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La castración de Chile siendo anticipada desde al menos 1984, y sus consecuencias entreguistas

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Huevon sin Vida
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Hacia la integración... o absorción...? (1984)

Ubicado en el último confín del mundo, desde sus albores Chile afloró al mundo desheredado de todos aquellos atractivos que acicateaban el apetito del conquistador, excepción hecha de su clima admirable.

Fruto del cruce del soldado español con el indio que deambulaba desde Atacama al Bío Bío, emergió un pueblo agresivamente individualista, un si es no es irresponsable y abúlico, condenado a sobrevivir a fuerza de sudor y lágrimas en una tierra cicatera que nada lo entrega fácilmente.

Descendientes de la especie de aristocracia de comerciantes vascos del siglo XVIII, los gobernantes que tomaron las riendas del poder después de la emancipación política sólo atinaron a diseñar una Nación conforme a sus modestas empresas personales.

No previeron ni valoraron el Chile trasandino atlántico, que no encajaba en sus planes inmediatos.

La carencia de vías de comunicación con que se ha pretendido justificar su menosprecio por tan vastas regiones, carece de consistencia si se recuerda la activa movilidad de los estancieros entre Coquimbo - La Serena y San Juan del Pico, San Felipe- Los Andes y Mendoza- San Luis y Buenos Aires, y Concepción y la capital platense.

Su aparente ausencia de imaginación y visión del porvenir constituye otra de las simplezas que se han avanzado para explicar tal conducta derrotista. La tuvieron y en dosis fuera de lo normal, pero orientada a incrementar su fortuna personal.

De sus antepasados heredaron también· esa instintiva aversión al servicio militar, lastre, a sus ojos, que encarecía el gasto público con el consiguiente incremento de las contribuciones que debían servirse para su mantenimiento.

La corriente fraternalista insuflada por Miranda y Bolívar actuó de soplador, empujando al país por el plano inclinado de un americanismo derrotista.

Por esta grieta mental, indiferencia por la auténtica configuración geográfica y ausencia de una cabal concepción de la seguridad nacional, penetraron los embates imperialistas argentinos tendientes a dominar el cono austral sudamericano.

Dueño absoluto de un inmenso territorio que se extendía desde las márgenes del río Loa, en los 21 030' de latitud sur, al poniente de Los Andes y desde la línea que partiendo del río de Diamante, a la altura de Rancagua en los 34020' de latitud sur, al oriente del macizo andino, alcanza el actual balneario de Mar del Plata en el Atlántico, en los 380 y hasta el Polo Sur, luego de una cadena no interrumpida de errores el Gobierno de Chile creyó comprar la paz con Argentina cediéndole motu proprio 1.357.643 kilómetros cuadrados, cancelados en ocho cuotas. En 1878 cuando el General Roca ocupó hasta el río Negro, 436.300 kilómetros cuadrados; en 1881, al entregar la Patagonia, la mitad de la Isla Grande de la Tierra del Fuego, la Isla de los Estados y demás ubicadas en el Atlántico, 727.266 kilómetros cuadrados; en 1893, al aceptar correr el límite en la mencionada Isla Grande hacia el poniente, 779 kilómetros cuadrados, renunciando a la única margen atlántica que le quedaba en bahía San Sebastián; en 1899, al entregar las tres cuartas partes de la Puna de Atacama, 60.000 kilómetros cuadrados; en 1902, al autorizar al árbitro inglés para emitir un fallo transaccional, 39.915 kilómetros cuadrados de los mejores valles cordilleranos; en 1966, al reconocer la ocupación de fuerza de Argentina en parte de Palena, 340 kilometros cuadrados; en 1976 al renunciar a defender la mitad septentrional aguas del canal Beagle y sus islas, 43 kilómetros cuadrados; y, en 1984, al entregar las nueve décimas partes de los espacios marítimos al sur del canal Beagle, 93.000 kilómetros cuadrados de aguas del océano Pacífico.

Así fue como el pacifismo mercantilista y antimilitarista de corte vasco se dio la mano con el americanismo para sellar el destino de Chile.

Y, mientras en España la pérdida de Cuba originó la combativa generación del 98, en Chile la entrega de la Patagonia, la Puna de Atacama, los ricos valles cordilleranos, las tres cuartas partes de Palena, la mitad de las aguas del Beagle y las nueve décimas partes de los espacios marítimos australes, no sólo no inquietó a nuestros intelectúales, sino que hasta hubo plumas que aplaudieron estos cercenamientos territoriales como grandes triunfos. Incluso, hoy nuestros hombres de peso se preocupan más de los problemas de Sudáfrica, Guatemala, El Salvador, El Líbano, Afganistán, que los continuos atropellos a nuestra soberanía territorial.

Obnubilados por su gran quimera, los chilenos son los únicos que confían ciegamente en la integración continental.

Olvidan que para arribar a una efectiva colaboración internacional se requiere previamente una idéntica formación moral, social y económica entre las distintas secciones que pretenden fundirse en un solo haz. Ni la Europa con sus quince siglos de ventaja, que le han dado una cultura homogénea y un similar nivel de industrialización, ha logrado consolidar la unidad utópica. Se mascan, pero no se tragan y por motivos de mera supervivencia.

Los diferentes países americanos tienden cada día a un nacionalismo más acentuado: Brasil, quiere ser más Brasil; Argentina, más Argentina; Perú, más Perú; Bolivia, más Bolivia.

Por extraña ironía, las peculiares características raciales del chileno, agresivo individualismo, abulia combinada con laboriosidad cuando necesita sobrevivir, pacifismo y respeto a la palabra empeñada, fueron paulatinamente enajenándole las simpatías de sus congéneres americanos.

