Aquí la reina Isabel saludando a la reina de Hollywood, Marilyn Monroe.
Las dos, en el año 1956, tenian 30 años, estaban en todo su esplendor, y eran mundialmente famosas. La una explotaba su físico y no temía un escotazo (más bien los buscaba), la otra tenía el decoro como máxima de su vida, que debía (y debe) ser, ante todo, ejemplar. Tal vez se admiraban mutuamente. Quizá leían en las revistas de la época qué pasaba con la otra: contemplaban las fotos y pensaban 'qué hermosa y gran mujer'. Y de pronto, un día de ese año, el chispazo universal sucedió: Norma Jean, ahora llamada Marilyn Monroe, y Elizabeth Windsor, ahora Isabel II, se conocieron. Se miraron a los ojos. Se estrecharon la mano. Se sonrieron. Al menos durante ese instante mágico, conectaron. La una en los ojos de la otra. Dos diosas frente a frente. Dos mujeres de rompe y rasga, dos bellezas, dos nombres para la eternidad.