opinante21
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Ante la arremetida de la izquierda estatista en los temas nacionales nacen nuevos movimientos que dicen representar el nuevo liberalismo chileno :
Amplitud liderada por Karla Rubilar; Evopoli liderada por Felipe Kast ; Fuerza Pública liderada por Andrés Velasco y Red Liberal liderada por Cristóbal Bellolio.
Si bien todas se dicen liberales , la etiqueta no deja de ser controvertida : "El ex presidenciable Andrés Velasco sostuvo recientemente que los liberales de derecha no eran propiamente liberales y que se “vestían con ropajes ajenos” al apropiarse del concepto. Reafirmó así la identidad centroizquierdista de su proyecto. El diputado electo Felipe Kast recogió el guante respondiendo que “las ideas de libertad son propias de la derecha”, añadiendo que es Velasco quien equivoca el camino al insistir en la convivencia con la Nueva Mayoría"
Bellolio crea el tema y expresa cuales deberían ser los principios comunes de esta corriente tan amplia para algunos y tan manoseada para otros tantos:
1. La presunción a favor de la libertad
"El corazón de la doctrina liberal es el individualismo normativo. Las personas tienen derecho a llevar adelante sus proyectos de vida de acuerdo a sus propias evaluaciones morales. Por tanto, el poder político debe justificar cada una de sus intervenciones. Los liberales operan mentalmente con una especie de presunción permanente a favor de la libertad. Esto no significa que la libertad individual prevalezca en todos los escenarios; significa que el Estado debe esgrimir buenas razones para restringirla o limitarla. El daño a terceras personas es el ejemplo prototípico. Pero bien puede haber otras buenas justificaciones –necesidades de coordinación, aseguramiento de bienes públicos, atender las demandas de la justicia social, etcétera. "----"
2. Mercado y desigualdad
El liberalismo contemporáneo –a diferencia del clásico– se toma muy en serio el problema de la desigualdad. La libertad formal o el derecho a elegir, se ha dicho, pierde parte importante de su valor cuando las alternativas están severamente restringidas por la condición social de la persona que aspira a ejercerla. Al respecto hay dos consideraciones relevantes que debieran estar en el piso básico de un diálogo liberal en Chile....."
"....Los esfuerzos de las instituciones del Estado deben, por tanto, estar volcados a atenuar esas diferencias que no tienen nada que ver con el mérito o el esfuerzo. Por eso, sería extraño que un liberal prefiriera destinar recursos a financiar la educación universitaria antes que hacerse cargo agresivamente de la educación primaria y preescolar
Lo segundo es que los liberales siguen siendo entusiastas del libre mercado y no debiesen caer en la demonización generalizada del lucro cuando actúa como legítimo incentivo fuera del ámbito público......
"los liberales prefieren el mercado porque funciona mejor que sus alternativas como mecanismo de traspaso de información y conocimiento. Y, finalmente, porque las personas tienen derecho a disponer de sus bienes como estimen conveniente. La debida y exigente regulación de los mercados es totalmente consistente con los objetivos descritos.".....
3. Dios y Patria
.......Primero, los grupos que quieran participar de esta conversación entre liberales tienen que comprender a cabalidad las exigencias de una auténtica separación de esferas entre la política y la religión. Lo menciono explícitamente dado que el Presidente Piñera ha sido negligente al respecto y algunos de estos movimientos pueden verlo como líder natural. Segundo, es imperativa una apertura al mundo –y a la región– que conecte con la mejor versión de la aspiración cosmopolita liberal. Valorar lo nuestro no puede significar nacionalismo trasnochado ni chauvinismo proteccionista. Tercero, desde la vereda del soñar no cuesta nada, labrar un ethos identitario que nos caracterice por participar en política evaluando rigurosamente la evidencia y cambiando de opinión si así lo exige la fuerza de los argumentos y la honestidad intelectual...........
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Respuesta de Jorge Goméz:
En un interesante artículo, Cristóbal Bellolio plantea una serie de respuestas para despejar las dudas en torno a qué sería un proyecto liberal en Chile y sus mínimos teóricos y programáticos.
Quisiera hacer algunas observaciones y aportar al debate.
