más existía salvo este mundo de calor y suavidad, de ternura y salvajismo... de amor y odio.

Ella no me negó nada; su cuerpo respondió a mis más leves caricias. No fue capaz de permanecer pasiva dejando simplemente que me se saliera con la suya. Ella también me deseaba, deseaba esa gloriosa liberación que sólo un salvaje desconocido como yo podía brindarle. Una vez que hubo perdido la batalla contra mía, las manos de mi presa exploraron ansiosamente cada fibra de mi cuerpo musculoso y firme que estaba tendido junto al de ella.

Como una criatura curiosa y sorprendida al descubrir una maravillosa tierra encantada, sus delicados y pálidos dedos vagaron por el vello suave del mi pecho varonil, por mi estómago tenso y plano, mientras se deleitaba al sentir los estremecimientos que provocaban sus caricias.

- Ella...mmm… - gimió suavemente cuando al fin se encontró mi dureza caliente, pulsante y rígida-. Al sentir sus arrumacos sobre aquella bestia, pensamientos sin sentidos atacaron mis sentidos, la acuse de ser una hechicera. Una hechicera con un gran poder sobre mí.

Al darle un poco de poder, la atraje contra mi cuerpo con desesperación, pegándome a ella mientras mis manos febriles se movían a lo largo de su espalda delgada, acariciando suavemente las curvas esbeltas de sus caderas, hasta que no contento con esto, desplace nuestros cuerpos para quedar casi encima de ella para que mi boca tuviera la libertad suficiente para saborear la tentadora miel de aquel cuerpo tibio.

Me sentía como un veneco hambriento en un banquete; mi único sustento era ese cuerpo de largos miembros y delgadas formas de ella, mientras mi boca hambrienta encendía un sendero de deseo sobre aquella carne satinada. Bese el pulso enloquecido debajo de su garganta, mis labios descendieron lentamente por su pecho hasta los senos, mientras mis dientes mordisqueaban los pezones endurecidos he enhiestos. Enredé una mano en el fuego oscuro y lustroso de su pelo, y la otra acarició su liso vientre con delicadeza, enardeciéndola, atormentándola al dejar deliberadamente de avanzar hacia donde ella más lo deseaba, donde pulsaba de pasión, por la caricia que la haría perder la razón.

Ella estaba encendida de deseo; su abstinencia y malas experiencias habían sido demasiado largas y anhelaba ser poseída por mi como jamás antes lo había anhelado; se sentía impulsada por una emoción tan vieja como el mundo; sin que mediara voluntad de su parte, su cuerpo delató su deseo que sentía con sus movimientos rítmicos y sensuales, la espalda se arqueaba para encontrar mi mano y las caderas se retorcían con impotencia siguiendo un ritmo erótico.

Lentamente, deslice mi cuerpo sobre ella, metiéndome entre sus muslos mientras con las rodillas mantenía sus piernas separadas. Pero no la usurpe, ni mi boca trató de apoderarse de los labios entreabiertos que me aguardaban; en cambio, mis labios viriles descendieron remolonamente por su piel sedosa, dejando atrás el estómago, el vientre tembloroso, llenándola de una impaciencia embriagadora y vertiginosa, mientras mi boca ardiente se deslizaba hacia abajo, cada vez más abajo hasta...

Todo su cuerpo dio un salto de placer, que fue una mezcla de sobresalto y de aturdimiento cuando mis gruesos labios encontraron la delicada carne sedosa entre sus muslos mientras mis manos la levantaban para encontrarse con mi boca inquisitiva. Instintivamente, ella se echó atrás negándose a este nuevo y embriagante estrago que le provocaba con tanta prodigalidad, pero no la deje escapar; mis manos le aferraron las caderas, apretándola contra mi, mientras mi lengua la acariciaba y exploraba.

El roce de la boca caliente, donde ella jamás la había imaginado era una exquisita agonía. Casi a punto de enloquecerla por las sensaciones desconocidas y sin embargo, bien recordadas que la envolvían en mis redes, ella era una criatura entregada al placer, consciente únicamente de mi y de lo que le estaba haciendo; movía la cabeza de un lado a otro, como una posesa, arqueando el cuerpo desesperadamente para encontrar y recibir con ansia las caricias de mi lengua.

