La única talla en que participé fue esconderle el celular a una compañera mientras no estaba. Cuando llegó, lo hicimos sonar (ruidosa la wea, se escuchaba en toda la oficina) como 10 minutos, mientras lo buscaba y nos preguntaba dónde se lo habíamos escondido, lo cual nos causaba muchas carcajadas y alegría. Al final le tuvimos que mostrar que se lo habíamos pegado con cinta adhesiva en el techo, si no todavía lo está buscando la pobre.