El agua es un elemento vital para casi todos los seres vivos, pero para una chica estadounidense de 17 años es más bien una amenaza mortal. Alexandra Allen, de Utah, es una de las 34 personas del mundo que padece una extraña condición llamada urticaria acuagénica o alergia al agua.
Los primeros síntomas de la enfermedad comenzaron a aparecer cuando Allen tenía 12 años. Sus padres compraron un jacuzzi, y cuando Alexandra se sumergió en él, se hinchó por completo. La urticaria invadió su cuerpo y sus padres pensaron que podía tratarse de una reacción a la dureza del agua o a los químicos de la tina. Pero el asunto era más serio.
Con el pasar del tiempo, más indicios comenzaron a probar que la pequeña Alexandra era intolerante al agua. Cuando ella y su familia viajaron al embalse Flaming Gorge, la chica terminó en la clínica con sangramiento interno, dolor en las articulaciones y dificultades para respirar. En ese momento entendió que debía evitar todo contacto con el agua.
“No vale la pena acercarme más al agua porque las consecuencias son tanto emocionales como físicas, y no puedo exponerme a ellas”, expresó la joven de ahora 17 años, al medio local
Deseret News.
Desde ese momento, su vida cambió completamente: su dieta es limitada, sólo puede hacer ejercicios en lugares frescos porque su sudor le puede dar urticaria, y las duchas son un privilegio de sólo tres días a la semana. Un par de minutos, poco jabón y agua fría son parte de su rutina de limpieza corporal. Su cuerpo es mucho más sensible al agua caliente que al agua fría, por lo que esas duchas nunca serán cálidas y relajantes.
Sus manos y pies son menos sensibles, pero pueden producir fuertes alergias si se someten diariamente al contacto con el agua. La urticaria y otros síntomas corporales como el sangramiento y la hinchazón, pueden durar de tres horas a siete días, dependiendo de su gravedad.
“Se siente como si estuvieran lijando tu piel hasta que sólo quedara una capa de tejido. Y pica, pero no me puedo rascar porque la piel se debilita, arde y puede llegar a sangrar”, dijo la joven y agregó “es como si te estuvieran sumergiendo en un balde de ácido, no por tanto tiempo, pero lo suficiente como para arrancarte una capa de piel”.
Muchos doctores no supieron cómo tratarla ni diagnosticarla porque al no ser una condición común, no hay mucha información de ella. Sólo hay registro de tres docenas de personas en el mundo entero que la padecen. Se cree que la alergia se agrava con la edad, pero son suposiciones pues ni los médicos tienen claro cuál debiera ser el tratamiento.
A pesar de su condición, Alexandra es muy positiva al respecto. “Creo que soy afortunada porque en comparación a otras enfermedades que podría haber tenido, ésta es tolerable y manejable”, afirmó.
La joven ha desarrollado pequeños trucos para lidiar con la urticaria acuagénica. Incluso bromea con su familia y se autodenomina como “una rareza de la naturaleza”. Se dedica a hacer actividades en casa como leer, escribir en su blog y tocar instrumentos musicales; pero cuando sale le gusta escalar rocas.
No le molesta el hecho de que su familia y amigos disfruten de un nado en la piscina o que planeen paseos a la playa, porque dice que ella lo disfrutó hasta sus 12 años. Hace poco, ella y su familia se fueron de vacaciones a Hawaii y Alexandra dijo que disfrutó muchísimo sólo observando la hermosa escena playera.
“En algún momento recuerdo haberme deprimido por esta enfermedad. Me daba lástima y sentía rabia, pero uno supera esas cosas. Ahora pienso que mi condición es un pequeño aspecto de mi vida con el que tengo que tener cuidado”.
A su temprana edad, cuenta que tiene el sueño –algo irónico- de algún día vivir en un velero, y que no le teme a la degeneración que la enfermedad pueda depararle en el futuro. Pero lo cierto es que ella se siente especial, “no necesariamente de una buena manera, pero me siento especial igual”.