Sobre este caldo de cultivo, las diferentes intervenciones en el Perú y las ásperas disputas limítrofes con Bolivia y Argentina que no ocultaba sus anhelos expansionistas, concluyeron por acorralamos entre Los Andes milenarios y el inconmensurable océano Pacífico.

Las últimas entregas en aras de la paz, han puesto de relieve que Chile no logrará por esta vía la anhelada amistad con Argentina, que ve detrás de estas cesiones no el espíritu altruista de los chilenos, sino erradamente lo atribuyen a temor a su aparente potencial bélico.

El cuantioso aparato militar que ha comprometido la tercera parte de su Presupuesto nacional sumiendo al país en la más severa postración socio-moral de su convulsionada historia, transparenta sin lugar a dudas sus claros objetivos imperialistas.

En verdad, la paz ha descansado hasta ahora en el temor de la Casa Rosada del valor, energía y virilidad del sufrido pueblo chileno, que en condiciones también precarias salvó la honra nacional en 1879.

La sugestiva experiencia vivida en la escaramuza de las Islas Falkland debió convencerlos de que no basta contar con armamentos sofisticados. Se requiere además de un pueblo con la capacidad espiritual para enfrentar el inevitable cuerpo a cuerpo final.

Lo anterior nos lleva a pensar que la guerra no estallará porque se defiendan con energía y voluntad nuestros claros derechos e impongamos nuestros títulos irredargüibles.

Como puede percibirlo el menos docto, la integración con Argentina constituye el mejor expediente para consumar la absorción de Chile. Los caminos internacionales trasandinos son las rutas de penetración ideales para derribar la única barrera defensiva: la cordillera, ésa que la miopía de nuestros mayores, los vascos, fijaron como frontera natural.

Y los almacenes y puertos francos, tan reciamente resistidos por los generales Ramón Cañas Montalva, Eduardo Beas Alvarez y el canciller Osear Fenner Marín en 1955, le brindarán a la Casa Rosada en .bandeja de oro el pasadizo para arrebatar a Chile y Brasilia clientela asiática y norteamericana que mira hacia la cuenca del Pacífico, a la vez prevenir el inexorable embancamiento del puerto de Buenos Aires y provocar la dependencia alimenticia del extremo norte chileno, para a la postre quebrar su voluntad nacional.

No se requiere haber leído a Ratzel para comprender que dado el caso de un enfrentamiento armado muy remoto, o en la mejor de las hipótesis, de una imprevista, suspensión de relaciones a las cuales estamos más acostumbrados, Antofagasta y sus aledaños quedarían condenados a la alternativa de morir de inanición o entregarse en brazos de Argentina.

Si se persiste en la ruta recorrida se cumplirá fatalmente el vaticinio del General José Miguel Carrera, cuando advirtió los peligros de la penetración trasandina: "Están decretados los destinos de Chile: una provincia oscura de la capital del Río de la Plata".

La prudencia más elemental aconseja, pues, prepararse para eventualidades que si bien no se desean, no pueden cogernos de sorpresa.

El devenir de la Humanidad nos indica que ni las declaraciones pacifistas ni las buenas intenciones unilaterales han puesto fin a los atropellos territoriales.

El equilibrio del potencial bélico entre Oriente y Occidente ha mantenido hasta el momento la paz mundial.

En esta era, que algunos ilusos llaman de la integración, ni la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, ni los Estados Unidos de Norteamérica, ni la China continental, ceden un milímetro en sus pretensiones hegemónicas en aras de la quimérica paz.

Discurriendo sobre esta base, los gobernantes chilenos deberán tonificar el poder defensivo de la Nación, a despecho del exagerado civismo de corte vasco.

No sólo debe buscarse la firmeza en las argumentaciones jurídicas y en la claridad de los títulos que se poseen, sino contar con el respaldo del poder necesario para hacerlos respetar. Las fuerzas armadas hacen las veces de pólizas de seguro contra un siniestro que nadie desea pero que no puede preverse cuándo estallará.

En otro aspecto, el más elemental sentido de la supervivencia, nos aconseja orientarnos a integraciones que consulten realmente el interés del país.

Una experiencia sesquicentenaria demuestra que deben revisarse nuestras relaciones con la República Argentina, para orientarlas a los ideales en que descansa la convivencia internacional, consultando nuestros auténticos objetivos.

Desde luego, abandonada por sus antiguos clientes del Mercado Europeo y Norteamericano, ahora depende casi exclusivamente de la órbita soviética.

Si bien el Perú está a su turno supeditado al gran país norteamericano y al viejo mundo y su carencia de buenos puertos rentables lo aleja del Brasil, empero, puede aprovechar la alternativa de la variante vial La Paz – Puno - Tacna y derivar la producción amazónica y paulista a Arica, su salida natural.

Discurriendo sobre esta base a Bolivia, a su turno, le cabe desempeñar un papel protagónico, como enlace a dicha riqueza brasileña que discurre por la vía Corumbá · Santa Cruz Cochabamba, con sus dos variantes, a Oruro - Antofagasta, o a La Paz - Arica, o a través de territorio peruano vía Puno - Tacna, ya señalado.

Si se lograran estos objetivos podríamos al fin cumplir los anhelos de quienes lucharon por nuestra emancipación y libertad, cuales eran arribar a una auténtica unidad continental, libre de resentimientos y prejuicios dogmáticos.