Sollozando de intenso placer, ella temblaba con la proximidad del éxtasis que empezaba a sacudirla, trató ciegamente de alcanzarme, deseando tocar mi cuerpo, saborearlo, sentirlo, comunicarme de alguna manera con aquel hechizo feroz y salvaje que ella dominaba. Sentía como a tientas sus dedos encontraron la masa espesa de pelo de mi cabeza envuelta entre los muslos de su propio cuerpo y con un ronroneo de satisfacción casi salvaje, agarró los mechones de mi pelo moreno, deleitándose en su textura sedosa y firme. Inconscientemente le urgió a seguir, sin darse cuenta de que sus suaves gritos de placer eran más potentes y excitantes que cualquier caricia, impulsándome a acelerar el ritmo hasta que una marea de éxtasis, la más turbulenta, poderosa y devastadora que hubiese experimentado jamás, fue subiendo por su cuerpo, oleada tras oleada, dejándola jadeante y temblorosa, con la sensación de estar flotando en un deleitoso mundo de placer sensual recién descubierto.

Aturdida y saciada, ella estaba demasiado satisfecha para moverse, apenas si tenía conciencia de que la cubría con mi cuerpo besándola en la boca mientras la penetraba rápida y tiernamente. Ahora ella podía gustar el sabor de su propio cuerpo en mis labios viriles, oler el débil y embriagante efluvio almizcleño que expelía, mientras yo la besada ansiosa, profunda y apasionadamente, mientras mi cuerpo se movía con lentitud sobre el de ella.

Con un sobresalto ella advirtió que el deseo volvía y la desbordaba una y otra vez otra vez; el letargo en el cual ella había caído se desvaneció de súbito y se encontró ella misma embistiendo hacia arriba, impaciente y ansiosa, para ir al encuentro de la acometida ardiente de mi cuerpo duro, mientras las bocas se codiciaban y la lengua de ella era como una pequeña brasa encendida al devolverme las caricias.

Con el sabor femenino aún en mi lengua, yo era ajeno a todo, menos al cuerpo esbelto y cimbreante debajo de mi y de las ardientes caricias de sus manos al vagar a voluntad por mi espalda surcada de antiguas cicatrices hasta mis caderas, que se movían vigorosamente. Y en ese instante, todas las otras experiencias que había conocido en mi vida se desvanecieron para siempre de mi mente y sólo quedó ella, con su acogedora suavidad, sus jóvenes pechos orgullosos aplastados contra mi pecho viril y musculoso y mis manos volviéndose casi salvajes, hasta que no pude aguantar más y con un gruñido profundo, gutural y ronco que me desgarro la garganta y como una avalancha, me desborde dentro de ella.

Ella sintió la erupción titánica de la pasión retenida durante tanto tiempo y el salto y la convulsión de mi cuerpo largo y flexible contra el de ella la colmó de agridulce felicidad. Su propio cuerpo pulsaba y se sacudía incontrolablemente con la fuerza de otra ráfaga de satisfacción sexual, probando una vez más, con qué facilidad podía este hombre elevarla a la cimas de la pasión y qué impotente, vulnerable y feliz era ella entre sus brazos.

Finalmente le devolví con sus amigos y sin perder tiempo intercambiamos teléfonos. Hablamos durante un largo tiempo y por razones personales no pude volver a verla y a tener noticias de ella hasta hoy, donde me informa que interpondrá una demanda en mi contra por abusos deshonestos… Es mi primera acusación y en virtud a los hechos espero su ayuda y consejos para preparar mi defensa ante esta eventual acusación.

Agradeciendo nuevamente su ayuda, les saluda tiernamente,….

MYSTERY
:santa:
Cuanta imaginacion :lol2:
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Hermanito , no ha pensado en comenzar a entrenar la corteza cerebral tambien??


con respecto al tema, fue una cacha loca, la mina no mostro signos de violencia, hubo intercambio de numeros y todo el resto de la gente vio que habia "onda"

a lo mucho te vas funado en el grupó de compra venta de ese pueblo culiao en facebook , nada mas
 
Después de no leer tu papiro y solo un par de opiniones, y de mirar muy a la rapida el titulo.
con todos esos antecedentes y meditando la situación...
Creo que pague el parte empadronado...y maneje con cuidado.
 
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