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El Domovoi y el Bannik.

Hespektro

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El Domovoi:

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El culto a los antepasados, que jugaba un papel central en la religión de los eslavos más antiguos, fue perdiendo importancia con el paso del tiempo, a medida que las fuerzas de la naturaleza ganaban importancia en su cosmovisión y aparecía un completo panteón de dioses. Sin embargo, sobrevivió incluso a la irrupción del cristianismo hasta llegar a nuestros días, aunque bajo la forma de diversos espíritus relacionados con el hogar, personificación del alma colectiva de los ancestros de la familia, y de los cuales el más representativo es el domovoi ruso.

El domovoi, también llamado “abuelo” o “maestro”, es uno de los pocos seres del folclore ruso que comparte con los humanos el seguro espacio del hogar, en este caso la “izba” (casa campesina, compuesta tanto por la vivienda en sí como por otros edificios anexos). Generalmente habita en la gran cocina de esta casa tradicional, aunque también puede vivir en el umbral de la entrada, el sótano o el desván. Allí permanece durante el día y no sale hasta que llega la noche.

Habitualmente, resulta invisible para los seres humanos, que tan sólo oyen sus correteos y susurros o a la mañana descubren sus huellas sobre la nieve que rodea la casa. Cuando se deja ver, presenta el aspecto de un anciano de pelo gris y reducida estatura. Luce melena y una larga barba, aunque ambas muy desaliñadas, y sus dos ojos brillan con excepcional intensidad. Está cubierto por una suave capa de pelo que le tapa incluso la palma de las manos y la planta de los pies, los cuales lleva descalzos. Por lo demás, su ropa corresponde a la del campesino común.

El domovoi es un ente protector, y su función consiste en cuidar de la casa, la familia y los bienes de esta, lo cual incluye de forma muy especial al ganado y a las aves de corral. El domovoi siente una predilección particular por los caballos, al menos por los de su color favorito, a los que peina, cepilla y da de comer durante la noche. A aquellos que no le gustan los monta hasta el amanecer, dejándolos exhaustos. Resulta fundamental para el cabeza de familia, por tanto, averiguar cuál es el color favorito del domovoi antes de comprar ningún animal y no olvidarse después de presentárselo mediante una pequeña ceremonia.

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Si algún peligro acecha a los habitantes de la casa durante la noche, como un incendio o la intromisión de ladrones, el domovoi los despertará manoseándoles la cara con sus peludas manos. Es capaz también de prever futuras desgracias, y oír su triste lamento constituye una señal de que algún miembro de la familia va a morir próximamente. En caso de que se trate del cabeza de familia, se deja ver bajo la forma de éste o vestido con sus ropas. Cuentan que antes de las grandes epidemias o de que se produzca una guerra, todos los domovois del pueblo se reúnen en las afueras para llorar y lamentarse.

Como manifestación de los ancestros que es, al domovoi hay que honrarle de forma adecuada, dirigiéndose a él con respeto y haciéndole las ofrendas pertinentes, además de dejarle antes de ir a dormir un poco de la cena para que pueda comer antes de hacer sus labores. Si no se actúa así, el domovoi comenzará a portarse mal, rompiendo cosas o despertando a la familia sin motivos. A veces se comporta de esa manera de forma espontánea, pero en tales ocasiones basta con dirigirle una ligera reprimenda para que se tranquilice.

Hay, sin embargo, una fecha durante la cual el domovoi se muestra particularmente irascible: se trata del 30 de junio, día durante el cual, según algunos, cambia de pelaje. Por ello es conveniente mantener al ganado a buen recaudo y permanecer en casa sin mirar siquiera por la ventana desde el amanecer de tal día hasta la medianoche. Dejando aparte estas ocasionales pataletas, el domovoi es extremadamente benigno con los habitantes de su propia casa, aunque no se puede decir lo mismo en lo que respecta a su comportamiento con los vecinos, a los que suele robar objetos que considera necesarios para el hogar propio. Esto es causa frecuente de peleas entre domovois de casas vecinas, y puede llegar a suceder que uno expulse al otro y ocupe su lugar, cometiendo todo tipo de travesuras con los habitantes de la casa “invadida”.

Una manera de expulsar al intruso consiste en golpear las paredes con una escoba mientras se le invita a marcharse; después hay que salir al patio a buscar al domovoi propio, para lo cual debe ir toda la familia vestida con la ropa de los días festivos y llamarlo diciendo:

“¡Abuelo Domovoi! Regresa a casa con nosotros, a hacerla habitable y cuidar del ganado”.

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Cuando una familia se muda de casa ha de llevar a su domovoi con ella. El traslado solo tiene éxito si se realiza una compleja ceremonia de reminiscencias paganas durante la cual la mujer de más edad de la familia ha de transportar las brasas de la vieja cocina al nuevo hogar, en donde el resto de la familia estará ya preparada para recibir al domovoi. Algunas de las funciones vinculadas a él pueden aparecer desdobladas en otros espíritus relacionados con la izba. Están por ejemplo, el dvorovoi, el ovinnik y el polevik, cada vez más hostiles según su campo de acción (respectivamente, el corral, el granero y la era) se aleja de la vivienda.

El Bannik.

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El bannik, habita en la casa de baños, edificio que, además de su función obvia, es el lugar al cual se lleva a las parturientas a dar a luz y a los brujos a morir. Al bannik no le gusta que la gente se bañe después de medianoche, y quienes lo hacen corren el riesgo de ser asfixiados, sobre todo si se han olvidado de pronunciar las plegarias correspondientes.

Mientras los antiguos dioses fueron olvidados con rapidez, la creencia en el domovoi y el bannik se ha mantenido hasta hoy en determinadas zonas de Rusia y otros países del ámbito eslavo.
 
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