En las sociedades matriarcales adquieren preponderancia los jóvenes imberbes y pretenciosos. La madre muestra preferencias por los más jóvenes. Siente rivalidad por los hombres maduros y por los ancianos. En los Estados Unidos de América, los niños y los jóvenes imponen sus caprichos. En Chile, en los últimos años, han controlado la economía y la vida del país, con toda clase de experimentos y teorías nefastas. El tecnócrata, el economista, las sociedades de consumo son productos típicos del matriarcado. En las organizaciones patriarcales gobiernan los hombres maduros, sin prestarse a experimentos teóricos ni a especulaciones. Los ancianos aconsejan. A ellos se escucha y se recurre en las pequeñas y grandes crisis.
El matriarcado siente preferencia por el cientificismo, las teorías y la tecnología, desplazando al filósofo, destruyendo la Weltanschauung, la concepción tradicional del mundo. El cientificismo, la tecnología no necesitan de la filosofía ni de la sabiduría para desarrollarse y ser aplicadas. Una pistola, un proyectil teledirigido, una bomba atómica; los pueden disparar por igual un asesino y un cobarde, con sólo apretar un gatillo o un botón. Una espada solamente la podría usar un héroe y un valiente. El matriarcado, el reino de la mediocridad y de las masas. La tecnología es igualitaria y antijerárquica. Se halla a disposición de todos los hombres. Cualquiera tiene acceso a ella. Pronto el terrorismo asesino adquirirá armas atómicas y rayos láser.
El reino de la Madre se caracteriza en el mundo por la imposición de regímenes democráticos, con la votación universal: porque para la madre todos los hijos son iguales, demostrando siempre preferencia por el más débil. En las democracias, los presidentes aparecen siempre con su mujer en público, porque es ella la que los dirige, por lo general. El matriarcado se caracterizó en el siglo XIX por el llamado "espíritu de justicia", que se recomendaba a los países coloniales y, en el siglo XX, por el frenesí de la caridad y de los "derechos humanos", la compasión por el criminal y la abolición de la pena de muerte. El reinado de la madre es el igualitarismo por antonomasia, inclinándose del lado de la "oveja negra". En las sociedades patriarcales es el guerrero superiormente dotado quien recibe auxilio para prosperar, porque, como decía Nietzsche, "las especies superiores son las más débiles, frente a un mundo enemigo y a una masa hostil". El mejor dotado debe alcanzar el máximo de sus posibilidades. La organización patriarcal es jerárquica, desigualitaria, aristocrática, despiadada. La madre contribuirá colaborando en la producción del héroe.
Con el matriarcado se imponen en Chile la usura, la banca internacional y el comercio. Un país patriarcal es industrial, agrario, cazador, pescador, guerrero. Chile debió serlo por la capacidad de su gente mejor. El "consumismo", el "monetarismo", el comercio desatado, donde todo se vende y se compra, han destruido la industria nacional y la agricultura. Comprar y venderlo todo, cambio delirante de la moda en el vestir, son únicamente los síntomas visibles del matriarcado.
Los países matriarcales son productores de materias primas, las que entregan a la voracidad de los extranjeros; la mujer se abre al hombre, al conquistador, enteramente; como la madre, da su leche sin reparos. El socialismo es el camino final que recorre el matriarcado.
El extremo de máximo peligro se ha tocado al incorporar a las mujeres en el ejército. Jamás un godo ni un araucano hizo combatir a sus mujeres, como profesionales de la guerra. Sólo el marxista eslavo, ha incluido batallones femeninos en sus fuerzas armadas. Biológicamente, la mujer no está hecha para combatir, ni psíquicamente para dirigir o crear en competencia con el hombre. ¡Qué absurdo sería hacer pelear las vacas en la arena, en lugar de los toros! ", dice De Mahieu. Las sociedades matriarcales del presente han presenciado esta monstruosidad, con brigadas de mujeres y terroristas asesinas. De sus tumbas se levantarían hoy los soldados de Portales, los de su primera Parada Militar en el Día Nacional de Chile, los de su batallón, al saber que hoy desfilan, en el Día de las Glorias del Ejército batallones de mujeres, incorporados a la arma da de tierra, a la aviación y a la policía... ¿Le seguirá la marina?