Entretanto, Chile deberá mantener una activa flota comercial que distribuirá entre otros rubros la fabulosa producción amazónica aún sin explotar y el complejo industrial brasileño que repuntará cuando comiencen a entrar en funciones las poderosas centrales hidroeléctricas recién inauguradas.

Punta Arenas deberá, dentro de este esquema, servir de auténtico centro operacional de sus vecinas las Islas Falkland.

Con una agricultura y ganadería, que no logra siquiera abastecer las necesidades de la población, debido a sus suelos pobres y erosionados por la aguda pendiente anticlinal de Los Andes; con una industria semidestruída por teóricos de salón; con una pesquería que en admirables condiciones de sobreexplotación apenas proporciona cuatro centenares de millones de dólares, los que apenas cubren el 5% del Presupuesto de Gastos de la Nación (US$ 7.539.399.650 en 1983 a$ 100 el dólar); con una deuda externa de veinte mil millones de dólares y una inflación del 25% anual al 31 de diciembre de 1984; con una actividad minera que cubre más de la mitad de la Balanza de Pagos, sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda mundial y que en la próxima centuria deberá ceder paso a los nódulos polimetalíferos submarinos, o al natural agotamiento de los yacimientos, el destino oceánico de Chile aparece como un imperativo telúrico insoslayable…

Epilogo del libro El Destino de Chile de Oscar Espinosa Moraga.



Aunque el libro es mucho mas potente en el tema de la castración, comparto este texto que resume parte de él, aunque no tanto, el cual fue escrito en 1984, en un contexto diferente al de hoy. Hay muchos elementos que bien podrian calzar en el nuestro, que bien podrian interpretarse como el espiritu que si antes nos hizo ceder territorio por una paz que nunca existió, hoy lo hace en ceder nuestro país mismo a una nueva forma, para nosotros, de invasión. Ambos causados por un espiritu americanista (donde Chile desde siempre se ha sentido una especie de Hogar de Cristo de la región) y por la busqueda de una estabilidad economica por sobre y a cambio de la nación y su pueblo, ambas causadas por los mismos apellidos que ignorantemente han tomado las peores decisiones del país, condenandolo a la absorción. En la epoca de don Oscar, esa absorción él temia que sucederia tarde o temprano de Argentina, en su espiritu de querer salir al pacifico, y cosa que el país vecino sin duda reactivará una vez que mejore su lamentable situación actual. Pero bien esa absorción, aunque no se dio territorialmente, si se esta dando culturalmente mas proximo a los hijos de Bolivar, donde en vez de entregar territorios se esta entregando y dejando a la deriva a nuestra propia gente. Independiente de quienes sean, la causa no son ellos, los que invaden, sino que los mismos que en el pasado tomaron las nefastas decisiones en las entregas territoriales.
 
Última edición:
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La única weá en la que debe pensar este autista de mierda es en colombianos y negros todo el puto día. Relájate un poco, basura conchetumare, airea las bolas, monotemático reculiao.
 
Un pobre weon que le encanta escucharse asi mismo, me lei la wea y es bien facha.
 
Aplica poder de síntesis rq.

Enviado desde mi VTR-L09 mediante Tapatalk
 
Buen extracto, te recomiendo que tu último párrafo ( donde resumes) lo pongas al ppio.

Pero fíjate que me fui más por el lado de la soberanía, importante destacar que Pinochet este tema lo tenía más que resuelto, y así lo demostró cuando estuvimos a un paso de la guerra con los narigones.
 
Resumen:
Nacional socialismo puro, por herencia de los vascos callamperos pioneros!
Todas las cesiones de tierras y propiedad, Todo ha sido por la paz.




A la mierda la paz, perdimos un chile continental de hoy!

O seriamos argentinos ó limitamos con brasil.


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Hacia la integración... o absorción...? (1984)

Ubicado en el último confín del mundo, desde sus albores Chile afloró al mundo desheredado de todos aquellos atractivos que acicateaban el apetito del conquistador, excepción hecha de su clima admirable.

Fruto del cruce del soldado español con el indio que deambulaba desde Atacama al Bío Bío, emergió un pueblo agresivamente individualista, un si es no es irresponsable y abúlico, condenado a sobrevivir a fuerza de sudor y lágrimas en una tierra cicatera que nada lo entrega fácilmente.

Descendientes de la especie de aristocracia de comerciantes vascos del siglo XVIII, los gobernantes que tomaron las riendas del poder después de la emancipación política sólo atinaron a diseñar una Nación conforme a sus modestas empresas personales.

No previeron ni valoraron el Chile trasandino atlántico, que no encajaba en sus planes inmediatos.

La carencia de vías de comunicación con que se ha pretendido justificar su menosprecio por tan vastas regiones, carece de consistencia si se recuerda la activa movilidad de los estancieros entre Coquimbo - La Serena y San Juan del Pico, San Felipe- Los Andes y Mendoza- San Luis y Buenos Aires, y Concepción y la capital platense.

Su aparente ausencia de imaginación y visión del porvenir constituye otra de las simplezas que se han avanzado para explicar tal conducta derrotista. La tuvieron y en dosis fuera de lo normal, pero orientada a incrementar su fortuna personal.

De sus antepasados heredaron también· esa instintiva aversión al servicio militar, lastre, a sus ojos, que encarecía el gasto público con el consiguiente incremento de las contribuciones que debían servirse para su mantenimiento.

La corriente fraternalista insuflada por Miranda y Bolívar actuó de soplador, empujando al país por el plano inclinado de un americanismo derrotista.

