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EL REINO PERDIDO DE YAM, AL DESCUBIERTO

ruftata

Hij@'e Puta
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EL REINO PERDIDO DE YAM, AL DESCUBIERTO
Se tuvo durante siglos como sólo un mito, una invención más de la mete humana para explicar todo aquello que desconocía, sin embargo hoy sabemos que el mito fue una realidad.

Todo surgió como parte de una inscripción en una tumba de un noble egipcio de Asuán, allá por el año 2.270 a.C. El noble recibió un encargo de faraón: explorar a través del desierto hasta llegar a un lugar llamado Yam, un reino. Y ahí quedó esa mención tenida por legendaria.

Fue en 1.923 cuando Ahmed Hassanian Bey, explorador egipcio, el que encontró en las montañas de Uwienate unas pinturas rupestres. Llamó a aquel asentamiento ‘el oasis perdido’ siendo en el año 2.007 cuando el explorador Mark Borda junto a Mahmoud Morai se internaron en los valles de Uwienate y hallaron unas importantes pinturas prehistóricas junto a jeroglíficos del siglo VI a.C. En esos ‘textos’ se detallaba la existencia de un reino llamado Yam.

El reino de Yam eran rico en marfil, incienso, ébano y grano y, posiblemente, se establecieran relaciones comerciales entre ambos países comenzando su decadencia cuando hubo otros reinos comerciantes y resultó complicada la ruta de cruzar el desierto para llegar a Yam existiendo otras alternativas menos costosas.

Hoy día se sabe que el reino de Yam es una realidad más allá de su propio mito










Exploradores del desierto líbico han descubierto la inscripción jeroglífica más alejada del Valle del Nilo hallada hasta la fecha. En ella se habla del mítico reino de Yam, un lugar de difícil localización.

En el muro frontal de la tumba del noble Harkhuf, ubicada en Aswan (Egipto), se puede leer cómo hacia el año 2270 a.C. el rey Merenre lo envió al desierto como jefe de una misión para explorar un misterioso lugar, el reino de Yam. “Lo hice en sólo siete meses y traje toda clase de regalos de allí”, nos cuenta el propio Harkhuf en su biografía. La referencia a este mítico lugar en este relato se nos presenta ahora como real y tangible. El reino de Yam desapareció de los anales de la Historia sin dejar huella. Sin embargo, en noviembre de 2007 una expedición liderada por el explorador y aventurero maltés Mark Borda y el guía Mahmoud Morai se topó en una de las zonas más alejadas del desierto líbico egipcio con textos jeroglíficos que parecen aclarar el enigma al situar este reino al sur del actual Sudán.

PINTURAS PREHISTÓRICAS
La expedición fue iniciativa de Borda y tenía como objetivo buscar restos de pinturas neolíticas en la zona de Uwienate y de sus inexplorados wadis (valles), situados a unos 700 km al este de Abu Simbel, en plena confluencia de las fronteras entre Egipto, Sudán y Libia. Tras varios días de caminata por los wadis tomando nota con el GPS de la ubicación de los nuevos hallazgos que iban apareciendo en riscos y lomas, Mark Borda detectó con sus prismáticos algo que nunca podría haber imaginado en un lugar tan alejado del Nilo: una inscripción faraónica en escritura jeroglífica. Además, no lejos de allí aparecieron representaciones de barcos de 4.000 años de antigüedad.

