Cr7number17
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Los chilenos, a su turno, mataban al yanqui que sorprendían aislado.
El 30 de julio de 1849, el número de pasaportes extendidos para California ascendía, en números redondos, a 3000; y se calculaba en igual número los individuos que se habían embarcado sin pasaporte. En los últimos tres meses de 1851, se embarcaron en Valparaíso, con destino a California, 1.200 individuos; y en los primeros 25 días de 1852, 824 más. Según los mejores cálculos de que disponemos, la colonia chilena en California, durante su apogeo, alcanzó a 20.000 almas, para reducirse pronto a la mitad.
Algunos chilenos, como Benjamín Vicuña Mackenna, quien se embarcó el 26 de noviembre de 1852, con un cargamento de 2.000 quintales de harina, llevaba miras puramente comerciales; pero los más se embarcaron con el propósito de explotar los placeres auríferos.
En los primeros años de la fiebre del oro, los chilenos formaron la colonia extranjera más numerosa, y la que ostento con más vigor el espíritu de nacionalidad. Vencidos en el comercio y en las explotaciones auríferas por el mayor sentido práctico, laboriosidad regular y constancia de sus rivales yanquis, franceses, ingleses, chinos, alemanes, y otros, a nadie cedieron en dureza para el trabajo y en energía para su defensa.
"Todo trabajador vigoroso de habla española era diputado chileno."
En los primeros momentos, cuando los yanquis eran aun poco numerosos, los chilenos convivieron con la población autóctona y se hicieron respetar de los aventureros del resto del mundo. Suministraron un crecido contingente al bandolerismo, pero, también, a poco andar, fueron sus víctimas. Se declaró una verdadera vendetta entre los galgos - asociación de semibandidos, cuyo lema era Salirse siempre con la suya - y los chilenos. Estos vencieron, al principio; pero los galgos prepararon su desquite. Cayeron de improvisto sobre el barrio de Chilecito, que los chilenos había formado en la extrema derecha de San Francisco; y sorprendiendo a la población desprevenida, iniciaron su exterminio a pistoletazos y a palos. Pasada la sorpresa, los chilenos reaccionaron, y se batieron como leones, derribando a pedradas a un galgo por cada chileno tendido de un pistoletazo.
(JOSE MANUEL RAMIREZ ROSALES)
En medio de la refriega, el norteamericano Branan, antiguo jefe de los mormones de la región, quien era gran enemigo de los galgos, se subió sobre el techo de su casa y convoco al pueblo a grandes voces, para que acudieran en auxilio de los chilenos, cuyo país mandaba la mejor harina flor y los mejores brazos del mundo para contar adobes. Con este providencial auxilio, los chilenos expulsaron a los galgos de su barrio; y capitaneados por branan y reforzados por los yanquis de San Francisco, entre estrepitosos ¡burras! capturaron a 18 bandidos, los cuales fueron enviados a bordo de la corbeta de guerra "Warren".
Algunos de los chilenos de valer contribuyeron eficazmente a la transformación de la comarca en un Estado rico y floreciente.
José Manuel Ramírez y Rosales fundo el pueblo de Marysville.
Manuel y Leandro Luco fundaron en Sacramento el primer hospital de caridad, cediendo para ello su barca "Natalia" y todo lo necesario para atender a los enfermos. Hacía de medico Vicente Pérez Rosales. Otros chilenos tomaron los oficios de cuidadores, cocineros, sepultureros, etcétera. Allí fueron recogidos de preferencias los numerosos chilenos atacados por unas tercianas malignas, que los diezmaron más eficazmente que las pistolas de sus enemigos.
Buenaventura Sánchez fundo Washington City
a 10 horas de San Francisco. Algunas de sus calles recibieron los nombres de Cochrane, Matte, Bulnes, Ossa, Alessandri, Valparaíso, Constitución, etcétera.
Esta armonía duro poco. A medida que el yanqui aumento en número, se produjo la rivalidad entre el elemento nacional y el extranjero. Los aventureros del resto del mundo cedieron sin resistencia la explotación de las minas al yanqui recién llegado. Algunos se embarcaron para sus patrias y la inmensa mayoría se hicieron comerciantes, obreros, agricultores o simplemente gañanes.
