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El vínculo secreto entre Egipto y América Parte 4

ruftata

Hij@'e Puta
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Alrededor de 1870, un alemán de diez años de edad llamado Hans Hoerbiger sacó la curiosa conclusión de que la luna y los planetas están cubiertas de una gruesa capa de hielo, que en el caso de la luna tiene un espesor de más de 200 kilómetros. Más adelante, cuando ya era ingeniero, vio el efecto del hierro fundido en el suelo anegado y sacó la conclusión de que alguna explosión parecida había causado el «big bang» que a su vez había creado el universo. Andando el tiempo, llegó a creer que la Tierra ha experimentado una serie de catástrofes violentas cuya causa ha sido la captura de una serie de «lunas». Según Hoerbiger, todos los cuerpos planetarios del sistema solar giran lentamente en espiral hacia el sol. Como se mueven con mayor rapidez que los grandes, los cuerpos pequeños pasan inevitablemente cerca de los planetas y son «capturados». Esto, según dijo, le ha pasado a nuestra Tierra por lo menos seis veces, y nuestra luna actual es sólo la más reciente de la serie. Una vez capturadas, las lunas giran en espiral en dirección a la Tierra hasta que se estrellan contra ella y causan cataclismos. La última fue capturada hace cosa de un cuarto de millón de años, y al acercarse, su gravedad hizo que toda el agua de la Tierra se acumulase en torno a su ecuador. Al hacerse más leve la gravedad, los hombres se convirtieron en gigantes… de ahí la cita bíblica sobre «gigantes en la Tierra». Finalmente se estrelló y liberó las aguas y éstas causaron grandes inundaciones, tales como se describen en la Biblia y en la epopeya de Gilgamés.El libro de Hoerbiger Glacial Cosmology (1912) causó sensación, aunque los astrónomos se rieron de él. Más adelante, los nazis lo aceptaron con entusiasmo y Hitler dijo que Hoerbiger era uno de los tres astrónomos más grandes del mundo, junto con Ptolomeo y Copérnico, y se propuso construir un observatorio en su honor.



Su discípulo Hans Schindler Bellamy, que era austríaco, continuó propagando sus teorías después de la muerte de Hoerbiger en 1931 , y dio todavía más importancia a los indicios de cataclismos terrestres. En el decenio de 1930 un psiquiatra ruso-judío llamado Immanuel Velikovsky se interesó por la historia antigua al leer Moisés y la religión monoteísta y otros escritos sobre judaísmo y antisemitismo , de Freud, donde el autor había propuesto que Moisés y el faraón Akenatón eran contemporáneos en vez de estar separados por un siglo, como creen los historiadores. Las investigaciones de Velikovsky le llevaron a sacar la conclusión de que gran parte de la datación de la historia antigua es completamente errónea. Velikovsky quedó convencido de que en un pasado lejano se había producido una gran catástrofe en la Tierra. Durante un tiempo creyó que la teoría de la «luna cautiva» de Hoerbiger podía ser correcta, pero finalmente la rechazó. Entonces encontró textos que parecían indicar que los astrónomos antiguos no mencionaban al planeta Venus antes del 2000 a. de C. ¿Era posible que dicho planeta no hubiera estado en su posición actual antes del segundo milenio a. de C.? Pero si Venus «nació», como parecían indicar muchos textos antiguos, ¿de dónde nació? Según Velikovsky, la mitología griega nos da la respuesta: Venus nació de la frente de Zeus, esto es, de Júpiter. Según Velikovsky, hacia el 1500 a. de C. alguna gran convulsión interna hizo que Júpiter vomitara un cometa ígneo que cayó hacia el sol. Se acercó a Marte y lo arrastró fuera de su órbita, luego pasó junto a la Tierra y causó las catástrofes que se describen en la Biblia y en muchos otros textos antiguos. Dio la vuelta al sol y regresó 52 años después, causando más catástrofes; luego quedó asentado como el planeta Venus.



