Hace años, unos amigos me contaron cómo se llamaría su guagua. El nombre era tan desinformado, pretencioso e inesperado (considerando que los papás se creen intelectualmente superiores) que me dio ataque de risa ahí mismo, no lo pude evitar. Me miraron con cara de odio/incomodidad.
Cuando al fin pude hablar, les dije que mi reacción no había sido con mala onda, que me habían pillado por sorpresa, aunque en serio pensaran en algo más neutral.
Les molestó mi sinceridad, con el tiempo me dejaron de hablar. Pero al menos, la guagua tuvo un nombre del que no se avergonzará cuando sea más grande.