En cambio, el chileno, mas altivo y menos adaptado a la vida económica, se trabó con el yanqui ordinario en una lucha por el predominio, que pronto engendro un violento odio reciproco. Los asesinatos anónimos de yanquis y de chilenos se contaron por cientos.
La simpatía de los chilenos por los mexicanos, despojados de gran parte de su territorio por los Estados Unidos, aumento la rivalidad que surgió espontáneamente de la oposición de los caracteres y de los temperamentos. Los campesinos mexicanos que poblaban la comarca estaban convencidos de que ellos no podían expulsar a los yanquis; pero, juzgando por la energía con que los chilenos se defendían de los atropellos, creían a pie juntillas, que los chilenos podían arrojarlos de California el día que quisieran hacerlo.
"Un chileno de los diggins era el símbolo de la seguridad individual, el espantajo de las tropelías del yanqui y el hermano a quien debían siempre tender la mano."
Al fin las autoridades, ya semiconstituidas, intervinieron. Queriendo cortar el mal de raíz, el general Persiflor Smith dicto un decreto en el cual se disponía: que "todo extranjero quedaba excluido del derecho de explotar minas de California". Muchos eludieron el decreto nacionalizándose, mediante el pago de diez pesos; o sea, el valor de 10 bistecs. Más adelante, se concedieron a los extranjeros licencias para explotar las minas, mediante el pago de $20 mensuales.
Estas franquicias no aprovecharon a los chilenos. Los yanquis, ya muy numerosos, los expulsaron de los lavaderos, después de despojarlos de sus herramientas y del oro que habían reunido.
Los chilenos, a su turno, mataban al yanqui que sorprendían aislado.
Una parte de ellos se agrupó en torno a Joaquín Murieta, cuyas hazañas han quedado legendarias. Según la tradición, los yanquis mataron a su hermano Carlos y a Carmela Félix, joven mexicana con la cual se había desposado. Murieta resolvió vengar el doble asesinato. Organizó una banda de aventureros y salteadores, formada por chilenos y mexicanos procedentes de Sonora y de la Baja California, la que, por la audacia y habilidad de sus golpes, se convirtió en el terror de la región. La suerte lo acompañó hasta 1853.
El poeta chileno Pablo Neruda publicó la obras Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta y utiliza licencia literaria para ampliar la falta de unanimidad sobre los orígenes de Murieta para crear un mártir de Chile robin Hood. Otra fuente afirma que el origen nacional de Murieta se cambió de México a Chile después de varios transcontinentales y traducidas reimpresiones.
Las noticias de los abusos de que eran víctimas los chilenos en California, comenzaron a llegar a Chile en 1849. En ellas se ocultaba las fechorías por nuestros connacionales y se referían con destellos espeluznantes los abusos y las réplicas yanquis. Los diarios tronaron contra la incuria del gobierno.
En la cámara se pidió el envió a San Francisco de la fragata "Chile", que no estaban en condiciones de navegar, a fin de que los hicieran respetar. El gobierno creyó más viable y prudente entenderse con el almirante ingles Harnby, quien accedió gustoso, para que repatriara, por cuenta del Estado, a los chilenos que quisieran regresar. En diciembre de 1849 largaba anclas en Valparaíso la fragata "Inconstant", procedente de California, trayendo a los únicos seis chilenos que quisieron repatriarse.
Se ha visto que solo volvió a Chile menos de la mitad de los aventureros que se embarcaron para California Es imposible decidir sobre la aproximación de este cálculo. De los restantes, los más murieron asesinados o víctimas de las fiebres palúdicas, otros se radicaron para siempre en California, y los restantes se esparcieron por el mundo, y, salvo raras excepciones, cerraron sus ojos lejos del suelo natal. Algunos de los extranjeros radicados en Valparaíso, como el carpintero Tomas Lick, y chilenos, como Juan Evangelista Reyes, hicieron en California grandes fortunas; pero casi todos los que tuvieron éxito se incorporaron definitivamente a la sociedad norteamericana.
https://es.wikipedia.org/wiki/Inmigración_chilena_en_California
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El 30 de julio de 1849, el número de pasaportes extendidos para California ascendía, en números redondos, a 3000; y se calculaba en igual número los individuos que se habían embarcado sin pasaporte. En los últimos tres meses de 1851, se embarcaron en Valparaíso, con destino a California, 1.200 individuos; y en los primeros 25 días de 1852, 824 más. Según los mejores cálculos de que disponemos, la colonia chilena en California, durante su apogeo, alcanzó a 20.000 almas, para reducirse pronto a la mitad.