¿En qué momento de la historia se empieza a alterar el estilo de vida patriarcal del chileno? Tras la llamada "Independencia", propiciada por las logias masónicas con sede en Inglaterra y con el ejemplo de la Revolución Francesa, a su vez un producto de la Masonería, el cambio se hace visible. Ya hemos explicado lo que sucediera con el comerciante. El que logra quedarse en Chile, hace estragos con la usura y las artimañas de que se vale para despojar al guerrero, al hidalgo, de lo que obtuvo con la espada y con su sangre.
Miguel Serrano
Matriarcado: La sociedad y la idiosincrasia
- El Matriarcado se distingue por el hedonismo, la promiscuidad, la concupiscencia, la indulgencia, la narcosis, la pasividad, la pereza, la embriaguez y una recargada, opulenta y barroca sensualidad.
-Todo está impregnado de "libre albedrío".
- Las mujeres tienen una desproporcionada influencia en la sociedad gracias a la sugestión sexual y al acaparamiento de la educación de los hijos lejos de los padres.
-Las cosas se callan por miedo a ofender. Nace la ambigüedad y la "corrección política".
-Se otorga valor a las posesiones materiales y a las riquezas.
- El tiempo libre está acaparado principalmente por danzas, comilonas, fiestas, orgías, saltimbanquis y bailarines.
- Se valoran los adornos, los maquillajes, los vestidos, los colores, el lujo, el bienestar, las especias y los tintes.
- El Matriarcado mima a los débiles. Florecen las colectividades pacíficas y débiles, demasiado arraigadas a su terruño e incapaces de conquistar, explorar, ser pioneros o soportar el desarraigo y la soledad. El Matriarcado arquetípico es una sociedad timorata, dócil, humanitaria, antiheroica, pacifista y pusilánime. Se ensalza la paz y todo el mundo fornica con todo el mundo. "Haz el amor y no la guerra" es un lema muy típicamente neo-matriarcal.
-Se aprecia al hombre sin carácter, por su docilidad. El cobarde y débil es protegido como uno más del grupo. Nadie tiene derecho a castigar ni a recriminar, la autoridad se disuelve.
- Se extirpa la dureza, todo se suaviza. Se tiene en mente como meta el gozo de una vida larga y llena de placer. Se busca el bienestar y la comodidad.
- Los saludos son elaborados y con un toque promiscuo. Los modales son nerviosos, se tiende a la indiscreción, al manoteo y a acercarse demasiado al interlocutor. La voz se eleva en situaciones absurdas, pero se tiene miedo de gritar cuando la situación lo requiere.
- Como dijo Julius Evola, el Matriarcado es portador de formas sociales igualitarias de carácter anarquista o comunista. Las hormigas y las abejas viven en Matriarcados pseudo-comunistas. La "Madre Iglesia", con sus sacerdotes castrados de virilidad, es otra figuración matriarcal, por mucho que choque a los códigodavincistas.
- Se obedecen reglas y preceptos de carácter dogmático, utilitarista y materialista.
- Matriarcado: la familia y las relaciones entre los sexos
• Los individuos viven en grandes hogares comunes, como las cuevas prehistóricas o las grandes casas de la Cultura Danubiana.
• Prima la procreación de grandes números —lo cual da lugar a un repelente revoltijo. El Matriarcado subhumano convierte a la mujer en el objeto de un culto de abominación, deformación y promiscuidad. Los niños son excesivamente mimados y protegidos, hasta el punto de mermar su iniciativa y su espíritu emprendedor. En nuestros días vemos niños hasta los topes de abrigos, de bufandas, de jerséis, de guantes y de gorros, incluso cuando manifiestamente no hace frío en absoluto. Las madres les reprimen cuando muestran iniciativa o independencia, espíritu emprendedor, o cuando se arriesgan.
• Como a menudo la promiscuidad es tal que nadie sabe quiénes son los padres, el apellido se transmite por vía materna. Incluso en los casos en los que hay matrimonio, el hombre a menudo toma el apellido de la mujer y va a vivir a casa de la mujer, como sucedía antiguamente entre los vascones.
• Las familias no son sólidas ni definidas. Hay tendencias incestuosas y endogámicas. El ambiente fomenta la pederastia y la violación, como en tantas sociedades primitivas de hoy en día.
• El Matriarcado no es amigo de las jerarquías, y todo tiende a difuminarse en la presencia del totem colectivo y de la masa.
Matriarcado: la religiosidad y la visión del mundo
• Se ve como fuente de vida exclusivamente al agua y a la Tierra. En la cosmogonía religiosa matriarcal de la Naturaleza, la vegetación no nace por ser regada por el Cielo y guiada por el Sol (y, naturalmente, albergada por la Tierra), sino exclusivamente empujada desde abajo por fuerzas ctonias procedentes del submundo. En esta misma línea, los terremotos son considerados como la ira de la Tierra.
