"No disparen, soy el Che", dijo el combatiente argentino cuando la patrulla que comandaba el entonces capitán Prado se acercaba a un objetivo guerrillero en la
selva boliviana, según recuerda haber escuchado claramente el ahora general retirado. Los militares no dispararon, y el Che salió entonces de entre la maleza."Yo valgo más vivo que muerto", le dijo Guevara a Prado cuando este lo conducía hacia La Higuera, un pueblo ubicado a 155 kilómetros al sur de Santa Cruz donde al día siguiente iba a ser ejecutado por orden del gobierno boliviano. "Estaba muy deprimido y preocupado por su futuro", señala el militar, de 68 años.
"Siempre me preguntan: ‘¿Y qué sintió cuando se vio frente al Che?’, como si yo fuera a decir: "Guau, aquí me encontré frente a Superman... sentí pena, me daba lástima". Agregó que el ahora icono de la revolución cubana e inspirador de movimientos revolucionarios en América Latina era "un hombre sucio, desgreñado, vestido en harapos, hambriento, enfermo... No era la figura del guerrillero heroico, no era para imponer ni temor ni nada, sino simplemente lástima", prosigue.
Ahora, desde la silla de ruedas en que se moviliza, tras un accidente hace 26 años, sostiene que "el Che fue engañado por (Fidel) Castro" y que "no tenía dónde ir". Dijo que esa conclusión a la que llegó en esa época "fue confirmada por Benigno y otras fuentes".Para Prado, "el Che Guevara no tenía dónde ir, le habían cerrado las puertas de Cuba, también le cerraron sus puertas otros países comunistas... así que tuvo que quedarse aquí hasta morir, abandonado, traicionado. Esa es la realidad, y todos lo que le rinden honores ahora son los que lo abandonaron, lo traicionaron", sostiene.