Walter Nelson
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Una profunda investigación periodística expone el conflicto entre la empresa minera Quiborax y la Corporación Nacional Forestal (Conaf), resaltando serias acusaciones de daño ambiental y controversias regulatorias en el precioso Salar de Surire, hogar de especies de flamencos en peligro.
En un desarrollo preocupante para la conservación ambiental y la regulación minera en Chile, una exhaustiva investigación llevada a cabo por Mongabay Latam y Ciper ha sacado a la luz una serie de conflictos entre la empresa minera Quiborax y la Corporación Nacional Forestal (Conaf), poniendo en riesgo no solo la biodiversidad única del Salar de Surire sino también suscribiendo interrogantes sobre la efectividad de las regulaciones ambientales en el país.
El Salar de Surire, situado en la región de Arica y Parinacota, ha sido un foco de tensión desde que la Conaf presentó una denuncia contra Quiborax, acusándola de intentar eludir la evaluación ambiental requerida por la ley. La investigación se desencadenó tras descubrirse que la empresa estaba incumpliendo una serie de restricciones ambientales, amenazando la supervivencia de tres especies de flamenco consideradas vulnerables o en peligro de extinción, lo que ha llevado a la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) a abrir un caso al respecto.
Quiborax, por su parte, ha negado rotundamente las acusaciones, argumentando malinterpretaciones de las normativas por parte de Conaf. Sin embargo, la publicación de más de un millón de correos electrónicos entre altos ejecutivos de la empresa ha proporcionado evidencia de un esfuerzo deliberado por flexibilizar las restricciones ambientales, permitiendo la extracción de minerales en áreas restringidas.
Además de los problemas regulatorios y ambientales, la zona aledaña al salar enfrenta serias preocupaciones de contaminación. La investigación documentó el hallazgo de cientos de botellas de plástico llenas de orina y otros desechos humanos, destacando la falta de infraestructura básica para los camioneros que trabajan en la región, lo que agrava la situación ambiental.
Los impactos de las operaciones de Quiborax en la fauna local han sido particularmente alarmantes. La reproducción de las tres especies de flamencos que habitan el salar ha sido interrumpida, una situación que expertos en conservación atribuyen en gran medida a las actividades mineras. La alteración del hábitat, la formación de lagunas artificiales y la extracción en áreas prohibidas son solo algunos de los factores que han contribuido a este grave problema.
Ciper da cuenta de la compleja red de relaciones entre Quiborax y ciertos funcionarios de Conaf también ha salido a la luz, con acusaciones de que acuerdos anteriores podrían haber facilitado las operaciones de la empresa en áreas restringidas. Estas revelaciones han llevado a la apertura de investigaciones internas dentro de Conaf para examinar la conducta de sus directivos.
Preocupación de las comunidades locales
La situación ha generado un amplio debate sobre el equilibrio entre la necesidad de desarrollo económico y la conservación ambiental. Mientras algunos residentes locales agradecen las oportunidades de empleo brindadas por Quiborax, otros expresan su profunda preocupación por los impactos ambientales negativos y la falta de participación en la toma de decisiones relacionadas con la explotación de sus tierras ancestrales.En respuesta a las crecientes presiones, la SMA y otros organismos reguladores han intensificado sus esfuerzos de fiscalización, y actualmente se está considerando la necesidad de que Quiborax someta sus operaciones a una evaluación ambiental completa. Esta medida, argumentan los defensores del medio ambiente, es crucial para garantizar que la explotación de recursos naturales se realice de manera sostenible y responsable, protegiendo tanto el patrimonio natural de Chile como los derechos de sus comunidades indígenas.
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