Yo 22 ella 19, antes había hueveado con otras minas pero nada serio, recuerdo que cuando tenía 19 conocí a una pendeja por esas weas de chats grupales por mensajería de texto y la culiá me dijo que tenía 17 y a punto de cumplir 18, cuando nos juntamos extrañamente lo hicimos cerca de un colegio. Hoy pasa por anécdota entre mis pares pues casi termino cantando el tema de Sexual Democracia: Tenía 13 años. Maraca culiá, la despaché ese mismo día, claro que a las semanas me fue a huevear a mi casa, tuve que llamar a su vieja (no me pregunten como mierda me conseguí el número, pero en ese entonces las pendejas no cachaban que debían ir al baño con el celular), cuento corto, la mamá me amenazó con los tios de la PDI y yo a lo choro la desafié y le dije que fuera, pero que yo iría con unas hojitas impresas que no creo que a ella le habría gustado leer (Pendeja culiá mas wena pa la tula nunca había visto, tenía a varios weones de perkines, por suerte no caí. Aunque tenía el cuerpazo).
Volviendo a la niña de 19 (100% real, no fake, fav) con ella fue distinto todo, duramos 4 años, eramos muy cómplices, salíamos donde queríamos, en la cama era normal, fuí romántico con ella, también ella conmigo, terminamos porque la relación se desgastó luego de 4 años, yo me puse weon, me picó el bicho de descubrir cosas nuevas a nivel laboral y profesional, lo que me hacía dejarla de lado, al punto de que sus llamados me cansaban en ocasiones, de hecho ella sabe que soy antronero y ella también lo fue en su momento, con la condición de que jamás hueveáramos acá. Veíamos las peleas de varias parejas de antronianos (en ese entonces habían varias, dense una vuelta por Happy Retard) y nos daba vergüenza ajena, hace poco me enteré de que fue mamá, me emocionó la noticia pues ella quería tener un bebé, aun recuerdo cuando andábamos con la pálida porque tenía atraso, yo sólo atiné a abrazarla y hacerla sentir que sola no iba a estar, aunque por dentro se me venían miles de preocupaciones a la mente.
Ella vivía en el campo y teníamos arranques hacia la precordillera, caminabamos haaaaaaaaarto, nos proyectábamos, pero chocabamos con la ciudad donde vivir. Al final aprendí la lección de un cipadrito: No proyectarse, no idealizar y sólo vivir.
Me emocioné.