Algunos chilenos, como Benjamín Vicuña Mackenna, quien se embarcó el 26 de noviembre de 1852, con un cargamento de 2.000 quintales de harina, llevaba miras puramente comerciales; pero los más se embarcaron con el propósito de explotar los placeres auríferos.
En los primeros años de la fiebre del oro, los chilenos formaron la colonia extranjera más numerosa, y la que ostento con más vigor el espíritu de nacionalidad. Vencidos en el comercio y en las explotaciones auríferas por el mayor sentido práctico, laboriosidad regular y constancia de sus rivales yanquis, franceses, ingleses, chinos, alemanes, y otros, a nadie cedieron en dureza para el trabajo y en energía para su defensa.
"Todo trabajador vigoroso de habla española era diputado chileno."
En los primeros momentos, cuando los yanquis eran aun poco numerosos, los chilenos convivieron con la población autóctona y se hicieron respetar de los aventureros del resto del mundo. Suministraron un crecido contingente al bandolerismo, pero, también, a poco andar, fueron sus víctimas. Se declaró una verdadera vendetta entre los galgos - asociación de semibandidos, cuyo lema era Salirse siempre con la suya - y los chilenos. Estos vencieron, al principio; pero los galgos prepararon su desquite. Cayeron de improvisto sobre el barrio de Chilecito, que los chilenos había formado en la extrema derecha de San Francisco; y sorprendiendo a la población desprevenida, iniciaron su exterminio a pistoletazos y a palos. Pasada la sorpresa, los chilenos reaccionaron, y se batieron como leones, derribando a pedradas a un galgo por cada chileno tendido de un pistoletazo.
(JOSE MANUEL RAMIREZ ROSALES)
En medio de la refriega, el norteamericano Branan, antiguo jefe de los mormones de la región, quien era gran enemigo de los galgos, se subió sobre el techo de su casa y convoco al pueblo a grandes voces, para que acudieran en auxilio de los chilenos, cuyo país mandaba la mejor harina flor y los mejores brazos del mundo para contar adobes. Con este providencial auxilio, los chilenos expulsaron a los galgos de su barrio; y capitaneados por branan y reforzados por los yanquis de San Francisco, entre estrepitosos ¡burras! capturaron a 18 bandidos, los cuales fueron enviados a bordo de la corbeta de guerra "Warren".
Algunos de los chilenos de valer contribuyeron eficazmente a la transformación de la comarca en un Estado rico y floreciente.
José Manuel Ramírez y Rosales fundo el pueblo de Marysville.
Manuel y Leandro Luco fundaron en Sacramento el primer hospital de caridad, cediendo para ello su barca "Natalia" y todo lo necesario para atender a los enfermos. Hacía de medico Vicente Pérez Rosales. Otros chilenos tomaron los oficios de cuidadores, cocineros, sepultureros, etcétera. Allí fueron recogidos de preferencias los numerosos chilenos atacados por unas tercianas malignas, que los diezmaron más eficazmente que las pistolas de sus enemigos.
Buenaventura Sánchez fundo Washington City
a 10 horas de San Francisco. Algunas de sus calles recibieron los nombres de Cochrane, Matte, Bulnes, Ossa, Alessandri, Valparaíso, Constitución, etcétera.
Esta armonía duro poco. A medida que el yanqui aumento en número, se produjo la rivalidad entre el elemento nacional y el extranjero. Los aventureros del resto del mundo cedieron sin resistencia la explotación de las minas al yanqui recién llegado. Algunos se embarcaron para sus patrias y la inmensa mayoría se hicieron comerciantes, obreros, agricultores o simplemente gañanes.
