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La "Guerra de Don Ladislao, 1920": la tercera Guerra del Pacífico.

Cantania

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En 1920 correspondía en nuestro país realizar las elecciones presidenciales para ver quien sucedería al presidente Juan Luis Sanfuentes; participaron tres candidaturas: el senador don Luis Barros Borgoño por el Partido Conservador, Luis Emilio Recabarren por el Partido Socialista Obrero (actual Partido Comunista), y en representación de la centrista Alianza Liberal (liberales mas radicales) el senador don Arturo Alessandri Palma, bautizado por el poeta Víctor Domingo Silva como el “León de Tarapacá”. En una reñida elección entre conservadores y liberales se desata un apoyo inédito en la candidatura de Alessandri. Ello motivó, en aquel minuto, que se generara pánico entre la clase política mas tradicional, así como en los sectores mas pudientes del país, de que hubiera una suerte de alzamiento militar o popular que derrocara a Sanfuentes para asegurar que este traspasara el mando a Alessandri. Y así tiene su origen uno de los incidentes mas curiosos (y desconocidos) de nuestra historia.

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Chile cumplía casi tres décadas ininterrumpidas de gobierno conservador en el esquema de la República Parlamentaria, por lo cual la aparición de Alessandri generó una fuerte adhesión popular a su candidatura. Las elecciones se realizaron el 25 de junio, pero ante la existencia de un virtual empate entre las candidaturas, la definición quedaba en manos del Tribunal de Honor, constituido por el propio Congreso chileno. No obstante ello, los liberales temían que este Tribunal, dominado por conservadores al igual que el Congreso, dispusiera el triunfo del candidato oficialista Barros alegando irregularidades en las elecciones.

Repentinamente, el 15 de julio de 1920, el presidente Sanfuentes ordenó la movilización de las tropas hacia el norte, por indicaciones del ministro de la guerra Ladislao Errázuriz Lazcano. De hecho, el ministro Errázuriz alegó que Perú y Bolivia proyectaban una ofensiva militar a gran escala contra Chile a fin de recuperar los territorios perdidos en la Guerra del Pacífico, aprovechando que pocos meses antes el gobierno boliviano había presentado a la Sociedad de Naciones por primera vez un reclamo por su mediterraneidad, que contó con el guiño aprobatorio del gobierno del Perú en aquel tiempo.

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Fue un frenesí: se movilizaron a antiguos reservistas, la primera división del norte empezó a hacer maniobras en el desierto, las hordas enfervorizadas clamaban por más sangre chola, los viejos veteranos de la guerra del pacífico, con sus patas cojas y sus muñones salieron a marchar…la prensa martillaba y martillaba de fervor por la tercera guerra contra la confederación, y no hubo quien dijo que en esta pasada nos quedamos con hasta con los huacos. El nuevo ejército chileno demoró tres semanas en llegar a la frontera norte, con unidades de Copiapó, La Serena, San Felipe, Valparaíso y la guarnición de Santiago. Simbólicamente, los victoriosos ancianos de la Guerra del Pacífico, a través de las Sociedades Patrióticas, se presentaron en La Moneda, para marchar a la zona de conflicto.

Según ciertos historiadores, como Gonzalo Vial Correa, se buscó explotar la situación política peruana, pues, tras el golpe de Estado de 1919 dado por Augusto B. Leguía, se habían suprimido los privilegios del Congreso. Esto causó una movilización de tropas peruanas cercanas a Tacna, entonces ocupada por Chile, aún cuando los motivos para este desplazamiento de tropas peruanas se debían al repentino golpe de Leguía, presidente recién electo que ejecutó un golpe para "asegurar" su toma de mando. mientras tanto, el ejército chileno se movilizó a Tacna con 10 mil soldados, que permanecieron en esa pequeña ciudad por varios meses.

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La prensa martilleó activamente declaraciones enfervecedoras, con lo que creó un clima de guerra; todo quien hacía cuestionamientos era llamado "vendido al oro del Perú". Ello al punto de hacer aparecer supuestos telegramas desde el norte en que las unidades apostadas en Tarapacá y Tacna (que estaba bajo control chileno) denunciaban los movimientos peruanos.