El liberalismo es metodológicamente individualista, es decir, rechaza concepciones orgánicas y colectivistas de la sociedad. Esto –contrario a lo que erróneamente se cree– no significa concebir a individuos constituidos por sí solos o atomizados y aislados sin lazos con otros, sino sujetos que ejercen su voluntad de manera autónoma con respecto a otros.
....."Como cada persona es dueña de su voluntad y su cuerpo, y por tanto un fin en sí, nadie, ni un rey, ni un líder supremo, ni un grupo de sujetos, ni siquiera una mayoría –ni siquiera en nombre del Estado o dios o lo que sea– puede someterlo ya sea para obligarlo a actuar o pensar de una manera dada.
...."En ese sentido, contrario a lo que dice Cristóbal Bellolio, la libertad individual siempre debe prevalecer, salvo cuando un sujeto agrede física o psicológicamente a otro, transgrediendo con ello su inherente dignidad. Y es que justificar su vulneración sobre la base de cuestiones ambiguas, como necesidades de coordinación o demandas de justicia social, podría dar paso a la violación de la libertad personal de manera amplia. Ni siquiera el “salvar la democracia” justificaría la ambigüedad de “ciertas restricciones instrumentales de la libertad”
............"Hoy muchos liberales contemporáneos atacan a la libertad en pro de la igualdad, olvidando que muchasposiciones asimétricas y desigualdades no tienen su origen en el ejercicio de la libertad, sino en el privilegio surgido al alero del poder político, muchas veces camuflado de regulaciones estatales en los mercados.
El mercantilismo económico moderno, tan vigente a nivel mundial, es un ejemplo claro de aquello, y sin duda conlleva formas injustas de desigualdad al inhibir la libre competencia cuando el poder político favorece a ciertos grupos corporativos o de interés mediante leyes, barreras de entrada, concesiones o transferencias de propiedad de dudosa justicia.
En el ámbito político chileno también existe una serie de barreras de entrada que inhibe la libre competencia democrática, y propicia estructuras oligárquicas, elitistas y de castas en todo el espectro político partidario, que todo liberal debería cuestionar.
.......................-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Replica de Bellolio:
"La mayoría de los argumentos que expresa son idénticos a los míos, incluso literalmente. Sin embargo discrepamos en una cuestión relevante y Gómez hace bien en resaltarla: mientras yo afirmo que la libertad tiene prioridad pero puede ser restringida cuando la sociedad elabora justificaciones a la altura, Gómez señala que la libertad individual debe prevalecer siempre (salvo por cierto en caso de afectación de derechos de terceros). La columna de Jorge Gómez es oportuna para ilustrar la humilde escaramuza intelectual que dos auténticos bandos -liberales versus libertarios- suelen revivir cada cierto tiempo a través de las redes sociales.
Los liberales coinciden en muchas cosas con los libertarios. Ambos creen, entre otras cosas, que el poder político no tiene autoridad para imponer sus criterios sobre lo que constituye una vida moralmente buena. Pero la teoría liberal contemporánea –desde Rawls en adelante- se toma muy en serio el problema de la justicia: cómo las condiciones de partida son determinantes en la distribución de recompensas sociales que no pueden justificadas apelando al mérito. Por ello se les llama también liberal-igualitarios: son liberales que creen que las sociedades justas tienen una cierta obligación de redistribuir recursos y oportunidades. Al hacerlo, inevitablemente afectan la libertad individual de las personas. En esto seguimos a sir Isaiah Berlin -uno de los liberales más notables del siglo XX- que sostenía que la libertad individual no siempre es la primera necesidad de todo el mundo. Hay veces en las cuales las urgencias de pan, techo y abrigo son más acuciantes. Esto no implica desplazar a la libertad de su prioridad. Significa reconocer la existencia de otros valores normativos –igualdad, solidaridad, paz social- que también merecen consideración en el arte de gobernar.