Velikovsky llegó a esta conclusión leyendo cientos de textos antiguos, entre ellos muchos de la historia maya, basados en las obras de Brasseur. Los sacrificios sangrientos de los aztecas, que tanto horrorizaron a los españoles y que los citaron como excusa de las matanzas que perpetraron ellos, tenían por fin, según Velikovsky, impedir que se repitiera la catástrofe con un intervalo de 52 años. La obra de Velikovsky “Worlds in Collision” se vendió muchísimo desde el momento de su publicación en la primavera de 1950. Al hablar de la lluvia de sangre que se menciona en el Éxodo, «y habrá sangre en toda la tierra de Egipto», arguye que en realidad se trataba de un polvo o pigmento meteórico rojo y cita una docena de mitos y textos antiguos, entre ellos al sabio egipcio Ipuver, al Manuscrito Quiché de los mayas, tal como lo cita Brasseur, la Kalevala finlandesa, Plinio, Apolodoro y varios historiadores modernos. Aunque los científicos se burlaron de las ideas de Velikovsky, se apuntó algunos triunfos. Predi jo que Júpiter emitiría ondas de radio y resulto cierto. Predijo que el sol tendría un potente campo magnético y resultó cierto. Un crítico declaró que tal campo tendría que ser 10 elevado a la potencia de 19 voltios y, de hecho, ésta es la cifra que se ha calculado ahora. También sugirió que la proximidad de los cuerpos celestes hace que la Tierra invierta sus polos magnéticos, aunque todavía no se sabe cuál fue la causa de tales inversiones, nueve en los últimos 6,3 millones de años. Pero los científicos reconocen ahora que la explicación de Velikovsky podría ser la correcta. Sin embargo, apenas ha admitido el lector que Velikovsky parece saber mucho más que sus críticos, también tiene que admitir que la idea de que la caída de los muros de Jericó y la separación de las aguas del mar Rojo fueron causadas por el paso de un cometa es demasiéido inverosímil para tomársela en serio. Pero el pensamiento de Velikovsky es audaz y estimulante.



Donde no se le pueden poner objeciones a Velikovsky es en su premisa de que, en algún momento del pasado, hubo grandes catástrofes que convulsionaron la superficie de la Tierra y mataron a millones de personas y animales. En este sentido, quizá su obra más convincente sea la tercera de la serie, Earth in Upheaval, que es sencillamente una crónica de 300 páginas de las pruebas de que hubo grandes catástrofes y extinciones. De forma bastante parecida a aquel adversario de la ortodoxia científica que fue Charles Fort, Velikovsky se limitó a recopilar cientos de hechos extraños: por ejemplo, la Meseta de Columbia, la intrigante capa de lava de cerca de 52.000 kilómetros cuadrados de extensión y cerca de dos kilómetros de grueso, que cubre los estados septentrionales de Norteamérica entre las Montañas Rocosas y la costa del Pacífico. Luego menciona que en 1899, durante la perforación de un pozo artesiano en Nampa, estado de Idaho, se encontró una figurilla de barro cocido enterrada a cerca de 98 metros de profundidad en la lava. La intención de Velikovsky era probar que la inundación de lava ocurrió en los últimos miles de años, hacia el 1500 a. de C. Pero otra posible interpretación de sus datos es que la raza humana y la civilización podría ser mucho más antigua de lo que suponemos. De hecho, eso es exactamente lo que hace un notable libro titulado Forbidden Archaeology, de Michael A. Cremo y Richard L. Thompson , donde se arguye que la figurilla de Nampa se encontró en una capa y donde el plioceno da paso al pleistoceno, hace la friolera de unos dos millones de años. Al igual que Brasseur, Le Plongeon y Bellamy, Velikovsky habla del misterio de Tiahuanaco y del lago Titicaca, en los Andes. El Titicaca es el lago de agua dulce mayor del mundo, ya que tiene 222 kilómetros de longitud y, en algunos lugares, 112 de anchura.



En su obra Moon, Myth and Man, Bellamy escribe:” Es una lástima que los peruanos no hayan conservado ningún mito de los tiempos en que las aguas de la marea circundante (causada por la luna) se retiraron. Cerca del lago Titicaca encontramos un fenómeno muy interesante: una antigua ribera que está a casi 3.600 metros sobre el nivel del mar. Es fácil verificar que se trata de un antiguo litoral (costa) porque los depósitos calcáreos de algas han pintado una conspicua franja blanca sobre las rocas y porque hay conchas y guijarros esparcidos por el lugar. Lo que resulta todavía más notable es que en esta ribera se hallan situadas las ruinas ciclópeas de la ciudad de Tiahuanaco, restos enigmáticos que muestran cinco desem-barcaderos claramente definidos, puertos con malecones, etcétera, a la vez que un canal penetra mucho en el interior. La única explicación verosímil es que la ciudad estuvo otrora situada en las orillas de una marea circundante, porque a nadie le resulta fácil creer que los Andes hayan subido unos 3.600 metros desde que se fundó la ciudad”. Pero si rechazamos la creencia de Hoerbiger de que la luna se acercó tanto a la Tierra que causó una «marea circundante» permanente alrededor del ecuador, entonces sólo nos queda la otra explicación: que los Andes han subido más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. La presencia de varias especies marinas, entre los cuales hay caballitos de mar, en el lago Titicaca disipa toda duda de que en otro tiempo formó parte del mar. El problema del lago Titicaca y la ciudad de Tiahuanaco fue lo que atrajo a Graham Hancock a América del Sur en los comienzos de su búsqueda de indicios de que existió una civilización antigua miles de años antes del Egipto dinástico.
 
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