No obstante, la noticia de la "guerra" fue recibida con escepticismo por otros, más aún porque la maniobra gubernamental alejaba de Santiago a la guarnición de la capital que era mayormente adicta al fogoso candidato opositor Arturo Alessandri. Entre los que alzaron la voz de los cuestionamientos estaba la FECH, lo que le valió ser acusada de antipatriota… fue famoso el cartel colocado en su sede por las hordas nacionalistas “Se vende esta casa. Tratar en Lima”. También cundió el malestar entre los soldados y oficiales jóvenes de la guarnición de Santiago trasladados al norte sin un plan exacto de campaña por parte del estado mayor y sin instrucciones precisas. Los sindicatos obreros también se resistieron a creer las informaciones del gobierno, especialmente por la veloz y desordenada movilización de tropas de la capital, precisamente en momentos cuando el ambiente político chileno estaba más caldeado. Las Sociedades Patrióticas, vinculadas a la derecha política, reaccionaron acusando a los sindicalistas y estudiantes de "traidores" o "vendidos al oro peruano". Una turba fervorosa capturó a individuos que hablaban en contra de la movilización comenzando el denominado "Proceso de los Subversivos" el cual terminó trágicamente cuando uno de los detenidos, José Domingo Gómez Rojas, falleció en la cárcel tras sufrir una brutal golpiza de sus captores mientras se desarrollaba el proceso.

Por otro lado, la llamada motivó una suerte de oleada patriótica en que gran parte de la juventud de la época repletó los cuarteles militares con el fin de defender la patria ante el peligro; muchos jóvenes especialmente de las ligas patrióticas y del Partido Conservador acudieron en masa a inscribirse en los cuarteles. Entre las muchas personas que se ofrecían para marchar destacaba cierto joven que años después se convertiría en el mismísimo San Alberto Hurtado, que por entonces tenia 19 años y se había enrolado en las filas del ejercito durante la coyuntura.

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Sin embargo, transcurrido un poco mas de un mes todo quedó al descubierto y claro para la opinión publica: nunca hubo crisis y no se estaba ni siquiera cerca de tenerla, y no se vio a peruano alguno marchando hacia su “Estrellita del Sur”. Paulatinamente, la farsa del ministro Errázuriz quedó al descubierto, con el consiguiente descontento popular. El hallazgo de la mentira repercutió en la opinión pública chilena y especialmente entre los liberales seguidores de Alessandri, que acusaron al gobierno conservador y a la prensa adicta a éste de generar un engaño masivo.

Pronto se supo toda la verdad del plan: con el fin de retirar una serie de unidades próximas a Santiago adictas a Alessandri, las que supuestamente podrían alzarse en una supuesta revuelta popular, como los regimientos Tacna y Yungay, el Ministro de Guerra del presidente Sanfuentes, don Ladislao Errázuriz, hizo expandir el rumor de que se había producido un movimiento de tropas peruanas en zonas próximas a las fronteras con Chile. de esta forma Sanfuentes podría sacarse la banda con tranquilidad mientras todo el mundo estaba concentrado mirando hacia el norte.

La consecuencia de todo el invento fue clara. Tras el escándalo de la farsa, que fue llamada por la opinión publica "la guerra de Don Ladislao", y el desprestigio del "Proceso de los Subversivos" el Tribunal de Honor, que tenía que dirimir en el empate entre el candidato que habrían querido y Alessandri, no se atrevió a dar ganador a Barros por miedo a que estallara el descontento popular causado por la guerra ficticia, proclamando el triunfo de Arturo Alessandri.

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Finalmente, José Domingo Gómez Rojas, velado el 30 de setiembre de 1920, fue la única baja de la "Guerra de don Ladislao", y el mismo día del sepelio el Congreso declaró a Arturo Alessandri vencedor de las elecciones presidenciales, llegando por primera vez en Chile un representante de "la chusma" al poder. Por otra parte, la oficialidad joven del ejército debió entonces tomar la iniciativa de la movilización política, ante la incapacidad de muchos altos oficiales sin experiencia ni estudios. de esta forma se desencadenaría la serie de eventos que provocarían la futura crisis de 1924, protagonizada por militares.



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