Por esta grieta mental, indiferencia por la auténtica configuración geográfica y ausencia de una cabal concepción de la seguridad nacional, penetraron los embates imperialistas argentinos tendientes a dominar el cono austral sudamericano.

Dueño absoluto de un inmenso territorio que se extendía desde las márgenes del río Loa, en los 21 030' de latitud sur, al poniente de Los Andes y desde la línea que partiendo del río de Diamante, a la altura de Rancagua en los 34020' de latitud sur, al oriente del macizo andino, alcanza el actual balneario de Mar del Plata en el Atlántico, en los 380 y hasta el Polo Sur, luego de una cadena no interrumpida de errores el Gobierno de Chile creyó comprar la paz con Argentina cediéndole motu proprio 1.357.643 kilómetros cuadrados, cancelados en ocho cuotas. En 1878 cuando el General Roca ocupó hasta el río Negro, 436.300 kilómetros cuadrados; en 1881, al entregar la Patagonia, la mitad de la Isla Grande de la Tierra del Fuego, la Isla de los Estados y demás ubicadas en el Atlántico, 727.266 kilómetros cuadrados; en 1893, al aceptar correr el límite en la mencionada Isla Grande hacia el poniente, 779 kilómetros cuadrados, renunciando a la única margen atlántica que le quedaba en bahía San Sebastián; en 1899, al entregar las tres cuartas partes de la Puna de Atacama, 60.000 kilómetros cuadrados; en 1902, al autorizar al árbitro inglés para emitir un fallo transaccional, 39.915 kilómetros cuadrados de los mejores valles cordilleranos; en 1966, al reconocer la ocupación de fuerza de Argentina en parte de Palena, 340 kilometros cuadrados; en 1976 al renunciar a defender la mitad septentrional aguas del canal Beagle y sus islas, 43 kilómetros cuadrados; y, en 1984, al entregar las nueve décimas partes de los espacios marítimos al sur del canal Beagle, 93.000 kilómetros cuadrados de aguas del océano Pacífico.

Así fue como el pacifismo mercantilista y antimilitarista de corte vasco se dio la mano con el americanismo para sellar el destino de Chile.

Y, mientras en España la pérdida de Cuba originó la combativa generación del 98, en Chile la entrega de la Patagonia, la Puna de Atacama, los ricos valles cordilleranos, las tres cuartas partes de Palena, la mitad de las aguas del Beagle y las nueve décimas partes de los espacios marítimos australes, no sólo no inquietó a nuestros intelectúales, sino que hasta hubo plumas que aplaudieron estos cercenamientos territoriales como grandes triunfos. Incluso, hoy nuestros hombres de peso se preocupan más de los problemas de Sudáfrica, Guatemala, El Salvador, El Líbano, Afganistán, que los continuos atropellos a nuestra soberanía territorial.

Obnubilados por su gran quimera, los chilenos son los únicos que confían ciegamente en la integración continental.

Olvidan que para arribar a una efectiva colaboración internacional se requiere previamente una idéntica formación moral, social y económica entre las distintas secciones que pretenden fundirse en un solo haz. Ni la Europa con sus quince siglos de ventaja, que le han dado una cultura homogénea y un similar nivel de industrialización, ha logrado consolidar la unidad utópica. Se mascan, pero no se tragan y por motivos de mera supervivencia.

Los diferentes países americanos tienden cada día a un nacionalismo más acentuado: Brasil, quiere ser más Brasil; Argentina, más Argentina; Perú, más Perú; Bolivia, más Bolivia.

Por extraña ironía, las peculiares características raciales del chileno, agresivo individualismo, abulia combinada con laboriosidad cuando necesita sobrevivir, pacifismo y respeto a la palabra empeñada, fueron paulatinamente enajenándole las simpatías de sus congéneres americanos.

Sobre este caldo de cultivo, las diferentes intervenciones en el Perú y las ásperas disputas limítrofes con Bolivia y Argentina que no ocultaba sus anhelos expansionistas, concluyeron por acorralamos entre Los Andes milenarios y el inconmensurable océano Pacífico.

Las últimas entregas en aras de la paz, han puesto de relieve que Chile no logrará por esta vía la anhelada amistad con Argentina, que ve detrás de estas cesiones no el espíritu altruista de los chilenos, sino erradamente lo atribuyen a temor a su aparente potencial bélico.

El cuantioso aparato militar que ha comprometido la tercera parte de su Presupuesto nacional sumiendo al país en la más severa postración socio-moral de su convulsionada historia, transparenta sin lugar a dudas sus claros objetivos imperialistas.

En verdad, la paz ha descansado hasta ahora en el temor de la Casa Rosada del valor, energía y virilidad del sufrido pueblo chileno, que en condiciones también precarias salvó la honra nacional en 1879.

La sugestiva experiencia vivida en la escaramuza de las Islas Falkland debió convencerlos de que no basta contar con armamentos sofisticados. Se requiere además de un pueblo con la capacidad espiritual para enfrentar el inevitable cuerpo a cuerpo final.

Lo anterior nos lleva a pensar que la guerra no estallará porque se defiendan con energía y voluntad nuestros claros derechos e impongamos nuestros títulos irredargüibles.

Como puede percibirlo el menos docto, la integración con Argentina constituye el mejor expediente para consumar la absorción de Chile. Los caminos internacionales trasandinos son las rutas de penetración ideales para derribar la única barrera defensiva: la cordillera, ésa que la miopía de nuestros mayores, los vascos, fijaron como frontera natural.

