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Jorge baradit encara a los xenofóbos de Chile.

Un wn que escribe libros mediocres, no tiene relevancia, no hay que olvidar la violación que le hicieron historiadores al "trabajo" de este wn:

Historiadores versus Baradit. La pelea sobre la historia de Chile

Marcelo Casals Araya: Licenciado y Magister en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudiante de doctorado en Historia, University of Wisconsin-Madison.
Luis Thielemann Hernández: Licenciado y Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Estudiante de Doctorado en Historia, Universidad de Chile.
Andrés Estefane Jaramillo: Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Investigador del CEHIP – Universidad Adolfo Ibáñez; estudiante de Doctorado en Historia, Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook.
Andrés Baeza Ruz, historiador, Doctorando Estudios Latinoamericanos Universidad de Bristol

Baradit tiene una mentalidad conspirativa
Otro de los problemas de Historia secreta de Chile tiene que ver con la manera en que el autor se apropia del conocimiento socialmente producido. Solo así puede entenderse el hecho de que Baradit presente como hallazgos suyos cuestiones ya sabidas, porque están publicadas, y que son el fruto del trabajo silencioso, metódico, y a veces anónimo, de decenas de investigadores y ayudantes que han pasado fatigosas jornadas en archivos y bibliotecas verificando e hilvanando pistas, trazos y referencias sueltas que luego se convierten en los insumos con que se componen explicaciones satisfactorias. Ese saber que nos pertenece a todos porque todos lo hemos financiado, es hoy enajenado y privatizado mediante una alquimia que se desentiende de esas deudas y que lleva el agua a un molino donde solo brilla el interés personal. Por eso mismo, por el carácter colectivo de la construcción de conocimiento histórico, es que la disciplina ha validado mecanismos universalmente reconocidos para referenciar el trabajo de otros.
No es sólo una cuestión de ética profesional, tema de suyo ineludible, sino también una práctica de confiabilidad que permite al lector reconstruir las filiaciones de ese conocimiento que el historiador avanza. Se trata de un acto de honestidad intelectual ausente en el libro de Baradit y que tampoco repara en sus entrevistas o artículos de prensa. De hecho, en sus intervenciones escasean las citas a fuentes y trabajos historiográficos y eso nos lleva de vuelta a la condición de profeta que el autor se atribuye: como su relato se viste con los ropajes de la revelación, se torna innecesario comprobar su veracidad. Es lo que él mismo ha señalado al intentar explicar, de manera simplista, el interés que genera su obra: “hay interés por saber qué hay detrás del poder, saber lo que realmente ocurre, unas ansias de información veraz”. Sin mediación alguna, la condición de veracidad de su narrativa reposa únicamente en su carácter rupturista, en su divorcio de “lo oficial” y las oscuras tramas de “el poder”, o como quiera que él llame a ese misterioso juego de fuerzas capaz de engañar a todos, menos al profeta clarividente.

