O sea, según algunos, el marxismo cultural no existe ya que no es algo que lo enseñen los ramos de las facultades de sociología... así que tan solo por eso el concepto de marxismo cultural estaría errado y no existe...
De todos modos, las bases del marxismo cultural no comenzaron en la Escuela de Frankfurt, ni tampoco empezó con Marx (aunque este lo popularizó dentro del mundo secular). En realidad, aquella tendencia de la exaltación e idealización de lo bajo, inferior, del oprimido, esclavo, es más bien algo propio del judío (no es casualidad que Marx fuera judío, ni tampoco el hecho de que la Escuela de Frankfurt estuviera conformada por casi puros teóricos judíos).-
Nietzsche fue quien lo descifró de la forma más lucida, en su obra dejo al descubierto como el judío tiene una tendencia innata a la inversión o transmutación de los valores. Prácticamente todas las civilizaciones, europeas y no europeas, glorificaban a sus héroes y grandes guerreros, los Dioses siempre protegían a aquellos que se superaban quienes finalmente eran los únicos que alcanzaban el paraíso, sin embargo, según Nietzsche el judío alteró todo aquello...
"Han sido los judíos los que, con una consecuencia lógica aterradora, se han atrevido a invertir la identificación aristocrática de los valores (bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado de Dios) y han mantenido con los dientes del odio más abismal (el odio de la impotencia) esa inversión, a saber, “los miserables son los buenos; los pobres, los impotentes, los bajos son los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los deformes, son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios, únicamente para ellos existe la bienaventuranza.”
Así mismo, ese sentimiento pérfido que flotaba en los judíos es lo que Nietzsche llamaba como "resentment" (resentimiento):
Hombres del resentimiento son todos ellos, esos seres fisiológicamente lisiados y carcomidos, todo un tembloroso imperio terreno de venganza subterránea, inagotable, insaciable en estallidos contra los afortunados e, igualmente, enmascaradas de la venganza, en pretextos para la venganza. ¿Cuando alcanzarían propiamente su más sublime, y último triunfo de la venganza?,
Indudablemente, cuando lograsen introducir en la conciencia de los afortunados su propia miseria, toda miseria en general: de tal manera que estos empezasen un día a avergonzarse de su felicidad y se dijesen tal vez unos a otros: «¡es una ignominia ser feliz!, ¡hay tanta miseria!.
Incluso, se puede observar por ejemplo en la misma Biblia como es que los judíos plagiaban mitos de otros pueblos antiguos alterándolos según su propia cosmovisión más acorde a su moral de esclavos, así tal como describe citando a otro autor:
De hecho, una breve ojeada a los primitivos escritos de los judíos confirmara la naturaleza antiaristocratica y populista de su concepción del mundo. Modernas investigaciones han demostrado que los relatos bíblicos sobre la Creación y sobre los primeros hombres fueron tomados prestados de los sumeroacadios, y curiosamente trastocados en muchos casos por los judíos. Así, por ejemplo, mientras en el texto cuneiforme sumerio del ano 2.050 a.C. la diosa Inanna es descrita prefiriendo un granjero a un pastor como esposo, en la historia de Cain y Abel se afirma que el dios judío siente una evidente preferencia por el pastor Abel sobre el granjero Cain. En la historia de la Torre de Babel observamos otra inversión en el original símbolo Sumeriio del zigurat que, como dice Joseph Campbell, “no tenia por objeto combatir o amenazar al cielo (como se supone en la Biblia), sino poner los medios por los cuales los dioses del cielo pudieran descender a recibir la adoración de sus esclavos de la Tierra”. De forma parecida, la historia de Moises muestra una poco común inversión de la normal formula mítica en la que un noble infante es protegido de una persecución en una modesta casa. El relato bíblico de Moises, en cambio es, como hizo notar Otto Rank, el único entre unos setenta ejemplos de la formula que Rank analizó en que el infante adoptado pasa de una humilde a una noble casa. Todas esas inversiones de los mitos sumerios ponen de relieve el resentido mimetismo de un pueblo sometido y nos proporcionan los primeros ejemplos de la inversión de los valores aristocráticos que Nietzsche identifico como la “moral de esclavos” de los judíos . La naturaleza populista de la religión judía es evidente también en el relato del Exodo que, contrariamente a todos los demás mitos de ida y vuelta, termina en la exaltación, no de Moises como un héroe divino (semejante a Dumuzi entre los sumerios, Osiris entre los Egipcios, Dionisos entre los griegos e incluso Jesus entre los cristianos), sino de todo un pueblo, los judíos, como el sedicente “pueblo elegido”.