Y los almacenes y puertos francos, tan reciamente resistidos por los generales Ramón Cañas Montalva, Eduardo Beas Alvarez y el canciller Osear Fenner Marín en 1955, le brindarán a la Casa Rosada en .bandeja de oro el pasadizo para arrebatar a Chile y Brasilia clientela asiática y norteamericana que mira hacia la cuenca del Pacífico, a la vez prevenir el inexorable embancamiento del puerto de Buenos Aires y provocar la dependencia alimenticia del extremo norte chileno, para a la postre quebrar su voluntad nacional.

No se requiere haber leído a Ratzel para comprender que dado el caso de un enfrentamiento armado muy remoto, o en la mejor de las hipótesis, de una imprevista, suspensión de relaciones a las cuales estamos más acostumbrados, Antofagasta y sus aledaños quedarían condenados a la alternativa de morir de inanición o entregarse en brazos de Argentina.

Si se persiste en la ruta recorrida se cumplirá fatalmente el vaticinio del General José Miguel Carrera, cuando advirtió los peligros de la penetración trasandina: "Están decretados los destinos de Chile: una provincia oscura de la capital del Río de la Plata".

La prudencia más elemental aconseja, pues, prepararse para eventualidades que si bien no se desean, no pueden cogernos de sorpresa.

El devenir de la Humanidad nos indica que ni las declaraciones pacifistas ni las buenas intenciones unilaterales han puesto fin a los atropellos territoriales.

El equilibrio del potencial bélico entre Oriente y Occidente ha mantenido hasta el momento la paz mundial.

En esta era, que algunos ilusos llaman de la integración, ni la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, ni los Estados Unidos de Norteamérica, ni la China continental, ceden un milímetro en sus pretensiones hegemónicas en aras de la quimérica paz.

Discurriendo sobre esta base, los gobernantes chilenos deberán tonificar el poder defensivo de la Nación, a despecho del exagerado civismo de corte vasco.

No sólo debe buscarse la firmeza en las argumentaciones jurídicas y en la claridad de los títulos que se poseen, sino contar con el respaldo del poder necesario para hacerlos respetar. Las fuerzas armadas hacen las veces de pólizas de seguro contra un siniestro que nadie desea pero que no puede preverse cuándo estallará.

En otro aspecto, el más elemental sentido de la supervivencia, nos aconseja orientarnos a integraciones que consulten realmente el interés del país.

Una experiencia sesquicentenaria demuestra que deben revisarse nuestras relaciones con la República Argentina, para orientarlas a los ideales en que descansa la convivencia internacional, consultando nuestros auténticos objetivos.

Desde luego, abandonada por sus antiguos clientes del Mercado Europeo y Norteamericano, ahora depende casi exclusivamente de la órbita soviética.

Si bien el Perú está a su turno supeditado al gran país norteamericano y al viejo mundo y su carencia de buenos puertos rentables lo aleja del Brasil, empero, puede aprovechar la alternativa de la variante vial La Paz – Puno - Tacna y derivar la producción amazónica y paulista a Arica, su salida natural.

Discurriendo sobre esta base a Bolivia, a su turno, le cabe desempeñar un papel protagónico, como enlace a dicha riqueza brasileña que discurre por la vía Corumbá · Santa Cruz Cochabamba, con sus dos variantes, a Oruro - Antofagasta, o a La Paz - Arica, o a través de territorio peruano vía Puno - Tacna, ya señalado.

Si se lograran estos objetivos podríamos al fin cumplir los anhelos de quienes lucharon por nuestra emancipación y libertad, cuales eran arribar a una auténtica unidad continental, libre de resentimientos y prejuicios dogmáticos.

Entretanto, Chile deberá mantener una activa flota comercial que distribuirá entre otros rubros la fabulosa producción amazónica aún sin explotar y el complejo industrial brasileño que repuntará cuando comiencen a entrar en funciones las poderosas centrales hidroeléctricas recién inauguradas.

Punta Arenas deberá, dentro de este esquema, servir de auténtico centro operacional de sus vecinas las Islas Falkland.

Con una agricultura y ganadería, que no logra siquiera abastecer las necesidades de la población, debido a sus suelos pobres y erosionados por la aguda pendiente anticlinal de Los Andes; con una industria semidestruída por teóricos de salón; con una pesquería que en admirables condiciones de sobreexplotación apenas proporciona cuatro centenares de millones de dólares, los que apenas cubren el 5% del Presupuesto de Gastos de la Nación (US$ 7.539.399.650 en 1983 a$ 100 el dólar); con una deuda externa de veinte mil millones de dólares y una inflación del 25% anual al 31 de diciembre de 1984; con una actividad minera que cubre más de la mitad de la Balanza de Pagos, sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda mundial y que en la próxima centuria deberá ceder paso a los nódulos polimetalíferos submarinos, o al natural agotamiento de los yacimientos, el destino oceánico de Chile aparece como un imperativo telúrico insoslayable…

Epilogo del libro El Destino de Chile de Oscar Espinosa Moraga.



Aunque el libro es mucho mas potente en el tema de la castración, comparto este texto que resume parte de él, aunque no tanto, el cual fue escrito en 1984, en un contexto diferente al de hoy. Hay muchos elementos que bien podrian calzar en el nuestro, que bien podrian interpretarse como el espiritu que si antes nos hizo ceder territorio por una paz que nunca existió, hoy lo hace en ceder nuestro país mismo a una nueva forma, para nosotros, de invasión. Ambos causados por un espiritu americanista (donde Chile desde siempre se ha sentido una especie de Hogar de Cristo de la región) y por la busqueda de una estabilidad economica por sobre y a cambio de la nación y su pueblo, ambas causadas por los mismos apellidos que ignorantemente han tomado las peores decisiones del país, condenandolo a la absorción. En la epoca de don Oscar, esa absorción él temia que sucederia tarde o temprano de Argentina, en su espiritu de querer salir al pacifico, y cosa que el país vecino sin duda reactivará una vez que mejore su lamentable situación actual. Pero bien esa absorción, aunque no se dio territorialmente, si se esta dando culturalmente mas proximo a los hijos de Bolivar, donde en vez de entregar territorios se esta entregando y dejando a la deriva a nuestra propia gente. Independiente de quienes sean, la causa no son ellos, los que invaden, sino que los mismos que en el pasado tomaron las nefastas decisiones en las entregas territoriales.