Los libertarios no aceptan esta conclusión. Nozick decía que los impuestos equivalían a trabajos forzados. Murray Rothbard, otro héroe anarco-capitalista, famosamente señaló que la tributación no era más que un robo institucionalizado a gran escala. Los liberales se distancian de los libertarios en este punto: nosotros creemos que la estructura tributaria es legítima en la medida que contribuya a la provisión de ciertos bienes públicos democráticamente acordados –educación, salud, vivienda- que nos permitan satisfacer condiciones básicas para que la competencia posterior tenga lugar en escenarios menos asimétricos y predeterminados por la suerte. En su columna, Jorge Gómez también se opone a que el gobierno limite ciertas libertades por motivos de coordinación. Lamentablemente no tenemos otra opción si queremos vivir en sociedades más o menos ordenadas. Las personas son limitadas en su libertad negativa cada vez que se les obliga a conducir por la derecha, por ejemplo. Lo relevante es que las libertades individuales restringidas en estos casos sean de entidad menor. Las libertades básicas tienen un tratamiento mucho más delicado y preferente. Para eso los países civilizados establecen cartas de derechos o garantías constitucionales fundamentales.
En resumen, Gómez está representando con autoridad a la posición libertaria y su crítica no toca realmente al liberalismo-igualitario. La mala noticia para sus seguidores es la siguiente: si en Latinoamérica ya es difícil configurar un proyecto político –ideológico y electoral- de corte liberal, articular uno en torno a las ideas del libertarianismo es básicamente fantasioso. Los pocos libertarios que existen están en las bibliotecas –o participando del debate público como activamente lo hace Axel Káiser- y no en los Parlamentos. Finalmente, si alguien realmente cree que Evopoli –desde donde Felipe Kast ha hecho una defensa conceptual y normativa de la idea de libertad “social”- o Amplitud –desde donde Lily Pérez seguirá cuestionando el lucro- son espacios políticos idóneos para el pensamiento libertario, le recomendaría revisar sus premisas teóricas. Agradezco a Jorge Gómez su respuesta, pero me temo que sus buenas intenciones no bastan para contribuir a delinear el mínimo común que requiere el liberalismo chileno.
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Conclusiones :
1.El mínimo común liberal, según Bellolio,se acerca más bien a las ideas de las socialdemocracia que representa Andrés Velasco.
2. El liberalismo chileno reconoce que la libertad no es el valor supremo de la política sino al servicio de otros valores como la igualdad , solidaridad , bien común.
3. ¿ Quién de todos tiene la razón? ¿ Quién representa la auténtica corriente liberal?
¿ Es posible llamarse liberal asumiendo que la libertad individual puede ser restringida en aras del Bien común?
Amplitud liderada por Karla Rubilar; Evopoli liderada por Felipe Kast ; Fuerza Pública liderada por Andrés Velasco y Red Liberal liderada por Cristóbal Bellolio.
Si bien todas se dicen liberales , la etiqueta no deja de ser controvertida : "El ex presidenciable Andrés Velasco sostuvo recientemente que los liberales de derecha no eran propiamente liberales y que se “vestían con ropajes ajenos” al apropiarse del concepto. Reafirmó así la identidad centroizquierdista de su proyecto. El diputado electo Felipe Kast recogió el guante respondiendo que “las ideas de libertad son propias de la derecha”, añadiendo que es Velasco quien equivoca el camino al insistir en la convivencia con la Nueva Mayoría"
Bellolio crea el tema y expresa cuales deberían ser los principios comunes de esta corriente tan amplia para algunos y tan manoseada para otros tantos:
1. La presunción a favor de la libertad
"El corazón de la doctrina liberal es el individualismo normativo. Las personas tienen derecho a llevar adelante sus proyectos de vida de acuerdo a sus propias evaluaciones morales. Por tanto, el poder político debe justificar cada una de sus intervenciones. Los liberales operan mentalmente con una especie de presunción permanente a favor de la libertad. Esto no significa que la libertad individual prevalezca en todos los escenarios; significa que el Estado debe esgrimir buenas razones para restringirla o limitarla. El daño a terceras personas es el ejemplo prototípico. Pero bien puede haber otras buenas justificaciones –necesidades de coordinación, aseguramiento de bienes públicos, atender las demandas de la justicia social, etcétera. "----"
2. Mercado y desigualdad
El liberalismo contemporáneo –a diferencia del clásico– se toma muy en serio el problema de la desigualdad. La libertad formal o el derecho a elegir, se ha dicho, pierde parte importante de su valor cuando las alternativas están severamente restringidas por la condición social de la persona que aspira a ejercerla. Al respecto hay dos consideraciones relevantes que debieran estar en el piso básico de un diálogo liberal en Chile....."