EL ENCLAVE
Los egiptólogos que han estudiado la inscripción señalan que en el texto se mencionan los nombres de dos lugares, marcados por el ideograma de una montaña que simboliza las tierras extranjeras. El primero es el reino de Yam, seguramente la propia montaña de Uwienate, junto al cual se lee de forma confusa la posible palabra “incienso”, elemento identificado con dicha ubicación. El segundo nombre es Tekhbeten, un emplazamiento desconocido hasta ahora que en la inscripción está acompañado de un órix. Ambos lugares aparecen precedidos por la inscripción “El rey del Alto y del Bajo Egipto, el hijo de Ra, Montuhotep”.
Este apelativo corresponde a cuatro reyes del Imperio Medio (2000 a.C.), aunque el único al que se identifica dentro del cartucho con la expresión “Hijo de Ra” es Montuhotep II (2055-2004 a.C.), el verdadero unificador del país después de la época de crisis conocida como Primer Período Intermedio, que dio paso al glorioso Imperio Medio. Este sensacional hallazgo viene a confirmar otros logros obtenidos por distintos investigadores en los últimos años. El alemán Carl Bergmann, que explora el desierto occidental de Egipto desde hace dos décadas, es el descubridor de antiguas fuentes que podrían haberse utilizado en las rutas seguidas por expedicionarios egipcios a lomos de burros, tal y como nos cuentan los textos faraónicos, ya que el camello no entró en Egipto hasta los siglos V o IV a.C.
Por otra parte, la montaña de Uwienate albergó hace 4.000 años las riquezas de las que hablan los textos de la tumba de Harkhuf: “Incienso, marfil, grano, panteras, ébano...”. Todos ellos figuran entre la flora y fauna representadas en las rocas de Uwienate, quizá la cuna del reino de Yam.

LA MUERTE DE UN REINO
En los últimos años de la historia de Egipto desaparecieron de las fuentes documentales las referencias al reino de Yam. Según Mahmoud Morai, este hecho pudo deberse a dos motivos. El primero es la lejanía del reino: la proliferación de otros mercados podría haber provocado que no mereciera la pena emprender viajes tan largos. El segundo son las condiciones naturales: cruzar el desierto con burros cuando muchas fuentes se habían secado podría haber hecho imposible una misión
como aquélla.

HARKHUF Y EL REINO DE YAM: EL PRIMER RELATO
La tumba de Harkhuf (34n) está ubicada en la necrópolis de los nobles de Elefantina, en la orilla oeste de Aswan. En ella se encuentra el relato de su biografía, en la que el propio Harkhuf menciona varias expediciones. En una de ellas cuenta la llegada de un enano negro saltarín, que constituye la primera mención a un pigmeo en la Historia. En otra parte de su biografía explica el itinerario que siguió hasta llegar a Yam, que duró 8 meses y que le obligó a pasar por Elefantina, pasando por Irthet, Mekher, Tereres e Irtheth, de donde trajo “toda clase de ricos regalos en grandes cantidades”. Sin duda, Harkhuf debió de ser un gran explorador. Su referencia al reino de Yam, localizado hasta ahora al sur de Sudán, en el reino de Kerma de la antigua Nubia, siempre ha estado rodeada de misterio. El hallazgo de Mark Borda y Mahmoud Morai reubica el reino de Yam en el desierto occidental.

UWIENATE: "EL OASIS PERDIDO"
Las montañas de Uwienate fueron descubiertas en 1923 por el explorador egipcio Ahmed Hassanian Bey, que las bautizó como “El Oasis perdido” y fue el primero en percatarse de la existencia de pinturas rupestres entre sus lomas.

“¡MAHMOUD, NO TE LO VAS A CREER!”
El día del descubrimiento, el 28 de noviembre de 2007, después de las oraciones habituales de la mañana y de un buen café, comencé a ascender con Mark Borda. Nos metimos por un estrecho wadi de Uwienate en el que confluían otros tres. Al mediodía, al regresar al campamento, continuamos inspeccionando más rocas en busca de grabados prehistóricos. De repente, Mark llamó mi atención sobre una pequeña pared. Tomó sus prismáticos y con voz emocionada gritó: ‘¡Inscripciones faraónicas! ¡El cartucho de un rey! ¡Mahmoud, no te lo vas a creer!’”, relata Mahmoud Morai. Tras ascender juntos la zona rocosa, Borda y Morai saltaron de júbilo al percatarse frente a la inscripción de que realmente era un texto jeroglífico: “Dejamos a un lado nuestras mochilas y pasamos la hora siguiente haciendo fotografías, intentando buscar el mejor ángulo para reproducir el cartucho, que estaba bastante deteriorado”. Morai continúa: “Un poco más arriba había unas terrazas naturales que posiblemente fueron usadas por los egipcios a modo de almacén de grano. No lejos de allí había más marcas de herramientas, seguramente de metal. En la cima de esa colina había más grabados. Parecían más antiguos que el texto jeroglífico. En una de ellas Mark descubrió lo que parecía ser un bote, el primero descubierto en el desierto líbico de Egipto
 
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