OYE compadre, en buena, esta interesante el papiro pero mejor resume si no quieres q te puteen y pasen de largo sin leer
 
Hacia la integración... o absorción...? (1984)

Ubicado en el último confín del mundo, desde sus albores Chile afloró al mundo desheredado de todos aquellos atractivos que acicateaban el apetito del conquistador, excepción hecha de su clima admirable.

Fruto del cruce del soldado español con el indio que deambulaba desde Atacama al Bío Bío, emergió un pueblo agresivamente individualista, un si es no es irresponsable y abúlico, condenado a sobrevivir a fuerza de sudor y lágrimas en una tierra cicatera que nada lo entrega fácilmente.

Descendientes de la especie de aristocracia de comerciantes vascos del siglo XVIII, los gobernantes que tomaron las riendas del poder después de la emancipación política sólo atinaron a diseñar una Nación conforme a sus modestas empresas personales.

No previeron ni valoraron el Chile trasandino atlántico, que no encajaba en sus planes inmediatos.

La carencia de vías de comunicación con que se ha pretendido justificar su menosprecio por tan vastas regiones, carece de consistencia si se recuerda la activa movilidad de los estancieros entre Coquimbo - La Serena y San Juan del Pico, San Felipe- Los Andes y Mendoza- San Luis y Buenos Aires, y Concepción y la capital platense.

Su aparente ausencia de imaginación y visión del porvenir constituye otra de las simplezas que se han avanzado para explicar tal conducta derrotista. La tuvieron y en dosis fuera de lo normal, pero orientada a incrementar su fortuna personal.

De sus antepasados heredaron también· esa instintiva aversión al servicio militar, lastre, a sus ojos, que encarecía el gasto público con el consiguiente incremento de las contribuciones que debían servirse para su mantenimiento.

La corriente fraternalista insuflada por Miranda y Bolívar actuó de soplador, empujando al país por el plano inclinado de un americanismo derrotista.

Por esta grieta mental, indiferencia por la auténtica configuración geográfica y ausencia de una cabal concepción de la seguridad nacional, penetraron los embates imperialistas argentinos tendientes a dominar el cono austral sudamericano.

Dueño absoluto de un inmenso territorio que se extendía desde las márgenes del río Loa, en los 21 030' de latitud sur, al poniente de Los Andes y desde la línea que partiendo del río de Diamante, a la altura de Rancagua en los 34020' de latitud sur, al oriente del macizo andino, alcanza el actual balneario de Mar del Plata en el Atlántico, en los 380 y hasta el Polo Sur, luego de una cadena no interrumpida de errores el Gobierno de Chile creyó comprar la paz con Argentina cediéndole motu proprio 1.357.643 kilómetros cuadrados, cancelados en ocho cuotas. En 1878 cuando el General Roca ocupó hasta el río Negro, 436.300 kilómetros cuadrados; en 1881, al entregar la Patagonia, la mitad de la Isla Grande de la Tierra del Fuego, la Isla de los Estados y demás ubicadas en el Atlántico, 727.266 kilómetros cuadrados; en 1893, al aceptar correr el límite en la mencionada Isla Grande hacia el poniente, 779 kilómetros cuadrados, renunciando a la única margen atlántica que le quedaba en bahía San Sebastián; en 1899, al entregar las tres cuartas partes de la Puna de Atacama, 60.000 kilómetros cuadrados; en 1902, al autorizar al árbitro inglés para emitir un fallo transaccional, 39.915 kilómetros cuadrados de los mejores valles cordilleranos; en 1966, al reconocer la ocupación de fuerza de Argentina en parte de Palena, 340 kilometros cuadrados; en 1976 al renunciar a defender la mitad septentrional aguas del canal Beagle y sus islas, 43 kilómetros cuadrados; y, en 1984, al entregar las nueve décimas partes de los espacios marítimos al sur del canal Beagle, 93.000 kilómetros cuadrados de aguas del océano Pacífico.

Así fue como el pacifismo mercantilista y antimilitarista de corte vasco se dio la mano con el americanismo para sellar el destino de Chile.

Y, mientras en España la pérdida de Cuba originó la combativa generación del 98, en Chile la entrega de la Patagonia, la Puna de Atacama, los ricos valles cordilleranos, las tres cuartas partes de Palena, la mitad de las aguas del Beagle y las nueve décimas partes de los espacios marítimos australes, no sólo no inquietó a nuestros intelectúales, sino que hasta hubo plumas que aplaudieron estos cercenamientos territoriales como grandes triunfos. Incluso, hoy nuestros hombres de peso se preocupan más de los problemas de Sudáfrica, Guatemala, El Salvador, El Líbano, Afganistán, que los continuos atropellos a nuestra soberanía territorial.

Obnubilados por su gran quimera, los chilenos son los únicos que confían ciegamente en la integración continental.