Baradit presenta como hallazgos suyos cuestiones ya sabidas
Lo curioso es que ni siquiera en su esfuerzo de revelación este trabajo resulta muy innovador. Si los culpables de la ceguera nacional son las elites empeñadas en blindar sus privilegios y las instituciones que los reproducen, se podría esperar que esta narrativa compensara dichas omisiones erigiendo una historia otra capaz de disputar la versión oficial. Pero eso no ocurre. Al contrario. Que para Baradit la historia siga siendo un asunto de elites se ve confirmado por el hecho de que sus revelaciones tienen como actores eminentes a las mismas elites. Si se concede el punto, gracias a su relato los lectores conocerían facetas desconocidas de esos grupos, pero el actor histórico por excelencia sigue siendo el mismo y lo estructural del relato “oficial” permanece intacto. Si invertimos el argumento, el pueblo como colectivo inteligente, el verdadero “negado” en la historia oficial, no protagoniza ninguno de los episodios baraditianos. En esa línea, parece que lo que realmente incomoda a Baradit no es el protagonismo elitario en la historia que él denuncia, como tampoco la secular invisibilización de los sectores subalternos, sino el desconocimiento de los detalles íntimos y poco graciosos de los mismos actores de siempre. Aunque desde cierto punto de vista sus impresiones puedan ubicarlo en una posición más progresista que la educación de la dictadura, su visión de la historia como una cuestión de elites lo sitúa en la retaguardia de la agenda de contenidos estudiados y enseñados por académicos y profesores desde hace al menos dos décadas.
Baradit desconoce la enseñanza de la historia
De lo anterior arranca otro asunto, no menos grave, y apunta a que el prestigio del libro y el autor se han forjado sobre la reproducción de un desdén corriente en estos días y que se cierne sobre el trabajo de los profesores. Su afán de “desclasificación” de la historia se sostiene, como hemos visto, en la ficción de que existiría un guión oculto que no ha visto la luz. Y aunque no lo afirme taxativamente, sus palabras siempre deslizan una cuota de esa responsabilidad en nuestros profesores, ya sea por incompetencia o complicidad. De hecho, en sus entrevistas es común escuchar referencias al carácter incompleto de “lo que se enseña en el colegio” junto a afirmaciones más atrevidas respecto al currículum, que no sería más que “una arenga de patriotismo”. El hecho de que el autor sea invitado a ofrecer charlas en colegios, como al parecer sucede, no invalida este punto. Si queremos ser rigurosos, se puede argumentar que ya en 1965 el currículum de historia era más vanguardista de lo que él cree. Si bien podríamos aceptar el argumento de que su propia educación lo expuso a un relato deslavado de la historia, ello no le autoriza a caricaturizar los importantes avances en materia curricular que se hicieron en 1996-98, 2005 y 2009 y que apuntaban precisamente hacia una historia de procesos, más problemática, compleja y crecientemente ajena a los delirios de patriotismo que alguna vez tuvieron nuestros programas. Incluso la reforma de 2013 –pese a todas sus falencias– tuvo la intención de conectar más estrechamente la historia de Chile con la historia mundial, insistiendo en que el país apareciera como actor y no como mero receptáculo de los procesos globales. Todos estos antecedentes, que presentamos aquí en el trazo grueso, reflejan que Baradit interviene desde un preocupante desconocimiento de lo que ha sido la enseñanza de la historia en las últimas décadas.
Baradit cree que hay deliberado ocultamiento
Veamos un ejemplo. En la introducción a su libro, Baradit plantea una serie de preguntas bajo la lógica de “cuándo se enseñará” esto o aquello. Vale decir, el problema de la enseñanza se reduciría a que hay varias “historias” que no se han estudiado debido a un plan deliberado de ocultamiento. Lo que él busca, entonces, es sacarlas a la luz para que la historia quede “completa”. Con ese tipo de razonamiento, que podría desestabilizarse desde diversos frentes, Baradit se sitúa en el paradigma contenidista y prescriptivo de la enseñanza de la historia, que se traduce en la definición de una serie de materias que deben ser enseñadas en el aula sin justificación alguna. Dicha visión, como se puede intuir, deja poco espacio a la autonomía tanto del docente como del estudiante, lo que atentaría contra el desarrollo de habilidades de “pensamiento histórico”, que hoy se consideran más relevantes y complejas que el tradicional “análisis de fuentes”. Es más, la tendencia actual se mueve en sentido inverso, es decir, hacia un currículum “mínimo” que prescriba solo “trazos anchos” de la historia a modo de objetivos de aprendizaje y con fuerte énfasis en el desarrollo de habilidades. Por ende, no es tarea del currículum prescribir un objetivo que apunte a, por ejemplo, saber los nombres de los ejecutados en la Matanza del Seguro Obrero. El abordaje de un asunto así de específico solo va a depender de que un profesor lo estime relevante en función de una reflexión particular. En definitiva, si se descarta el tratamiento de ese episodio con ese nivel de detalle, ello se debe a que no reviste importancia en el marco de aprendizajes de mayor alcance.
Baradit banaliza el trabajo de profesionales de la historia
En suma, y a pesar de lo que las estrategias de marketing aconsejen decir, la historia que hoy se aprende en los colegios está lejos de la cantinela patriotera del ayer y de las conspiraciones de última hora que Baradit se propone desbaratar. Asimismo, decir que los “libros de historia son manuales motivacionales donde tienes que verte lindo” es derechamente banalizar y desacreditar el trabajo serio y ponderado de profesionales de la historia y la educación que durante décadas han participado en el mejoramiento de nuestros todavía perfectibles currículos y textos de estudio. Por lo pronto, sería prudente que en la promoción de la segunda entrega el autor se muestre algo más respetuoso del trabajo ajeno, en especial de la labor de nuestros docentes, esos que se desempeñan en el ingrato sistema educacional y que, nos consta, entregan un conocimiento más actualizado, complejo y de un rendimiento cívico superior a las fantasías pretéritas en las que viven los críticos de turno.
La narrativa de Baradit es una pegatina de anécdotas desestructuradas
En primer lugar conviene aclarar que esto no se trata de defender las prerrogativas gremiales de los historiadores sobre su oficio. Se ha dicho que la historia es un asunto demasiado serio como para dejarla en manos de los historiadores. Tampoco se trata de desacreditar a la historia de divulgación como género. Cuando esos libros están bien armados, ofrecen síntesis valiosas de largas investigaciones académicas que en otras condiciones jamás llegarían a nuevos públicos. Lo valioso es que desde ahí contribuyen a la circulación y difusión de conocimiento especializado que por lo general se financia con el erario común. Ahora, cuando además esos libros están bien escritos, combinan lo anterior con la transmisión de saberes que moldean un sentido crítico de la realidad. Eso es precisamente lo que no sucede con el trabajo de Baradit. Su narrativa –una pegatina de anécdotas desestructuradas– instala una visión de los acontecimientos que divorcia a los lectores de una interpretación compleja de la realidad. Los deja más solos y empobrecidos de lo que estaban antes de leer el libro. Eso se debe en parte a la manía del autor de querer ungirse como un nuevo profeta de la historia, uno que iluminará a los ignorantes administrando sabiamente el develamiento de sus “secretos”. Una lectura de este tipo trasunta un carácter seudo-crítico de la historia, uno que al basarse en la mentalidad de la conspiración reduce la complejidad del conflicto social a una cuestión de verdades ocultas o versiones parciales que los conspiradores quieren mantener lejos del vulgo y que el profeta-liberador se encarga de desclasificar. La lógica que subyace a Baradit desfavorece así la función crítica del conocimiento histórico, función que ha sido la inspiración del trabajo de investigadores, profesores y maestros que han formado parte de la profesionalización de la disciplina desde hace ya varias décadas.