• La primacía del culto religioso le corresponde a la Madre Tierra, y todo en la sociedad matriarcal tiene una orientación ctonia.
• Los símbolos matriarcales son telúricos y tendientes a lo lunar, a lo acuático y al Inframundo. Abundan las líneas curvas más que las rectas. Como ejemplos, tenemos los laberintos, los ríos, los lagos, las cuevas, las serpientes, los pantanos, las estrellas y la noche.
• Como ejemplos de divinidades típicamente matriarcales, tenemos a Cibeles, Perséfone, Deméter, Astarté, Tanit, Gea o Isis. Tales diosas a menudo se hallan complementadas por un compañero masculino castrado, como Osiris o Atis, en un culto religioso aberrante y antinatural.
• Las sacerdotisas matriarcales son hetairas que ofrecen servicios de "prostitución sagrada" y que se dedican a acumular dinero. Los sacerdotes a menudo son eunucos, como los sacerdotes del Templo de Éfeso, los de Cibeles, los de Astarté o como en los Misterios de Atis.
• Los muertos se entierran, con lo cual simbólicamente son devueltos a la matriz de donde se considera salieron. Tanto en Grecia como en Roma, los plebeyos (descendientes de pueblos matriarcales pre-indoeuropeos) eran llamados precisamente "hijos de la Tierra" en contraposición con las castas dominantes, que eran de origen indoeuropeo helénico (Grecia) o itálico (Roma) y se autodenominaban "hijos de los Dioses". La filosofía matriarcal de fondo era "de la Tierra procedes y a la Tierra volverás", con lo cual se negaba cualquier ascensión, cualquier esencia superior enlazada al Cielo y cualquier responsabilidad de tener que rendir cuentas por nuestros actos. Tal filosofía es la que invita "a gozar, que la vida es corta", y actúa como redención para las mentes de quienes son incapaces de obedecer ningún dictado que provenga de lo alto.
• Los lugares de culto religioso solían ser cavernas, zonas internadas en la matriz de la Tierra.
• Hay un culto al sacrificio ritual malvado, particularmente al sacrificio morboso de una víctima pura e inocente. Así, en Fenicia y en Canaan, el primogénito recién nacido era quemado vivo, y algo similar sucedía en Cartago. Los etruscos tenían fijación con el sacrificio de un varón adolescente, y los judíos con el de niños arios, o bien especímenes adultos robustos.
• Predominan las formas de arte grotescas: máscaras desproporcionadas, figuras totémicas demoníacas, carnicerías de sacrificios humanos o escenas orgiásticas en las que se come, se bebe, se folla y se duerme. Las antiquísimas figuras de "Venus" son el arquetipo por excelencia de la "Gran Madre" en la que estos pueblos veían su ideal de fertilidad y feminidad. Los cantos propios del Matriarcado son los lamentos (pensemos en la música árabe del desierto, o en el flamenco).
Matriarcado y democracia
di Marcos Ghio
Distintos estudiosos del fenómeno de los sexos en relación a la estructura social, ya desde la época de Bachofen y de Engels, manifestaron en su momento, desde perspectivas ideológicas antagónicas, la íntima vinculación existente entre la democracia igualitaria y la sociedad matriarcal en donde la mujer ocupa el lugar predominante. Sociedad que fuera históricamente superada o simplemente negada (aquí es en donde discrepan los dos autores) por la patriarcal, de carácter en cambio aristocrático y jerárquico, fundada en la existencia de desigualdades, entre ellas la esencial entre el hombre y la mujer. Ambos autores concuerdan también en considerar que la base de la sociedad matriarcal es el materialismo (término éste vinculado incluso etimológicamente con la palabra latina mater = madre, que es una característica esencial de la mujer) en donde lo telúrico se convierte en aquella realidad determinante. Como consecuencia de ello la mera "vida" y perpetuación de la propia especie, a la que se aboca especialmente la "madre" en su función reproductiva, representan los valores supremos respecto de los cuales los individuos adquieren validez en la medida en que coadyuvan a dicho proceso, siendo por lo tanto, en razón de tal condición y vínculo, reputados todos ellos como "iguales entre sí", en tanto partes de una unidad superior que los trasciende. Es también una consecuencia de la primacía de tal principio que la "paz", la economía, el mero bienestar material, tengan que representar las metas principales de una sociedad "matriarcal". Casualmente es de destacar aquí que la palabra economía (del griego oikos que significa hogar) se encuentra vinculada con el factor femenino de la administración relativa al patrimonio doméstico. Que la política hoy en día esté subordinada a la economía, que la resolución de tal problema sea reputado, sino como el principal, al menos como el casi excluyente, subordinándose al mismo cualquier valor de carácter espiritual o tan sólo "político", es un signo claro y uno de los síntomas principales que explican el proceso de permanente feminización que hoy se vive.