"....Los esfuerzos de las instituciones del Estado deben, por tanto, estar volcados a atenuar esas diferencias que no tienen nada que ver con el mérito o el esfuerzo. Por eso, sería extraño que un liberal prefiriera destinar recursos a financiar la educación universitaria antes que hacerse cargo agresivamente de la educación primaria y preescolar
Lo segundo es que los liberales siguen siendo entusiastas del libre mercado y no debiesen caer en la demonización generalizada del lucro cuando actúa como legítimo incentivo fuera del ámbito público......
"los liberales prefieren el mercado porque funciona mejor que sus alternativas como mecanismo de traspaso de información y conocimiento. Y, finalmente, porque las personas tienen derecho a disponer de sus bienes como estimen conveniente. La debida y exigente regulación de los mercados es totalmente consistente con los objetivos descritos.".....
3. Dios y Patria
.......Primero, los grupos que quieran participar de esta conversación entre liberales tienen que comprender a cabalidad las exigencias de una auténtica separación de esferas entre la política y la religión. Lo menciono explícitamente dado que el Presidente Piñera ha sido negligente al respecto y algunos de estos movimientos pueden verlo como líder natural. Segundo, es imperativa una apertura al mundo –y a la región– que conecte con la mejor versión de la aspiración cosmopolita liberal. Valorar lo nuestro no puede significar nacionalismo trasnochado ni chauvinismo proteccionista. Tercero, desde la vereda del soñar no cuesta nada, labrar un ethos identitario que nos caracterice por participar en política evaluando rigurosamente la evidencia y cambiando de opinión si así lo exige la fuerza de los argumentos y la honestidad intelectual...........
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Respuesta de Jorge Goméz:
En un interesante artículo, Cristóbal Bellolio plantea una serie de respuestas para despejar las dudas en torno a qué sería un proyecto liberal en Chile y sus mínimos teóricos y programáticos.
Quisiera hacer algunas observaciones y aportar al debate.
El liberalismo es metodológicamente individualista, es decir, rechaza concepciones orgánicas y colectivistas de la sociedad. Esto –contrario a lo que erróneamente se cree– no significa concebir a individuos constituidos por sí solos o atomizados y aislados sin lazos con otros, sino sujetos que ejercen su voluntad de manera autónoma con respecto a otros.
....."Como cada persona es dueña de su voluntad y su cuerpo, y por tanto un fin en sí, nadie, ni un rey, ni un líder supremo, ni un grupo de sujetos, ni siquiera una mayoría –ni siquiera en nombre del Estado o dios o lo que sea– puede someterlo ya sea para obligarlo a actuar o pensar de una manera dada.
...."En ese sentido, contrario a lo que dice Cristóbal Bellolio, la libertad individual siempre debe prevalecer, salvo cuando un sujeto agrede física o psicológicamente a otro, transgrediendo con ello su inherente dignidad. Y es que justificar su vulneración sobre la base de cuestiones ambiguas, como necesidades de coordinación o demandas de justicia social, podría dar paso a la violación de la libertad personal de manera amplia. Ni siquiera el “salvar la democracia” justificaría la ambigüedad de “ciertas restricciones instrumentales de la libertad”
............"Hoy muchos liberales contemporáneos atacan a la libertad en pro de la igualdad, olvidando que muchasposiciones asimétricas y desigualdades no tienen su origen en el ejercicio de la libertad, sino en el privilegio surgido al alero del poder político, muchas veces camuflado de regulaciones estatales en los mercados.
El mercantilismo económico moderno, tan vigente a nivel mundial, es un ejemplo claro de aquello, y sin duda conlleva formas injustas de desigualdad al inhibir la libre competencia cuando el poder político favorece a ciertos grupos corporativos o de interés mediante leyes, barreras de entrada, concesiones o transferencias de propiedad de dudosa justicia.
En el ámbito político chileno también existe una serie de barreras de entrada que inhibe la libre competencia democrática, y propicia estructuras oligárquicas, elitistas y de castas en todo el espectro político partidario, que todo liberal debería cuestionar.
