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Un sorteo resuelto por la peruana Verónica Salinas, hija del presidente de la Conmebol, puso a su país en la final de la Copa América.
La Copa América de 1975, la primera en la que participaron las diez selecciones adscritas a la Confederación Sudamericana de Fútbol, tuvo un episodio sin precedentes en el historial de la misma: por obra y gracia de una tómbola, uno de los finalistas en disputar el encuentro decisivo fue Perú. Antes de las fases concluyentes, sí, una generación incaica dorada, pródiga en talentos (Nene Cubillas, Julio Meléndez, Héctor Chumpitaz, Hugo Sotil, Oswaldo Cachito Ramírez, Percy Rojas, Juan Carlos Oblitas…) eliminó en la etapa de grupos a Chile: 3-1 en Lima, donde Carlos Reinoso descontó para la Roja y empate a uno en Ñuñoa, anotando para el local Julio Crisosto, un cabeceador de excelencia. En semifinales, los del Rímac lograron un histórico triunfo ante Brasil por 3-1 en Belo Horizonte, rehaciéndose el entonces tricampeón mundial en Lima, donde en la revancha del 4 de octubre se impuso 2-0. Igualados en puntaje, ambos conjuntos esperaron el resultado de un sorteo que determinó al rival de Colombia, que en semis había dejado en el camino a Uruguay (3-0 en Bogotá y 0-1 en el Centenario de Montevideo). Y aquella lotería, injusta ciertamente porque se debió jugar un desempate, fue maquinada por el presidente de la Conmebol, el peruano Teófilo Lito Salinas. Verónica, hija del titular del fútbol sudamericano, fue quien extrajo en definitiva una bolilla de la tómbola, cuyo nombre decía… ¡Perú, finalista! Curiosamente. Sentenciado el particular procedimiento, colombianos y peruanos disputaron el lance mayor de seleccionados en tres capítulos, siendo Caracas la sede delencuentro definitorio.
Fuente: ciudaddeldeporte.com
Chamagol
tigre Gareca.
