"Un príncipe, pues, debe tener gran cuidado de que nunca le salga de la boca una cosa que no esté llena de las cinco mencionadas cualidades - manso, fiel, humano, leal y religioso -, y de que parezca, al verle y oírle, todo bondad, todo buena fe, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Y no hay cosa más necesaria para aparentar tener que esta última cualidad. Los hombres en general juzgan más por los ojos que por las manos, porque el ver pertenece a todos y el tocar a pocos. Todos ven lo que pareces, pero pocos comprenden lo que eres, y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de muchos, que tienen la majestad del Estado que les protege. En las acciones de todos los hombres, especialmente de los príncipes contra los cuales no hay juicio que reclamar, se considera el fin. Procure, pues, un príncipe conservar y mantener el Estado: los medios que emplee serán siempre considerados honrosos y alabados por todos, porque el vulgo se deja siempre coger por las apariencias y por el acierto de la cosa y en el mundo no hay sino vulgo. Los pocos espíritus penetrantes no tienen lugar en él, cuando la mayoría tiene dónde apoyarse. Un príncipe de nuestros tiempos, al cual no está bien nombrar, jamás predica otra cosa que paz y lealtad, y en cambio es enemigo acérrimo de una y otra. Si él las hubiera observado, muchas veces le habrían quitado la reputación o el Estado."
El príncipe - Maquiavelo