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Sociología presenta: La debacle de BastiMapache, PipeHenriquezO y huachacomunista [Continuacion]

Estado
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Las grietas en tu cuerpo

Por: Arturo Subercaseaux

hace 6 horas


Her logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.


No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta “inspiradora” de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros

José Alfredo Fuentes:

https://www.latercera.com/la-tercer...-cuerpo/567947/amp/?__twitter_impression=true

(No regale visitas)


Al weon que le dan tribuna :nonono:
 
Las grietas en tu cuerpo

Por: Arturo Subercaseaux

hace 6 horas


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No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta “inspiradora” de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros

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Las grietas en tu cuerpo

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No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta “inspiradora” de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros

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Al weon que le dan tribuna :nonono:
Iba a colocar un video de como los gruñen los chanchos como el wea del suberchurrasco pero como me los censuró YouTube no lo pude colocar en este tema




Así que entiende CHANCHO CONCHESUMADRE PICAO A CUICO Y ASPIRACIONALIDAD ERES UN CHANCHO POR DONDE TE MIRES SOLO UN CHANCHO ASQUEROSO COMO VOS SUBERCASEAUX RENIEGA DE SUS APELLIDOS ORIGINALES CHANCHO CONCHESUMADRE
 
Última edición:
Es sano bajar esa cantidad de peso en tres meses?

Algun Mystery que nos ayude por aca , por favor? :orejon:

Depende de como sea, yo por ejemplo bajé como 20 kilos en 2 meses y mi salud era excelente, porque mejoré mis habitos alimenticios, hice ejercicio y dejé el azucar ahí bajas rapidamente de peso pero no quedas como esqueleto mas bien quedas con un cuerpo normal, suberchurrasco bajó a la mala , se nota por su aspecto físico demacrado como si estuviera enfermo.
 
Depende de como sea, yo por ejemplo bajé como 20 kilos en 2 meses y mi salud era excelente, porque mejoré mis habitos alimenticios, hice ejercicio y dejé el azucar ahí bajas rapidamente de peso pero no quedas como esqueleto mas bien quedas con un cuerpo normal, suberchurrasco bajó a la mala , se nota por su aspecto físico demacrado como si estuviera enfermo.
Yo hice la misma cuestión y baje 40k en 5 meses y de salud estoy excelente. Pase de un imc de casi 37 a uno de 22.5
 
no sabía donde dejar esta weá...

156zodv.jpg


:qloco:
Extraído de exposición en Argentina "Para Todes Tode"

3535pvb.jpg
 
Muy bonito y todo, pero ya que anda en la parada de sinceridad, mejor que cuente los motivos del cambio de apellido :menani:

Las grietas en tu cuerpo

Por: Arturo Subercaseaux

hace 6 horas


Her logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.


No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta “inspiradora” de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros

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No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta “inspiradora” de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros

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Al weon que le dan tribuna :nonono:

Un par de cosas no me cuadran, lógico, es Suberchurrasco. El texto es una alumbrada bien fleta de su baja de peso. Está claro que le duele esa foto con el bofe de un sapo con paperas y como el personaje este es vanidoso, se pegó la bajada de peso para salir mejor en las fotos. El tema es que no se ve saludable, parece enfermo de silicosis.

Me carga cuando estas mierdas usan anglicismos de moda: body positivity, fat shaming, etc. Entienda mijo que usted es chileno, su papá es Carrasco y usted también. Por mas Subercaseaux Cooper que se ponga y quiera travestear su certificado de nacimiento es Carrasco y debería estar orgulloso de su familia. Por mucho que trate de hablar como cuico, vive en Las Rejas y come tallarines con salsa como todos nosotros.

Amiguito, como sabemos que se da vueltas para acá, entienda que su origen no nos importa. Es la necesidad de figurar y aparentar lo que nos motiva a no bajarlo de la pichulita. Huevee lo que quiera, amenace y patalee, que el foro no olvida.

"Las grietas en tu cuerpo"... si quedaste con estrías acéptalas como hombre no mas, nada de andar llorando como mariquita.
 
Las grietas en tu cuerpo

Por: Arturo Subercaseaux

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No suelo escribir sobre mi vida privada pero dicen que para escribir bien debes escribir sobre lo que sabes. Bueno, esto sí sé: tal como miles de personas, hemos vivido prisioneros de expectativas irreales de belleza y de la desmoralización que conlleva no encajar. Crecí siendo un niño más bien gordo y estudioso, por lo que las burlas eran comunes. Saliendo del colegio bajé 16 kilos en 2-3 meses de formas poco saludables, que años más tarde serían subidos con creces por la ansiedad del examen de grado. Adelantando a 2018, el participar en una entrevista en TV, pesando casi 90 kilos, me expuso a un fuerte fat-shaming en Twitter. Aunque la mayoría me eran indiferentes, con el tiempo el recordatorio permanente va desgastando, creando grietas en tu cuerpo.

