miren lo q pasa cuando el congreso puede dictar leyes q impliquen gasto, tomado del libro de Jose Piñera, El cascabel al gato
Si Franz Kafka hubiese conocido el viejo sistema previsional chileno antes de comenzar a escribir su obra, podría haber sido acusado de plagio.
Puede ser una humorada decirlo, no obstante que el autor de El proceso se ganó la vida en una institución de seguridad social, pero la afirmación tiene una carga innegable de verdad.
En mi primer día en el Ministerio del Trabajo al cruzar frente a un inmenso estante abarrotado de libros y colecciones prolijamente empastadas, un funcionario me indicó -- con cierto orgullo-- que allí estaba toda la normativa de la seguridad social chilena.
Esa gentil observación suya me llenó de terror. Lo que había hecho era anticiparme las evidencias del mundo kafkiano --un mundo al revés-- al cual estaba entrando. La profusión de leyes, reglamentos, decretos, estatutos, instructivos y circulares, efectivamente, era como para aterrorizar a cualquiera.
Si a algo se parecía nuestra previsión, era a un laberinto ante el cual la gente común y corriente se daba por vencida de antemano. El ex Presidente Eduardo Frei Montalva describió el año 68 los monstruosos rasgos de la antigua seguridad social: "Hay dos mil leyes sobre previsión en Chile. Piensen ustedes lo que eso significa. Dos mil leyes previsionales, más los reglamentos, más los acuerdos de las cajas, es decir, una monstruosidad que va en aumento.
En la ley de reajuste de 1966 se introdujeron 46 nuevas normas previsionales. 44 el año 1967 y 1.234 el año 68. O sea que en sólo tres años a las dos mil leyes previsionales se le han agregado como mil trescientas nuevas disposiciones previsionales". "Sin embargo, el ejecutivo no tiene medios de parar esta monstruosidad.
En cada grupo de previsión hay muchas leyes con nombre y apellido. En Chile hay 30 cajas de previsión y 70 servicios de bienestar en organismos complementarios de seguridad social. Hay casos fabulosos. Los hípicos tienen nueve cajas de previsión. La Caja de los Ferrocarriles del Estado existe sólo para pagar asignaciones y préstamos, es decir, un absurdo.
Hay dos mil cien empleados de notarías y archivos judiciales que han sacado 27 leyes de previsión". "Sin embargo, lo que es más grave es que en este país estamos gastando el 18,1% del producto nacional en previsión. Vamos a terminar en un país de jubilados. Seis mil millones de escudos está costando la previsión y su administración y ésta es tan dispendiosa que el 13% de esos seis mil millones se gasta en administración. O sea, se están gastando 800 millones de escudos en administrar la previsión". "En cambio, al Servicio Nacional de Salud, que es uno de los objetivos fundamentales de la previsión, le dan como 700 millones de escudos. O sea, el 13% de los recursos va a administración y el 12% a salud. Estamos gastando más en administrar la previsión que en cumplir uno de sus objetivos fundamentales, que es darle salud al pueblo. El gasto fiscal en previsión ya va llegando a la locura. ¿Qué presupuesto fiscal puede resistir?".
No era solamente un asunto de irracionalidad normativa y de descalabro económico. Era también un asunto de profunda injusticia. De injusticias pequeñas y grandes, de privilegios para unos y discriminaciones para otros. Veinte años antes, Jorge Prat, un destacado político independiente, llamó al sistema de pensiones "la mayor estafa perpetrada contra los trabajadores chilenos".
Chile se fue desintegrando por dentro a medida que los intereses de grupo fueron cavando en las estructuras del estado verdaderas cavernas con sus fueros y privilegios particulares. Un estudio señala que de las 11.395 leyes que se dictaron entre los años 1926 y 1963, sólo 863 fueron de aplicación general para todo el país y todos los chilenos. El resto -- ¡10.532!-- fueron leyes dictadas para responder a demandas de grupos, de regiones, de sectores, de círculos bien delimitados y --en la mayoría de los casos-- para favorecer a personas con nombre y apellido.
No tiene nada de extraño que la legislación previsional haya sido el destino preferente de esta viciosa manera de legislar y gobernar. En muchos casos --más de los que uno creería-- la defensa del antiguo sistema no era un asunto de principios solamente. También era una cuestión de jugosas ventajas personales. La verdad es que el sistema previsional de reparto que rigió en nuestro país no tenía por dónde salvarse. La desigualdad y el caos, la demagogia que por un lado consumía y por otro generaba nuestro sistema político, la corrupción y el favoritismo, no hicieron otra cosa que anticipar su ruina. Un drama cotidiano era la situación de miles y miles de pensionados condenados a la miseria por el solo hecho de pasar a engrosar las filas del sector pasivo. Esta tragedia seguía extendiéndose y cada año --en silencio, ante la indiferencia de la sociedad chilena-- se agravaba más.