:idolo: Escribir libros sin fuentes :lol2:
 
Insisto es la moda hablar de las lacras qlias y brindarles un apoyo porque vienen "a aportar", me detengo aquí, si justo aqui, en este par de palabras que mas se utiliza sobre la inmigraciónen en todos los medios que, sin embargo, nadie es capaz de entregar un argumento con una base solida y claro que no lo tienen, porque no hay nada que pueda sustentar esto.

Sin ser alarmistas, pronto en un mediano plazo, puede haber un estallido social, que podría llegar a una guerra civil entre mandriles y ciudadanos chilenos.

Chile país importador de pobreza, delincuencia, asesinos, putas, narcos, arepas, prestamistas (gota a gota), sida, tuberculosis, etc.

Estoy chato de la podredumbre, váyanse negros qliaos.

Baradit deja de hablar weas y ven a sacarme el quesillo de la callampa.
 
[...]
“Estoy cabreado del trato imbécil que le damos a los inmigrantes y gente de distintas etnias (…) Somos un país parche, somos un país Frankenstein, llevamos 200 años armándonos con turcos, árabes, españoles, mapuches, ¿y nos ponemos pitucos frente a los haitianos?”, dijo.[...]
Es re fácil pedir que llegue gente si no la ve.
Sería más consecuente que ofreciera hospedar a turistas permanentes en dormitorios de su casa o en carpas en el patio.

Claro que varios llegan arrancando de sus países basura, pero deberían tener un poco de autocrítica y revisar si fue por culpa de ellos que la situación llegara a tal punto de inseguridad y pobreza que tengan que arrancar, llegando a trabajar de meseros y de aseo por una mierda de plata, que los lleva a vivir hacinados. Y eso los llevará a hacer guettos y micro ambientes que generarán el mismo país basura del que arrancaron, replicándolo para todos nosotros.

Si vienen de a uno o dos, y los filtran, alcanzarían a adaptarse a nuestra cultura, pero si llegan por toneladas no se adaptarán a nada porque simplemente transplantan un pueblo entero.
 
Venia a putear y voy viendo los comentarios del video y qué weá tan linda cómo putean al wn, hasta llegué a pensar que todos los comentarios eran dignos de la elite de este foro <3
 
Si ps habla de los extranjeros que hicieron algo por el país al que llegaron, pero no habla de los parásitos qliaos que vienen a aprovecharse, al igual que el chileno lanza internacional que va a parasitar a europa, acaso será capaz de defenderlo tan elocuentemente?...

Progres de cartón
Iba a leer tu libro ctm pero chao prefiero leer a un historiador facho...
 
Baradit...
garces-ctm.gif
 
maravilloso que muchos ya están tomando conciencia del nulo aporte de gran cantidad de inmigrantes :clapclap:
me di cuenta al ver los comentarios
 
¿Y por que existitirian batallones de negros? si el esclavo negro era un bien de lujo por el alto costo que significaba traerlo... ademas eran destinados a labores domesticas donde no recibieran demasiado maltrato (a diferencia de Brasil, o EEUU). En ese tiempo la poblacion negra era infima... por eso Chile ni siquiera se calentó en discutir la abolicion de esclavitud (siendo de los primeros que llevó a acabo este proceso). No repercutía ni perjudicaba su sistema economico...

Y si realmente existió ese batallón... lo mas probable es que haya sido por mera voluntad del amo... nada mas...
 
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