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Replica de Bellolio:
"La mayoría de los argumentos que expresa son idénticos a los míos, incluso literalmente. Sin embargo discrepamos en una cuestión relevante y Gómez hace bien en resaltarla: mientras yo afirmo que la libertad tiene prioridad pero puede ser restringida cuando la sociedad elabora justificaciones a la altura, Gómez señala que la libertad individual debe prevalecer siempre (salvo por cierto en caso de afectación de derechos de terceros). La columna de Jorge Gómez es oportuna para ilustrar la humilde escaramuza intelectual que dos auténticos bandos -liberales versus libertarios- suelen revivir cada cierto tiempo a través de las redes sociales.
Los liberales coinciden en muchas cosas con los libertarios. Ambos creen, entre otras cosas, que el poder político no tiene autoridad para imponer sus criterios sobre lo que constituye una vida moralmente buena. Pero la teoría liberal contemporánea –desde Rawls en adelante- se toma muy en serio el problema de la justicia: cómo las condiciones de partida son determinantes en la distribución de recompensas sociales que no pueden justificadas apelando al mérito. Por ello se les llama también liberal-igualitarios: son liberales que creen que las sociedades justas tienen una cierta obligación de redistribuir recursos y oportunidades. Al hacerlo, inevitablemente afectan la libertad individual de las personas. En esto seguimos a sir Isaiah Berlin -uno de los liberales más notables del siglo XX- que sostenía que la libertad individual no siempre es la primera necesidad de todo el mundo. Hay veces en las cuales las urgencias de pan, techo y abrigo son más acuciantes. Esto no implica desplazar a la libertad de su prioridad. Significa reconocer la existencia de otros valores normativos –igualdad, solidaridad, paz social- que también merecen consideración en el arte de gobernar.
Los libertarios no aceptan esta conclusión. Nozick decía que los impuestos equivalían a trabajos forzados. Murray Rothbard, otro héroe anarco-capitalista, famosamente señaló que la tributación no era más que un robo institucionalizado a gran escala. Los liberales se distancian de los libertarios en este punto: nosotros creemos que la estructura tributaria es legítima en la medida que contribuya a la provisión de ciertos bienes públicos democráticamente acordados –educación, salud, vivienda- que nos permitan satisfacer condiciones básicas para que la competencia posterior tenga lugar en escenarios menos asimétricos y predeterminados por la suerte. En su columna, Jorge Gómez también se opone a que el gobierno limite ciertas libertades por motivos de coordinación. Lamentablemente no tenemos otra opción si queremos vivir en sociedades más o menos ordenadas. Las personas son limitadas en su libertad negativa cada vez que se les obliga a conducir por la derecha, por ejemplo. Lo relevante es que las libertades individuales restringidas en estos casos sean de entidad menor. Las libertades básicas tienen un tratamiento mucho más delicado y preferente. Para eso los países civilizados establecen cartas de derechos o garantías constitucionales fundamentales.
En resumen, Gómez está representando con autoridad a la posición libertaria y su crítica no toca realmente al liberalismo-igualitario. La mala noticia para sus seguidores es la siguiente: si en Latinoamérica ya es difícil configurar un proyecto político –ideológico y electoral- de corte liberal, articular uno en torno a las ideas del libertarianismo es básicamente fantasioso. Los pocos libertarios que existen están en las bibliotecas –o participando del debate público como activamente lo hace Axel Káiser- y no en los Parlamentos. Finalmente, si alguien realmente cree que Evopoli –desde donde Felipe Kast ha hecho una defensa conceptual y normativa de la idea de libertad “social”- o Amplitud –desde donde Lily Pérez seguirá cuestionando el lucro- son espacios políticos idóneos para el pensamiento libertario, le recomendaría revisar sus premisas teóricas. Agradezco a Jorge Gómez su respuesta, pero me temo que sus buenas intenciones no bastan para contribuir a delinear el mínimo común que requiere el liberalismo chileno.
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Conclusiones :
1.El mínimo común liberal, según Bellolio,se acerca más bien a las ideas de las socialdemocracia que representa Andrés Velasco.
2. El liberalismo chileno reconoce que la libertad no es el valor supremo de la política sino al servicio de otros valores como la igualdad , solidaridad , bien común.
3. ¿ Quién de todos tiene la razón? ¿ Quién representa la auténtica corriente liberal?
¿ Es posible llamarse liberal asumiendo que la libertad individual puede ser restringida en aras del Bien común?