En cambio, el chileno, mas altivo y menos adaptado a la vida económica, se trabó con el yanqui ordinario en una lucha por el predominio, que pronto engendro un violento odio reciproco. Los asesinatos anónimos de yanquis y de chilenos se contaron por cientos.
La simpatía de los chilenos por los mexicanos, despojados de gran parte de su territorio por los Estados Unidos, aumento la rivalidad que surgió espontáneamente de la oposición de los caracteres y de los temperamentos. Los campesinos mexicanos que poblaban la comarca estaban convencidos de que ellos no podían expulsar a los yanquis; pero, juzgando por la energía con que los chilenos se defendían de los atropellos, creían a pie juntillas, que los chilenos podían arrojarlos de California el día que quisieran hacerlo.
"Un chileno de los diggins era el símbolo de la seguridad individual, el espantajo de las tropelías del yanqui y el hermano a quien debían siempre tender la mano."
Al fin las autoridades, ya semiconstituidas, intervinieron. Queriendo cortar el mal de raíz, el general Persiflor Smith dicto un decreto en el cual se disponía: que "todo extranjero quedaba excluido del derecho de explotar minas de California". Muchos eludieron el decreto nacionalizándose, mediante el pago de diez pesos; o sea, el valor de 10 bistecs. Más adelante, se concedieron a los extranjeros licencias para explotar las minas, mediante el pago de $20 mensuales.
Estas franquicias no aprovecharon a los chilenos. Los yanquis, ya muy numerosos, los expulsaron de los lavaderos, después de despojarlos de sus herramientas y del oro que habían reunido.
Los chilenos, a su turno, mataban al yanqui que sorprendían aislado.
Una parte de ellos se agrupó en torno a Joaquín Murieta, cuyas hazañas han quedado legendarias. Según la tradición, los yanquis mataron a su hermano Carlos y a Carmela Félix, joven mexicana con la cual se había desposado. Murieta resolvió vengar el doble asesinato. Organizó una banda de aventureros y salteadores, formada por chilenos y mexicanos procedentes de Sonora y de la Baja California, la que, por la audacia y habilidad de sus golpes, se convirtió en el terror de la región. La suerte lo acompañó hasta 1853.
El poeta chileno Pablo Neruda publicó la obras Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta y utiliza licencia literaria para ampliar la falta de unanimidad sobre los orígenes de Murieta para crear un mártir de Chile robin Hood. Otra fuente afirma que el origen nacional de Murieta se cambió de México a Chile después de varios transcontinentales y traducidas reimpresiones.
Las noticias de los abusos de que eran víctimas los chilenos en California, comenzaron a llegar a Chile en 1849. En ellas se ocultaba las fechorías por nuestros connacionales y se referían con destellos espeluznantes los abusos y las réplicas yanquis. Los diarios tronaron contra la incuria del gobierno.
En la cámara se pidió el envió a San Francisco de la fragata "Chile", que no estaban en condiciones de navegar, a fin de que los hicieran respetar. El gobierno creyó más viable y prudente entenderse con el almirante ingles Harnby, quien accedió gustoso, para que repatriara, por cuenta del Estado, a los chilenos que quisieran regresar. En diciembre de 1849 largaba anclas en Valparaíso la fragata "Inconstant", procedente de California, trayendo a los únicos seis chilenos que quisieron repatriarse.
Se ha visto que solo volvió a Chile menos de la mitad de los aventureros que se embarcaron para California Es imposible decidir sobre la aproximación de este cálculo. De los restantes, los más murieron asesinados o víctimas de las fiebres palúdicas, otros se radicaron para siempre en California, y los restantes se esparcieron por el mundo, y, salvo raras excepciones, cerraron sus ojos lejos del suelo natal. Algunos de los extranjeros radicados en Valparaíso, como el carpintero Tomas Lick, y chilenos, como Juan Evangelista Reyes, hicieron en California grandes fortunas; pero casi todos los que tuvieron éxito se incorporaron definitivamente a la sociedad norteamericana.
https://es.wikipedia.org/wiki/Inmigración_chilena_en_California
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