De acuerdo a lo señalado, nos encontramos con dos orientaciones posibles que pueden asumir las sociedades humanas en relación a la primacía de principios diferentes y contrapuestos: materialismo o espiritualismo, primacía de la vida o de la supravida, de la economía o de la política, paz o guerra, igualdad o desigualdad, democracia o aristocracia; todo lo cual se encuentra determinado por la subordinación de un principio respecto del otro. Si es de lo masculino en relación a lo femenino, consecuentemente el orden será el del matriarcado, o a la inversa si es esto último respecto de lo primero, nos encontraríamos en cambio con la sociedad patriarcal y en cualquiera de los dos casos se tendrá la primacía de uno de los principios aludidos.
Ha debido suceder un decaimiento de la condición masculina correlativamente con la de la política en el orden social para que, de manera consecuente, se invirtieran los roles y se ingresara a un orden democrático y feminista como el que vivimos en el cual tal actitud devocional y de consecuente lealtad ha prácticamente desaparecido, estando todo determinado en cambio por la mera búsqueda y satisfacción de intereses egoístas individuales. Ello no por culpa de la mujer, sino por la del hombre que ha resignado su condición de tal, en tanto éste se ha degradado a sí mismo renunciando a su función esencial.
Luego de lo cual, hay que reconocerle a los feministas (de todos los sexos) que es verdad que existe una superioridad, en la época actual, de la inteligencia femenina respecto de la masculina. Ello se debe una vez más al decaimiento del hombre, el que ha traído por consecuencia también el anquilosamiento de su condición mental caracterizándose por la aceptación obtusa y pasiva de una serie de esquemas y hábitos que son asumidos en forma sumisa. Una serie de sugestiones, asociadas a su vez con hábiles montajes y miedos ideológicos, han hecho hoy en día que existan temas de los cuales sea imposible hablar en manera crítica y que, en caso de hacerlo, se corra el severo riesgo de ser pontificado con una serie interminable de anatemas descalificatorios. Así como hay países en los cuales negar la existencia del Holocausto en la segunda gran guerra puede significar la cárcel, hoy en día trae aparejado un repudio social e incluso una sanción judicial el hecho de hablar mal del que es más débil, inferior o diferente o simplemente señalarlo como un hecho objetivo. Nadie puede criticar por ejemplo al pueblo, al trabajador, el cual es el "soberano" que "no se equivoca nunca" y es "lo mejor que tenemos". Del mismo modo que hablar mal de la mujer o señalar simplemente su condición diferente es reputado como sinónimo de "machismo", cuando no de "discriminación". Término este último que se ha convertido en una verdadera palabreja maldita que origina pavor por parte de quien recibe tal calificativo. A todo ello hay que agregar también que el predominio de la mujer en la sociedad actual marcha aparejado con esa verdadera idea fija y obsesión que se ha instalado en nuestro mundo moderno terminal en relación con el sexo. Guay a escandalizarse por la suma de obscenidades a las que estamos condenados a vivir, así como de la obligatoria exhibición de desnudeces que debemos contemplar de manera cotidiana en todas partes sin que lo hayamos solicitado nunca. Una "ciencia" ad hoc, el psicoanálisis, condena como "reprimidos" a los que así lo hacen, agregando a ello incluso motivos de burla. Cuando en verdad la burla debería ser dirigida hacia la conducta contraria al contemplar por ejemplo el estado de "baba" permanente al que suelen estar sometidos entre otros nuestros "comunicadores sociales" que acceden a las mujeres que los circundan como si se tratara de presidiarios con años de abstinencia. La sugestión por el sexo de nuestros días por la que el hombre varón vive en estado de constante tensión en relación a mujeres fascinantes que lo rodean por doquier, pero que habitualmente no posee, es el correlato obligado del gobierno "democrático" de la mujer y de las sugestiones por las que determina al hombre, en vía de convertirse en su conjunto en un pelele y faldero de la misma por su propia y exclusiva responsabilidad.