Hoy, acompañado de un nutricionista muy comprometido y actividad deportiva, he logrado bajar 22 kilos en tres meses, y aunque el cambio físico es muy notorio, lo es más cuando el cómo te sientes por dentro se refleja por fuera. Pero esta vez fue distinto: no lo hice porque buscara la aceptación de otros sino por mí mismo, por la salud, por atreverse a quererse un poquito más.

¿Por qué cuento esto?

Según el último informe de la FAO vivimos en el segundo país OCDE con los mayores índices de obesidad y sobrepeso en adultos, 34% y 63% respectivamente. Le llaman la pandemia del siglo XXI y más allá de la presión y los sacrificios personales por bajar de peso, es un verdadero problema de salud pública: los altísimos porcentajes de malnutrición por exceso, causados principalmente por alimentación poco saludable y sedentarismo, se manifestarán luego en el alto costo fiscal de enfermedades cardíacas, diabetes, hipertensión, etc.

Una alimentación saludable, y particularmente el acceso a ayuda profesional, no debería ser un privilegio reservado para quien pueda pagarlo, sino entender la alimentación más allá de una decisión personal, como asunto de salud pública. Favorece los procesos de aprendizaje y el desempeño laboral, previene enfermedades, y en general eleva la calidad de vida de las personas, pero estamos constantemente bombardeados por publicidad de productos ultraprocesados, más asequibles que otras comidas más sanas. No resolveremos el problema si no hablamos desde lo público: la salud mental, la calidad e inocuidad de los alimentos, de educación nutricional en los colegios o del acceso a profesionales de la nutrición. Mal que mal, existe un déficit del 57% de nutricionistas en el sector público, afectando la salud de quienes no podrán acceder a ellos o que deben conformarse con consultas de 20-30 minutos con profesionales sobreexigidos.

No pretendo sermonear a nadie por cómo viva su vida o su propio cuerpo. En la diversidad de lo que somos, desde etiquetas sobre ser flaco o gordo invisibilizamos que todos funcionamos de manera distinta: mientras algunos podrán ser flacos naturalmente o llevar estilos de vida saludables sin gran esfuerzo, otros podrán probar cuanta dieta nueva haga carrusel en los matinales o seguir cuanta cuenta “inspiradora” de Instagram sin mayor resultado, y rendirse en el camino. Nada cambiará que para vivir en un estado equilibrado de salud es fundamental, aunque suene cliché, aceptarse uno mismo, con todas las imperfecciones que haya en la geografía de nuestro cuerpo, y quererse. Entender que el cuerpo no pertenece a nadie más que uno mismo y que nadie tiene por qué sentirse discriminado o maltratado en su propia piel. A la sociedad podemos pedirle aceptación y respeto por nuestras imperfecciones, body positivity todo el rato, pero está en cada uno el apreciar y correr los límites de lo que somos capaces. Que nadie se adjudique el derecho a definir o juzgar quiénes somos, cómo vivimos o cómo nos sentimos, ni dejemos que palabras malintencionadas sigan abriendo grietas en nosotros

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Al weon que le dan tribuna :nonono:
Leer un papiro escrito por ese weon??

:risa:
 
Entrenando mañana y tarde con una dieta estricta.
Aunque por la definición física y faciales del estimado, tiene pinta de bypass gastrico. No se ve de una persona que bajo entrenando.

el qliao pasa con la raja metida en twitter todo el día. Ni cagando va a entrenar siqueira 1/2 hora a la semana.
 
Sisteritos, creo que no es necesario gastar megas en pitearse a don mastodonte con falda. Mi pronóstico hace unas 400 páginas atrás es que cuando el Sr. Valdés se pelee con la polole y terminen, va a trascender que hubo violencia mínimo psicológica, en la relación. Recuerden que estos esperpentos que no se aceptan suelen ser violentos y tóxicos. Ese chanchito se va cocinar en su propia salsa con bigotes.

Como no va a ser necesario, si el señor Valdés esta a solo un paso de ocupar un puesto junto a florcita motuda y la señorita Orsini. Sólo es cuestión de tiempo.

El deber del forazo es evitar que eso ocurra.
Esta vez, discrepo con usted.


Con el desclasado señor suberchurrasco, corre la misma suerte.

Ni imaginar como nos lamentariamos si este par de engendros llegase al Parlamento.
 
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