Olvidan que para arribar a una efectiva colaboración internacional se requiere previamente una idéntica formación moral, social y económica entre las distintas secciones que pretenden fundirse en un solo haz. Ni la Europa con sus quince siglos de ventaja, que le han dado una cultura homogénea y un similar nivel de industrialización, ha logrado consolidar la unidad utópica. Se mascan, pero no se tragan y por motivos de mera supervivencia.

Los diferentes países americanos tienden cada día a un nacionalismo más acentuado: Brasil, quiere ser más Brasil; Argentina, más Argentina; Perú, más Perú; Bolivia, más Bolivia.

Por extraña ironía, las peculiares características raciales del chileno, agresivo individualismo, abulia combinada con laboriosidad cuando necesita sobrevivir, pacifismo y respeto a la palabra empeñada, fueron paulatinamente enajenándole las simpatías de sus congéneres americanos.

Sobre este caldo de cultivo, las diferentes intervenciones en el Perú y las ásperas disputas limítrofes con Bolivia y Argentina que no ocultaba sus anhelos expansionistas, concluyeron por acorralamos entre Los Andes milenarios y el inconmensurable océano Pacífico.

Las últimas entregas en aras de la paz, han puesto de relieve que Chile no logrará por esta vía la anhelada amistad con Argentina, que ve detrás de estas cesiones no el espíritu altruista de los chilenos, sino erradamente lo atribuyen a temor a su aparente potencial bélico.

El cuantioso aparato militar que ha comprometido la tercera parte de su Presupuesto nacional sumiendo al país en la más severa postración socio-moral de su convulsionada historia, transparenta sin lugar a dudas sus claros objetivos imperialistas.

En verdad, la paz ha descansado hasta ahora en el temor de la Casa Rosada del valor, energía y virilidad del sufrido pueblo chileno, que en condiciones también precarias salvó la honra nacional en 1879.

La sugestiva experiencia vivida en la escaramuza de las Islas Falkland debió convencerlos de que no basta contar con armamentos sofisticados. Se requiere además de un pueblo con la capacidad espiritual para enfrentar el inevitable cuerpo a cuerpo final.

Lo anterior nos lleva a pensar que la guerra no estallará porque se defiendan con energía y voluntad nuestros claros derechos e impongamos nuestros títulos irredargüibles.

Como puede percibirlo el menos docto, la integración con Argentina constituye el mejor expediente para consumar la absorción de Chile. Los caminos internacionales trasandinos son las rutas de penetración ideales para derribar la única barrera defensiva: la cordillera, ésa que la miopía de nuestros mayores, los vascos, fijaron como frontera natural.

Y los almacenes y puertos francos, tan reciamente resistidos por los generales Ramón Cañas Montalva, Eduardo Beas Alvarez y el canciller Osear Fenner Marín en 1955, le brindarán a la Casa Rosada en .bandeja de oro el pasadizo para arrebatar a Chile y Brasilia clientela asiática y norteamericana que mira hacia la cuenca del Pacífico, a la vez prevenir el inexorable embancamiento del puerto de Buenos Aires y provocar la dependencia alimenticia del extremo norte chileno, para a la postre quebrar su voluntad nacional.

No se requiere haber leído a Ratzel para comprender que dado el caso de un enfrentamiento armado muy remoto, o en la mejor de las hipótesis, de una imprevista, suspensión de relaciones a las cuales estamos más acostumbrados, Antofagasta y sus aledaños quedarían condenados a la alternativa de morir de inanición o entregarse en brazos de Argentina.

Si se persiste en la ruta recorrida se cumplirá fatalmente el vaticinio del General José Miguel Carrera, cuando advirtió los peligros de la penetración trasandina: "Están decretados los destinos de Chile: una provincia oscura de la capital del Río de la Plata".

La prudencia más elemental aconseja, pues, prepararse para eventualidades que si bien no se desean, no pueden cogernos de sorpresa.

El devenir de la Humanidad nos indica que ni las declaraciones pacifistas ni las buenas intenciones unilaterales han puesto fin a los atropellos territoriales.

El equilibrio del potencial bélico entre Oriente y Occidente ha mantenido hasta el momento la paz mundial.

En esta era, que algunos ilusos llaman de la integración, ni la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, ni los Estados Unidos de Norteamérica, ni la China continental, ceden un milímetro en sus pretensiones hegemónicas en aras de la quimérica paz.

Discurriendo sobre esta base, los gobernantes chilenos deberán tonificar el poder defensivo de la Nación, a despecho del exagerado civismo de corte vasco.

No sólo debe buscarse la firmeza en las argumentaciones jurídicas y en la claridad de los títulos que se poseen, sino contar con el respaldo del poder necesario para hacerlos respetar. Las fuerzas armadas hacen las veces de pólizas de seguro contra un siniestro que nadie desea pero que no puede preverse cuándo estallará.

En otro aspecto, el más elemental sentido de la supervivencia, nos aconseja orientarnos a integraciones que consulten realmente el interés del país.

Una experiencia sesquicentenaria demuestra que deben revisarse nuestras relaciones con la República Argentina, para orientarlas a los ideales en que descansa la convivencia internacional, consultando nuestros auténticos objetivos.

Desde luego, abandonada por sus antiguos clientes del Mercado Europeo y Norteamericano, ahora depende casi exclusivamente de la órbita soviética.

Si bien el Perú está a su turno supeditado al gran país norteamericano y al viejo mundo y su carencia de buenos puertos rentables lo aleja del Brasil, empero, puede aprovechar la alternativa de la variante vial La Paz – Puno - Tacna y derivar la producción amazónica y paulista a Arica, su salida natural.

