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120 días de sodoma




PASOLINI: Habría sido asesinado por la mafia de Andreotti, Licio Gelli y la Logia P2

El film estrenado en 1975, que le ganó al director el odio visceral de los fascistas y muy posiblemente le haya costado la vida”. Gulp. Leo ahora este artículo de Ignacio Pato con un nudo en la garganta. No investigué el caso ni conozco al autor, pero vaya si lo que expresa va en línea de mis aprensiones. Hoy ya no cabe duda de que Giulio Andreotti (entre otros muchos cargos, tres veces primer ministro de Italia) fue el capi di tutti capi de la mafia y el responsable indirecto de la muerte de Aldo Moro. Respecto al también difunto Giovanni Ventura, alma mater en Buenos Aires tanto del ristorante del Club Italiano como de el exquisito Filo de la calle San Martin 975 hasta hace poco más de una década, acusado por la justicia italiana de una docena de cruentos atentados con bombas (la distinción no es ociosa, ya que el peronismo proscripto detonó decenas sino centenares de bombas sin que hubiera víctimas), entre ellos el de la estación de tren de Bolonia (sábado 2 de agosto de 1980, con un saldo de 85 muertos, exactamente igual que el atentado a la AMIA-DAIA). Conocí a Ventura cuando vino a la redacción de El Porteño a quejarse luego de que Alberto Ferrari revelara que se había ganado la confianza del bondadoso Fray Antonio Puigjané (vinculado al Movimiento Todos por la Patria y condenado por el intento de copamiento del cuartel de La Tablada, en el que no participó) e incluso lo secundaba como monaguillo cuando oficiaba misa. Según mis recuerdos, Ventura, aunque fascista irrendento, era un fino intelectual. Lo que puede explicar por qué Pasolini cruzaba cartas con él. JS

Pasolini: la trama oculta tras un salvaje asesinato tribal
Una nueva investigación revela documentos inéditos que apoyan la hipótesis de que el asesinato de Pier Paolo Pasolini fue una trama política



Durante cuatro décadas, la versión oficial ha establecido que el escritor y director de cine Pier Paolo Pasolini murió la madrugada del 2 de noviembre de 1975 a manos de un chapero (chingo, N. del E.) en la playa romana de Ostia. Su cuerpo fue descubierto al día siguiente, molido a palos. Además de la mortal paliza, le habían atropellado varias veces con su propio Alfa Romeo Giulia.

Los negativos de Salò

La periodista Simona Zecchi ha pasado los últimos 5 años investigando el asesinato de Pasolini. Coincidiendo con el 40º aniversario del suceso, ha publicado un libro, Pasolini, massacro di un poeta (Ponte alle Grazie), en el que se apoya en documentación inédita para mantener que el del director y escritor fue un asesinato tribal con trasfondo político.
A través de prensa de la época, nuevos testimonios que han permanecido en la sombra todos estos años y gracias al acceso a archivos judiciales, Zecchi asegura haber reconstruido una trama con múltiples implicados y un único objetivo: acabar con el incómodo autor.
Principalmente, Zecchi no cree en un crimen de azar con tintes homosexuales. “Pasolini fue masacrado en las afueras de Roma cuando intentaba recuperar los negativos originales de la última escena de su última película, Salò o los 120 días de Sodoma, nos dice desde Italia la periodista.
“Los negativos fueron robados entre el 14 y el 18 de agosto de 1975, junto a otro material para poder camuflar la operación. Fue un robo organizado con el propósito del crimen. Profesionalmente esas latas eran muy importantes para Pasolini, como ha corroborado su equipo”, cuenta Zecchi.
Pasolini comenzó a buscar los negativos a través de sus múltiples contactos en los suburbios. La noche del 1 de noviembre, mientras la versión oficial sostiene el encuentro fortuito en la estación de Termini entre Pasolini y Pino Pelosi, un chico de 17 años a la postre declarado como único autor del crimen del corpulento Pasolini, Zecchi apunta a una cita entre ambos destinada a la entrega de los negativos.
Pasolini cenó esa noche en compañía de su amigo y actor Ninetto Davoli, tal y como este mismo ha confirmado. Zecchi recoge la rapidez con la que el director tomó su bistec y ensalada. Tenía “cosas que hacer”.
Pasolini recogió a Pelosi a las 22:30. Durante el trayecto de la estación hasta la playa de Ostia hubo varias paradas. A pesar de que Pasolini ya había cenado, se detuvieron en un restaurante para que Pelosi lo hiciera, en una gasolinera y un punto cercano a la escena del crimen. Eran paradas para que el resto de cómplices llegasen a tiempo al lugar del premeditado crimen.
“Pelosi fue un intermediario. En términos judiciales, los negativos de Salò son una trampa para el crimen, no el objetivo del robo. Hubo más de 13 personas esperando a Pasolini y Pelosi en la playa. Algunos incluso les siguieron en todo el recorrido. Fue una verdadera emboscada“, manifiesta Zecchi, que recuerda que varios amigos del director han rechazado la idea de que Pier Paolo hiciera todo ese recorrido con alguien a quien casualmente había conocido unos minutos antes.

