La sociedad abierta no acepta ningún tipo de poder ilimitado, por eso es un gran alegato en contra del autoritarismo, ni la libertad misma puede ser ilimitada porque trae consigo su degeneración, que es el libertinaje, que es una libertad ilimitada que viola la libertad de otras personas. Por ejemplo, los movimientos de mis puños no pueden chocar contra el rostro de otra persona sin justificación alguna, libertad y responsabilidad van de la mano. De la misma manera, no se puede ser tolerante con los intolerantes.
¿Pero quiénes son los intolerantes? Podemos inferir del escrito de Popper que los intolerantes responden con puños y armas cualquier argumento, hacen uso de la violencia para atacar las ideas contrarias, su principal objetivo no es refutar las ideas mismas, sino destruir al portador de las ideas. Esta concepción es básica y fundamental para tratar de comprender qué se debe o no aceptar en nombre de la tolerancia. Por ejemplo, no podríamos llamar intolerante al cristiano, ateo o agnóstico que crítica las causas y consecuencias de la perniciosa ideología de género con argumentos e ideas, menos aún penalizar su conducta calificándola de intolerante, anulando la libertad de expresión y pensamiento por privilegios y discriminación positiva a favor de un sector. De esta forma no se permite la discusión abierta en orden del margen racional y se tiende a silenciar con medidas punitivas de lo políticamente correcto las posturas contrarias; pero en contrapartida, poco a nada se hace en nombre de la tolerancia y la sociedad abierta, contra ciertas posiciones de un grupo fundamentalista y radical del islamismo que actúa mediante la incitación del homicidio, persecución, secuestro, tráfico de esclavos, usos de armas, terrorismo, violación, etc.
Entonces, la delimitación de la tolerancia está relacionada con la defensa de las ideas de manera racional frente al uso y apelación de la violencia y de las armas para destruir al portador de las ideas contrarias.