Discurriendo sobre esta base a Bolivia, a su turno, le cabe desempeñar un papel protagónico, como enlace a dicha riqueza brasileña que discurre por la vía Corumbá · Santa Cruz Cochabamba, con sus dos variantes, a Oruro - Antofagasta, o a La Paz - Arica, o a través de territorio peruano vía Puno - Tacna, ya señalado.

Si se lograran estos objetivos podríamos al fin cumplir los anhelos de quienes lucharon por nuestra emancipación y libertad, cuales eran arribar a una auténtica unidad continental, libre de resentimientos y prejuicios dogmáticos.

Entretanto, Chile deberá mantener una activa flota comercial que distribuirá entre otros rubros la fabulosa producción amazónica aún sin explotar y el complejo industrial brasileño que repuntará cuando comiencen a entrar en funciones las poderosas centrales hidroeléctricas recién inauguradas.

Punta Arenas deberá, dentro de este esquema, servir de auténtico centro operacional de sus vecinas las Islas Falkland.

Con una agricultura y ganadería, que no logra siquiera abastecer las necesidades de la población, debido a sus suelos pobres y erosionados por la aguda pendiente anticlinal de Los Andes; con una industria semidestruída por teóricos de salón; con una pesquería que en admirables condiciones de sobreexplotación apenas proporciona cuatro centenares de millones de dólares, los que apenas cubren el 5% del Presupuesto de Gastos de la Nación (US$ 7.539.399.650 en 1983 a$ 100 el dólar); con una deuda externa de veinte mil millones de dólares y una inflación del 25% anual al 31 de diciembre de 1984; con una actividad minera que cubre más de la mitad de la Balanza de Pagos, sujeta a los vaivenes de la oferta y la demanda mundial y que en la próxima centuria deberá ceder paso a los nódulos polimetalíferos submarinos, o al natural agotamiento de los yacimientos, el destino oceánico de Chile aparece como un imperativo telúrico insoslayable…

Epilogo del libro El Destino de Chile de Oscar Espinosa Moraga.



Aunque el libro es mucho mas potente en el tema de la castración, comparto este texto que resume parte de él, aunque no tanto, el cual fue escrito en 1984, en un contexto diferente al de hoy. Hay muchos elementos que bien podrian calzar en el nuestro, que bien podrian interpretarse como el espiritu que si antes nos hizo ceder territorio por una paz que nunca existió, hoy lo hace en ceder nuestro país mismo a una nueva forma, para nosotros, de invasión. Ambos causados por un espiritu americanista (donde Chile desde siempre se ha sentido una especie de Hogar de Cristo de la región) y por la busqueda de una estabilidad economica por sobre y a cambio de la nación y su pueblo, ambas causadas por los mismos apellidos que ignorantemente han tomado las peores decisiones del país, condenandolo a la absorción. En la epoca de don Oscar, esa absorción él temia que sucederia tarde o temprano de Argentina, en su espiritu de querer salir al pacifico, y cosa que el país vecino sin duda reactivará una vez que mejore su lamentable situación actual. Pero bien esa absorción, aunque no se dio territorialmente, si se esta dando culturalmente mas proximo a los hijos de Bolivar, donde en vez de entregar territorios se esta entregando y dejando a la deriva a nuestra propia gente. Independiente de quienes sean, la causa no son ellos, los que invaden, sino que los mismos que en el pasado tomaron las nefastas decisiones en las entregas territoriales.
Interesante.....¡pero muy largo su papiro, pu socio!. Putee mejor a su profe de Lenguaje de la Media, que no le enseñó a sintetizar un texto.

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Los qlios webeando al broderito @Quantitate Signata que no tiene poder de síntesis, siendo que lo que hace es transcribir literalmente el epílogo de un libro :lol2:
El mejor comentario que han puesto es que el broderito podría haber puesto su resumen al principio :lol2:
Si no es por gueviarlo, se agradece el aporte
Pero aca nadie se va a leer el papiro sin un "abstract" previo. Las gueas como son.
 
Espinosa Moraga para mi uno de los mejores en cuanto al estudio de la Historia de Chile y de sus relaciones internacionales, siempre fue opacado por no ser historiador de carrera (no pudo terminar la U por lucas), el wn en los 60's tuvo permiso para ingresar y revisar el archivo del ministerio de relaciones internacionales, nadie lo había hecho antes, donde se dio cuenta que las capas dirigentes del país siempre habían sido callampas por eso siempre se fue en contra de la aristocracia, la élite intelectual y también a nivel político repartió mierda tanto a la derecha como a la izquierda, tenía un paradigma muy nacionalista pero muy acertado de hecho anticipó las crisis que sostuvimos con los orcos y los argeytinos en los 70's e inclusive las disputas por el mar con los cholos a fines del 2000. Este viejo era tan bkn que hasta peleo y le tiro mierda a Pinochet después del conflicto del Beagle por considerarlo entreguista, es por eso que siempre fue condenado al ostracismo en lo académico y cultural sufriendo una gran censura de sus escritos por lo cual casi nadie lo conoce, de hecho encontrar uno de sus libros es casi un milagro, en fin fue un grande!
 
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Medio papiro, me quedo con la idea de que es un buen articulo por el título. La invasión moderna que adoptaron los zurdos y progres, jeuistas bajo el amparo de (((ellos))) o "conspiración" como lo llaman zurdos, comunistas y progres, es lo que antes se llamaba espíritu de crítica.
 
Al igual que la mayoría de las bolsas de mierda que pululan aquí, este pobre weon esta obsesionado con colombianos, negros y migración.
 
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