Un asesinato tribal
Zecchi recoge testimonios de la escena del crimen que no constan en las investigaciones judiciales, como el de Anna, una vecina que escuchó ruidos de vehículos y discusión entre varias personas.
Esta persona asegura haber escuchado los repetidos golpes de un coche contra un obstáculo, a la sazón el cuerpo del moribundo Pasolini, previamente golpeado con una estaca de madera y patadas.
“Digo que es un asesinato tribal por tres razones”, sostiene la investigadora. “Por un lado, por el atroz despliegue de violencia usado contra la víctima. En segundo lugar por la cantidad de gente implicada contra un objetivo común. Claramente tenían intención de que Pasolini no saliera vivo de aquella”.
“Y tribal también”, continúa Zecchi, “por la insistencia colectiva desde todas las instancias políticas y culturales, de izquierda y de derecha, de que se trató de un crimen de tintes homosexuales y de que la vida de Pasolini solo podía terminar de manera trágica”.

¿Por qué Pasolini?
“Para matarle fue necesaria la implicación de varios agentes. Uno de ellos es el Clan de los Marselleses, la organización criminal más brutal de aquellos años, que mantenía vínculos con la Logia P2 y con elementos de extrema derecha“, defiende Zecchi haciendo referencia a la P2, una siniestra red masónica de autoritarismo anticomunista en cuyas filas había miembros del ejército, parlamentarios, ministros, jueces, banqueros y periodistas.
Pero, ¿por qué y quién quería acabar así con Pasolini? Lo cierto es que, políticamente hablando, el boloñés se había ido haciendo una especie de isla. Tenía enemigos por todos lados. Enemigos que, según Zecchi, “sacaron partido del odio instintivo que muchos criminales de baja estofa y fascistas callejeros podían sentir hacia el poeta”.
A la izquierda, sus ex compañeros del potente Partido Comunista Italiano (PCI) que, lejos de suponer un desafío al estado, se hallaba dentro de las instituciones especialmente desde que abrazara la doctrina del “compromiso histórico” en 1973 para fomentar la unidad nacional de la mano de socialdemócratas y democristianos.
Pasolini fue miembro del PCI hasta su expulsión en 1949 tras una denuncia interna por corrupción de menores. Los jerarcas comunistas no supieron nunca encajar a aquel intelectual ateo y marxista capaz de rodar El Evangelio según San Mateo (1964) siguiendo palabra por palabra el Nuevo Testamento.
Por supuesto, la extrema derecha tenía el punto de mira sobre Pasolini. Mucho más desde que pocos meses antes de su asesinato hubiera estrenado la escandalosa Salò o los 120 días de Sodoma, una representación literalmente brutal del autoritarismo fascista.
El irredento Pasolini, el hombre que afirmaba que “la burguesía no es una clase social, sino una enfermedad contagiosa”, temía por su vida y había denunciado amenazas de muerte por teléfono. Pero el mayor peligro procedía quizá del núcleo del estado.

Plomo y tensión

Años después de su asesinato, el primer ministro Giulio Andreotti, de la Democracia Cristiana (DC), afirmó que Pasolini “se lo estaba buscando”. El director defendía un esclarecimiento, con juicio si fuera necesario, de la implicación de la DC en la estrategia de tensión de la que el Estado italiano se sirvió para protegerse del avance de la extrema izquierda en los 70.

Zecchi reproduce en su libro algunas cartas que Pasolini cruzó con uno de los miembros del movimiento de extrema derecha Ordine Nuovo, Giovanni Ventura, directamente implicado en la matanza de 17 personas en la plaza Fontana de Milán en 1969. Pasolini buscaba que Ventura, que estaba en la cárcel, desvelara la verdad oculta del atentado.

Según Zecchi, Pasolini sería una víctima más de la escalada de violencia política que el propio estado fomentó a través de la Operación Gladio, una red clandestina financiada por la CIA y la OTAN para neutralizar el comunismo en Europa occidental. La existencia de Gladio fue reconocida incluso por el Parlamento Europeo en 1990.

Mediante el incremento de la violencia terrorista, el Estado italiano buscaba alcanzar un estado de las cosas socialmente insostenible, con el objetivo de crear un clima político reaccionario favorable a un gobierno autoritario que borrase del mapa a todos los movimientos de izquierda.

Antes de ser asesinado, Pasolini estaba investigando de forma independiente este diabólico “cuanto peor, mejor”.

“Los movimientos neofascistas conspiraban con los servicios secretos, especialmente el Servicio de Información y Defensa y la UAR, la policía política del Ministerio de Interior italiano. Hay huellas de esas organizaciones en los viejos sumarios del caso Pasolini”, añade Zecchi.

El pico más alto de la estrategia de tensión en Italia se produjo en 1975, el año en que Pasolini dejó de ser un problema político para casi todos. Esclarecer su asesinato es mucho más que proyectar luz sobre aquella oscura madrugada en la playa.
 
Yo ando buscando un documental de los 90s llamado "africa violenta y salvaje" estaba en todos los video clubs de santiago. No he podido encontrar ningún link al documental.
 
Es como ver un taller de deconstrucción masculina dictada por el chanta culiao de Ilusión Viril
 
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