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El reino perdido de Vilcabamba

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El reino perdido de Vilcabamba




Cuando los 168 hombres al mando de Pizarro llegaron a Cajamarca, en el actual Perú septentrional, el imperio de los Incas acababa de salir de una cruenta guerra civil: Huáscar y Atahualpa se habían enfrentado. Cuando este último venció, las tropas que habían sido fieles a Huáscar vieron en los invasores la posibilidad de salvarse de Atahualpa, pero no se dieron cuenta de que el verdadero proyecto de los extranjeros era conquistar, a cualquier precio, todo el Perú con sus riquezas.
En este proceso de conquista, Pizarro y sus hombres se encontraban frente a innumerables peligros, incluso después de la vil ejecución de Atahualpa, en 1532.
Para mantener el orden y legitimar la presencia de los extranjeros en el Perú, Pizarro decidió nombrar un sapa inca, o bien, un nuevo soberano, un títere en las manos del poder español. El primer sapa inca designado fue Toparpa, un hermano de Atahualpa quien, sin embargo, murió en la marcha de la tropa española hacia Cusco. El sucesivo sapa inca elegido por Pizarro fue Manco Inca, en 1534.
Aunque probablemente las intenciones de Manco Inca fueron las de restablecer el imperio con la ayuda de los Españoles, en realidad el sapa inca se convirtió en una marioneta en manos de los invasores, quienes querían mostrar a la población que respetaban las tradiciones antiguas, por ejemplo, nombrando a un rey cusqueño.
En un principio, Manco Inca combatió junto a las tropas de Diego de Almagro contra el general Quisquis, que había sido fiel a Atahualpa, y resultó vencedor. De esta manera, había participado inconscientemente en el juego de los Españoles, cuyo propósito era el de dividir a los Incas entre ellos, de lo cual no extraerían sino beneficios y ventajas.
Empero, ya en 1536, el auténtico carácter de Manco Inca, quien no se sometió nunca a los Españoles, empezó a hacerse conocer. Los invasores, ávidos de riquezas, continuaban exigiendo a Manco Inca información sobre la ubicación del tesoro del Cusco, pues no se habían contentado con el saqueo del palacio de Coricancha. Cuando Manco Inca se rehusó a proporcionar más datos a los españoles, fue encarcelado en su palacio; pero luego probablemente comprendió que era mejor actuar con astucia. Logró partir de Cusco prometiendo a Hernando Pizarro volver con estatuas de oro macizo. Se dirigió a Yucay, donde consiguió reorganizarse y armar un ejército que lucharía por reconquistar el poder.
Organizó dos expediciones punitivas: la primera contra algunos pueblos Huanca del valle del Río Mantaro (afluente del Urubamba), y la segunda contra algunas tribus de etnia Lima (en las cercanías de la actual capital), que habían ayudado a Pizarro en la conquista del Perú. Luego, preparó el retorno a Cusco para asediar su capital, cuyo control lo tenían ahora los españoles. La ofensiva partió de Sacsayhuamán y duró muchos meses.
La sucesiva batalla de Sacsayhuamán, en la que vencieron los españoles, indujo a Manco Inca a retirarse al remoto valle del Urubamba, en la fortaleza conocida hoy como Vitcos Rosaspata, de donde organizó la resistencia hasta 1544, año de su muerte.
Vitcos Rosaspata fue por varios años el cuartel general del llamado reino de Vilcabamba. Es una ciudadela situada a mitad de camino entre la sierra y la selva, que sirvió probablemente por mucho tiempo como centro de intercambio entre los pueblos andinos y los del valle del Urubamba. En los años siguientes, los Incas de Vilcabamba transfirieron su capital a la remota ciudadela de Hatun Wilca Pampa, ubicada en el Río Concevidayoc, conocida hoy como Vilcabamba la Vieja o Vilcabamba-Espíritu Pampa.
Después de la muerte de Manco Inca, el poder cayó en las manos del hijo Sairi Túpac, quien empezó a negociar con los españoles para obtener propiedades en el valle del Urubamba. Sairi Túpac aceptó ser bautizado.
El sucesor al trono de Vilcabamba fue Titu Cusi Yupanqui, quien volvió a asumir una severa posición contra los invasores españoles. De todos modos, en 1568 permitió la entrada de algunos misioneros al reino y fue justamente durante un enfrentamiento con algunos de ellos que resultó herido y luego murió.
La ulterior represalia de los Incas contra un religioso (Diego de Ortiz) convenció a los Españoles de usar mano dura contra los rebeldes, con el fin de destruir el reino de Vilcabamba de una vez por todas. El poder en ese momento ya había pasado a manos de un joven hermano de Titu Cusi Yupanqui, llamado Túpac Amaru.
El virrey Toledo envió una expedición militar a Vilcabamba, al mando de Martín García Óñez de Loyola. Los Españoles vencieron: las débiles defensas de los Incas fueron derrumbadas una vez más, la ciudadela de Vitcos Rosaspata fue destruida y Túpac Amaru fue capturado, llevado al Cusco y decapitado en mayo de 1572.
El reino de Vilcabamba y sus restos arqueológicos cayeron en el olvido por más de 300 años, hasta que los tres cusqueños Manuel Ugarte, Manuel López Torres y Juan Cancio Saavedra llegaron al sitio de Hatun Wilca Pampa en 1892.
Las ruinas de Vilcabamba fueron estudiadas también por Hiram Bingam en 1911, pero quien identificó el sitio arqueológico de Espíritu Pampa, asociándolo al verdadero Vilcabamba fue Antonio Santander Casselli en 1959.
Santander Casselli, quien recopiló sus escritos en la monografía “Andanzas de un soñador”, regresó a Espíritu Pampa en 1964 junto al explorador estadounidense Gene Savoy, quien contribuyó a hacer conocer Vilcabamba a nivel mundial.
En 1976, el profesor Edmundo Guillen y los exploradores polacos Tony Halik y Elzbieta Dzikowska estudiaron a fondo el sitio, valiéndose de importantes soportes históricos provenientes del prestigioso Archivo de Indias de Sevilla.
El sitio arqueológico fue visitado y estudiado igualmente por el explorador Gregory Deyermenjian (en 1981) y el investigador Vincent Lee (en el 2000), ambos estadounidenses.
El reciente descubrimiento (2011) de la tumba de un rey en Espíritu Pampa, la cual se remonta a la época Wari, testimonia no sólo que el sitio estuvo habitado desde épocas remotas, sino también que fue utilizado casi seguramente como centro de intercambio comercial entre los pueblos de la selva baja y los habitantes de los altiplanos andinos.
 
No era menor el sitio arqueológico :

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