La yohimbina es un alcaloide hallado en la corteza de árboles de la familia Rubaceae (Pausinystalia yohimbe), y se utiliza en el deseo sexual hipoactivo. Pero la yumbina, como la conocemos en Chile, se refiere también a un compuesto utilizado por los veterinarios para estimular la "cruza" del ganado.
En humanos, los anuarios farmacológicos y consultas a especialistas dirigen este producto al consumo masculino y su gran efecto consiste en mejorar la erección y la excitación viril, aunque su acción es más débil que la del sildenafil (viagra). El infalible poder afrodisíaco de la yumbina es, duele reconocerlo, una simple fantasía de adolescencia.
Cómo no traer a la memoria los detalles de la trágica muerte de una chica y su desesperada preformance junto a la palanca de cambios tras haber consumido la mentada sustancia. Este hecho es constatado por la imaginería urbana desde Arica a Punta Arenas, con algunas modificaciones locales y adaptaciones que traspasan fronteras. He comentado el incidente con un amigo argentino que asegura que el mito es porteño, ¿viste?.
Lo cierto es que, en las mujeres, el efecto es un simple vasodilatador, a veces causante de cefaleas, temblores, escalofríos o aumento de la tensión arterial y somnolencia. Que quede claro que no es la panacea para obtener la gloria del perdedor virgen ni tampoco transforma a la mojigata en pantera, ni a la frígida en striper.
Ya desde la pubertad hemos escuchado de las propiedades erógeno- excitantes de la yumbina y desde niños habíamos planeado instancias para intoxicar con esta sustancia a una nínfula que abriría sus piernas para dejar pasar, admitir e inaugurar nuestros ansiosos penes. Pero -¡oh mito, pariente de la falacia y lo improbable!- lo más factible era que la chica te pidiera que la llevaras a una cama...después de haber vomitado hasta el alma. El mito debe ser derrumbado, por muy deseosa que esté una mujer, ésta, no necesariamente acepta el contacto. En cambio nosotros, con tal de bajar un calzón ofrecemos hasta matrimonio.